Juan Carlos Zambrana Marchetti, Resumen Latinoamericano, 28 de octubre de 2020.
Tras la victoria contundente de Luis Arce Catacora en Bolivia, la prensa dio cuenta de una noticia sorprendente. Como si nada extraño hubiese pasado con el derrocamiento de Evo Morales y la posesión arbitraria de Jeanine Añez, el gobierno interino de esta señora planea un acto de transmisión de mando.
La palabra transmisión implica la presencia de los dos mandatarios en el mismo escenario, y que el presidente saliente le imponga al entrante la banda presidencial, cómo es el caso, por ejemplo, de Uruguay. Esos actos de transmisión de mando son esencialmente actos que evocan el profundo respeto a la institucionalidad democrática de un país, además de la extraordinaria civilidad, educación y madurez política. Ese acto protocolar es siempre el mismo porque está diseñado para que el gobierno saliente entregue el mando de la nación de la misma forma en que lo recibió. Tomando en cuenta la forma violenta e inconstitucional en que Jeanine Añez llegó al poder, sería aberrante que pretenda entregarlo de igual manera.
Bajo esa lógica, tendrían que estar presentes personajes como el General Williams Kaliman, el General Orellana, Luis Fernando Camacho, la resistencia Cochala, las plataformas ciudadanas, las piticas, los policías que quemaron la wiphala en las afueras del Palacio Quemado, los que gasificaron a las cholitas que protestaban contra el golpe, y los militares que mataron a 36 indígenas en Senkata y Sacaba. La idea es totalmente aberrante, porque con Evo Morales todavía en el exilio y sus ministros presos o encerrados en embajadas, Jeanine Añez se apresura a controlar las riendas de un evento en el que los invitados especiales serían los represores del pueblo boliviano. Es un intento agresivo del gobierno de Añez de lavarse la cara a último momento, y eso se nota en la noticia de prensa cuando en todo momento se autodenomina gobierno “constitucional”. Pareciera tratarse de una decisión política, legal y mediática de acercarse ante las cámaras, a los mandatarios electos de Bolivia, para evocar constitucionalidad y normalidad. Pero nada hubo de eso en el derrocamiento de Morales ni en el gobierno de Añez, y tratar de sugerirlo a último momento es aberrante en grado superlativo.
Considerando, además que el país se encuentra en crisis sanitaria y económica, y que el mundo enfrenta una segunda ola de coronavirus, lo que cabe en estas circunstancias es un sobrio acto de posesión del nuevo presidente, coordinado por ellos mismos desde el poder legislativo. El acto tendría que ser planificado respetando todas las medidas de bioseguridad, incluyendo la apropiada distancia social. No hay que olvidar que será un acto de posesión en tiempos de Coronavirus, lo que implica evitar hacinamientos y grandes conglomeraciones. Hay grandes diferencias entre un acto de transmisión de mando y uno de posesión del nuevo presidente. La primera involucra a dos partes, la segunda solo a una. En muchos países incluido Bolivia se usa la posesión del presidente, con lo cual se inaugura su mandato. Hoy más que nunca, no hay razón para forzar las cosas, ni espacio para fanfarrias ni maniobras mediáticas.
Fuente: Juan Carlos Zambrana