Guatemala. Sus masacres, el negacionismo y la realidad de conflicto: Lecciones para Colombia

Gua­te­ma­la. Sus masa­cres, el nega­cio­nis­mo y la reali­dad de con­flic­to: Lec­cio­nes para Colombia

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Por: Gea­róid Ó Loing­sigh*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 2 de setiem­bre de 2020

La oli­gar­quía gua­te­mal­te­ca fir­mó un acuer­do con la insur­gen­cia de la URNG (Uni­dad Revo­lu­cio­na­ria Nacio­nal Gua­te­mal­te­ca) en 1996 que pro­me­tió, entre otras cosas poner fin a la vio­len­cia en el país.[1] El nom­bre del acuer­do final no deja­ba dudas, Acuer­do de Paz Fir­me y Dura­de­ra. El país sería un reman­so de paz de allí en ade­lan­te, res­pe­tan­do los dere­chos de los cam­pe­si­nos y cons­tru­yen­do un nue­vo país para todos. O por lo menos, eso es lo que decían.

Cuan­do los pazó­lo­gos ana­li­zan los acuer­dos de paz, bien sea el de Pales­ti­na, Irlan­da, Sudá­fri­ca, Colom­bia o El Sal­va­dor, siem­pre par­ten de lo que dice el Acuer­do como tal y la pro­me­sa de paz, y lue­go si se pre­sen­tan pro­ble­mas en el camino, son pro­ble­mas impre­vis­tos, pro­ble­mas estruc­tu­ra­les que no se pue­den supe­rar en poco tiem­po, a pesar de las decla­ra­cio­nes hones­tas de los fir­man­tes, o por otro lado, y par­ti­cu­lar­men­te en el caso colom­biano, los acuer­dos «fra­ca­san» debi­do a los obs­tácu­los impues­tos por per­so­na­jes nefas­tos y ran­cios como Álva­ro Uri­be Vélez. Rara vez se pre­gun­tan si los fir­man­tes eran sin­ce­ros, o si el acuer­do real­men­te tenía el pro­pó­si­to de resol­ver los pro­ble­mas del país. Son tan­tos los acuer­dos «fra­ca­sa­dos» que debe­mos pre­gun­tar­nos si real­men­te fra­ca­sa­ron. Cues­ta creer que han fir­ma­do tan­tos acuer­dos de paz en el mun­do y nin­guno cum­plió con lo pro­me­ti­do y que sus «fra­ca­sos» son un resul­ta­do no desea­do. Cues­ta creer que la ONU, y los esta­dos que apo­yan los pro­ce­sos y demás ins­ti­tu­cio­nes actua­ron de bue­na fe pero nun­ca apren­die­ron las lec­cio­nes de sus «fra­ca­sos».

Uno de los pun­tos en que «fra­ca­san» los acuer­dos de paz es en la cues­tión de la tie­rra y otro el de la vio­len­cia, ambos temas rela­cio­na­dos entre sí en muchos paí­ses, Irlan­da sien­do una excep­ción. Hoy en día vemos la estre­cha rela­ción entre la cues­tión agra­ria y la vio­len­cia en las rachas de vio­len­cia que vivió Colom­bia duran­te el pro­ce­so de paz y las que vive aho­ra lue­go de la fir­ma del Acuer­do de La Haba­na Pero en Colom­bia, los polí­ti­cos de la izquier­da lo tra­tan como una abe­rra­ción, como si Colom­bia fue­ra el úni­co país don­de se pre­sen­ta seme­jan­te fenó­meno, cuan­do la reali­dad es que es muy común. Ni siquie­ra en Sudá­fri­ca, don­de la pobla­ción negra logró como par­te de su pro­ce­so de paz el voto, resol­vie­ron el tema de las tie­rras. El tema de tie­rras no está resuel­to y el Con­gre­so Nacio­nal Afri­cano nun­ca inten­tó resol­ver­lo. En el acuer­do de paz, pro­me­tie­ron repar­tir 30% de la tie­rra comer­cial agrí­co­la, y para 1999, sólo logró repar­tir 1% y para 2018, 9.7% y ape­nas 7% de los pro­pie­ta­rios son due­ños de 97% de las tie­rras agrí­co­las y de esa 7%, 72% son blan­cos y ape­nas 4% son negros[2]. El CNA comen­za­ba a preo­cu­par­se por la cues­tión muy tar­de sólo cuan­do veían que su poder elec­to­ral decli­na­ba ante sec­to­res más radi­ca­les en algu­nos casos y sec­to­res más tra­di­cio­na­les del poder blan­co en otros. Exis­te vio­len­cia polí­ti­ca en Sudá­fri­ca, aun­que los altos nive­les de vio­len­cia se deben a fac­to­res, de cri­mi­na­li­dad, pobre­za, des­em­pleo. Sin embar­go, la Masa­cre de Mari­ka­na en la cual 34 mine­ros fue­ron ase­si­na­dos por la Poli­cía delan­te de las cáma­ras de la tele­vi­sión en un esti­lo que emu­ló a la per­fec­ción las masa­cres bajo el Apartheid, no sólo en tér­mi­nos de la vio­len­cia sino tam­bién en el lava­do de ima­gen pos­te­rior por par­te del Pre­si­den­te Zuma, la Poli­cía y la Comi­sión Far­lam encar­ga­da de la inves­ti­ga­ción. Todos res­pon­die­ron ante los medios como si hubie­sen reci­cla­do algún dis­cur­so del régi­men blan­co de antes. Uno de los direc­to­res de la mina don­de ocu­rrió la masa­cre era Cyril Ramapho­sa, anti­guo secre­ta­rio gene­ral del sin­di­ca­to de tra­ba­ja­do­res mine­ros (NUM), con­ver­ti­do en mag­na­te de la indus­tria mine­ra y hoy en día el pre­si­den­te de Sudá­fri­ca. Así, debe­mos pre­gun­tar­nos si es un pro­ble­ma con el pro­ce­so de paz en Sudá­fri­ca o un pro­ble­ma en gene­ral con todos los pro­ce­sos de paz.

En Gua­te­ma­la tam­po­co hubo una refor­ma agra­ria y la vio­len­cia sí mer­mó mucho pero no cesó del todo nun­ca. Gua­te­ma­la vivió uno de las peo­res épo­cas de vio­len­cia en Amé­ri­ca Lati­na con más de 200.000 muer­tos. La Comi­sión de Escla­re­ci­mien­to His­tó­ri­co regis­tró un total 626 masa­cres come­ti­das por las fuer­zas ofi­cia­les del Esta­do, pero 420 de ellas ocu­rrie­ron en un lap­so de 18 meses entre 1981 y 1983. Es más, entre 500.000 y un 1.500.000 per­so­nas fue­ron des­pla­za­das por el Ejér­ci­to y unas 45.000 per­so­nas fue­ron des­apa­re­ci­das[3]. Hoy la pobla­ción de Gua­te­ma­la es de poco más de 18 millo­nes y en 1981 era de poco más de sie­te millo­nes, datos que ponen las cifras espe­luz­nan­tes de vio­len­cia en un con­tex­to y per­mi­ten ima­gi­nar los nive­les de terror. El Infor­me del Pro­yec­to Inter­dio­ce­sano de Recu­pe­ra­ción de la Memo­ria His­tó­ri­ca Gua­te­ma­la: Nun­ca Más, fue un pro­yec­to de sec­to­res pro­gre­sis­tas de la Igle­sia Cató­li­ca, entre ellos el Mon­se­ñor Gerar­di, quien lue­go de su publi­ca­ción sería ase­si­na­do, tam­bién ubi­ca la mayor inten­si­dad de vio­len­cia entre los años 1981 y 1983. Sus datos son par­cia­les como ellos mis­mos afir­man, pues se basan en entrevistas.

En los 5,180 tes­ti­mo­nios reco­gi­dos por el Pro­yec­to REMHI, son 55,021 las víc­ti­mas docu­men­ta­das de vio­la­cio­nes de los dere­chos huma­nos (y del DIH), que corres­pon­den a 14,291 hechos. Estos datos mues­tran que las vio­la­cio­nes de los dere­chos huma­nos tuvie­ron, fre­cuen­te­men­te, un carác­ter colec­ti­vo con­tra comu­ni­da­des y gru­pos. Las muer­tes, indi­vi­dua­les y colec­ti­vas, fue­ron los hechos más denun­cia­dos: 6,146 hechos y 25,123 víc­ti­mas (46%). En orden de fre­cuen­cia las otras víc­ti­mas de la vio­len­cia son: 8,675 per­so­nas que fue­ron ame­na­za­das (16%) y 5,497 víc­ti­mas de aten­ta­dos (10%), 5,516 de tor­tu­ras y otros tra­tos crue­les, inhu­ma­nos o degra­dan­tes (10%), 5,079 deten­cio­nes irre­gu­la­res (9.2%); 3,893 víc­ti­mas de des­apa­ri­cio­nes for­za­das (7.1%); 723 secues­tra­dos que apa­re­cie­ron vivos pos­te­rior­men­te (1.3%); 152 víc­ti­mas regis­tra­das de vio­la­cio­nes sexua­les (si bien este dato infra­va­lo­ra la reali­dad)[4].

La inten­si­dad de la vio­len­cia docu­men­ta­da por dis­tin­tas enti­da­des en esos años tie­ne una expli­ca­ción y mar­ca una dife­ren­cia cla­ra con otros con­flic­tos. No hay duda algu­na fren­te al uso del tér­mino geno­ci­dio en el caso gua­te­mal­te­co. Como par­te del Plan Sofia, entre 1981 y 1983 hubo tres gran­des ope­ra­ti­vos mili­ta­res de tie­rra arra­sa­da, la pri­me­ra sien­do Ope­ra­ción Ceni­zas lan­za­da en octu­bre 1981 con 15.000 tro­pas, en julio 1982 lan­za­ron Ope­ra­ción Vic­to­ria 82, invo­lu­cran­do a 60% de las fuer­zas arma­das y Plan Fir­me­za 1983. El resul­ta­do fue san­grien­to y bru­tal[5]. Fue un geno­ci­dio y como Roddy Brett afir­ma no hubo un inten­to de una des­truc­ción par­cial de la pobla­ción indí­ge­na sino un inten­to de una des­truc­ción total de su mun­do y la red de sig­ni­fi­ca­dos y rela­cio­nes socia­les que lo defi­nían[6]. Lue­go de esas cam­pa­ñas mili­ta­res, los nive­les de vio­len­cia deca­ye­ron, como es obvio y como se ha comen­ta­do muchas veces res­pec­to a cier­tas regio­nes o gru­pos pobla­cio­na­les en Colom­bia. Lue­go de una cam­pa­ña inten­sa, sim­ple­men­te hay menos per­so­nas para ase­si­nar, no hay tan­ta nece­si­dad pues el mie­do tam­bién fun­cio­na como un fac­tor que limi­ta la opo­si­ción den­tro de un país. El mis­mo infor­me REMHI seña­la cin­co impac­tos colec­ti­vos del miedo.

Efec­tos socia­les del miedo 

a. Inhi­bir la comunicación 

Era muy peli­gro­so y arries­ga­do pasar el día, era muy peli­gro­so, no se podía hablar ni decir nada, a cada rato se lla­ma­ba al orden para no comen­tar nada. Así oía yo, era muy peli­gro­so como vivía cada una de las per­so­nas. Caso 553, Chi­qui­sis, Alta Vera­paz, 1982.

b. Des­vin­cu­lar­se de pro­ce­sos organizativos 

Como en ese tiem­po se empe­za­ban a ver las muer­tes, ya había mucho temor en la gen­te, empe­za­ron a reti­rar­se. Caso 2267, Nojo­yá, Huehue­te­nan­go, 1980.

c. Ais­la­mien­to social 

A veces pen­sa­ba que me moría, ¿con quién me cal­ma­ba yo?, ya no tenía a mi mamá, y mi papá tenía mie­do de estar con­mi­go, por­que el úni­co con­sue­lo que me daban era que me iban a lle­gar a matar a mí y a mis hijos. Caso 5334, Pozo de Agua, Baja Vera­paz, 1983. 

d. Cues­tio­na­mien­to de valores 

Metie­ron mie­do, enton­ces uno se humi­lla­ba, uno no podía decir nada. Caso 6259, Nen­tón, Huehue­te­nan­go, 1983.

e. Des­con­fian­za comunitaria 

La gen­te cam­bia­ron sus ideas del Ejér­ci­to. Era difí­cil ya de creer en ellos. Caso 771, Ixcán, Qui­ché, 1975.[7]

Efec­ti­va­men­te la vio­len­cia des­vin­cu­la a la gen­te, y les hace teme­ro­sos de hacer exi­gen­cias polí­ti­cas o socio-eco­nó­mi­cas. Los nive­les de vio­len­cia caye­ron, inclu­so mucho antes de la fir­ma del Acuer­do de Paz, pues no se podía man­te­ner esos nive­les y tam­po­co era necesario.

Así cuan­do mira­mos a la situa­ción actual de vio­len­cia en Gua­te­ma­la, y nos pre­gun­ta­mos si la vio­len­cia sigue o no, pues hay una res­pues­ta obvia, no exis­ten esos nive­les de vio­len­cia, ni la inten­cio­na­li­dad del régi­men de Ríos Montt y sus suce­so­res de come­ter un geno­ci­dio de esa mis­ma for­ma. Pero hay otra res­pues­ta obvia, la vio­len­cia nece­sa­ria des­de la ópti­ca de las éli­tes sigue, y sigue en la dosis reque­ri­da. La orga­ni­za­ción de dere­chos huma­nos gua­te­mal­te­ca Uni­dad de Pro­tec­ción a Defen­so­ras y Defen­so­res de Dere­chos Huma­nos de Gua­te­ma­la (Ude­fe­gua) en sus infor­mes deta­lle las agre­sio­nes con­tra per­so­nas, comu­ni­da­des y orga­ni­za­cio­nes defen­so­ras de DD.HH. Según esta orga­ni­za­ción entre 2000 y 2019 hubo un aumen­to cons­tan­te en agre­sio­nes subien­do de 55 en 2000 a 494 en 2019, pasan­do por el pico de 820 casos en 2014[8]. Entre los casos regis­tra­dos en 2019 se encuen­tran 15 ase­si­na­tos, 5 inten­tos de ase­si­na­to 13 de tor­tu­ras, entre otros casos. La agre­sión más común o que regis­tra el mayor núme­ro de casos es de difa­ma­ción con­tra orga­ni­za­cio­nes y per­so­nas con 255 casos es decir, seña­la­mien­tos, acu­sa­cio­nes fal­sas etc. pues Uri­be no tie­ne dere­chos de autor sobre eso tam­po­co.[9]

Esta orga­ni­za­ción regis­tra agre­sio­nes por par­te de los medios, casos de judi­cia­li­za­ción, ope­ra­ti­vos de agen­cias de inte­li­gen­cia con­tra orga­ni­za­cio­nes y todo eso sin un per­so­na­je como Uri­be ni Duque por medio, es decir, los ase­si­na­tos, judi­cia­li­za­cio­nes y demás actos no se deben a los actos de un per­so­na­je nefas­to que rom­pe con el espí­ri­tu del Acuer­do de Paz. Una par­te del pro­ble­ma en Gua­te­ma­la es un refle­jo del pro­ble­ma en Colom­bia: la mine­ría. La dispu­ta por las tie­rras, y el uso que se dé a las tie­rras gene­ra vio­len­cia en el país, tal como docu­men­tó en su momen­to Amnis­tía Internacional.

El desa­rro­llo de la mine­ría en Gua­te­ma­la ha veni­do acom­pa­ña­do de pro­tes­tas en las comu­ni­da­des e inci­den­tes perió­di­cos de vio­len­cia en los que se han vis­to impli­ca­dos mani­fes­tan­tes, miem­bros de las fuer­zas de segu­ri­dad del Esta­do y per­so­nal de segu­ri­dad pri­va­da con­tra­ta­do por las empre­sas mine­ras[10].

La pro­duc­ción mine­ra en Gua­te­ma­la expe­ri­men­tó un ver­ti­gi­no­so aumen­to entre 2005 y 2017 según las cifras ofi­cia­les del Esta­do. Los mine­ra­les metá­li­cos[11] aumen­ta­ron de 102.3 millo­nes de quetza­les en 2005 a 1.961 millo­nes en 2017, pasan­do por un pico de 7.110 en 2011[12]. La mine­ría no es la úni­ca acti­vi­dad pro­ble­má­ti­ca en el con­tex­to actual de Gua­te­ma­la, la cons­truc­ción de hidro­eléc­tri­cas, igual que en Colom­bia ha sido muy pro­ble­má­ti­ca. Exis­ten unas 30 hidro­eléc­tri­cas en el país y el núme­ro de pro­yec­tos vie­ne en aumen­to debi­do en par­te a la Ley de Incen­ti­vos para el Desa­rro­llo de Pro­yec­tos en Ener­gías Renovables.

Pese a que los Acuer­dos de Paz de 1996 pre­vie­ron la crea­ción de meca­nis­mos e ins­ti­tu­cio­nes para pro­te­ger los dere­chos huma­nos de las pobla­cio­nes indí­ge­nas, su pues­ta en prác­ti­ca no ha podi­do ser más decep­cio­nan­te. Sis­te­ma judi­cial, gobierno, poli­cía, o la Super­in­ten­den­cia de Admi­nis­tra­ción Tri­bu­ta­ria (SAT) son ins­ti­tu­cio­nes per­fo­ra­das por la corrup­ción al ser­vi­cio de intere­ses pri­va­dos. La caí­da del Gobierno de Pérez Moli­na en sep­tiem­bre de 2015 por la red de sobor­nos en la Adua­na, más cono­ci­do como caso “La Línea”, ha reve­la­do los estre­chos víncu­los entre poder polí­ti­co y eco­nó­mi­co. De acuer­do a la Comi­sión Inter­na­cio­nal con­tra la Impu­ni­dad en Gua­te­ma­la (CICIG), tan­to la vice­pre­si­den­ta Bal­det­ti como el pro­pio pre­si­den­te Otto Pérez Moli­na fue­ron impu­tados por deli­tos de aso­cia­ción ilí­ci­ta, cohe­cho pasi­vo y defrau­da­ción adua­ne­ra, por su pre­sun­ta par­ti­ci­pa­ción en la red de defrau­da­ción, vién­do­se obli­ga­dos a renun­ciar a sus car­gos. La corrup­ción ins­ti­tu­cio­na­li­za­da ofre­ce un cal­do de cul­ti­vo inme­jo­ra­ble para que las empre­sas trans­na­cio­na­les actúen con impu­ni­dad, al no sufrir san­cio­nes ni pena­li­za­cio­nes por incum­plir la ley. En este con­tex­to, la vul­ne­ra­ción de dere­chos huma­nos se con­vier­te, a los ojos de las empre­sas trans­na­cio­na­les que ope­ran sin escrú­pu­los, en una estra­te­gia al alcan­ce de la mano para acce­der a los recur­sos natu­ra­les estra­té­gi­cos[13].

Exis­te un pro­ble­ma de fon­do con la aper­tu­ra de la eco­no­mía y la entra­da de indus­trias extrac­ti­vis­tas. Exis­te un pro­ble­ma estruc­tu­ral que no tie­ne nada que ver con per­so­na­jes polí­ti­cos, aun­que como en cual­quier par­te del pla­ne­ta jue­gan su papel. El pro­ble­ma estruc­tu­ral en Gua­te­ma­la es el mis­mo que exis­te en Colom­bia, una repri­ma­ri­za­ción de la eco­no­mía y la inver­sión extran­je­ra direc­ta en esos sec­to­res. Una mira­da a las cifras del Ban­co de Gua­te­ma­la nos demues­tra que sec­to­res como minas y can­te­ras, agri­cul­tu­ra y elec­tri­ci­dad reci­bían enor­mes can­ti­da­des de inver­sio­nes, lle­gan­do minas y can­te­ras a repre­sen­tar 34.1% del total en 2012 y el sec­tor eléc­tri­co 10.4% en ese mis­mo año, aun­que en su apo­geo este últi­mo sec­tor lle­gó a reci­bir 31.6% del total, Méxi­co sien­do el prin­ci­pal país inver­sio­nis­ta[14]. El pano­ra­ma eco­nó­mi­co es fácil­men­te reco­no­ci­ble por cual­quier colombiano.

Cuan­do vemos ase­si­na­tos en zonas de inte­rés eco­nó­mi­co en Colom­bia lo que ocu­rre es lo que ocu­rre en otras par­tes del mun­do, y se debe a las mis­mas razo­nes que son estruc­tu­ra­les, y no son el sim­ple resul­ta­do de las accio­nes de un demo­nio como Uri­be, sino del capi­ta­lis­mo como tal, y en los casos de Colom­bia y Gua­te­ma­la ocu­rren en un con­tex­to del lla­ma­do pos­con­flic­to. La siguien­te des­crip­ción de Gua­te­ma­la, escri­ta en 2015 por la Orga­ni­za­ción Mun­dial Con­tra La Tor­tu­ra (OMCT) y la Fede­ra­ción Inter­na­cio­nal Por Los Dere­chos Huma­nos (FIDH) sigue vigen­te y ade­más se pue­de apli­car con faci­li­dad a Colom­bia hoy en día.

La misión se cen­tró en la situa­ción de los defen­so­res del dere­cho a la tie­rra por la pro­fun­da preo­cu­pa­ción del Obser­va­to­rio ante la situa­ción de vio­len­cia que enfren­tan los y las defen­so­ras de dere­chos huma­nos que se pro­nun­cian con­tra los impac­tos nega­ti­vos de las empre­sas extrac­to­ras de recur­sos natu­ra­les. Sin embar­go, es nece­sa­rio men­cio­nar que duran­te la misión tam­bién se abor­dó la situa­ción de los defen­so­res de los dere­chos huma­nos de las muje­res y de los defen­so­res que luchan con­tra la impunidad.

En ese sen­ti­do, los defen­so­res del dere­cho a la tie­rra se cons­ti­tu­yen como el segun­do gru­po más vul­ne­ra­ble en Gua­te­ma­la. Entre los ata­ques sufri­dos por este gru­po con mayor fre­cuen­cia se encuen­tran los hos­ti­ga­mien­tos y ame­na­zas, los aten­ta­dos con­tra la vida y la inte­gri­dad físi­ca, la per­se­cu­ción penal y la difa­ma­ción, que bus­ca des­le­gi­ti­mar y des­ca­li­fi­car las pro­pues­tas de las orga­ni­za­cio­nes socia­les, los pue­blos indí­ge­nas y los abo­ga­dos y orga­ni­za­cio­nes que le repre­sen­tan, pero que a su vez, abre la puer­ta a agre­sio­nes como la cri­mi­na­li­za­ción, la ame­na­za y el ata­que físico.

Den­tro del fenó­meno de la cri­mi­na­li­za­ción, se apre­cia tam­bién que exis­te un cua­dro per­sis­ten­te de dene­ga­ción de jus­ti­cia para las y los defen­so­res de dere­chos huma­nos, en el que des­ta­ca la cele­ri­dad con que algu­nos de los pro­ce­sos pena­les ini­cia­dos en con­tra de dichas per­so­nas son ges­tio­na­dos y la avi­dez con que se recu­rre a la pri­sión pre­ven­ti­va por un lado; y por el otro, la fal­ta de res­pues­ta ante las deman­das pre­sen­ta­das por comu­ni­da­des, pue­blos indí­ge­nas y defen­so­res y defen­so­ras de dere­chos huma­nos en la defen­sa de sus dere­chos indi­vi­dua­les y colec­ti­vos y en rela­ción con actos aten­ta­to­rios de sus dere­chos; esto tam­bién pue­de inter­pre­tar­se como una pau­ta de dis­cri­mi­na­ción en el acce­so a la jus­ti­cia[15].

Gua­te­ma­la lue­go de muchos años de gue­rra, y muchos años de un pro­ce­so de paz sigue expe­ri­men­tan­do la vio­len­cia. No hay un Uri­be gua­te­mal­te­co, sino una cla­se social bur­gue­sa, es decir la éli­te que no ha teni­do la volun­tad polí­ti­ca de imple­men­tar la tota­li­dad del acuerdo.Uribe ha fun­cio­na­do en Colom­bia como una espe­cie de como­dín, don­de se le pue­de cul­par de todo, y no sólo de lo que él hizo soli­to sino que se le pue­de cul­par de todo lo que hizo con­jun­ta­men­te con otros. Así hay quie­nes quie­ren juz­gar­lo por crí­me­nes de Lesa Huma­ni­dad, pero no quie­ren nom­brar al falle­ci­do Bar­co (1986−1990) por la masa­cre de Tru­ji­llo, por ejem­plo, ni siquie­ra aho­ra que él está muer­to. Tam­po­co quie­ren nom­brar a Cesar Gavi­ria (1990−1994). Quie­ren nom­brar sólo a Uri­be. Hay quie­nes quie­ren que la Cor­te Penal Inter­na­cio­nal juz­gue a Uri­be por los miles de ase­si­na­tos cono­ci­dos como Fal­sos Posi­ti­vos, pero no quie­ren juz­gar a su Minis­tro de Defen­sa, Juan Manuel San­tos, el lla­ma­do pre­mio nobel de la paz. Duran­te el pro­ce­so de paz, hubo una pro­pues­ta para nom­brar a Timo­chen­ko de las FARC, San­tos y varios repre­sen­tan­tes de víc­ti­mas. Entre las víc­ti­mas, la pro­pues­ta incluía a una de las Madres de Soa­cha.[16] No veían nin­gún pro­ble­ma meter a San­tos y sus víc­ti­mas en la mis­ma pro­pues­ta, sin nom­brar a San­tos como el vic­ti­ma­rio. Hoy ni pode­mos nom­brar a las víc­ti­mas de San­tos, “no existen”.

Se debe mirar los pro­ce­sos de paz y la vio­len­cia que con­ti­nua lue­go de la fir­ma, a los «incum­pli­mien­tos» o a los «fra­ca­sos». Más que hablar de fra­ca­sos se debe hacer una pre­gun­ta real, en todos los pro­ce­sos de paz en el mun­do, siem­pre hay algu­nos pun­tos que ganan cier­ta sim­pa­tía entre la pobla­ción, como jus­ti­cia y tie­rras y nun­ca se cum­plen ¿por qué?. No pue­de ser que en cada pro­ce­so la ONU y demás ins­ti­tu­cio­nes repi­tie­ron el mis­mo error una y otra vez y lue­go de unos años levan­tan las manos, exas­pe­ra­dos para hablar de fra­ca­sos etc. Más bien, son ejer­ci­cios en rela­cio­nes públi­cas, no son pro­pues­tas serias, no quie­ren que pros­pe­ren. El obje­ti­vo real es poner fin a una opo­si­ción arma­da y des­ca­be­zar cual­quier pro­pues­ta ideo­ló­gi­ca. En el segun­do man­da­to de San­tos mien­tras nego­cia­ba un acuer­do de tie­rras con las FARC, él intro­du­jo un artícu­lo en su Plan Nacio­nal de Desa­rro­llo (Art. 50) que impe­día la devo­lu­ción de tie­rras a los cam­pe­si­nos, ¿cual de los dos fue el error o la men­ti­ra, el Artícu­lo 50 o la pro­pues­ta de repar­tir ape­nas 3 millo­nes de tie­rras a cam­pe­si­nos? Creo que la res­pues­ta es obvia, pero para los polí­ti­cos del Polo Demo­crá­ti­co se lo deci­mos cla­ro, la men­ti­ra fue la pro­pues­ta de repar­tir tres millo­nes de hec­tá­reas a los cam­pe­si­nos. Val­ga recor­dar que esas pro­pues­tas de tie­rras siem­pre son tibias, tam­po­co son de fon­do, así el incum­pli­mien­to o fra­ca­so es menor, si es que acep­ta­mos esa terminología.

Ríos Montt, uno de los hom­bres cla­ves del geno­ci­dio en Gua­te­ma­la, murió de vie­jo, y cómo él en Colom­bia hay muchos que mori­rán de vie­jos, sobre todo los que no pode­mos nom­brar por que la supues­ta izquier­da tie­ne algún acuer­do con ellos. Las víc­ti­mas de la masa­cre de Sego­via en 1988, en el nor­des­te de Antio­quia demo­ra­ron 25 años en lle­var al ase­sino César Pérez ante la jus­ti­cia, en par­te por que algu­nos sec­to­res de la supues­ta izquier­da hicie­ron una alian­za no tan públi­ca de tipo elec­to­ral en los años pos­te­rio­res a la masa­cre. Inclu­so, Car­los Lozano, el direc­tor del perió­di­co Voz, del Par­ti­do Comu­nis­ta tes­ti­fi­có a favor de ese para­mi­li­tar cuan­do el caso de César Pérez lle­gó a la Cor­te Supre­ma[17]. Val­ga recor­dar que Pérez fue el jefe del Par­ti­do Libe­ral en la zona. Las víc­ti­mas de Uri­be van a demo­rar muchos años en lograr algo de jus­ti­cia y las víc­ti­mas de Sam­per y San­tos, en nom­bre del pro­ce­so de paz, jamás ten­drán jus­ti­cia por­que ellas no exis­ten, los opo­si­to­res, las ONG de dere­chos huma­nos no quie­ren nom­brar a sus ver­du­gos, sal­vo cuan­do es para nomi­nar­los a un pre­mio nobel o algo por el esti­lo. Tris­te el país que tie­ne miles de víc­ti­mas y las llo­ra, más tris­te aún el país que ni las nom­bra, ni cri­ti­ca a sus verdugos.

http://​elsal​mo​nur​bano​.blogs​pot​.com/​2​0​2​0​/​0​9​/​g​u​a​t​e​m​a​l​a​-​y​-​s​u​s​-​m​a​s​a​c​r​e​s​-​e​l​.​h​t​m​l​#​m​ore

(*) goloing@​gmail.​com


[1] En reali­dad fue­ron una serie de acuerdos.

[2] Pigou, P. (06÷09÷2018) Land Reform in South Afri­ca: Fact and Fic­tion https://​www​.cri​sis​group​.org/​a​f​r​i​c​a​/​s​o​u​t​h​e​r​n​-​a​f​r​i​c​a​/​s​o​u​t​h​-​a​f​r​i​c​a​/​l​a​n​d​-​r​e​f​o​r​m​-​s​o​u​t​h​-​a​f​r​i​c​a​-​f​a​c​t​-​a​n​d​-​f​i​c​t​ion

[3] Datos toma­dos de http://​memo​ria​vir​tual​gua​te​ma​la​.org/

[4] Infor­me Remhi Tomo IV http://​www​.odhag​.org​.gt/​h​t​m​l​/​T​O​M​O​4​C​1​.​HTM

[5] Brett, R. (2016) The Ori­gins and Dyna­mics of Geno­ci­de: Poli­ti­cal Vio­len­ce in Gua­te­ma­la. Pal­grea­ve Mac­Mi­llan. Lon­dres. pp 119 – 146

[6] Ibíd., 229.

[7] Infor­me REMHI Tomo I http://​www​.odhag​.org​.gt/​h​t​m​l​/​T​O​M​O​1​C​1​.​HTM

[8] Ude­fe­gua (2020) Infor­me de Situa­ción de Per­so­nas, Comu­ni­da­des y Orga­ni­za­cio­nes Defen­so­ras de Dere­chos Huma­nos. Gua­te­ma­la. Ude­fe­gua p.4

[9] Ibíd., p.5

[10] Amnis­tía Inter­na­cio­nal (2014) Gua­te­ma­la: La mine­ría en Gua­te­ma­la: Dere­chos en peli­gro. Lon­dres. AI. p.9

[11] Los prin­ci­pa­les son: Óxi­do hie­rro, níquel, plo­mo y oro.

[12] Datos toma­dos de https://​www​.mem​.gob​.gt/​m​i​n​e​r​i​a​/​e​s​t​a​d​i​s​t​i​c​a​s​-​m​i​n​e​r​as/

[13] Rodrí­guez Car­mo­na, A. y De Luis Rome­ro, E. (2016) Hidro­eléc­tri­cas insa­cia­bles en Gua­te­ma­la. Paz Con Dig­ni­dad. Madrid. p.16

[14] Datos toma­dos del Ban­co de Gua­te­ma­la http://​www​.ban​guat​.gob​.gt/​i​n​c​/​m​a​i​n​.​a​s​p​?​i​d​=​6​7​0​2​5​&​a​u​d​=​1​&​l​a​n​g=1

[15] OMCT- FIDH (2015) Gua­te­ma­la: Más Peque­ños que David: Las luchas de los defen­so­res y defen­so­res de dere­chos huma­nos. p.40 http://​www​.fidh​.org/​I​M​G​/​p​d​f​/​o​b​s​r​e​p​o​r​t​g​t​m​2​0​1​5​e​s​.​pdf

[16] Paci­fis­ta (08÷02÷2016) Estos son los sie­te colom­bia­nas nomi­na­das al Nobel de Paz.

[17] Pue­den escu­char el tes­ti­mo­nio de Lozano a https://​www​.you​tu​be​.com/​w​a​t​c​h​?​v​=​S​A​B​o​N​F​M​z​g1E

Itu­rria /​Fuen­te

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