por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, 30 de septiembre de 2020.
Hay varias Guernica en el mundo. Una de ellas es esa emblemática ciudad vasca que fue bombardeada por el fascismo, y que a pesar de la masacre producida su gente resistió y la gesta fue iluminada por la pintura de Picasso, que de ese modo logró visibilizar la masacre y hacer que una generación tras otra supieran lo que allí había ocurrido.
Hoy no vamos a hablar de ese episodio sino de lo que ocurre en otra Guernica, situada a 37 kilómetros al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Un lugar donde se combinan enormes y antiguas mansiones, coquetos chalets y que últimamente, al calor de la especulación inmobiliaria y las ansias de vivir de la apariencia que tienen ciertos sectores de la clase media y media alta, se ha visto inundada de countries o barrios privados. Allí también hay muchísima gente humilde, trabajadores a destajo, desocupados, arrojados a la indigencia desde antes de la plandemia y mucho más en estos últimos seis meses de obligada cuarentena. Por eso, es que hace ya 70 días un grupo de 2500 familias y unos tres mil niños y niñas decidieron entrar a unas tierras que durante décadas solo sirvieron de basural o para que trotaran caballos de la vecindad. Esta muchedumbre decidió acampar allí para intentar, con el tiempo, levantar una vivienda para no seguir durmiendo en la calle.
En realidad, esto que los poderosos denominan “usurpación” u “ocupación ilegal” es una necesaria recuperación de territorio, ya que si hay algo que abundan a lo ancho y largo del país son tierras vacías. La mayoría, convertidas en latifundios improductivos cuyos dueños ni siquiera viven en ellas, como es el caso de Benetton, que posee 900 mil hectáreas en la Patagonia, y puso el grito en el cielo y la policía en acción, hasta desalojarlos, cuando una familia mapuche “ocupó” unas 10 hectáreas. En otros casos, hay tierras fiscales o terrenos como el de Guernica que jamás se utilizaron, en los que ningún dueño apareció a la hora de tener que mostrar títulos de propiedad y que los municipios, como el de Presidente Perón (que es el partido de la que Guernica es cabecera) quieren utilizar para negocios inmobiliarios, es decir, seguir construyendo countries para ricos mientras los pobres de la zona siguen hacinados en pequeñas viviendas (donde habitan hasta 10 o 12 personas) o hacen de la calle su sitio de permanencia.
Ahora bien, estamos hablando de miles de familias que durante todo este tiempo han levantado unas muy precarias “viviendas” con chapas, lonas, cuatro palos y en el mejor de los casos instalaron una carpa o tienda de campaña. Limpiaron el terreno, dividieron el mismo en cuatro barrios (el lugar abarca 100 hectáreas), eligieron delegados y delegadas, organizaron ollas populares para comer, y fueron generando los imprescindibles lazos de solidaridad entre pobres, con la idea fundamental de que «solo el pueblo salva al pueblo». Desde un comienzo sufrieron todo tipo de hostilidades, primero la policía local que enviada por el municipio judicializó a 500 vecinos y vecinas, luego llegó el accionar de patotas armadas, conectadas indudablemente también con “punteros” o matones locales. De estos ataques y abusos de poder varias personas de “la toma de tierras” resultaron heridos o duramente golpeados. A muchos de ellos y ellas, que por las mañanas salían a “buscarse la vida” vendiendo en los trenes, la policía les incautó (o robó, mejor dicho) bolsos con mercaderías. A otros les han quitado aproximadamente 800 motos o bicicletas. Es decir, desde que llegaron no les han hecho la vida nada fácil.
Pero hay más, junto con las familias, apoyándolas hay varias organizaciones sociales, que día a día han suministrado alimentos, traído médicos y médicas para atender las necesidades urgentes, sobre todo por la cantidad de niños allí acampados, y también prestado asesoramiento legal para dar la batalla en ese sentido. Todo esto en medio de un invierno durísimo y lluvias torrenciales que inundaron los terrenos en varias ocasiones, mientras toda esa multitud desesperada dormían a la intemperie. Sin embargo, entre todas las familias fue creciendo un lógico clima de sentir que ese era su “lugar en el mundo” y que, por eso, están dispuestos a defenderlo con uñas y dientes.
En todo este tiempo, desde las organizaciones y la Gremial de Abogados y Abogadas se trató de abrir mesas de diálogo con el gobierno provincial, a cuyo mando está el gobernador Axel Kicillof, y se lo hizo pensando que por ser un gobierno progresista no iba a tener reparos en buscar una solución a semejante drama social que es la falta de viviendas. Sin embargo, Guernica y los protagonistas de esa recuperación de tierras se han convertido en un punto de inflexión de un debate que es urgente hacerlo. Se trata de defender la propiedad privada o ponerse del lado de quienes menos tienen y pacíficamente reclaman un sitio donde habitar. Lamentablemente, no ha habido acuerdo y el gobierno y una justicia venal y corrupta por donde se la mire están dispuestos a desalojar a las 2.500 familias. Y lo harán, como viene ocurriendo últimamente en otras zonas de Buenos Aires y el país, a través de la represión policial, motorizada por un elemento fascistoide del propio gobierno provincial que es el ministro de Seguridad, Sergio Berni. Se trata de la misma persona que tiene ambiciones políticas y que para ponerse en consonancia con un sector social que reclama “mano dura”, procura satisfacerlos desde su cargo, dirigiendo a la peor de las policías del país en lo que hace a represión y corrupción: la Bonaerense. La misma que hizo desaparecer y luego asesinó al joven Facundo Astudillo Castro o que aplica la táctica del “gatillo fácil”, que no es otra cosa que asesinar a pibes y pibas de los barrios más humildes.
Esa es la fuerza uniformada que en las próximas horas va a intentar desalojar a los vecinos y vecinas de la recuperación de tierras de Guernica.
Pero pase lo que pase, Guernica no está sola, somos muchos y muchas que nos oponemos a este desalojo. Figuras prestigiosas de la lucha por los derechos humanos como el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, la infaltable Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, sindicalistas combativos, organizaciones sociales y populares y una infinidad de personas sensibles que le advierten a un gobierno que llegó con el voto popular tras 4 años de “dictadura macrista», que este no es el camino.
Como decía Eva Perón: “donde hay una necesidad, hay un derecho”, y el derecho a la tierra, a la vivienda y a un trabajo digno, es lo mínimo que un gobierno que se dice nacional y popular debe asegurar. Si no lo hace, por defender la propiedad privada de unos pocos que se han enriquecido con las políticas neoliberales, estará arrojando por la borda todo lo prometido en campaña electoral.
Esta Guernica argentina, como la que dibujó Picasso, ya es un símbolo de resistencia, lucha y solidaridad entre los hijos e hijas del subsuelo de una patria que no está dispuesta a que la maltraten los oligarcas de siempre o los socialdemócratas que se llenan de palabras y promesas pero las abortan en la práctica.