Pen­sa­mien­to crí­ti­co. Un fan­tas­ma reco­rre el mundo…la vio­len­cia policial

Por Enric Llo­pis, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 sep­tiem­bre 2020.-

La bru­ta­li­dad de las fuer­zas del orden se extien­de por Esta­dos Uni­dos, Colom­bia y Chi­le.

Los hechos suce­die­ron en 30 minu­tos y a cau­sa de un supues­to bille­te fal­so. Geor­ge Floyd, ciu­da­dano negro de 46 años, des­em­plea­do y padre de una niña, fue ase­si­na­do por la poli­cía el pasa­do 25 de mayo en la ciu­dad de Min­nea­po­lis (Min­ne­so­ta, Esta­dos Uni­dos). Sus últi­mas pala­bras –“no pue­do res­pi­rar”- cata­li­za­ron las pro­tes­tas ciu­da­da­nas en todo el mun­do. Sur­gi­do en 2013 y con un lar­go reco­rri­do en la denun­cia de la bru­ta­li­dad poli­cial, el movi­mien­to afro­es­ta­dou­ni­den­se Black Lives Mat­ter aban­de­ró las manifestaciones.

Otro caso recien­te que pren­dió las revuel­tas fue el de Jacob Bla­ke, negro, de 29 años, a quien los agen­tes tiro­tea­ron por la espal­da el 23 de agos­to en la ciu­dad de Kenosha (Wis­con­sin); las auto­ri­da­des situa­ron el ori­gen de los hechos en un “inci­den­te domés­ti­co”. Una sema­na des­pués, los tiros de la poli­cía de Washingh­ton DC ulti­ma­ron al joven negro de 18 años Deon Kay, en medio de una per­se­cu­ción. Un ejem­plo ante­rior es el de Daniel Pru­de, tam­bién negro y con pro­ble­mas de salud men­tal, quien per­dió la vida en mar­zo –asfi­xia­do- a manos de la poli­cía de Roches­ter (Nue­va York).

En Esta­dos Uni­dos las fuer­zas de segu­ri­dad matan al menos a tres per­so­nas al día, apun­tan los inves­ti­ga­do­res del Mapa de la Vio­len­cia Poli­cial. Con 781 muer­tos con­ta­bi­li­za­dos has­ta el 20 de sep­tiem­bre, lle­gan a la siguien­te con­clu­sión: “Los negros repre­sen­tan el 28% de los ase­si­na­dos por la poli­cía en 2020, a pesar de ser sólo el 13% de la pobla­ción”. Ade­más, la pro­ba­bi­li­dad que un afro­es­ta­dou­ni­den­se sea víc­ti­ma de un homi­ci­dio poli­cial es tres veces supe­rior a la de un blanco.

La Unión Ame­ri­ca­na por las Liber­ta­des Civi­les (ACLU) cons­ta­ta, a par­tir de la base de datos de The Washingh­ton Post, la mis­ma ten­den­cia: un total de 5.442 per­so­nas muer­tas por los dis­pa­ros de los agen­tes entre enero de 2015 y julio de 2020; esta ONG tam­bién resal­ta que la pobla­ción nativa/​indígena ame­ri­ca­na tuvo en 2019 tres veces más opcio­nes de morir por las balas que los ciu­da­da­nos blan­cos (infor­me La otra epi­de­mia: tiro­teos poli­cia­les mor­ta­les en tiem­pos de cri­sis).

En Colom­bia, el ase­si­na­to del abo­ga­do y taxis­ta Javier Ordó­ñez el 9 de sep­tiem­bre en Bogo­tá col­mó la pacien­cia popu­lar; las gra­ba­cio­nes per­mi­ten obser­var cómo dos patru­lle­ros le espo­sa­ron y pro­pi­na­ron una pali­za ‑para lo que hicie­ron uso duran­te cin­co minu­tos de la pis­to­la eléctrica‑, antes que fue­ra tras­la­da­do al Coman­do de Aten­ción Inme­dia­ta (CAI) en el barrio de Villa Luz. En estas depen­den­cias poli­cia­les fue pre­sun­ta­men­te tor­tu­ra­do. Asi­mis­mo fue un caso señe­ro el del estu­dian­te Dilan Cruz, víc­ti­ma mor­tal en noviem­bre de 2019 del Escua­drón Móvil Anti­dis­tur­bios (ESMAD), uno de cuyos agen­tes le dis­pa­ró un pro­yec­til en la cabe­za cuan­do par­ti­ci­pa­ba en una mar­cha en Bogotá.

Más allá de la capi­tal, pro­li­fe­ran las denun­cias por homi­ci­dios, abu­sos y racis­mo; en mayo, en el muni­ci­pio de Puer­to Teja­da (Cau­ca), dos agen­tes gol­pea­ron al joven afro­des­cen­dien­te Ander­son Arbo­le­da con un boli­llo en la cabe­za has­ta que el mucha­cho falle­ció; la ver­sión difun­di­da por los medios es que, supues­ta­men­te, no había res­pe­ta­do el con­fi­na­mien­to por la COVID-19 (“Ander­son Arbo­le­da: la his­to­ria del Geor­ge Floyd colom­biano”, titu­ló el perió­di­co Sema­na). Por otra par­te, las auto­ri­da­des indí­ge­nas de Jam­ba­ló (Cau­ca) denun­cia­ron la deten­ción el 10 de sep­tiem­bre de un ado­les­cen­te, de 15 años, que fue espo­sa­do y for­za­do por los agen­tes a des­nu­dar­se y fir­mar docu­men­tos al salir de su casa en la vere­da Mari­po­sas, infor­mó Con­ta­gio Radio.

En este con­tex­to, la muer­te de Javier Ordó­ñez des­ató la ira en las calles de Bogo­tá, Mede­llín, Cali o Popa­yán. Y tam­bién la repre­sión vio­len­ta de las movi­li­za­cio­nes (13 muer­tos y más de 200 civi­les heri­dos, según las cifras ofi­cia­les). Bajo la con­sig­na “Acción Urgen­te: #9S #Poli­cía­Cri­mi­nal”, 25 orga­ni­za­cio­nes seña­la­ron que –a par­tir de los vídeos e imá­ge­nes en las redes sociales‑, se cons­ta­ta­ba el uso de armas de fue­go por par­te de la Poli­cía Nacio­nal y “per­so­nas ves­ti­das de civil”. 

La ONG Tem­blo­res, que inves­ti­ga los abu­sos poli­cia­les en Colom­bia, ha hecho públi­co el siguien­te balan­ce: 639 homi­ci­dios pre­sun­ta­men­te come­ti­dos por la fuer­za públi­ca en el perio­do 2017 – 2019; y 242 casos de vio­len­cia sexual des­de 2017 (Tem­blo­res, la Fun­da­ción para la Liber­tad de Pren­sa y Sis­ma Mujer denun­cia­ron la deten­ción ile­gal de una perio­dis­ta ‑el 13 de sep­tiem­bre- cuan­do rea­li­za­ba unas foto­gra­fías en el barrio La Maca­re­na de Bogo­tá; se le requi­só el mate­rial y en la esta­ción poli­cial fue some­ti­da a humi­lla­cio­nes sexuales).

No difie­ren mucho algu­nas prác­ti­cas de los cara­bi­ne­ros (pacos) en Chi­le, cuyo emble­ma está pre­si­di­do por la leyen­da “orden y patria”. Agen­tes de este cuer­po poli­cial liqui­da­ron en la madru­ga­da del 23 de mar­zo, en la comu­na Inde­pen­den­cia de San­tia­go y con un dis­pa­ro en el pecho, a Jonathan Reyes Somer­vi­lle; ocu­rrió cuan­do el gobierno ya había decre­ta­do el toque de que­da noc­turno por el coro­na­vi­rus; veci­nos y fami­lia­res nega­ron que los poli­cías actua­ran en legí­ti­ma defen­sa, sub­ra­yó el perió­di­co Inter­fe­ren­cia. Entre los casos denun­cia­dos por las orga­ni­za­cio­nes de dere­chos huma­nos, figu­ra el de Fabio­la Cam­pi­llai: el 26 de noviem­bre per­dió la vis­ta por el impac­to de una bom­ba lacri­mó­ge­na en el ros­tro, dis­pa­ra­da por los cara­bi­ne­ros en la comu­na San Ber­nar­do; un capi­tán de esta fuer­za poli­cial fue dete­ni­do por los hechos.

La repre­sión y el racis­mo en Chi­le se ensa­ñan con el pue­blo mapu­che. El 4 de junio fue ase­si­na­do uno de los diri­gen­tes de la comu­ni­dad We Newén de Colli­pu­lli (Arau­ca­nía), Ale­jan­dro Treu­quil, por los dis­pa­ros de unos des­co­no­ci­dos; “des­de el 13 de mayo se esta­ble­ció un esta­do de sitio alre­de­dor de la comu­ni­dad, sien­do víc­ti­mas de la per­se­cu­ción poli­cial ile­gí­ti­ma”, des­ta­có la comu­ni­dad We Newén en un comu­ni­ca­do; tres sema­nas antes del homi­ci­dio, un agen­te de los cara­bi­ne­ros comu­ni­có a Ale­jan­dro Treu­quil que tenía una orden de deten­ción, le insul­tó, ame­na­zó y dis­pa­ró un per­di­gón en la cabe­za, según decla­ró el wer­kén (por­ta­voz) a Radio Uni­ver­si­dad de Chi­le; Ale­jan­dro Treu­quil se des­pla­za­ba enton­ces a la cár­cel de Angol para visi­tar a los pre­sos políticos.

La sar­ta de ase­si­na­dos podría con­ti­nuar con Álex Núñez, tra­ba­ja­dor del sec­tor eléc­tri­co, de 39 años y padre de tres hijos, falle­ci­do –en octu­bre de 2019- tras una pali­za de los pacos en la comu­na de Mai­pú (San­tia­go).

En octu­bre de 2019 se ini­ció el deno­mi­na­do “esta­lli­do social” en Chi­le. El recha­zo a la subi­da de los pre­cios en el trans­por­te públi­co actuó como deto­nan­te –coyun­tu­ral e inme­dia­to- de las movi­li­za­cio­nes masi­vas. En el con­tex­to del Esta­do de Emer­gen­cia y la acción de mili­ta­res y cara­bi­ne­ros, falle­cie­ron más de 30 per­so­nas (al menos cin­co por la acción direc­ta de agen­tes del Esta­do y otras dos bajo cus­to­dia esta­tal en comi­sa­rías, deta­lló en diciem­bre la Comi­sión Inter­ame­ri­ca­na de Dere­chos Huma­nos). Según Amnis­tía Inter­na­cio­nal, “la inten­ción de las fuer­zas de segu­ri­dad chi­le­nas es cla­ra: lesio­nar a quie­nes se mani­fies­tan para des­in­cen­ti­var la pro­tes­ta, inclu­so lle­gan­do al extre­mo de usar la tor­tu­ra y vio­len­cia sexual con­tra los manifestantes”.

“Se han pro­du­ci­do las más gra­ves y nume­ro­sas vio­la­cio­nes a los dere­chos huma­nos en Chi­le des­de el retorno a la demo­cra­cia”, valo­ra el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Dere­chos Huma­nos (INDH), que un año des­pués que comen­za­ra el “esta­lli­do social” ha inter­pues­to 2.499 que­re­llas ante los tri­bu­na­les (2.329 de ellas con­tra los cara­bi­ne­ros y 126 con­tra mili­ta­res); del total de accio­nes pena­les, seis son por pre­sun­to homi­ci­dio, 38 por homi­ci­dio frus­tra­do, 12 por lesio­nes “gra­ví­si­mas” y 191 por vio­len­cia inne­ce­sa­ria, ade­más de otras por tor­tu­ra o dis­pa­ros injustificados.

Entre octu­bre de 2019 y febre­ro el INDH, que rea­li­za tareas de obser­va­ción en comi­sa­rías, mani­fes­ta­cio­nes y cen­tros de salud, com­pu­tó 9.787 dete­ni­dos y 2.122 heri­dos por dis­pa­ros. Asi­mis­mo, en el cita­do perio­do, “el uso de la fuer­za poli­cial se ha cobra­do más de 460 víc­ti­mas de trau­ma ocu­lar, de las que 35 sufrie­ron lesio­nes irre­pa­ra­bles a la vis­ta”, denun­cia en las redes socia­les el Obser­va­to­rio de Prác­ti­cas e Ins­ti­tu­cio­nes Poli­cia­les (OPIP).

Ima­gen: Ame­ri­can Civil Liber­ties Union (ACLU).

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