Resumen Latinoamericano, 17 de septiembre de 2020.
Carlos Lamarca fue un militar y guerrillero brasileño, que abandonando el Ejército en 1969 se convirtió en uno de los líderes de la lucha armada contra la dictadura militar instaurada en el país en 1964. Fue fundador y uno de los comandantes de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), organización guerrillera que combatió el régimen.
Hijo de padre zapatero y madre ama de casa, él vivió hasta los 17 años en el Morro de Sao Carlos, en el Estácio, en Río de Janeiro. A los 16 años, participó de manifestaciones callejeras durante la campaña nacionalista «El petróleo es nuestro» y tenía como libro de cabecera Guerra y Paz de Leon Tolstoi. En 1955, ingresa en la Escuela Preparatória de Cadetes, en Porto Alegre, y dos años después es transferido para la Academia Militar de las Agujas Negras, en Resende (RJ), donde se forma cómo aspirante la oficial en 1960, 46º colocado entre los 57 alumnos de la turma. Su primer puesto es en el 4º Regimento de Infantaria, en Quitaúna, Osasco, São Paulo. Pronto se destacó como exímio atirador, siendo el mejor de su regimento, representando el II Ejército en un torneo de tiro en Recife.
En 1962, integró el Batallón Suez, en las Fuerzas de Paz de la ONU en la región de Gaza, Palestina, donde sirvió en la 7ª Compañía. y de donde retornó dieciocho meses más tarde, con las primeras ideas socialistas, gracias a la pobreza que testificó en el lugar y comenzó la lectura de clásicos marxistas. En una carta a amigos, afirmó que se fuera preciso entrar en combate, entraría al lado de los árabes, impresionado con la realidad de este pueblo en la región, que consideraba cruel. De vuelta a Brasil en 1963, estaba sirviendo a la 6ª Compañía de Policía del Ejército, en Porto Alegre, cuando ocurrió el golpe militar de 1964. En diciembre del mismo año, aún sirviendo en el sur, dio fuga a un capitán brizolista (partidario del líder izqierdista Brizola) que estaba bajo su guardia.
Retornando a Quitaúna en 1965, fue transferido a Porto Alegre, y promovido al puesto de capitán en 1967. Allá se reencuentra con Darcy Rodrigues, un antiguo compañero, sargento del ejército detenido en 1964 pero que había sido reintegrado a la fuerza. Darcy era el hombre que hacía el trabajo de convencimento político en el cuartel y con él Lamarca comenzó a tomar contacto con las obras de Lenin y Mao Zedong. Hasta entonces, Lamarca no tenía militância en partidos de izquierda organizados. A partir de este año, inició contactos con facciones que defendían la lucha armada para derrumbar el gobierno militar e implantar un régimen socialista en el país. Dispuesto a desertar y juntarse a la guerrilla, Lamarca comenzó a organizar una célula comunista dentro del 4º Regimento, que incluía un sargento, un cabo y un soldado. El 24 de enero de 1969, acompañado del sargento Darcy, del cabo José Mariani y del soldado Roberto Zanirato, abandona el 4º regimiento de infantería de Quitaúna en una Kombi, llevando consigo 63 fusiles FAL, tres ametralladoras leves y alguna munición. Lamarca dejaba así las Fuerzas Armadas asesinas y entraba en la clandestinidad revolucionaria, en la cual viviría hasta su muerte.
A partir de ahí, Lamarca pasó a vivir clandestino en la ciudad de São Paulo. Su rutina era despertar, comer, y leer libros sobre Marxismo para aumentar su conocimiento teórico. Los primeros meses de clandestinidad, conoce a Iara Iavelberg, militante del MR‑8, la organización comandada por Carlos Marighella. Con Iara comienza una relación y deciden vivir juntos. Su primera acción en la lucha armada acontece el 9 de mayo de 1969, cuando participa del asalto simultáneo a dos bancos en el centro de São Paulo. Durante la operación, Lamarca mata con dos tiros el guardia civil Orlando Pinto Saraiva, cuando este intentaba impedir el asalto intentando detener al sargento Darcy, compañero de fuga de Quitaúna, en la salida del banco.
Elevado a la condición de icono revolucionario del socialismo y de la izquierda brasileña, fue perseguido por las fuerzas de seguridad por todo el país, él comandó diversas expropiaciones a bancos, montó un foco guerrillero en la región del Valle del Ribeira, sur del estado de São Paulo y lideró el grupo que secuestró el embajador suizo Giovanni Bucher en Río de Janeiro, en 1970, en pago de la liberación de 70 presos políticos. Perseguido por más de dos años por los militares, fue localizado y asesinado en Bahía el 17 de septiembre de 1971.
En 2007, treinta y seis años después de su muerte, la Comisión de Amnistía del Ministerio de la Justicia, bajo supervisión del ministro de la Justicia Tarso Genro, en el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, dedicó su sesión inaugural para promoverlo a coronel del Ejército y a reconocer la condición de perseguidos políticos de su viuda e hijos.En 2015, sin embargo, los actos de la comisión que determinaron el pago de indemnización, una pensión equivalente al puesto de general-de-peleada para la viuda Maria Lamarca y la promoción al puesto de coronel, fueron anulados por la Justicia Federal de Río de Janeiro.
Por el contrario, el ayuntamiento del municipio de Ipupiara – Bahía, construyó, en la comunidad de Pintada, distrito de Ibipetum, local donde Lamarca fue muerto, una plaza en su homenaje, la cual contiene una estatua de Carlos Lamarca y un anfiteatro, fuente luminosa y cantina. La plaza Capitán Carlos Lamarca fue inaugurada el día 13 de enero de 2007. El municipio también homenajeó a Lamarca creando una ley a través de la cual añade en el calendario de los festivos municipales el día 17 de septiembre.
Una calle también fue bautizada con su nombre en San Bernardo del Campo, Sao Paulo.
El pensamiento revolucionario de Lamarca en una entrevista de la época
El Capitán Carlos Lamarca, 31 años, 1.70 mts. de estatura, ojos castaños, es el jefe de la Vanguardia Popular Revolucionaria y uno de los más audaces líderes del movimiento de liberación brasileño. En 1969, la VPR se une al Mando de Liberación Nacional (COLINA) y al pequeño grupo gaúcho Unión Obrera y forman la VAR-Palmares. Durante estos acontecimientos, Lamarca da una entrevista en lugar desconocido a la revista chilena Punto Final, donde dice que aquellos «aún son los primeros pasos del que será una larga y dolorosa guerra»
P.: ¿Cuáles son las razones que lo llevaron a abandonar el Ejército Brasileño?
R.:Soy uno de los pocos oficiales brasileños de origen obrero. Estudié con sacrificio de mis padres y escogí la carrera por estimar que en las Fuerzas Armadas hallaría condiciones de contribuir al desarrollo y a la emancipación de mi país. Luego me desilusioné. El Ejército Brasileño (en sus peldaños superiores), es la vanguardia de la reacción en el Brasil. Su función principal es la de policía interna. Sirve de instrumento de las clases dominantes para afirmar su actual situación de privilegio, que mantiene a la inmensa mayoría de la población brasileña en terribles condiciones de explotación, miseria, analfabetismo y salud. Jóvenes oficiales y soldados reciben prédicas diarias sobre el «enemigo interno de la democracia brasileña». ¿Y quién es este enemigo interno? Son los obreros que reivindican aumento de sus ínfimos salarios y libertad de organización de clase; son los estudiantes que luchan por más subvenciones, más vacaciones, enseñanza gratuita, libertad de organización; son los intelectuales y artistas, cineastas, periodistas, que luchan por la libertad de creación artística científica; y, en fin, todo el pueblo brasileño que pide elecciones libres, mejores condiciones de trabajo. Todo ese anhelo de cambio, de extinción de un sistema injusto, es acreditado a «minorías subversivas a sueldo del comunismo internacional».
Dentro de las Fuerzas Armadas vi privilegios, vi falta de respeto al pueblo trabajador, vi torturas indescriptibles. A partir de 1964, percibí que se habían agotado las posibilidades de solución pacífica para los problemas brasileños. Durante esos años, busqué contacto con las organizaciones revolucionarias que propusiesen un camino para la revolución brasileña consecuente con las conclusiones a que yo llegara. En cuanto a eso. formamos un pequeño grupo, dentro de mi guarnición, de compañeros militares que pensábamos de la misma forma.
A mediados de 1968 un gruño asaltó el Hospital Militar y expropió 9 fusiles FAL. Inmediatamente nos pusimos en campaña para intentar localizar ese grupo, pues pensábamos que quien se interesaba por armas largas estaba efectivamente tratando de iniciar la lucha guerrillera en el Brasil.
Ese grupo era la VPR (Vanguardia Popular Revolucionaria), responsable también del ajusticiamiento del Capitán norteamericano Chandler, criminal de guerra de Vietnam, en San Pablo. A partir de una discusión política, mis compañeros y yo nos transformamos en una célula de la VPR.
La tarea principal de nuestra célula (por nosotros mismos sugerida y aceptada por el comandante de la VPR), era la realización de una gran acción de expropiación de armas de guerra en el cuartel de Quitaúna, en San Pablo, donde servíamos. A partir de esa acción, nosotros abandonaríamos el ejército a fin de dedicarnos integralmente a la Revolución.
P.: ¿Esa acción fue realizada con éxito?
R.: No. Su éxito fue apenas parcial. Dos días antes de la fecha prevista para la acción, fijada para el 26 de enero de 1969, cuatro de nuestros compañeros fueron apresados en Itapecerica de la Sierra. San Pablo, cuando pintaban un camión con los colores del Ejército Brasileño, que sería utilizado para retirar las armas del cuartel. Serían cerca de 400 fusiles FAL, ametralladoras, morteros, munición. Todo lo que fuese posible. Nosotros, de la VPR, no pensábamos quedarnos con todas esas armas. Entregaríamos una cierta cantidad a otras organizaciones, también efectivamente partidarias de la lucha armada. Como esos compañeros presos hacían parte del plan de acción, nosotros, la célula de dentro del cuartel, lo abandonamos al día siguiente con todo lo que fue posible llevar en aquella emergencia: 63 fusiles FAL, ametralladoras INA, munición, etc.
P.:Las autoridades brasileñas dicen haber exterminado a la VPR. a partir de esas detenciones. ¿Es verdad?
R.: No. Últimamente hasta la represión confiesa no haber conseguido eliminar a la VPR, que sería un grupo bien organizado según sus propias declaraciones.
De hecho las detenciones de enero, en parte por la delación de uno de los presos (los otros tuvieron un excelente comportamiento), en parte por fallas existentes en nuestra estructura orgánica, llevaron a una reacción en cadena que provocó otras aprehensiones y sólo terminó en marzo. Es importante anotar que la represión pasó a identificarnos como el principal enemigo y que el tratamiento recibido por los presos fue bárbaro. Choques eléctricos, «pau-de-arara», aplicación de soplete, compañeras violadas. Algunos de nuestros compañeros no resistieron ese tratamiento.
Pero los que permanecieron libres, en un esfuerzo sobrehumano, reconstruyeron la organización, volviéndola cualitativamente muy superior. En abril de 1969 realizamos un Congreso donde hicimos un balance crítico de nuestra actuación anterior, redefinimos nuestra línea política y elegimos un nuevo Comando, después de amplia discusión en todas las bases.
P.: Pero se afirma que entretanto la VPR se disolvió…
R.: Cierto. Pero se disolvió sólo para unificarse con el COLINA (Comando de Liberación Nacional), formando una nueva organización nacional más fuerte y mejor preparada para conducir la lucha revolucionaria en el Brasil. El nombre de esa nueva organización es VAR-PALMARES (Vanguardia Armada Revolucionaria-Palmares).
Esa fusión no fue repentina. Desde casi dos años había contacto entre el COLINA, grupo originario de una división de la POLOP (Política Obrera —actualmente POC, Partido Obrero Comunista). Nosotros mismos, en la ex-VPR, estábamos formados, en parte, por
elementos de ese mismo origen. El ex-COLINA pasó también por una grave crisis, perdió cuadros, materia’ y dinero y estaba en franca recuperación.
La fusión de las dos organizaciones correspondió a una nueva fase por que pasa la izquierda en el Brasil. A un proceso de fraccionamiento continuo, que se inició en 1960, se opone ahora el proceso inverso, de reaglutinación de los diversos grupos en torno de reales opciones políticas que el proceso impone.
P.: ¿Por qué Palmares?
R.: Como un homenaje a la lucha heroica de los negros brasileños contra la esclavitud. Antes de la esclavitud los negros brasileños que huían de las haciendas se organizaban en los llamados «Quilombos», el más famoso de los cuales fue PALMARES. En ese Quilombo los negros del Nordeste brasileño lucharon hasta el último nombre. En su lucha, organizaban los combatientes y sus familias en aldeas en que se practicaba un colectivismo bastante avanzado. Foragidos de la justicia colonial, campesinos perseguidos, pasan a vivir en torno de PALMARES. El Quilombo luchó por casi cien años. Fue de hecho una lucha de los oprimidos contra los opresores y la primera experiencia guerrillera habida en el Brasil.
P.: ¿Cómo ve la VAR-PALMARES la Revolución en el Brasil?
R.: La respuesta a esa pregunta envuelve cuestiones teóricas y políticas difíciles de ser respondidas en el ámbito de esta entrevista. En líneas generales, nuestra visión es la siguiente:
El campo es el «eslabón más débil» de la cadena imperialista. En él se concentran las contradicciones más agudas generadas por el capitalismo brasileño. En él vive la mayor parte de la población brasileña, y la inmensa mayoría de los explotados. Para modificar la situación agraria brasileña, es necesario romper con todo el sistema, basado y construido exactamente sobre el atraso y la miseria de nuestras regiones rurales.
En el campo construiremos la primera columna guerrillera, alternativa al poder de las clases dominantes, embrión del futuro Ejército Popular. Construir ese Ejército, en él Brasil, no significa entretanto solamente la columna guerrillera, sino crear guerrillas irregulares en todos los puntos importantes del país. Significa aun efectuar un trabajo político-militar junto a las masas principalmente junto a la clase obrera.
La clase obrera brasileña, a pesar de estar impregnada por un largo período de reformismo, amordazada y reprimida por la violenta dictadura brasileña, tendrá un papel vital en el proceso revolucionario brasileño.
P.: El capitán Lamarca ¿es un asesino frío?
R.: Es la dictadura la que asesina fríamente a nuestros compañeros. De enero a agosto cayeron cinco de los nuestros Juan Lucas Alves, torturado hasta la muerte por la policía de Estado de Minas Gerais; Severiano Viana Colón, torturado hasta la muerte por la policía del Estado de Cuanabara; Ramilton Cunha asesinado a tiros cuando pedía dimisión del empleo; Carlos Roberto Zanirato, torturado al máximo, prefirió tirarse, esposado, bajo un ómnibus; Fernando Borges de Paula Ferreira, muerto a tiros por la policía de San Pablo.
El saldo de violencia de la dictadura brasileña es terrible. Decenas de compañeros nuestros sufrieron torturas que muchas veces los inutilizaron para siempre. La represión en el Brasil prende familias enteras como rehenes, llegando a mantener incomunicadas a señoras de edad, adolescentes y hasta niños de dos años.
VAR-PALMARES no tiene interés en hacer víctimas en el pueblo. En las veinte y una expropiaciones financieras que ya realizó, provocó solamente dos bajas, ambas en legítima defensa. En las expropiaciones de
armamento y otros equipos, nunca tuvo que disparar sus armas. Los bancarios y policías que se rindieron, jamás fueron molestados. A los que resistieron, dimos combate leal.
Además de eso, la VAR-PALMARES realizó lo que creemos ser la mayor expropiación financiera revolucionaria hecha en la América latina, sin tener que empuñar armas. Después de larga investigación conseguimos localizar una parte de la famosa «cajita» de el ex-gobernador de San Pablo, Ademar de Barros enriquecido por años y años de corrupción. El dinero estaba, a la muerte de Ademar, en manos de su «secretaria». Esa señora no puede denunciar el contenido del cofre robado pues eran dólares de entrada ilegal en el país. Conseguimos U$S 2,5 millones, lo que en cruzeiros viejos da más de diez billones.
P.: ¿En cuanto al terrorismo?
R.: Hallamos que ya llegó el momento de responder la violencia del enemigo aplicando la justicia revolucionaria.
La muerte del capitán Chandler, por ejemplo, fue un acto de justicia revolucionaria, así como las bombas de advertencia colocadas por nosotros en la puerta de las casas de los opresores de la clase obrera, en Belo Horizonte (interventor en los Sindicatos de Bancarios y metalúrgicos. Delegado general del Trabajo, durante la huelga de octubre de 1968).
Las clases dominantes en Brasil entretanto, en una contraofensiva ideológica reciente, nos imputaron actos que deben haber sido practicados por la propia represión, o por el CCC (Comando de Caza a los Comunistas), de cualquier manera, realizados por la derecha: Incendio de 3 estaHones de televisión, en San Pablo, quema de un radiopatrulla con dos policías en el interior de la cabina, bomba en el palacio del cardenal de San Pablo.
P.: ¿Cómo se siente ahora que es un hombre famoso?
R.: La revolución no será dirigida por hombres aislados, sino por la vanguardia de los oprimidos y explotados. Soy un militante de la VAR-PALMARES y sólo deseo una cosa: empuñar mi fusil. Los hombres y mujeres que se vuelven revolucionarios contribuyen de las formas más distintas, luchando anónimamente por sus ideales. Si algunos de ellos ganan notoriedad, en función de determinadas circunstancias, eso en nada modifica su condición de cuadros de la revolución.
Las clases dominantes intentan personificar las acciones revolucionarias en torno de ciertos nombres apenas para intentar desmoralizarnos y mostrar su «eficiencia».
P.: ¿Desea agregar alguna cosa?
R.: La revolución brasileña se hace parte de un modo más amplio en la lucha de los explotados de todo el mundo por su liberación social y política y, más específicamente, por la Revolución Latinoamericana; pero la lucha por la emancipación del continente del imperialismo norteamericano y por la implantación del sistema social que resolverá nuestros problemas: el socialismo.
Desearía enviar, en el nombre de VAR-PALMARES un mensaje al pueblo chileno. Estamos, en el Brasil, en los primeros pasos de una guerra que será larga y dolorosa. Esa es nuestra forma de prestar solidaridad activa a la revolución Cubana y a la lucha gloriosa del pueblo vietnamita. Tenemos certeza de que en esta lucha, nos encontraremos lado a lado con los revolucionarios chilenos, entregando nuestras vidas por los mismos ideales. Hay que «Atreverse a luchar, Atreverse a Vencer».
(Tomado de la revista «Punto Final», Santiago de Chile, Año IV, N° 88)