Nación Mapu­che. Recla­man que Fran­cia res­ti­tu­ya los res­tos del hijo de un caci­que patagónico

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 de sep­tiem­bre de 2020

Un aven­tu­re­ro fran­cés se lle­vó de sus via­jes una serie de ele­men­tos saquea­dos a los pue­blos ori­gi­na­rios. Aún hoy, el esque­le­to de Liem­pi­chun Saka­ma­ta está en un museo, que se nie­ga a devol­ver­lo. Fue­ron roba­dos en la Pata­go­nia a fines de siglo XIX.

Hay que des­con­fi­nar el esque­le­to del hijo del caci­que, Liem­pi­chun Saka­ma­ta. La cla­ve de su recu­pe­ra­ción la tie­ne Fran­cia y la res­pon­sa­bi­li­dad de su exten­so cau­ti­ve­rio en las bode­gas del colo­nia­lis­mo, un explo­ra­dor fran­cés del siglo XIX que pasó por la Pata­go­nia Argen­ti­na y robó cadá­ve­res como si fue­ran un tro­feo. El con­de Henry de la Vaulx tenía la moral y la curio­si­dad de los colo­ni­za­do­res, los prin­ci­pios cien­tí­fi­cos de la épo­ca y una rela­ción con los pue­blos ori­gi­na­rios don­de se mez­cla­da la admi­ra­ción y la indo­len­cia. Entre 1896 y 1897, Henry de la Vaulx empren­dió en la Argen­ti­na lo que se cono­ce edu­ca­da­men­te como un “estu­dio etno­grá­fi­co”. Lle­gó al país 15 años des­pués de la expan­sión de la Argen­ti­na hacia las regio­nes del sur que esta­ban, has­ta enton­ces, bajo con­trol de los mapu­ches, los tehuel­ches y los pata­go­nes (Con­quis­ta del Desier­to). De su via­je se lle­vó a París plan­tas, joyas, telas, fotos y res­tos huma­nos. Entre ellos figu­ra el cuer­po de Liem­pi­chun Saka­ma­ta, hijo del caci­que Saka­ma­ta. Has­ta el año 2009, cuan­do lo des­cu­brió el antro­pó­lo­go argen­tino Julio Vezub (Ins­ti­tu­to Pata­gó­ni­co de Cien­cias Socia­les y Huma­nas Cen­pat-Coni­cet), el esque­le­to del caci­que estu­vo expues­to en el Museo del Hom­bre de París y, des­de 2015, las comu­ni­da­des tehuel­che y mapu­che de Chu­but le piden al Esta­do argen­tino que recu­pe­re los res­tos. Bue­nos Aires lle­va, des­de ese enton­ces, nego­cian­do con París la res­ti­tu­ción del esque­le­to a cuyo recla­mo tam­bién se sumó Guias, el Gru­po Uni­ver­si­ta­rio de Inves­ti­ga­ción en Antro­po­lo­gía Social que tra­ba­ja con empe­ño en la recu­pe­ra­ción de los res­tos per­te­ne­cien­tes a los pue­blos ori­gi­na­rios que se con­ser­van en el Museo de La Pla­ta des­de la Con­quis­ta del Desier­to. Aun­que la res­ti­tu­ción depen­de de una ley, el Museo de His­to­ria Natu­ral de París, en cuyos sóta­nos están los res­tos envuel­tos en una bol­sa de plás­ti­co, se resis­te a faci­li­tar la devo­lu­ción. Los cien­tí­fi­cos argen­ti­nos desig­na­dos para mediar con la ins­ti­tu­ción cho­ca­ron con la mis­ma fra­se: “lo sien­to mucho, la legis­la­ción no lo per­mi­te, hace fal­ta una ley especial”.

Nota com­ple­ta aquí: https://​www​.pagi​na12​.com​.ar/​2​9​2​0​3​7​-​r​e​c​l​a​m​a​n​-​q​u​e​-​f​r​a​n​c​i​a​-​r​e​s​t​i​t​u​y​a​-​l​o​s​-​r​e​s​t​o​s​-​d​e​l​-​h​i​j​o​-​d​e​-​u​n​-​cac

El Con­de Henry de la Vaulx era cons­cien­te del sacri­le­gio que esta­ba come­tien­do. Fue un aven­tu­re­ro colo­nial abra­za­do al «inte­rés cien­tí­fi­co» de los pue­blos ori­gi­na­rios, en este caso los gigan­tes pata­gó­ni­cos, con un man­da­to cla­ro sobre su misión en la Pata­go­nia, escri­tor de nove­li­tas de aven­tu­ras y pio­ne­ro de la avia­ción. De aque­lla expe­di­ción por la Argen­ti­na dejó un libro, Voya­ge en Pata­go­nie, publi­ca­do en 1901. Allí escri­be sin rodeos : «¡Qué demo­nios, ten­go una excu­sa! Trae­ré a Fran­cia un bello espé­ci­men de la raza india. Des­pués de todo, poco impor­ta que este tehuel­che duer­ma en un agu­je­ro en la Pata­go­nia o en una vitri­na en el Museo”. En otro capí­tu­lo, de la Vaulx cali­fi­ca como “coci­na maca­bra” la for­ma en que des­ar­mó e hir­vió el cuer­po de un pata­gón. Tam­po­co ocul­ta el hecho de que muchos indí­ge­nas huían des­pa­vo­ri­dos cuan­do lo veían lle­gar. Lo pre­ce­día la fama de ladrón de cadá­ve­res. Lo apo­da­ron inclu­so bru­jo “Kal­ku” por esa cau­sa. El con­de escri­be: “Esos indios me con­si­de­ra­ban como un indi­vi­duo peli­gro­so, una suer­te de espí­ri­tu del mal, incli­na­do a embru­jar a la gen­te y al gana­do” (Voya­ge en Pata­go­nie, pági­na 26 de la edi­ción original).

El pro­fe­sor Julio Vezub mati­za la acu­sa­ción de “necró­fi­lo delic­ti­vo” que sue­le pesar sobre el con­de: “Hay que poner en con­tex­to esas prác­ti­cas con la ten­den­cia de la antro­po­lo­gía colo­nial de la épo­ca, y no sólo euro­pea, sino tam­bién la que se prac­ti­ca­ba en la Argen­ti­na, por­que tam­bién hubo un colo­nia­lis­mo nacio­nal en ese sen­ti­do. De lo con­tra­rio se pone el acen­to sobre la impug­na­ción moral de un tipo de prác­ti­ca que está supe­ra­da cuan­do el pro­ble­ma real es la prác­ti­ca actual de las auto­ri­da­des cien­tí­fi­cas y cul­tu­ra­les euro­peas”. En efec­to, no resul­ta com­pren­si­ble que más de un siglo des­pués el pen­sa­mien­to colo­nial siga vigen­te y tra­be le recu­pe­ra­ción de un patri­mo­nio, tan­to más cuan­to que se tra­ta, aquí, del robo de osa­men­tas humanas.

El ori­gen del conflicto

En el pre­sen­te está todo el pro­ble­ma. La his­to­ria tie­ne dos movi­mien­tos: el ori­gi­nal, muy bien docu­men­ta­do, y el actual, o sea la res­ti­tu­ción, en cur­so de escri­tu­ra. El ori­gi­nal lle­vó al con­de a escri­bir, antes de su via­je, al Minis­te­rio fran­cés de la Ins­truc­ción Públi­ca y las Bellas Artes para infor­mar­le sobre su inten­ción de “efec­tuar tra­ba­jos etno­grá­fi­cos” en bene­fi­cio del Museo de His­to­ria Natu­ral de París. Con ello y el res­pal­do de la Socie­dad Geo­grá­fi­ca de París, con­si­guió que el minis­te­rio le finan­cia­ra el via­je. Lle­gó a Bue­nos Aires con una lis­ta de encar­gos “cien­tí­fi­cos” y reco­rrió la Pata­go­nia de Nor­te a Sur entre el 11 de mar­zo de 1896 y el 24 de julio de 1897. Vied­ma, Río Negro, Gene­ral Roca, la Cor­di­lle­ra de los Andes, río Chu­but, Tre­lew, Raw­son, Sen­guer, el valle Choi­que­ni­lahue, los lagos Colhue-Hua­pi y Mus­ters, Río Chi­co, Río Galle­gos y Tie­rra del Fue­go. De ese peri­plo se tra­jo a París unos 1400 obje­tos: pie­dras, metal, cerá­mi­ca, insec­tos, esque­le­tos de mamí­fe­ros y una colec­ción de res­tos huma­nos. Los man­dó a Fran­cia en 29 cajas con un peso total de 1371 kilos. Cuan­do regre­só, expu­so las foto­gra­fías y muchos obje­tos en la sala de geo­lo­gía del Museo de His­to­ria Natu­ral. Aureo­la­do por su aven­tu­ra, dio con­fe­ren­cias y publi­có el rela­to de los 5000 kiló­me­tros reco­rri­dos, pri­me­ro en la revis­ta Le Tour du Mon­de y lue­go bajo for­ma de libro edi­ta­do por Hachet­te. La Vaulx regre­só a la Pata­go­nia en 1929 jun­to al avia­dor Jean Mer­moz, con quien sobre­vo­ló la Cor­di­lle­ra de los Andes. La Vaulx murió en 1930 cuan­do se estre­lló el avión en el que via­ja­ba. Sus ami­gos lo apo­da­ban “el patagón”.

El con­de Henry de la Vaulx cuen­ta con muchos admi­ra­do­res aún fas­ci­na­dos por sus bús­que­das de “las razas pri­mi­ti­vas” y los “gigan­tes pata­gó­ni­cos”, así como por su “colec­ción”. Habría que ver qué pien­san sus admi­ra­do­res si algún argen­tino hubie­se veni­do en “expe­di­ción etno­grá­fi­ca” a París, habría ido al cemen­te­rio del Père-Lachai­se, roba­do el cuer­po de algún con­de para estu­diar su san­gre azul y lue­go expues­to los res­tos y demás obje­tos en un museo de Bue­nos Aires. En sus con­fe­ren­cias y su libro, Henry de la Vaulx pre­sen­tó a la Pata­go­nia como un lugar ideal para la colo­ni­za­ción euro­pea. Era, escri­be; “un país colo­nial típi­co”, sobre todo Chu­but, don­de, ano­ta, se com­bi­nan “todos los fac­to­res esen­cia­les para la pros­pe­ri­dad de una colo­nia”. Su misión, por otra par­te, con­tó con el amplio apo­yo del gobierno argentino.

Al joven Henry de la Vaulx no le fal­tó cora­je en su andar por esas tie­rras, ni arro­jo aven­tu­re­ro, ni capa­ci­dad para saquear lo que encon­tra­ra por el camino. Sir­vió en sus tiem­pos la cau­sa colo­nial y el cur­so de la cien­cia que bus­ca­ba crá­neos y esque­le­tos con el fin de asen­tar la teo­ría de la evo­lu­ción huma­na. Los “gigan­tes pata­gó­ni­cos” lo lle­va­ron a colec­tar datos, enga­ñar, pagar y trai­cio­nar para dar con las tum­bas, pro­fa­nar­las y lle­var­se los res­tos. En la Pata­go­nia puso en prác­ti­ca la “diplo­ma­cia de la dona­ción jerár­qui­ca” con la entre­ga de rega­los a los jefes. Cuan­do exhu­mó clan­des­ti­na­men­te al cadá­ver del hijo de Liem­pi­chun, los indí­ge­nas se eno­ja­ron mucho. La Vaulx con­tó en París que “sólo los pude cal­mar con un mon­tón de rega­los”. Julio Vezub agre­ga a este res­pec­to: “Entro en una suer­te de rela­ción de eco­no­mía polí­ti­ca, de inter­cam­bio de bie­nes como tex­ti­les de manu­fac­tu­ra euro­pea por lo que los tehuel­ches le daban a cambio”.

En 2009, el pro­fe­sor Vezub loca­li­zó en París los res­tos del caci­que cuan­do for­ma­ba par­te de un pro­yec­to des­ti­na­do a inves­ti­gar las colec­cio­nes del con­de. En total, dicha colec­ción com­pren­de “unos cien crá­neos y doce esque­le­tos de pobla­do­res ori­gi­na­rios de La Pam­pa y Pata­go­nia”, expli­ca Vezub. El Museo de His­to­ria Natu­ral per­sis­te en decir que esos res­tos tie­nen un “emi­nen­te inte­rés cien­tí­fi­co”, lo que sue­na a dis­pa­ra­te por­que trans­cu­rrió más de un siglo y aho­ra están en una bode­ga cubier­tos de plás­ti­co. “Ese inte­rés deber se toma­do entre comi­llas por­que esos esque­le­tos esta­ban com­ple­ta­men­te olvi­da­dos. De pron­to recu­pe­ra­ron inte­rés cien­tí­fi­co a par­tir del acto de visi­bi­li­dad cuan­do alguien dijo : esto que está aquí per­te­ne­ce a otro lugar. Enton­ces, ahí el inte­rés cien­tí­fi­co pasa a ser más una cues­tión de apro­pia­ción y de pose­sión de un archi­vo y se deja de lado el aspec­to polí­ti­co y huma­ni­ta­rio”, afir­ma Vezub.

La excu­sa de la ley

En 2015, las comu­ni­da­des liga­das fami­liar­men­te con los res­tos pidie­ron la inter­ven­ción del papa Fran­cis­co para recu­pe­rar­los. La exem­ba­ja­do­ra de la Argen­ti­na en Fran­cia María del Car­men Squeff ini­ció las ges­tio­nes, las siguió Mario Verón Gue­rra y aho­ra las lle­va el nue­vo emba­ja­dor, Leo­nar­do Cos­tan­tino. Es un tra­ba­jo arduo y pacien­te que depen­de de mis­te­rio­sas regu­la­cio­nes. Arge­lia, Áfri­ca del Sur, Benín y Nue­va Zelan­da tam­bién espe­ra­ron déca­das y siglos para reco­brar res­tos huma­nos man­te­ni­dos en París. Aho­ra, el tema es el siguien­te: hace fal­ta una ley. En una decla­ra­ción del 22 de enero de 2020 sobre los medios y las prio­ri­da­des de la diplo­ma­cia edu­ca­ti­va y cul­tu­ral de Fran­cia ante la Asam­blea Nacio­nal, el minis­tro fran­cés de Rela­cio­nes Exte­rio­res, Jean-Yves Le Drian, expli­có: «En cuan­to a la res­ti­tu­ción de los res­tos huma­nos iden­ti­fi­ca­dos que están gene­ral­men­te con­ser­va­dos en el Museum natio­nal d’histoire natu­re­lle, esta­mos ela­bo­ran­do con el Minis­te­rio de Cul­tu­ra un dis­po­si­ti­vo legis­la­ti­vo para hacer­lo posi­ble: este con­cier­ne a Arge­lia, pero tam­bién Aus­tra­lia y la Argen­ti­na. Le corres­pon­de a la repre­sen­ta­ción nacio­nal legis­lar sobre cual­quier res­ti­tu­ción hacia el país de origen”.

Que­da pen­dien­te una ley y la rea­li­za­ción de la inten­ción mani­fies­ta del pre­si­den­te Emma­nuel Macron de lle­var a cabo una “recon­ci­lia­ción de las memo­rias” (entre­vis­ta en el canal Tra­ceTV, 2017). Ya a prin­ci­pios de julio de 2020 Fran­cia le res­ti­tu­yó a Arge­lia 24 crá­neos. Entre ellos había uno con mucha memo­ria: la del Cheikh Bou­zia­ne, ”coman­dan­te” de un cuer­po de com­ba­tien­tes ára­bes y bere­be­res que pelea­ron con­tra el gene­ral fran­cés Émi­le Her­bi­llon en la bata­lla de Zaat­cha (julio-noviem­bre de 1849). Los crá­neos fue­ron con­ser­va­dor en el Museo del Hom­bre de la capi­tal fran­ce­sa. En el caso de Liem­pi­chun Saka­ma­ta ni siquie­ra hubo una gue­rra colo­nial entre Fran­cia y la Argen­ti­na. Fue un robo de cadá­ve­res. En 2010, gra­cias a un pro­yec­to de ley pre­sen­ta­do por la sena­do­ra Cathe­ri­ne Morin-Des­ailly, París le devol­vió a Nue­va Zelan­dia 200 cabe­zas mao­rí. En 2002, la Asam­blea Nacio­nal y el Sena­do apro­ba­ron que Sarah Baart­man, cono­ci­da como “la Venus hot­ten­to­te», regre­sa­ra a Áfri­ca del Sur (ley n° 2002-323 del 6 mar­zo de 2002). En 1810, un ciru­jano bri­tá­ni­co (Dun­lop) se lle­vó a Sarah Baart­man para que for­ma­ra par­te de los 35.000 seres huma­nos oriun­dos de las colo­nias que eran exhi­bi­dos en Euro­pa como ani­ma­les (entre fina­les del siglo XIX has­ta la Segun­da Gue­rra Mun­dial). La joven Baart­man tenía un tra­se­ro gigan­tes­co que la hacia pasar por un “mons­truo humano”, es decir, una atrac­ción de feria, y ello le valió el sobre­nom­bre de “Venus hoten­to­te”. Un nue­vo due­ño la tra­jo a París, don­de la exhi­bie­ron a cam­bio de dine­ro. La joven fue tam­bién la atrac­ción sexual de las “soi­rées” mun­da­nas. En 1815 murió de neu­mo­nía y Fran­cia, en nom­bre del “Patri­mo­nio inalie­na­ble del Esta­do y de la cien­cia”, tar­dó 196 años en res­ti­tuir­la. Han pasa­do ya 124 años des­de que el con­de Henry de la Vaulx pro­fa­nó las tum­bas pata­gó­ni­cas. Ha lle­ga­do la hora de devol­ver­le a sus des­cen­dien­tes la dig­ni­dad y el cuer­po de su historia.

FUENTE: Pagi­na 12

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