Resumen Latinoamericano, 10 octubre 2020.
Dossier del Instituto Tricontinental analiza impactos directos del modelo neoliberal en el trabajo y la educación.
Cerca de 10,5 millones de jóvenes brasileños ni estudian, ni trabajan, según datos recogidos por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) por medio de la PNAD Continua (2019) y de la PNAD Covid19 (2020) – que tiene carácter experimental durante la pandemia.
El coronavirus alcanzó de lleno a una parte considerable de la juventud que ya se encontraba en situación vulnerable. En el primer trimestre de este año, por ejemplo, la media nacional del desempleo entre los jóvenes de 18 a 24 años fue de 27,1%. El record fue de la región Nordeste, que registró 34,1%.
Según señala el dossier Una mirada sobre la juventud y la periferia en tiempos de coronashock, del Instituto Tricontinental de Investigación Social, lanzado este martes (06), la pandemia evidencia como las perversidades del modelo neoliberal se concretan en la vida de los jóvenes brasileños.
La precarización del mundo del trabajo es una de las consecuencias más graves de este modelo, de acuerdo con Lauro Carvalho, Investigador del Observatorio de las Juventudes en Periferias Urbanas del Tricontinental.
Con la llegada de la pandemia, los llamados bicos y freelas son, en la mayoría de los casos, la única opción de trabajo y fuente de ingresos para los jóvenes. La realidad corrobora, conforme señala Carvalho, el pensamiento presentado por el neoliberalismo que el emprendedurismo es la mejor salida.
Entre la juventud de esta generación en comparación con sus padres, por ejemplo, hay una gran diferencia en cuanto a las posibilidades de futuro. Hoy en día, los jóvenes están condenados a lidiar con la inmediatez, sin perspectivas de construir una carrera estable y sin ver al trabajo como un espacio de construcción colectiva.
«Esta joven generación vive de la lógica del individuo-empresa. Siempre está buscando información, novedad, acceso para competir, para estar más a tono, para circular donde sea posible en búsqueda de dinero, que es otra forma de abordar el trabajo, diferente de la generación anterior», dice el investigador.
El resalta que los jóvenes de la periferia son afectados de forma aún más directa y sitúa la categoría de los repartidores de aplicaciones, que realizaran dos paros en julio, como un buen ejemplo de la influencia de esta lógica y señala que los debates relacionados con la organización sindical, por ejemplo, acaban siendo vistos de forma peyorativa por esa generación.
«La lógica de la individuo-empresa se manifiesta en el derecho de acceder a la aplicación, de no ser suspendido, de poder hacer la extensa jornada de trabajo. La cuestión de la relación laboral, la cuestión de los beneficios de ley, la idea de la jubilación, de los derechos no aparecen con centralidad. La lógica de ser su propio jefe, de ser un empresario, encanta al joven más que ser un empleado», analiza Carvalho.
Sin clases, sin salud y sin hogar
Además del cierre directo de puestos de trabajo, la pandemia ha supuesto obstáculos para los jóvenes en fase de estudios, desde la educación básica hasta la universidad. Según el análisis de Lauro Carvalho, la precariedad de la educación a distancia hace que los estudios sean menos atractivos y levanta aún más la idea de que la formación no es el camino adecuado para mejorar las condiciones de vida y la inserción en el mercado laboral.
«La juventud tiene dificultades para mantenerse al día con las clases. No importa cuántas escuelas hayan hecho educación a distancia, clases virtuales, los jóvenes de la periferia, en particular, tienen dificultades para mantenerse al día con el celular, a veces no tienen Internet en casa, lo que dificulta mucho el rendimiento a lo largo del año. La competencia de ENEM [Examen Nacional de la Educación Media], por ejemplo. Es un problema al que se enfrentan los jóvenes y que tendrá consecuencias a corto plazo».
Según Stella Paterniani, doctora en antropología social e investigadora del Observatorio de la Juventud en las Periferias Urbanas, la concentración de casos de covid 19 en la periferia de las ciudades expone el patrón de la colonialidad en lo que respecta a la ocupación de territorios.
Los jóvenes, los trabajadores domésticos y las enfermeras, entre otras ocupaciones, no tuvieron derecho a permanecer en cuarentena. Con el desplazamiento, están aún más expuestos al virus y, al volver a casa, se enfrentan a la precariedad de la red de salud pública.
Se trata de personas y territorios, como subraya el investigador, que ya estaban atravesados por condiciones estructurales de desigualdad, que en Brasil están marcadas por la raza y la clase. Como ejemplo, cita una investigación realizada por la PUC-Rio, que demostró que las probabilidades de que un paciente negro o moreno y analfabeto muera como consecuencia del nuevo coronavirus en el Brasil son 3,8 veces mayores que las de un paciente blanco con un nivel educativo universitario.
Paterniani también destaca la cuestión de la vivienda, ya que se siguen realizando desalojos urbanos incluso en medio de la pandemia. Según un mapa de la campaña Despejo Zero [Desalojo Cero], más de 6 mil familias brasileñas fueron desalojadas durante el período. Sólo en São Paulo se produjeron 1.681 desalojos, lo que equivale al 26% de todos los casos.
«En el momento en que la fórmula es ‘quedarse en casa’, el propio estado brasileño ha producido la falta de habitación, destruyó casas, dejó a las familias sin asistencia. La necropolítica como política de Estado no es nada nuevo en nuestro país», se lamenta.
«Lo que nuestra historia nos muestra es que algunos cuerpos no pueden quedarse en casa y no están seguros, ni en casa ni en la calle. Los jóvenes negros de la periferia tienen sus vidas amenazadas todo el tiempo. Si salen de casa se ven amenazados por el virus, si se quedan en casa se ven amenazados por el Estado», critica Paterniani, refiriéndose a la ausencia de una red estructurada de asistencia social y a la violencia policial.
Sujeto político
El dossier 33 del Instituto Tricontinental también presenta reflexiones sobre la historia de la juventud brasileña como una categoría política esencial para las movilizaciones sociales. Estos jóvenes que, por ejemplo, se pusieron al lado de los trabajadores e inmigrantes en las protestas contra el imperialismo y los grandes bloques económicos europeos a principios de la década de 2000, en el llamado movimiento antiglobalización.
Una característica que llama atención, para Pateniani, es la forma en que la juventud desafía la separación entre política y cultura.
«Las luchas por la liberación nacional, los movimientos del 68, articulan fuertemente el arte y la política. En Brasil podemos ver esto más claramente desde los años 90, cuando los movimientos culturales de la periferia crecieron y se intensificaron. Ya sea el rap, el hip hop, los bailes funk, los blacks, más adelante en la década de 2000 los saraus y los slams, que se consolidan como un espacio de cultura y política autoorganizada», ejemplifica, añadiendo que la lucha contra el racismo, la LGBTofobia, el feminismo y la lucha anticapitalista se encuentran entre las principales banderas que levantan estos movimientos.
El documento Una mirada sobre la juventud y la periferia en tiempos de coronashock también aborda la necesidad de la reconectar las organizaciones populares con los colectivos juveniles. Principalmente encarar el reto de comprender donde y como se produce la participación política de los jóvenes, blanco constante de las promesas neoliberales.
En opinión del investigador Lauro Carvalho, «al mismo tiempo que la juventud nació bajo la influencia neoliberal y lleva esta semilla, también lleva la semilla de la transformación».
«No es por nada que hemos visto en el último período que la novedad, la innovación, la atracción, han venido de esta juventud. Cuando hablamos de cambio estructural, debemos asociar, ya sea en la izquierda o en cualquier proyecto de país, a la juventud en este proceso», enfatiza.
Fuente: Brasil de Fato