Resumen Latinoamericano, 23 de septiembre de 2020.
«Antes de creer las promesas de ustedes prefiero que nos caguen a palos». Así de claro fue el rechazo de una de las mujeres aguerridas y dignas de la recuperación de tierras de Guernica, cuando en la mañana de este miércoles un grupo de funcionarios provinciales encabezados por el ex-«piquetero» Juan Marino, llegaron hasta el inmenso predio para tratar de convencer a las y los vecinos de la «maravillosa» propuesta del Gobierno: aceptar un desalojo pacífico a cambio de estudiar luego, caso por caso, una «solución» para el futuro.
Los funcionarios fueron precedidos por una entrega de algunos alimentos, como para «alivianar» la situación de encontrarse cara a cara con quienes quieren desalojar. Las delegadas y delegados escucharon atentamente lo que tenía para transmitirle la comitiva y les aclararon que de allí no se moverían. «O hay solución para todos o no hay solución», expresaron , para enseguida plantarles con énfasis la frase más lógica si se quiere llegar a un arreglo: «tierra por tierra», que significa que nadie se moverá de la toma con promesas que nadie cree.
Como las malas noticias corren a gran velocidad, enseguida llegaron más vecinos y también integrantes de las organizaciones sociales que sostienen la lucha de Guernica, y finalmente, ante la insistencia de los delegados de que ofrezcan cosas concretas, los funcionarios metieron violín en bolsa y se fueron por donde llegaron.
Está claro que a la gente ya no se la engaña con falsos paraísos o espejitos de colores. El error de algunos, que todos los días comen caliente y duermen bien abrigados, es imaginar que a la población humilde y desesperada por tener un pedazo de tierra para levantar un techo que cobije a su familia, cualquier oferta le puede resultar apetecible. Pero es evidente que a pesar de los pesares, de la mala vida que provoca la brutal crisis económica y la poca atención que se recibe del Estado, hay franjas del pueblo, como los que resisten desde hace más de dos meses en Guernica, a los que le sobra dignidad. Y eso no se compra con un cajón de alimentos o palabras que se las lleva el viento.
Para esa multitud de familias la credibilidad se recupera en una sola consigna: «Solo el pueblo salva al pueblo».