Resumen Latinoamericano, 21 de septiembre de 2020.
Como hienas tras la sangre policías del CAI (Centro de Atención Inmediata) de Villa Luz, localidad de Engativá de Bogotá, luego de torturar con descargas eléctricas de sus pistolas TASER, asesinaron a golpes el pasado 9 de septiembre al estudiante de derecho, Javier Ordóñez, padre de dos niños que se ganaba la vida trabajando como taxista. La sevicia con que actuaron los uniformados desató la indignación y la furia de la gente del común que salió a las calles a protestar.
La policía ‑que ya había sido instruida por el alto gobierno para tales eventualidades- respondió con disparos a diestra y siniestra, provocando una masacre de ciudadanos inermes, que arrojó como saldo luctuoso, la muerte de 13 jóvenes y centenares de heridos, y destrucciones por doquier. Estos hechos violentos, de sangre, no pueden ser considerados como «casos aislados», porque ese eufemismo insulso que se han inventado para banalizar hechos de suma gravedad que comprometen a integrantes de la fuerza pública, ya no tiene presentación.
Ha trascendido que la policía disparó contra la multitud en obediencia a una directiva del ministerio de Defensa encabezado por el señor Carlos Holmes Trujillo difundida con la aprobación de Duque. Ese ministro y el general comandante de la policía, deben renunciar al cargo y responder por esta masacre. Respaldemos a las fuerzas democráticas que hoy exigen al gobierno abrir la puerta que ha cerrado a la reforma del código de policía y permitir el traspaso del manejo de la institución del ministerio de Defensa al ministerio del interior, garantizando simultáneamente que los casos de atropellos policiales sean tramitados por la justicia ordinaria.
Duque parece un camaleón, felicitando unas veces la actuación criminal de la policía, y otras, recriminando sus abusos y exigiendo castigo judicial, cuando la presión ciudadana no le deja otra salida. Parece un presidente chiflado, porque solo a un loco se le ocurre, estando la ira popular en el pico más elevado, ir a respaldar, disfrazado de policía, a los agentes de un CAI, epicentro de la represión. Tiene razón la gente que piensa que ya es hora que Duque se quite más bien el disfraz de presidente y se largue pa’ la PM.
Mientras siga vigente la doctrina de la seguridad nacional y la concepción del enemigo interno como hoja de ruta para la fuerza pública, y mientras existan directivas u órdenes de disparar contra la gente, no habrá normalidad en este país; y como la sociedad no puede soportar ese estado de cosas, deben salir a protestar y reclamar los cambios que conviertan la doctrina guía de las fuerzas armadas en una doctrina que privilegie el respeto a los derechos humanos.
Duque, y el uribismo deben pedirle perdón a la sociedad y comprometerse a respetar la dignidad de la gente, su vida, y sus derechos, y especialmente a no justificar el retorno a la guerra sin normas que le gusta al «secuestrado» del Ubérrimo, que lo que más desea es hundir la verdad sobre quiénes son los máximos responsables del conflicto, sus determinadores desde las más altas posiciones del Estado para seguir viviendo en el paraíso de su impunidad.
Los policías y la mayoría de los militares no deben olvidar jamás que provienen de familias humildes, que tienen hermanos, hijos, padres, y que las leyes institucionales no pueden pasar por encima del derecho a la vida.
Columna Móvil Vladimir Estiven
FARC-EP, Segunda Marquetalia
Septiembre 20 de 2020