Femi­nis­mos. Muje­res cuba­nas: Resis­ten­cias y redes

Por Mari­bel Acos­ta, Cuba en Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 18 de setiem­bre de 2020

Fotos: María Torre­llas, 1° de Mayo de 2017

Cuba es hem­bra. Des­de la lite­ra­tu­ra y las pro­fun­di­da­des del pen­sa­mien­to inte­lec­tual cubano, exis­te abso­lu­to con­sen­so de la trans­ver­sa­li­dad feme­ni­na del ima­gi­na­rio nacio­nal. Pero fue la Revo­lu­ción Cuba­na la que mode­ló defi­ni­ti­va­men­te el espí­ri­tu feme­nino de la isla, con su gran­des logros socia­les, para todos y todas; aque­llos espe­cí­fi­cos para las muje­res y los desa­fíos aun por cum­plir en una cul­tu­ra ances­tral­men­te patriar­cal. No obs­tan­te, las muje­res cuba­nas pare­cen poseer carac­te­rís­ti­cas bien pecu­lia­res, resul­ta­do de todos sus mes­ti­za­jes, bio­ló­gi­cos y tras­for­ma­do­res. Las muje­res cuba­nas de hoy son heren­cia y tam­bién rever­so de sus madres y de sus abue­las. En Cuba todo pare­ce que va a esta­llar al mis­mo tiem­po. Las trans­for­ma­cio­nes ha sido tan­tas y tan rápi­das en 60 años, que aún no ha dado tiem­po a mode­lar­las ni a ter­mi­nar su ciclo de aven­tu­ras.

Estas son his­to­rias reales:

Dul­ce María es filó­lo­ga. Tra­ba­ja en la tele­vi­sión cuba­na como ase­so­ra, asis­ten­te de direc­ción y direc­to­ra de impor­tan­tes pro­gra­mas, algu­nos de ellos pri­me time. Vive con su hija y su nie­ta. Cui­dó a su madre que falle­ció recien­te­men­te, de ancia­ni­dad y des­gas­te de la vida. Tuvo a su hija sola en medio de la cri­sis eco­nó­mi­ca de los 90 en Cuba, el lla­ma­do perio­do espe­cial. Es alta, fuer­te, arre­gla cual­quier cosa en casa y es una autén­ti­ca cono­ce­do­ra del latín. 

Tani­ta es lin­güis­ta, ha sido direc­to­ra de la pro­gra­ma­ción infan­til de la tele­vi­sión cuba­na, fun­cio­na­ria de UNICEF en Cuba por más de una déca­da. Peque­ña, de mirar­la, una alcan­za el sosie­go; estu­vo casa­da dos veces, tía ado­ra­ble, de una pacien­cia excep­cio­nal. Poco antes de decla­rar­se la Covid 19 en Cuba, per­dió a su madre. En estos días ayu­da a su padre ‑un gran endo­cri­nó­lo­go cubano- a edi­tar su últi­mo libro sobre la dia­be­tes. Coci­na, le encan­tan los dul­ces case­ros que ella mis­ma elabora. 

Tania, la gran­de, es espe­cia­lis­ta en lite­ra­tu­ra espa­ño­la y ase­so­ra de la pro­gra­ma­ción dra­má­ti­ca de la tele­vi­sión cuba­na. Parió a su hijo a los 40 años. Vive con su madre y su hijo Ale­jan­dro que es un ado­les­cen­te. Lo pasa difí­cil por­que es ella sola para man­te­ner a la fami­lia. Vive en un apar­ta­men­to peque­ño en el cual hace mara­vi­llas para que esté reco­gi­do y limpio.

Mari­bel soy yo. Perio­dis­ta, con un hijo que estu­dia músi­ca en la uni­ver­si­dad de las artes, divor­cia­da; en medio de la pan­de­mia per­dí a mi padre que ya venía enfer­mo. Mi madre tie­ne Alzheimer.

Ellas son ami­gas des­de los tiem­pos uni­ver­si­ta­rios en los años 80. Per­te­ne­cen a las pri­me­ras gene­ra­cio­nes naci­das con la Revo­lu­ción. Jun­tas par­ti­ci­pa­ban en el coro de la uni­ver­si­dad, en las acti­vi­da­des de la juven­tud comu­nis­ta, en las movi­li­za­cio­nes juve­ni­les a la agri­cul­tu­ra, en los con­cier­tos de Sil­vio Rodrí­guez y Pablo Mila­nés en la esca­li­na­ta uni­ver­si­ta­ria. La vida qui­so que jun­tas fue­ran a tra­ba­jar a la tele­vi­sión cuba­na, cada una en su espe­cia­li­dad. Jun­tas vie­ron lle­gar e irse a los mari­dos, nacer y cre­cer a los hijos. Ellas son una red. 

Y cuan­do lle­gó el perio­do espe­cial, jun­tas hacían las guar­dias noc­tur­nas en la tele­vi­sión- como los padres en los 60- cuan­do la con­tra­rre­vo­lu­ción enva­len­to­na­da ame­na­za­ba con que iba a asal­tar a los medios de comu­ni­ca­ción. Y en ese perio­do difí­cil, com­par­tían todo lo que tenían, entre ellas y con los demás. Los hijos de las unas tuvie­ron las fotos de cum­plea­ños por­que la otra ayu­da­ba, la que podía. El arroz, la ropa com­par­ti­da, el cham­pú o los zapa­tos iban de una casa a otra; a la que necesitara. 

Y cuan­do los divor­cios, los nue­vos amo­res y los des­amo­res, jun­tas se sen­ta­ban alre­de­dor del fue­go para dar alien­to y reír­se de los ton­tos que se habían mar­cha­do. El telé­fono ha sido un arma estra­té­gi­ca para ellas. Cada día lla­ma­das de las unas a las otras: El par­te del día, la angus­tia del día, la espe­ran­za del día, la ale­gría del día. 

Todas apos­ta­ron por seguir en Cuba, por seguir tra­ba­jan­do para la Revo­lu­ción, por per­se­guir uto­pías sin arre­pen­ti­mien­tos; cuan­do una fla­quea un rato, ahí está la otra… y la red ha segui­do cre­cien­do por­que se aña­den las ami­gas de las ami­gas, las veci­nas, los hijos de las colegas.

Esta his­to­ria es común de las muje­res cuba­nas de hoy. Repre­sen­tan un poco más del 50 por cien­to de la pobla­ción de la isla. Y las esta­dís­ti­cas regis­tran que más del 66 por cien­to de las y los pro­fe­sio­na­les y téc­ni­cos son muje­res. Asi­mis­mo, de las tra­ba­ja­do­ras cuba­nas, el 83 por cien­to tie­ne nivel edu­ca­cio­nal entre medio y supe­rior con una mayo­ría visi­ble en las ciencias.

En Cuba el sec­tor de la cien­cia agru­pa a 86 mil 426 trabajador@s, de los cua­les el 53 por cien­to son muje­res. Y el sis­te­ma de Cien­cia, Tec­no­lo­gía e Inno­va­ción cuen­ta con 15 mil 993 Doc­to­res en Cien­cias (de ellos 355 con doble doc­to­ra­do); 25 mil pro­fe­so­res uni­ver­si­ta­rios; 6 mil 839 inves­ti­ga­do­res categorizad@s; 30 uni­ver­si­da­des vin­cu­la­das y dece­nas de miles de tecnólog@s.

Las áreas cien­tí­fi­cas prio­ri­za­das son el uso sos­te­ni­ble de los recur­sos natu­ra­les; la socie­dad cuba­na, su eco­no­mía y rela­cio­nes inter­na­cio­na­les; el orde­na­mien­to terri­to­rial y urbano; la bio­tec­no­lo­gía, pro­duc­ción médi­co-far­ma­céu­ti­ca y vacu­nas; las inves­ti­ga­cio­nes en Cien­cias exac­tas y natu­ra­les, y las nano­tec­no­lo­gías. En estos sec­to­res de pun­ta, el lugar de la mujer cuba­na es prio­ri­ta­rio en can­ti­dad y cali­dad de las y los pro­fe­sio­na­les y sus resultados.

Pero las esta­dís­ti­cas tam­bién refle­jan otras aris­tas de la socie­dad cuba­na y sus muje­res: Para el año 2030, la mayo­ría de los hoga­res cuba­nos ten­drá al fren­te a una mujer. Exper­tos de estos estu­dios en la isla han decla­ra­do que “la mayo­ría de las jefas de hogar en Cuba son muje­res que sufrie­ron un divor­cio, otras lo son por­que tie­nen la pro­pie­dad de la casa o alcan­za­ron más nivel cul­tu­ral y per­ci­ben más dine­ro que sus esposos”.

La Ofi­ci­na Nacio­nal de Esta­dís­ti­cas e Infor­ma­ción (ONEI) publi­có que si en 2015 un 53,8 por cien­to de las vivien­das tenían jefa­tu­ra mas­cu­li­na, en el reco­rri­do has­ta el 2030, las muje­res esta­rán cada vez más al man­do de los hoga­res, al pun­to de que en 2030 repre­sen­ta­rán el 52,5 por ciento.

Fac­to­res múl­ti­ples están detrás de estos índi­ces: Mayor eman­ci­pa­ción de las muje­res y equi­dad entre los géne­ros en Cuba. Sin embar­go, no se pue­den igno­rar bre­chas de géne­ro y patro­nes patriar­ca­les que hacen asu­mir a la mujer cuba­na deci­sio­nes de mejor sola que mal acom­pa­ña­da en una socie­dad que si bien no cubre todas las deman­das toda­vía, sí tie­ne pro­tec­cio­nes que sus­ten­tan su mira­da libertaria.

Y sobre todo, las muje­res cuba­nas tie­nen una prác­ti­ca entre­na­da de redes de apo­yo y soli­da­ri­dad que ha veni­do a com­pen­sar las ten­sio­nes de la vida coti­dia­na en un país con com­ple­jos pro­ble­mas eco­nó­mi­cos, cuyo impac­to en las muje­res es muy elevado. 

El nivel de ins­truc­ción y una cul­tu­ra de resis­ten­cia y de no doble­gar­se, hacen de las muje­res cuba­nas el eje trans­ver­sal del desa­rro­llo cien­tí­fi­co y humano de la nación.

En medio de la Covid-19 las redes entre­na­das han vuel­to a ganar supre­ma­cía: El 70 por cien­to del per­so­nal de la salud cubano es feme­nino. Las muje­res han teni­do que orga­ni­zar­se muy bien para cum­plir con su deber social como médi­cas y cien­tí­fi­cas en Cuba y fue­ra de la isla en las bri­ga­das inter­na­cio­na­lis­tas de ayu­da en todo el mun­do, don­de la mayo­ría, una vez más, son mujeres. 

Las cien­tí­fi­cas que lide­ran el pro­yec­to de inves­ti­ga­ción de la vacu­na cuba­na con­tra la Covid-19, son muje­res, y en gene­ral, las que apo­yan en las casas para los días y las noches en la zona roja de las muje­res del per­so­nal de salud, son muje­res. Ellas son hoy el ros­tro más visi­ble de la resis­ten­cia cuba­na; la de muchos, lide­ra­da por ellas, las mujeres.

Tam­bién en Covid, tra­ba­jan­do des­de casa o en la zona roja otra; Dul­ce María, Tani­ta, Tania la gran­de y Mari­bel bus­can mane­ras de hacer­se lle­gar ali­men­tos, jabo­nes, libros digi­ta­les y alien­to. El telé­fono, aho­ra más que nun­ca, resul­ta deci­si­vo para el inter­cam­bio coti­diano. Y la lla­ma­da del día repre­sen­ta la vida acti­va de una red de soli­da­ri­dad for­ma­li­za­da en la prác­ti­ca común revo­lu­cio­na­ria de ¡resis­ten­cia y ven­ce­re­mos! Aquí no se habla solo de la fati­ga de la lar­ga cola del pollo; se habla sobre todo de aque­llas resistencias/​ADN que nos lega­ra la vida y que dibu­ja­ra tan bien el escri­tor cubano José Leza­ma Lima. “No cai­ga­mos en lo del paraí­so reco­bra­do, que veni­mos de una resis­ten­cia, que los hom­bres que venían en un bar­co que cami­na­ba apre­tu­ja­do den­tro una resis­ten­cia, pudie­ron ver un ramo de fue­go que caía en el mar por­que sen­tían la his­to­ria de muchos en una sola visión. Son épo­cas de sal­va­ción y su signo es una fogo­sa resistencia”.

RL/​Foto de por­ta­da: Canal Caribe/​Archi­vo.

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