Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 15 octubre 2020.-
Un video de Bolivia viaja por el mundo, transmitido por medios alternativos. Muestra a un oficial del ejército de bajo rango, que dice estar sirviendo en la policía militar, denunciando los planes del ministro del Interior, Arturo Murillo, para evitar que el Movimiento al Socialismo (MAS) gane las elecciones del 18 de octubre.
El oficial afirma que se importaron armas de gran calibre de Estados Unidos para su distribución clandestina entre la policía militar y los grupos paramilitares. “Estamos indignados – dice – porque nos han dado la orden de fusilar a los campesinos indígenas si deciden protestar contra el fraude que se está organizando. Muchos venimos del campo, sería como disparar contra nuestros padres”.
El video sigue a otra alarma, que anuncia «un baño de sangre, luto y dolor». Así lo informó el portal británico Morning Star, recogiendo fuentes de inteligencia del ex gobierno de Morales sobre una aplicación móvil que adormecería el voto al revelar las preferencias de los ciudadanos.
El artículo cuestiona a un ciudadano boliviano llamado Edgar Villegas, acusado por el MAS de ser uno de los autores intelectuales del golpe militar de noviembre de 2019, como el creador de la tecnología utilizada para manipular la información electoral y sentar las bases de una estafa inexistente de Morales.
Una estafa orquestada en Washington y gestionada por la Organización de Estados Americanos (OSA), imprudentemente invitada al país por el propio Morales, fuerte de la transparencia del proceso electoral y de las encuestas que le atribuían la victoria en la primera vuelta.
Una victoria efectivamente obtenida, pero inmediatamente impugnada por la derecha, que desató violentas protestas contra el presunto fraude. Numerosos organismos internacionales luego verificaron la transparencia del resultado de Morales, pero ya la derecha había logrado su objetivo, obligando al presidente a irse, bajo la amenaza de los militares golpistas.
Desde su exilio en Argentina, apoyado por todas las fuerzas progresistas de América Latina, Evo Morales ha repelido los innumerables ataques para demoler su figura, explicando las verdaderas razones del golpe de Estado en Bolivia. Razones que, principalmente, conciernen al control del litio, recurso estratégico para grandes conglomerados internacionales.
El más ligero de todos los metales, utilizado médicamente en terapias psiquiátricas para la estabilización del humor, se presenta como un gran negocio a nivel mundial: el carbonato de litio, del que está hecho, cuesta 13.000 dólares la tonelada. Varios componentes de litio se están utilizando industrialmente no solo para baterías de teléfonos celulares (y se espera que se produzcan ocho mil millones para 2025), sino también para la producción de automóviles eléctricos.Bajo el desierto de sal, el Salar de Ujuni, que se extiende por 10.000 kilómetros cuadrados, se estima que existen hasta 21 millones de toneladas del llamado «oro blanco»: el depósito más grande del planeta. “El litio de Bolivia es del pueblo”, dijo Morale a los empresarios de la multinacional alemana ACISA, con la que había firmado un contrato para la explotación del litio desde 2018.
La «culpa» de Morales fue que quiso dotar a su país de tecnología autónoma para el procesamiento del litio, que es particularmente avanzada y costosa, por lo que se dirigió a China. De ser un presidente muy querido y elogiado por haber permitido el «milagro económico» boliviano en los tres mandatos consecutivos de su presidencia, Morales ha vuelto así a ser «el indio odiado», autoritario y hasta abusador de menores.
Un ataque violento y racista, ya destacado durante los 21 días de huelga general que precedieron al golpe. Un papel crucial lo jugó el Comité Cívico pro Santa Cruz, presidido por Fernando Camacho, ahora candidato a las elecciones, que se atribuye el «derrocamiento del indio» por un 80%, tanto desde el punto de vista económico como organizativo.
La nefasta influencia de la oligarquía cruceña liderada por Estados Unidos, que intenta volver al país bajo un régimen neocolonial completo, ya es evidente un año después del golpe de Estado de la autoproclamada presidenta Janine Añez. La inversión pública cayó inmediatamente de un 15%, y de un 40% en los tres meses anteriores a la pandemia. El PIB, que ante registraba un crecimiento medio anual superior al 5%, cayó 8 puntos, mientras que el desempleo alcanzó el 12%.
La corrupción y el uso privado de los recursos públicos, que involucra a varios ministros de gobierno, comenzando por Murillo, es evidente, aún más evidente por la sobrefacturación en la compra de respiradores inútiles y otros equipos para enfrentar la pandemia.
Y mientras el dúo de candidatos por el Mas, integrado por Luis Arce y David Choquehuanca, concluía la campaña electoral con un mitin muy popular en El Alto, el candidato de derecha Carlos Mesa, que se presenta por Comunidad Ciudadana, ha elegido Santa Cruz.
Las encuestas lo muestran en un 33,1% frente al 42,2% de Arce, que solo necesitaría un 0,9% para ganar en la primera vuelta. Según la ley electoral, de hecho, para ganar es necesario obtener más del 50% de los votos o al menos el 40% a condición de tener 10 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado.
Tras registrar la ausencia total de aprobación, Áñez se retiró de la competencia, y Camacho también ocupa un lugar muy bajo en comparación con los dos primeros candidatos. Sin embargo, su papel en los escenarios que se están preparando no será en absoluto secundario. Murillo y compañía ya recibieron instrucciones precisas de Washington, y la OSA de Almagro está lista para hacer el trabajo sucio nuevamente.
En primera instancia, intentarán proponer la trampa del presunto fraude, como sucedió con Morales. Si la victoria del MAS es contundente, habrá un enfrentamiento abierto, en el que los grupos paramilitares, que ya han sido protagonistas de numerosos actos de violencia contra el MAS durante la campaña electoral – Resistencia Juvenil Cochale, Resistencia KM Cero y Unión Juvenil Cruceñista – tendrán rienda suelta por completo. Si, por el contrario, pasamos a la segunda vuelta, prevista dentro de un mes, la derecha tendrá la oportunidad de sumarse contra el MAS.
Quienes realmente tienen el pulso del país dicen que el MAS tendrá el voto «rural», el del exterior, el «oculto», que es el voto de los que no se manifiestan abiertamente por miedo a la dictadura, pero luego expresan su opinión en el urnas, y el voto de los «indecisos» que estaría ganando Arce. Y que podría ganar en la primera ronda. Pero, después de los ríos de dinero invertidos por la embajada de Estados Unidos para apoyar a la oligarquía, manipular las investigaciones y «ungir» a los observadores electorales, ¿los dejarán hacerlo? Entonces la lucha de clases decidirá.