Por Erick Gimenes y Pedro Stropasolas. Resumen Latinoamericano, 29 de septiembre de 2020.
En medio de una de las mayores crisis sanitarias y económicas de la historia del país, el gobierno federal, a contramano del mundo, ataca y sofoca la ciencia – protagonista en el combate a las miles de muertes causadas por la pandemia de covid-19.
Para 2021, la propuesta presupuestaria presentada por la gestión de Jair Bolsonaro (sin partido) impone un recorte del 27% en los recursos para Ciencia y Tecnología, y una reducción de casi R$ 1 billón (177 millones de dólares) en las inversiones para las universidades federales, según información de la Asociación Nacional de Dirigentes de Instituciones Federales de Educación Superior (ANDIFES).
Para Roberto Amaral, ministro de ciencia y tecnología en el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (PT), la propuesta presupuestaria atestigua la vuelta de Brasil a la condición de “colonia”.
«Para que usted desmantele el desarrollo del país, destruya las perspectivas de futuro, la primera cosa que tiene que hacer es destruir la ciencia que sirve para la tecnología, la segunda cosa, es consecuencia de esta, la destrucción de la industria. Estamos reducidos a inversiones inferiores a 2015. Lo que había de industria nacional fue destruido”, opina Amaral.
De 2003 a 2004, en su paso por el ministerio de Ciencia y Tecnología, Amaral concentró esfuerzos para la implementación de políticas volcadas a la redistribución de los recursos destinados a la ciencia y tecnología en el combate a las desigualdades en el país, con énfasis en la creación de la Secretaría de Ciencia y Tecnología para la Inclusión Social.
Sobre la actuación de la ciencia brasileña en la contención a la covid-19, el no la coloca en primer plano, y deja el protagonismo al Sistema Único de Salud (SUS), que según el, evitó un colapso sanitario y social aún mayor.
«Lo que contuvo la expansión de la pandemia fue el SUS. Brasil tiene una tradición muy larga en investigación y ciencia, pero voy a colocar una cuestión. Nosotros no tenemos industria farmacéutica. No fabricamos aspirina. La gran industria brasileña es la industria del embalaje, nosotros embalamos remedios. Nuestro gran papel en la pandemia es proveer personas para las pruebas, nosotros no estamos participando en la construcción las vacunas, somos excepcionales laboratorios humanos», considera.
En la política, en 1985, Roberto Amaral fue uno de los fundadores, como dirigente estadual en Rio de Janeiro, del Partido Socialista Brasileño (PSB), en el que ejerció gran liderazgo ideológico en el período de redemocratización del país. En 2014, se separó del cargo de presidente nacional del partido cuando el PSB decidió apoyar a la candidatura presidencial de Aécio Neves (PSDB), en la elección vencida por Dilma Rousseff (PT).
La disidencia a la izquierda lo llevó a ser un de los idealizadores del Frente Brasil Popular, publicando el libro “La serpiente sin piel: De la crisis al Frente Brasil Popular”, publicado por la Fundación Perseu Abramo.
Este martes (29), a las 19h, Amaral es uno de los invitados de la sexta clase del curso del Proyecto Brasil Popular que discute las salidas para la crisis en Brasil. En esta edición, el y Marcio Pochmann discuten los «Caminos para Industrialización y Desarrollo Científico».
Brasil de Fato – ¿Cómo se ha diseñado el desmantelamiento de la ciencia en el país?
Roberto Amaral – Esto es un proyecto más amplio, más profundo, que es el desmantelamiento del país. Es el desmantelamiento de la economía, de la ciencia y tecnología, es el desmantelamiento en el orden jurídico, es el desmantelamiento del conocimiento. Para que usted destruya las perspectivas de futuro del país, la primera cosa que usted tiene que destruir es la ciencia y tecnología. La segunda cosa es consecuencia de esa: la destrucción de la industria. Porque la industria exige desarrollo, exige progreso, exige inversión.
Estamos reducidos a inversiones inferiores a 2015, en pleno 2020. El gobierno, además de reducir los recursos presupuestarios, reduce la transferencia de esos recursos a través de decretos, de políticas que no se discuten con la universidad, con la comunidad ni con el Congreso.
El presupuesto pasa a ser un presupuesto ficticio, porque el gobierno sólo transfiere lo que es de su interés. Y, de esa cantidad que transfiere, congela. Estamos asistiendo a un proceso de destrucción secuencial de la educación, de la ciencia, de la tecnología y, por fin, del proceso industrial brasileño.
Sólo en el área las universidades públicas el recorte estimado es de R$ 1 billón (177 millones de dólares). O sea, estamos marchando hacia un colapso. Se estima que el recorte de los recursos llevará a un recorte las becas del CNPQ [Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico] en 64% y un recorte correspondiente a las becas de la Capes [Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior]. Significa el fin de maestrías y doctorados, además de la tragedia personal de los que están en el exterior, de los que están dependiendo de esas becas para sobrevivir.
Eso significa, en segundo plano, abrir un canal para que nuestros mejores estudiantes, profesores, magísteres que se formaron en este país abandonen este país. Van a continuar, a procurar sobrevivir, en otros países. Este es otro crimen que está se cometiendo: la diáspora científica promovida por el gobierno. No hay un sólo ejemplo, en todo el mundo, de un país desarrollado, que no se haya desarrollado antes como país industrial. Ninguna gran potencia económica no es, antes, una potencia industrial, científica y tecnológica.
Estamos viviendo una tragedia de corto, medio y largo plazo. Incluso aunque este proceso sea interrumpido, nos va a tomar muchos años recuperar el terreno perdido. Ya perdimos la revolución del siglo XVIII, del siglo XX, perdimos la introducción de la máquina a vapor, llegamos atrasados a la civilización de la energía eléctrica, llegamos atrasados a la civilización del petróleo, y ahora estamos amenazados con perder la decisiva revolución industrial de la robótica, de la inteligencia artificial. Si eso ocurre, estaremos condenados a ser una gran colonia por muchos y muchos años.
La división clásica que nosotros vivimos hasta hoy, entre países desarrollados y países subdesarrollados, se acabó. La división de hoy es entre países productores de conocimiento y países importadores de conocimiento. La opción de este gobierno fue por la segunda hipótesis: nosotros seremos importadores de conocimiento, o sea, una colonia.
¿Cómo se expresan en la práctica –más allá de su cara más visible, que son las interferencias en la elección de rectores – , los mecanismos de la destrucción política y física las instituciones?
Tenemos un ejemplo reciente: ¿qué significa que se nombre a un capitán de mar y guerra director de la Casa Rui Barbosa? Ese es el símbolo del gobierno. Somos un país ocupado, como lo fue Japón al final de la Segunda Guerra Mundial, por una tropa que no está pensando en los intereses del país. Eso está ocurriendo en todos los medios.
Cuando usted nombra, de una terna, al tercero menos votado, usted está dando muestras de irrespeto a la conciencia, voluntad e interés académicos. Ese es el cuadro: el cuadro de falta de estímulo. ¿Qué estímulo tiene, hoy, un joven que está formándose para ingresar en la investigación? ¿Para qué ir a un laboratorio a investigar progreso, avances científicos, investigar la salud?
Es un cuadro muy grave. Yo no se si son los problemas de comunicación consecuencia de la pandemia, pero ni el país ni la propia academia están teniendo consciencia del significado de esto. No entiendo esa calma, esa tranquilidad, esa paz en torno de esto. Cuando despertemos, ya no tenemos universidad.
Usted fue uno de los personajes centrales para la retirada del acuerdo entre los gobiernos de Brasil y de Estados Unidos de explotación de la base de Alcántara, en Maranhão, negociando la instalación de la Alcántara Cyclone Space-ACS, con Ucrania, acuerdo visto como más favorable al país por los progresistas, en el sentido de levantar el programa espacial brasileño. Hoy, con Bolsonaro, Alcántara fue nuevamente entregada a los estadounidenses. ¿Podemos decir que la relación entre ciencia y soberanía es un factor determinante para la superación las desigualdades sociales históricas en el país?
Brasil renunció a la soberanía sobre cualquier aspecto – el político, el ideológico, el formal, el territorial y el militar. Brasil renunció a su política exterior. Nuestra política exterior, subalterna, es dictada por los intereses del Pentágono y del Departamento de Estado [de los Estados Unidos]. Y lo peor de todo: a cambio de nada.
Un país que no tiene industria no tiene Fuerzas Armadas. No tenemos autonomía para fabricar un fusil. Es este país que está siendo instrumento de guerra, provocando a Venezuela.
Somos, hoy, un país que renunció a su dignidad, a su papel en América Latina. Estamos rompiendo la tradición de la política exterior brasileña, que viene de [Barão de] Rio Branco. Las Fuerzas Armadas brasileñas se transformaron en capitanes de la selva de los Estados Unidos. Nuestro papel es asustar los nuestros vecinos, para que sea más barato el papel de los Estados Unidos.
Ya no tenemos industria militar, no tenemos más políticas de defensa. La concepción de militar de hoy es que nosotros no necesitamos tenerlas. Quien va a cuidar de nuestra seguridad externa son los Estados Unidos, nuestro paraguas. A nosotros nos compete cuidar del enemigo interno. El enemigo interno somos nosotros. Son las Fuerzas Armadas que se vuelven contra su pueblo.
En su paso por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, uno de los pilares de su mandato fue pensar la ciencia de una forma sistémica e integrada con las demás políticas de gobierno, como la salud, la educación y la industria. ¿Podemos decir que el proyecto de Bolsonaro depende de la destrucción de ese sistema?
El trabaja en la acefalia. Ahora, tras de eso, existe un plan bien estructurado. Incurriremos en un error peligroso si pensamos que este gobierno no tiene tras de si un Estado Mayor pensante. Si examinamos, hacemos un levantamiento de estos casi dos años, se verá que hay una lógica.
La lógica que lleva al extremo es una asociación entre el extremo de neoliberalismo arcaico, que no es profesado, pero en ninguna parte del mundo, asociado a su antónimo, que es el Estado autoritario. Para eso, es necesario desmontar todas las instituciones.
Es necesario recordar que ese proceso comienza antes de Bolsonaro, antes del bolsonarismo, cuando la gran prensa, en nombre de destruir el avance las masas, la organización popular, los gobiernos petistas, invirtieron en la destrucción de la política, en la desmoralización de la política, de los políticos y las instituciones. Es en ese camino, en la negación del país, que navega el bolsonarismo.
El [Bolsonaro] tiene una frase, cuando hubo una recepción en los Estados Unidos a su gurú [Donald Trump], en una cena en la embajada brasileña en Washington, en que la que dice que su proyecto no es construir, es desconstruir.
El primer proyecto del bolsonarismo es desmantelar lo existente. De ahí sus enfrentamientos contra el Congreso, la Justicia, la educación, la ciencia, la tecnología; el intento de desmantelamiento del servicio público brasileño, las empresas públicas, las agencias de fomento e inversión en el desarrollo, como el BNDES [Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social], las estatales que actúan en ramos estratégicos, como la Eletrobras, la Petrobras.
Nosotros somos, hoy, el único país con nuestra dimensión, con nuestras riquezas naturales, que no dispone de un programa espacial. Cuando usted no tiene programa espacial, usted está a merced de quien si lo tiene.
Para que nosotros venzamos la deforestación de la Amazonía, las modificaciones meteorológicas –fundamentales para la agricultura brasileña – , nosotros tenemos que recurrir a satélites de los Estados Unidos o de Francia.
El trabajo de la ciencia brasileña en el campo de la salud pública ha sido una referencia mundial. Eso se demuestra en ejemplos como el liderazgo mundial de Brasil en la lucha contra el zika virus, la vacunación contra la fiebre amarilla y la viruela, la cura de la enfermedad de Chagas y el enfrentamiento a la pandemia del H1N1, con la vacunación de 100 millones de personas. Incluso en medio del negacionismo de la ciencia brasileña catalizado por el bolsonarismo, que impulsó centenas de miles de muertes, ¿el antecedente de investigación en salud pública contribuyó a la contención de la covid-19 en el país?
Quien contuvo la pandemia fue el Sistema Único de Salud (SUS), una utopía pensada por nuestros científicos, en los años ochenta, y absorbida por la Constitución de 1988. Es el mayor sistema de salud pública del mundo, que es admirado en todo el mundo y que, en este país, es combatido por la gran prensa, por gran parte de la clase médica y por el empresariado de la medicina privada.
Necesitamos rendir un gran homenaje al SUS, y la sociedad debe tener consciencia de que la tragedia perseguida por Bolsonaro no fue mayor por causa del SUS. Fue lo que contuvo la expansión de la pandemia.
Pero voy a colocar una cuestión que, de mi punto de vista, es grave: nosotros no tenemos industria farmacéutica. Nosotros no fabricamos aspirina. La gran industria brasileña es la industria del embalaje. Nosotros embalamos remedios. Lo que había de industria nacional fue destruido. Lo poco que se hace aquí es mediante la importación de sales, de Corea y principalmente de India. Eso es muy grave, porque, si admitimos una crisis internacional, no tenemos como abastecer a la población nacional.
Incluso ahora, en la pandemia, nuestro gran papel es proveer personas para las pruebas. Esa es nuestra gran contribución internacional. No estamos participando en la construcción las vacunas. Por causa de nuestras características territoriales, de población, de diversidad, nosotros somos un excepcional laboratorio humano. Los Estados Unidos prueban aquí, China prueba aquí, Rusia prueba aquí, pero no hay ningún proyecto brasileño.
Con la pandemia, los científicos nunca se movieron tan rápidamente, sirviendo de esperanza a la población mundial ante el caos instaurado por la covid-19. Fruto de eso, son 136 vacunas en desarrollo. En Brasil, a contramano de este proceso, la propuesta presupuestaria del gobierno federal para 2021 prevé recortes significativos en la ciencia y en la investigación. ¿Qué se puede esperar de la ciencia y tecnología con el recorte presupuestario anunciado por Bolsonaro? Es posible mantener la estructura de científicos e instituciones en Brasil integrada en medio de gobiernos de extrema derecha que estimulan su destrucción?
Hay un plan atrás de eso, una lógica. La lógica de construcción de nuestra dependencia. Este gobierno se transformó en un oximorón, nosotros somos una gran republiqueta. O sea, volvimos a inicios del siglo pasado. Según este gobierno, nosotros no necesitamos producir aquí lo que podemos importar. Nosotros no necesitamos pensar, hay quien piense por nosotros y mande su pensamiento.
Parece que es difícil explicar el significado de eso a la sociedad. Es la renuncia a la formulación. Eso se expande en todo el país. Veamos lo que está ocurriendo en el área de la cultura, en las artes plásticas, en las artes en general, al teatro, a la música. Es un empobrecimiento general. Podemos tomar un punto para analizar, pero lo que interesa es la obra completa, porque tiene una lógica. El empobrecimiento de la política es eso.
Es necesario también recordar que la clase dominante está incomodada con lo que ella produjo. No basta con quedarnos dándole sólo a este capitán y a sus generales comisionados. Cada vez que en este país hay la más leve amenaza de emergencia de los intereses populares, de los asalariados, las capas más pobres, la “casa-grande” [casa de los blancos en las haciendas esclavistas] interviene, siempre con las Fuerzas Armadas atrás. Ella interviene con un golpe de Estado clásico, como en 1964, o interviene como ahora.
En paralelo al intervenir, hay antes un proceso ideológico, que lo ejercen los grandes medios, los grandes periódicos. Entonces, se construye un discurso y, la partir de ese discurso, se justifica la interrupción del proceso –puede ser del proceso democrático o del proceso desarrollista. El hecho es que Brasil había optado, en cuatro elecciones seguidas, por un determinado proyecto de sociedad, de desarrollo y de protección de los más pobres. Ese proyecto incomodó a Estadão, Globo, Folha de S. Paulo.
No cabe más discutir el lulismo, pero, para destruir el lulismo, la “casa-grande” destruyó la política. Cuando usted saca a la política del campo, usted abre espacio para las Fuerzas Armadas, para las fuerzas más retrógradas de este país.
El cuadro que vivimos este año no tiene comparación con ningún momento de la historia de este país. Ni en 1938, cuando hubo el avance las fuerzas integralistas y fascistas, ni en el tiempo del crecimiento de Hitler, nunca las fuerzas de derecha fueron tan fuertes. Esta es una cuestión central. Y es en eso que nosotros, progresistas, y quien, como yo, se juzga en el campo de la izquierda socialista, tiene que pensar. Este es el desafío más perdurable.
¿Cómo evalúa la ascensión de movimientos anti-vacuna y pro cloroquina, y que impactos pueden tener en el prolongamiento de la covid-19? ¿Brasil está preparado para otras pandemias?
Brasil no está preparado para las próximas conocidas y sabidas pandemias, como no lo estaba para esta. Para las próximas, estará más debilitado que cuando enfrentó esta, porque nuestras estructuras estarán aún más debilitadas. Vamos a tener, ciertamente, pandemias propias. La destrucción de la Amazonía se va a transformar en un punto de cultivo de virus y de enfermedades. La tendencia es a un mayor empobrecimiento y fragilidad de las poblaciones.
Hoy, 65% de las muertes se dan entre pobres y negros, la población de nuestras periferias. Nuestras periferias van a crecer. A partir de ese cuadro, tenemos que prepararnos para momentos muy difíciles.
Puede parecer que el cuadro que estamos vendo es un cuadro definitivo. Eso es muy malo. Es el suicidio de una sociedad, y la sociedad no se suicida.
No hay ninguna posibilidad de progreso, de salvación nacional, con esta actual correlación de fuerzas. O sea, razonando al contrario, es fundamental alterar esta correlación de fuerzas. Necesitamos encontrar medios de derrocar eso que está ahí, de avanzar con las tesis de la democracia.
La izquierda [necesita] dejar de tener miedo de discutir sus tesis. Vamos a retomar la discusión ideológica, vamos a asumir el debate, vamos a organizar nuestras bases, vamos a discutir la presencia del pentecostalismo, del neopentecostalismo, del primitivismo religioso. Vamos a discutir todo, vamos a organizar y enfrentar lo que ahí está. La opción es: el pasado o el futuro.
Edición: Geisa Marques