Por Margine Gutiérrez*, Resumen Latinoamericano, 18 septiembre de 2020.
Un 17 de septiembre en Paraguay con Enrique Gorriarán, Hugo Irurzún, Roberto Sánchez, Claudia Lareu, Miguel Beristaín, dos compañeras y un compañero más.
En 1978 Enrique Gorriarán Merlo se encontró en el mismo viaje hacia Etiopía, “con Doris Tijerino, Julia y Jacinto Suárez” cuando todos iban a un Encuentro del Movimiento por la Paz en el que también participaría Fidel.
Antes, en el 72, conoció a Carlos Fonseca en Cuba, en un acto de solidaridad con Vietnam. “Ahí hablamos con él y nos impactó fuertemente por dos razones: por la profundidad con la que conocía la situación latinoamericana ‑y de Centroamérica en particular- y por la convicción que tenía del triunfo en Nicaragua”
Enrique Gorriarán Merlo fue un dirigente de gran estatura en Argentina. ” Uno de los más importantes líderes guerrilleros del continente. Un luchador a tiempo completo que trabajó toda su vida por la libertad de su pueblo y, en ese afán al que entregó su vida, sufrió cárcel, torturas despiadadas, persecución, exilio, pobreza y mucho sacrificio. Un revolucionario integral que llegado el momento optó por el internacionalismo proletario bajo la premisa de que muchos países latinoamericanos estaban bajo el dominio de dictaduras impuestas por los Estados Unidos “y nosotros sentíamos la liberación de cualquiera de ellos como nuestra; teníamos un enemigo común y reivindicaciones comunes”.
En los inicios del año 79 Enrique Gorriarán, estando en Masnou, Barcelona recibe un mensaje de los sandinistas en el que le dicen que la insurrección va a comenzar y que se necesita colaboración de especialistas militares, especialmente en el ramo de la artillería. Ellos no tienen esas especialidades, salvo Hugo Irurzún (Santiago) pero responde que pueden asumir otras responsabilidades.
Después de esta comunicación se reúnen un grupo de seis compañeros argentinos en Paris para tomar la decisión de regresar a continuar la lucha a Argentina o irse para Nicaragua, país en el que, de acuerdo a las circunstancias, podían aportar más. Todos decidieron venir a Nicaragua, donde la dictadura somocista ya estaba en sus estertores finales.
Tomada la decisión, Enrique Gorriarán, Hugo Irurzún, Roberto Sánchez, Manuel Beristaín, Ricardo y un hijo de Ricardo Masetti, comienzan los preparativos para su viaje a Nicaragua. El principal obstáculo fue la consecución del dinero para los pasajes, pero providencialmente, Enrique recibió por esos días una herencia de cinco mil dólares dejada por su abuelo y con eso solventaron lo de los pasajes.
En mayo del 79 estaban “desembarcando” en el Frente Sur donde cumplieron diversas tareas militares. Triunfa la revolución en julio del 79 y cada uno de estos compañeros pasa a desempeñar distintas responsabilidades en el recién instalado gobierno revolucionario. A la sazón habían llegado al país otros cincuenta argentinos que venían a incorporarse a la lucha, pero llegaron cuando ya la revolución había triunfado.
Comienza el trabajo de organización del nuevo Estado Revolucionario
Enrique, Hugo Irurzún, Manuel Beristaín y Masetti son asignados a la Seguridad del Estado mientras que Roberto Sánchez es ubicado en la Policía y Ricardo en el Ejército.
Es trabajando en el área de inteligencia que empiezan a recibir información que Somoza, que ya había abandonado su exilio en Miami y estaba instalado en Paraguay, se encontraba reorganizando las fuerzas de la derrotada guardia somocista con la intención de retornar al poder. “Somoza homogeneizaba la fuerza, coordinaba y garantizaba el financiamiento a los primeros contingentes de la contrarrevolución que empezaba”. Esto representaba un peligro para la paz y la estabilidad de Nicaragua por lo que se decide cortar de raíz ese foco contrarrevolucionario antes que se extienda y convierta a nuestro país nuevamente en un campo de batalla sangriento.
Es así que se decide actuar directamente contra Anastasio Somoza Debayle, jefe máximo de la contrarrevolución naciente.
A preparar el operativo
Para fines de noviembre del 79 doce compañeros, todos argentinos y provenientes del PRT-ERP, que estaban bajo la responsabilidad de Enrique Gorriarán comienzan a prepararse para ejecutar el operativo en Asunción, Paraguay. “Hicimos una serie de cursos sobre métodos conspirativos, seguimiento, chequeo de objetivos, utilización de distintos tipos de comunicaciones. Las jornadas eran intensas: se iniciaban en la mañana con gimnasia. Luego se hacían los cursos todo el día y, al caer la tarde, nuevamente gimnasia. Es decir, teníamos en cuenta no solamente la preparación técnica, digamos, si no también la física”.
Durante el entrenamiento ninguno de los compañeros supo cual sería el objetivo porque no todos participarían en el operativo. Dependía del desenvolvimiento de la situación.
Una vez concluido el entrenamiento empezó la preparación del plan. Definición de los mantos y cobertura con que se justificaría su presencia en Asunción, profundizar el conocimiento teórico que la mayoría tenía sobre Paraguay y definición de las primeras acciones.
Mientras estaban avocados a estos detalles, en febrero del 80, dos compañeros ‑Manuel Beristaín y una compañera- viajaron a Paraguay a conocer un poco más para confirmar o descartar si los argumentos definidos para permanecer en este país eran los adecuados a la realidad. Algo que urgía saber era el domicilio exacto de Somoza por que se sabía que vivía en Paraguay pero no donde quedaba su casa.
Estuvieron aproximadamente quince días trabajando allí. Cuando regresaron venían con mucha información valiosa, que incluso permitió descartar uno de los “mantos” que habían definido para proteger su presencia en Paraguay, pero no habían logrado saber con exactitud donde vivía el tirano.
En abril de ese mismo año viajan otros dos compañeros ya a trabajar sobre el plan de la acción directamente sobre el terreno: Hugo Irurzún y Claudia Lareu. A fines de abril viajaron Enrique y una compañera, luego llegó Roberto Sánchez con otra compañera y en mayo llego solo un compañero más. “Ya estábamos en Asunción 7 personas con la misión de ubicar el paradero de Somoza y planificar la acción para emboscarlo”.
La prioridad era ubicar la dirección exacta de la casa del dictador. Cuando creían ya saberla, resulta que era una casa donde había vivido antes. Se indagaron por todos lados sin resultados, hasta que a la compañera que viajó de Nicaragua a Paraguay con Roberto Sánchez, y que simulaba ser su pareja, se le ocurrió montarse en un taxi y decirle al chofer “mire, voy a una peluquería que dicen que queda a una cuadra de donde vive Somoza” . El conductor tampoco conocía la dirección, pero se paró en una comisaria a preguntar y allí le dijeron quedaba en la Avenida España. Y resulta que sí había una peluquería a dos cuadras.
Efectivamente allí estaba su casa, en el barrio más lujoso de Asunción, donde también vivían los altos funcionarios del Gobierno de Stroessner por lo que les resultó más fácil y más frecuente encontrarse con el dictador paraguayo que con Somoza.
A partir de este momento “ya nuestro objetivo era verlo, visualizarlo, saber hacia dónde iba y en qué lo hacía”. Ninguno de ellos lo conocía, pero tenían la seguridad de que al verlo, sabrían que era él.
Para conocer la rutina y las rutas por donde se desplazaba organizaron “turnos” con grupos de compañeros que caminaban despacio veinte cuadras a lo largo de la avenida, observando con detenimiento, pero también con disimulo, todos los vehículos que pasaban. Luego se regresaba, en la misma actitud, hasta recorrer de regreso las veinte cuadras. Al finalizar otros compañeros, reiniciaban la misma tarea. “Entre los siete cubríamos prácticamente todo el día, toda la avenida”. También acostumbraban recorrer una calle paralela a la Avenida España, por si se movilizaba por ella.
Pasó junio, julio y no lograron verlo hasta que un día Roberto Sánchez salió en un vehículo a hacer unas compras y se lo encontró de casualidad, sin andar en el operativo de búsqueda del criminal. Roberto Sánchez confirmó que estaba igual que en las fotos y que se movilizaba en un mercedes benz blanco.
A partir de allí hicieron una delimitación geográfica del área donde el sujeto se movilizaba y sus pesquisas fueron orientadas a determinar la regularidad con que salía y hacia dónde. De esta manera supieron que su chofer era el torturador Samuel Genie y que siempre andaban solos en el carro pero seguidos por otro vehículo con una patrulla de guardaespaldas paraguayos.
El gorila no salía con regularidad. No era fácil conocer qué día saldría y que día no, lo que obligaba al grupo de compañeros a estarse moviendo todo el día en el área delimitada. Esto era riesgoso tanto para ellos como para el operativo.
Con anterioridad, y como parte del trabajo de reconocimiento del terreno, habían visto un par de quioscos ubicados a dos cuadras de la casa del dictador, en el cruce de dos avenidas. Decidieron, entonces, hablar con el dueño de uno de los quioscos para proponerle una sociedad que consistiría en aportar más revistas y otras publicaciones para aumentar las ventas y apoyarle con alguien que trabajaría allí.
Cerrado el trato uno de los compañeros comenzó a permaneceré el quiosco durante todo el día y así supieron, ya a la altura de agosto, que el chacal usaba indistintamente dos vehículos. Uno blanco blindado y otro azul; que se movía de su casa hacia el centro y del centro hacia su casa, siempre por la Avenida España pero sin ningún tipo de rutina y de forma esporádica.
Esa irregularidad en los movimientos de Somoza los llevó a la conclusión de que debían tener una presencia mayor y más constante en la zona por lo que decidieron alquilar una casa lo más cerca posible. Encontraron una a dos cuadras y media y la alquilaron con el manto de que era para preparar las condiciones de la llegada de Julio Iglesias a dar un concierto en Paraguay. Hasta identificación como promotora de arte presentó la compañera que firmó el contrato de alquiler.
Con el pretexto de la remodelación del local para adecuarla a los gustos y caprichos del cantante, en la casa permanecía todo el día la “cuadrilla” que hacía estos trabajos.
En realidad, los trabajos consistían en hacer pruebas, de walkie-talkie, con el compañero del quiosco que informaba simulando que venía el vehículo del dictador asesino. Esto les permitió saber cuanto se tardaba en ir y venir, “dónde debíamos ubicarnos nosotros para realizar la acción, en qué momento disparar”. Eran prácticas de entrenamiento que les permitieron compenetrarse de lo que iban a hacer llegado el momento.
También se dedicaron a conseguir el armamento a utilizar. Compraron en el mercado negro una bazooka RPG2, necesaria para el vehículo blindado, dos ametralladoras INGAM, un fusil M16 y dos pistolas.
A la casa alquilada el comando llegó el 18 de agosto. Con todo el entrenamiento realizado, con toda la información y la preparación requerida deciden hacer el operativo el 22 de agosto pero resulta que el dictador no apareció ese día. Continúa la espera. Hasta el 10 de septiembre reaparece y el compañero del quiosco avisa que ya apareció. Pasan varios días y de nuevo se esfuma, reapareciendo el 17 de septiembre. Ese día Hugo Irurzún anuncia muy temprano que «hoy a las 10 de la mañana viene» e increíblemente la premonición del Capitán Santiago se cumple.
¡ El operativo!
La mañana del 17 de septiembre de 1980 se recibe desde el quiosco la señal convenida, “blanco, blanco” y el comando se pone en movimiento según el plan previamente definido.
Enrique Gorriarán sale a la verja, ve el carro y en el momento en que estaba previsto da la orden de inicio del operativo. Sale Hugo Irurzún, con la basooka, seguido de Roberto Sánchez quien al volante de una camioneta detiene el tráfico. En ese momento Enrique ve tendido en el suelo a Santiago porque falló el cohete de la basooka y está cambiándolo.
Simultáneamente, se detiene frente a Enrique el vehículo azul, no el blanco, en el que va Somoza, sentado en el asiento de atrás y con otro chofer que no es el torturador Genie.
Gorriarán y Roberto Sánchez corren a la casa a sacar armas y empiezan a disparar sobre el carro de Somoza pese a que en el reparto de tareas a Enrique le correspondía neutralizar al carro patrulla que siempre escoltaba a Somoza. Disparan sobre el carro de Somoza y los escoltas empiezan a dispararles a ellos. Enrique se queda sin municiones. Roberto les responde con un FAL que arranca los ladrillos de una pared. Los escoltas se agachan para evitar que les caigan encima y ese momento es aprovechado por Enrique Gorriarán para volver a entrar a la casa a sacar la ametralladora, que era el arma de repuesto.
A esas alturas Hugo Irurzún ya había cambiado el cohete de la basooka y, desde la puerta de la casa, dispara al vehículo del asesino y cruel represor de los nicaragüenses. La basooka inutilizó el carro y los escoltas dejaron de disparar. Todo esto se hizo en cuestión de segundos, a lo sumo duró unos pocos minutos.
Finalizada la acción entraron todos al garaje de la casa, se montaron al vehículo como estaba previsto y abandonaron la vivienda.
Como Roberto Sánchez había cortado el trafico con la camioneta no había un solo vehículo, ni un alma en la calle, lo que facilitó la retirada. En el tiroteo la camioneta recibió disparos lo que la averió. Al doblar a la izquierda, saliendo de la Avenida España, como a treinta metros de la casa el vehículo se detuvo y ya no caminó más. “Hasta que apareció un auto de frente, lo paramos, hicimos descender a su conductor, y nos fuimos en ese auto. Los tres, Santiago (Hugo Irurzún), el Gordo (Roberto Sánchez y yo”
Nota: A los días el queridísimo y heroico Capitán Santiago (Hugo Irurzún) fue capturado herido luego de enfrentarse a las fuerzas criminales y represivas de la dictadura de Stroessner, torturado y asesinado. Antes recogió en un lugar, previamente convenido, al compañero del quiosco y lo llevó al punto fronterizo Ita Enramada, que es el cruce de un río, para que abandonara el país. El compañero del quiosco pudo tomar la última balsa porque después todos los puestos fronterizos fueron cerrados. El resto del comando abandonó el país según el plan de retirada. Las armas quedaron en Asunción. Claudia Lareu, cruzó la frontera con Brasil de primera y estando del otro lado avisó a Enrique que habían condiciones para que él también pasara. Roberto Sánchez y la compañera que viajó con él a Paraguay desde Nicaragua, se movilizaban en un vehículo con placa brasileña lo que les facilitó cruzar sin problemas al otro lado.
*Fuente: Memorias de Enrique Gorriarán Merlo
Todos los entrecomillados son citas textuales de Enrique Gorriarán Merlo, un héroe de nuestra patria al que le debemos todos los honores que se merece.