Colombia. Campo Elias Galindo: ¿Quién lo asesinó y con qué propósito?

Colom­bia. Cam­po Elias Galin­do: ¿Quién lo ase­si­nó y con qué propósito?

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Por Oto Higui­ta. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de octu­bre de 2020.

“Mi papá fue un real revo­lu­cio­na­rio (¡lo escri­bo con tan­to orgu­llo!), fue un soña­dor, pero al mis­mo tiem­po un tra­ba­ja­dor inago­ta­ble, con un com­pro­mi­so y unas con­vic­cio­nes envi­dia­bles. No per­dió tiem­po de su vida en ren­co­res, livian­da­des o capri­chos del ego. Sabía que para mirar bien al futu­ro y cons­truir­lo digno para todas y todos, había que des­ci­frar muy bien las cla­ves de la his­to­ria con un pen­sa­mien­to agu­do y crí­ti­co, pero tam­bién sabía muy bien que había que actuar y movi­li­zar­se con pasión y amor para cons­truir y alcan­zar la uto­pía…” (Oria­na Galin­do Muñoz).

Cam­po Elías Galin­do, 69 años, en ple­na madu­rez inte­lec­tual, pro­duc­ción aca­dé­mi­ca y polí­ti­ca, jubi­la­do de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Mede­llín; dedi­có gran par­te de su vida a la docen­cia, a la lucha polí­ti­ca, estu­dian­til y sindical.

Cuan­do se cono­ció la terri­ble noti­cia del cri­men, no podía­mos creer que fue­ra cier­ta. Un ata­que cer­te­ro y atro­na­dor como un rayo lan­za­do por los ver­du­gos en el poder, nos arre­ba­ta­ba así a Cam­po Elias.

Asu­mir la pér­di­da del ami­go y com­pa­ñe­ro en la dis­tan­cia geo­grá­fi­ca y la sole­dad, pro­du­ce un espas­mo emo­cio­nal. No se ha aca­ba­do de reci­bir la funes­ta noti­cia y un tem­po­ral sacu­de lo más pro­fun­do del ser. E impe­le a aga­rrar­nos de un hilo que nos saque del aba­ti­mien­to, para tra­tar de enten­der que a Cam­po Elias lo silen­cia­ron de la mane­ra más infame.

Las preo­cu­pa­cio­nes del pro­fe­sor y ami­go, tal vez con excep­ción del gus­to por el tan­go, eran las mis­mas de una gene­ra­ción de acti­vis­tas y mili­tan­tes poli­ti­cos de izquier­da, colec­ti­vos de muje­res y jóve­nes, y movi­mien­tos sociales. 

Como revo­lu­cio­na­rio, hizo par­te de la gene­ra­ción que luchó des­de los espa­cios del movi­mien­to polí­ti­co amplio y legal, que al igual que la que asu­mió la lucha arma­da y fue mili­tar­men­te con­fron­ta­da duran­te los años que ha dura­do una gue­rra que no ter­mi­na, a pesar de varios inten­tos por fina­li­zar­la tra­vés de acuer­dos de paz que han fra­ca­sa­do; su gene­ra­ción tam­bién fue dura­men­te repri­mi­da por un Esta­do que no ha vaci­la­do en usar el cri­men polí­ti­co, el terro­ris­mo, la tor­tu­ra, la des­apa­ri­ción for­za­da, la cár­cel, la cen­su­ra y el exi­lio para blin­dar los intere­ses de una clase.

Su abrup­ta y vio­len­ta muer­te ha sacu­di­do tenaz­men­te los cimien­tos del movi­mien­to social y el teji­do orga­ni­za­ti­vo que se ha veni­do recons­tru­yen­do duran­te los últi­mos años, par­ti­cu­lar­men­te en la ciu­dad; movi­mien­to del cuál fue uno de los más dedi­ca­dos y com­pro­me­ti­dos arte­sa­nos, don­de des­ta­ca­ban su méto­do dia­léc­ti­co de relo­je­ro, des­ar­man­do el todo en sus par­tes – los argu­men­tos de sus adver­sa­rios- para lue­go armar el suyo con la pacien­cia, cono­ci­mien­to y pre­ci­sión de exper­to relojero. 

Ocu­rre en Colom­bia de nue­vo, como si estu­vie­ra con­de­na­da a vivir en el pasa­do, nun­ca en un pre­sen­te digno y el dere­cho a soñar un futu­ro de paz y jus­ti­cia social estu­vie­se secues­tra­do; se está pro­du­cien­do el exter­mi­nio sis­te­má­ti­co y a cuen­ta gotas de líde­res socia­les, de los fir­man­tes del acuer­do de paz de las disuel­tas FARC; masa­cres dia­rias de la pobla­ción civil iner­me e inde­fen­sa; y una bru­ta­li­dad poli­cial que es pan de cada día.

Los últi­mos ocho años, Cam­pi­to, como fami­liar­men­te le decían, se com­pro­me­tió acti­va­men­te en las cam­pa­ñas y movi­mien­tos socia­les que levan­ta­ron con fuer­za y deci­sión la con­sig­na en favor de los diá­lo­gos de paz de La Haba­na. Hizo par­te del Fren­te Amplio por la Paz, que bus­ca­ba en Mede­llín y Antio­quia una alian­za y con­ver­gen­cia de las fuer­zas polí­ti­cas de izquier­da y demo­crá­ti­cas en favor de los Acuer­dos de Paz.

Así mis­mo, par­ti­ci­pó en gru­pos de estu­dio que dis­cu­tían temas de ciu­dad y urba­nis­mo, jugan­do un impor­tan­te papel duran­te la pre­pa­ra­ción, deli­be­ra­ción y con­clu­sio­nes del Foro Social Urbano Alter­na­ti­vo y Popu­lar que se lle­vó a cabo en Mede­llín, en la Uni­ver­si­dad de Antio­quia en el 2014.

Últi­ma­men­te, se había dedi­ca­do a ser cons­truc­tor de movi­mien­tos y ciu­da­da­nías libres y cons­cien­tes, como las lla­ma­ba, y en ese pro­ce­so se hizo miem­bro acti­vo del pro­yec­to de la Colom­bia Huma­na, la pla­ta­for­ma ciu­da­da­na que bus­ca pro­du­cir un cam­bio en el mode­lo de gobierno y en el poder polí­ti­co, impul­san­do la can­di­da­tu­ra a la pre­si­den­cia de Gus­ta­vo Petro.

Sus apor­tes al deba­te de ciu­dad, par­ti­cu­lar­men­te sobre el papel del Gru­po Empre­sa­rial Antio­que­ño (GEA), sus ten­tácu­los e influen­cia sobre las Empre­sas Públi­cas de Mede­llín (EPM) y la pri­va­ti­za­ción que la empre­sa ha sufri­do de espal­das a sus legí­ti­mos pro­pie­ta­rios, la ciu­da­da­nía de Mede­llín, ha sido de gran ayu­da para des­en­mas­ca­rar la pri­va­ti­za­ción silen­cio­sa que sufre una empre­sa públi­ca his­tó­ri­ca y cen­tral en el desa­rro­llo y urba­nis­mo de la ciudad.

Sus aser­ti­vos aná­li­sis, han ser­vi­do para enten­der la influen­cia del gru­po de empre­sa­rios del GEA en las esfe­ras del poder polí­ti­co, cul­tu­ral, social, edu­ca­ti­vo, eco­nó­mi­co e ins­ti­tu­cio­nal de la ciu­dad y del depar­ta­men­to; han con­tri­bui­do a des­en­tra­ñar los intere­ses eco­nó­mi­cos y los pode­res ocul­tos detrás del desas­tre ambien­tal y pér­di­das billo­na­rias de la mega obra Hidro­ituan­go, que ha afec­ta­do la vida de miles de fami­lias cam­pe­si­nas de la cuen­ca del Río Cau­ca, en Antioquia.

Siem­pre dio en el blan­co en sus aná­li­sis y escri­tos, sus dar­dos iban diri­gi­dos siem­pre a esa cla­se repre­sen­ta­da por el par­ti­do polí­ti­co de extre­ma dere­cha, Cen­tro Demo­crá­ti­co, que se ha encar­ga­do de “hacer tri­zas” los acuer­dos de paz y ha pues­to en el gobierno un títe­re, Ivan Duque, ele­gi­do con com­pra de votos y en alian­za con pode­ro­sos cla­nes mafio­sos de la cos­ta, nar­co-gobierno que cuen­ta con el aval de Alva­ro Uri­be Vélez, ex pre­si­den­te acu­sa­do de miles de crí­me­nes y deli­tos en Colombia.

Su muer­te vio­len­ta ha envia­do un men­sa­je cla­ro al movi­mien­to social y las ciu­da­da­nías libres que bus­can el cam­bio de raíz y paz con jus­ti­cia social: la adver­ten­cia a quie­nes como él han teni­do el cora­je, la con­cien­cia y la volun­tad de lucha para poner fin al Esta­do de terror y el tipo de régi­men vigen­te en Colombia. 

La tor­tu­ras a las que fue some­ti­do tie­nen la impron­ta de un cri­men de Esta­do. Su muer­te se ajus­ta per­fec­ta­men­te a lo que se cono­ce como cri­men político.

De Cam­po Elias y su omi­no­so cri­men, no solo tene­mos el deber de exi­gir jus­ti­cia si no, tam­bién, dar­le con­ti­nui­dad y vida a su obra y pen­sa­mien­to. El ser y revo­lu­cio­na­rio ejem­plar que fue, es nues­tro deber que no se dilu­ya en el olvido.

Fuen­te: TeleSUR

Itu­rria /​Fuen­te

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