Argen­ti­na. Mega­cau­sa Cam­po de Mayo: un geno­ci­da fue iden­ti­fi­ca­do por una testigo

Por Die­go Adur, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 30 de octu­bre de 2020 

Se tra­ta de Car­los Fran­cis­co Villa­no­va, alias “Capi­tán Fede­ri­co”, uno de los tor­tu­ra­do­res más bru­ta­les de Cam­po de Mayo. Fue duran­te la decla­ra­ción que brin­dó Patri­cia Esco­fet por la des­apa­ri­ción de su com­pa­ñe­ro, Raúl Osval­do Plaul. La tes­ti­go con­tó que, a tra­vés de una foto de Gus­ta­vo Mol­fino en un dia­rio, logró iden­ti­fi­car a Villa­no­va como el mili­tar que coman­dó el ope­ra­ti­vo del secues­tro de su marido.

El 4 de enero de 1977, Patri­cia Esco­fet y Raúl Osval­do Plaul fue­ron a la casa de Rosa Murno y Rodol­fo Mere­diz, en Reme­dios de Esca­la­da, par­ti­do bonae­ren­se de Lanús. Cuan­do lle­ga­ron, Patri­cia recor­dó que les lla­mó la aten­ción la gran can­ti­dad de autos que había y que “sobre la vere­da esta­ba subi­da una camio­ne­ta con­ver­ti­da en ambu­lan­cia”. Antes de que pudie­ran hacer nada, entre 25 y 30 “efec­ti­vos fuer­te­men­te arma­dos” salie­ron de los vehícu­los y los detu­vie­ron. Tam­bién a Rosa Murno y a Rodol­fo Mere­diz. Patri­cia esta­ba con su hijo, Matías. “Me patea­ban los tobi­llos y me que­rían sacar al nene. Tenían a Osval­do ata­do a una silla y con un repa­sa­dor en la cabe­za”, con­tó. En esas cir­cuns­tan­cias, escu­chó que al jefe del ope­ra­ti­vo lo lla­ma­ban “Capi­tán” y “Capi­tán Fede­ri­co”. Era “un hom­bre de 1,78, muy ágil, moro­cho, con el pelo tira­do para atrás, pei­na­do a la gomi­na, con bigo­tes y un signo muy carac­te­rís­ti­co en su cara de mar­cas de acné”. Ese hom­bre era Car­los Fran­cis­co Villa­no­va: “Me inte­rro­gó muy de cer­ca, no ten­go nin­gu­na duda. Lo reco­no­cí hace unos años en una foto en Pági­na 12”, decla­ró la testigo. 

Ilustración-Carlos-Francisco-Villanova-Capitán-Federico-Campo-Mayo-2
(Ima­gen: Pau­la Doberti)

Lue­go, en el turno de pre­gun­tas por par­te de las defen­sas, el abo­ga­do defen­sor públi­co, Juan Car­los Tri­pal­di, bus­có la nota a la que hacía refe­ren­cia la tes­ti­go y la mos­tró ante el Tri­bu­nal y el res­to de las par­tes. Efec­ti­va­men­te, Patri­cia vol­vió a iden­ti­fi­car que esa per­so­na, Villa­no­va, fue el res­pon­sa­ble del secues­tro de Plaul, Murno y Mere­diz aquel 4 de enero de 1977. El geno­ci­da y bru­tal tor­tu­ra­dor den­tro de Cam­po de Mayo estu­vo en el ano­ni­ma­to has­ta el 2014, cuan­do fue des­cu­bier­to como quien rea­li­za­ba los inte­rro­ga­to­rios a las per­so­nas secues­tra­das que per­te­ne­cían a la colum­na Zona Nor­te de Mon­to­ne­ros. Patri­cia pre­ci­só tam­bién que supo que Plaul fue lle­va­do a Cam­po de Mayo.


Antes de cul­mi­nar su decla­ra­ción, Esco­fet rogó que se rom­pie­ran los pac­tos de silen­cio: “La ver­dad siem­pre va a ser menos lace­ran­te que la incer­ti­dum­bre. No hay vuel­ta atrás, pero para noso­tros pue­de ser una opor­tu­ni­dad de cie­rre. No quie­re decir que olvi­de­mos. Yo recuer­do para no olvi­dar. Si no rom­pe­mos con estos pac­tos de silen­cio, vamos a dejar a la socie­dad con fan­tas­mas que van a seguir dan­do vuel­tas entre noso­tros”, finalizó.


Ese día, tam­bién dio su tes­ti­mo­nio Hugo Gran­de, el her­mano de Car­los Gran­de, “heri­do, dete­ni­do, secues­tra­do, ase­si­na­do y des­apa­re­ci­do” el 17 de noviem­bre de 1976, a ori­llas del arro­yo Pavón, al sur de la pro­vin­cia de San­ta Fe. Gran­de era un cua­dro impor­tan­te en Mon­to­ne­ros Zona Nor­te. Ese día, aun­que sabía que lo bus­ca­ban, deci­dió asis­tir a una reu­nión de mili­tan­cia jun­to a otros com­pa­ñe­ros que lo tenían como refe­ren­te. Allí fue­ron embos­ca­dos y ase­si­na­dos Alfre­do Fer­nan­do Man­cu­so, Osval­do César Abbag­na­to y Uriel Riez­nik. Gran­de, ensan­gren­ta­do como esta­ba, fue secues­tra­do y Ricar­do Jor­ge Arrighi logró huir y con­tar lo suce­di­do. En ese momen­to, los dia­rios publi­ca­ron que los sub­ver­si­vos habían sido aba­ti­dos en un enfren­ta­mien­to, por lo que los fami­lia­res de Gran­de no sabían que seguía con vida. Gra­cias a “Cacho” Scar­pa­ti, quien estu­vo con él en Cam­po de Mayo, se ente­ra­ron cuál fue su des­tino: “Dor­mía al lado de Scar­pa­ti. Hacían tareas de man­te­ni­mien­to, tra­ba­jo escla­vo. Eso le per­mi­tió no usar capu­cha. Las con­di­cio­nes eran terri­bles. No le tenía mie­do a la muer­te, sino al dolor”, ates­ti­guó Hugo Gran­de. Y ter­mi­nó: “El des­apa­re­ci­do es una figu­ra que no ter­mi­na de des­apa­re­cer nun­ca. Tene­mos la cer­te­za que está muer­to, pero en cual­quier momen­to nos pue­de tocar la puer­ta. Nun­ca más esto”, pidió.

Ilustración-Carlos-Francisco-Villanova-Capitán-Federico-Campo-Mayo
(Ima­gen: Pau­la Doberti)

“Es un horror no poder hacer un duelo”

Adria­na Moyano decla­ró por la des­apa­ri­ción de su papá, Car­los Alber­to Moyano, el 10 de mar­zo de 1977 en Mun­ro, en el par­ti­do bonae­ren­se de Vicen­te López; y de su sue­gro, Miguel Liza­zo, el 14 de sep­tiem­bre de 1976 en Mar­tí­nez, en la loca­li­dad de San Isidro.

Ilustración-Carlos-Francisco-Villanova-Capitán-Federico-Campo-Mayo-3
(Ima­gen: Pau­la Doberti)

A su papá lo saca­ron del local que tenía en Bai­go­rria 2489 y “lo metie­ron en la par­te de atrás de un auto”. Adria­na via­jó a Cór­do­ba, don­de tenía fami­lia por par­te de su mamá: “Yo sabía que había bebés de com­pa­ñe­ras que habían des­apa­re­ci­do. Le dejé mi hijo peque­ño al cui­da­do de fami­lia­res y me fui a vivir a una pen­sión. Tenía mucho mie­do. Dor­mí unos días en la pla­za. Recién me pude jun­tar con mi bebé cuan­do él tenía 4 años”, relató.En Cam­po de Mayo, su papá fue vis­to por Scar­pa­ti y por Bea­triz Cas­ti­glio­ne de Cova­rru­bias. Sus últi­mas pala­bras fue­ron para pedir jus­ti­cia: “Ya son 45 años y no tene­mos idea de qué les pasó a nues­tros seres que­ri­dos. Es un horror no poder hacer un due­lo”, cerró su tes­ti­mo­nio. En la audien­cia del últi­mo miér­co­les, decla­ra­ron los hijos y la hija de Elsa Lidia Lazar­te, dete­ni­da-des­apa­re­ci­da el 7 de sep­tiem­bre de 1977, entre las 12.30 y la 1 de la madru­ga­da, en su depar­ta­men­to de Mal­vi­nas 1342, en Bou­log­ne, San Isidro.En pri­mer lugar, María Elsa Zan­ni con­tó que sin­tie­ron una fuer­te explo­sión en el domi­ci­lio y vie­ron entrar per­so­nas arma­das: “Gol­pea­ron a mis her­ma­nos y a mi papá, y se lle­va­ron a mi mamá”, recor­dó. Des­de ese momen­to, no vol­vie­ron a saber nada de Elsa Lidia. Los secues­tra­do­res “esta­ban todos con la cabe­za tapa­da y tenían armas”. En la casa se encon­tra­ba toda la fami­lia Zan­ni: el padre, Arman­do Tomás; los her­ma­nos, Car­los Ernes­to, Arman­do Tomás y Osval­do Javier; ella, María Elsa; y su mamá, Elsa Lidia Lazar​te​.La tes­ti­go con­tó las reper­cu­sio­nes del secues­tro de su mamá. Su padre, Arman­do Tomás Zan­ni, no dejó nun­ca de bus­car­la y esa bús­que­da lo con­su­mió has­ta su muer­te: “Me saca­ron lo que más que­ría. Él sufrió mucho por esto. Estoy acá para que esto se cie­rre y que todo lo que él cami­nó no sea en vano. No se lle­va­ron sola­men­te a mi mamá. Nos des­tru­ye­ron como fami­lia. Se lle­va­ron tam­bién a mi papá. Mi vida fue un desas­tre”, remarcó.Armando Tomás Zan­ni deta­lló la bru­ta­li­dad con la que se desa­rro­lló el ope­ra­ti­vo de secues­tro de su madre: “Yo ya esta­ba acos­ta­do en mi habi­ta­ción. Me des­per­tó la explo­sión en la puer­ta. Me pega­ron y me tapa­ron la cabe­za con sába­nas. Me decían que no los mire y que me que­da­ra quie­to. Mal­tra­ta­ban e insul­ta­ban. Antes de irse, nos dije­ron que no se movie­ra nadie duran­te diez minu­tos apro­xi­ma­da­men­te. Mi her­mano Car­los, el mayor, tenía la cabe­za san­gran­do. Mi papá tenía la boca las­ti­ma­da de un cula­ta­zo y un par de dien­tes par­ti­dos. Esta­ba toda la casa revuel­ta de todas las cosas que se habían lle­va­do jun­to a mi madre. Yo tenía 15 años”, indicó.Cuando la secues­tra­ron, Lazar­te “tenía apro­xi­ma­da­men­te 40 años y tra­ba­ja­ba en casas de fami­lia”. Mili­ta­ba en una uni­dad bási­ca que fun­cio­na­ba en el barrio. Ella “era muy cola­bo­ra­do­ra, de ayu­dar gen­te”. El tes­ti­go tam­bién se refi­rió a los pade­ci­mien­tos que sufrió su papá: “Tuvo un ata­que de depre­sión y que­dó hemi­plé­ji­co”, contó.El siguien­te tes­ti­go fue Car­los Ernes­to Zan­ni, el her­mano mayor. Él ya no vivía en la casa, pero había ido a cenar esa noche y esta­ba dur­mien­do cuan­do suce­dió el ope­ra­ti­vo. Una per­so­na se que­dó vigi­lán­do­los mien­tras se lle­va­ban a la madre secues­tra­da. Los hicie­ron estar entre diez y vein­te minu­tos enca­pu­cha­dos sin hablar. La per­so­na que se que­dó con ellos les adver­tía de su pre­sen­cia cada cin­co minutos.“Para la fami­lia, fue un gol­pe muy duro. Papá lo pagó con la vida. Se abo­có a tener algún tipo de infor­ma­ción y nun­ca la con­si­guió. Per­di­mos una ima­gen impor­tan­te”, con­clu­yó.Este tra­mo de la Mega­cau­sa Cam­po de Mayo que se encuen­tra en eta­pa de tes­ti­mo­nia­les se desa­rro­lla de mane­ra vir­tual todos los miér­co­les a las diez de la mañana.

Fuen­te: La Tinta

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *