Resumen Latinoamericano, 8 de octubre de 2020.
Gabo Ferro murió hoy en Buenos Aires a los 54 años dejando una obra artística que exhibe sus indómitas búsquedas y que, en el terreno estrictamente musical, regaló nuevas posibilidades para la canción como género.
Pero además de ese fenomal aporte autoral e interpretativo, Gabriel Fernando Ferro, tal el nombre con el que nació el 6 de noviembre de 1965 en el barrio porteño de Mataderos, fue historiador, narrador, dramaturgo y docente, todas facetas que abrazó con hondura y pasión.
Al conocerse la noticia de su muerte, su representante, Celia Coido, emitió un conciso comunicado: “En este triste día, despedimos al adorado artista Gabo Ferro. Nos abrazarán siempre sus canciones, su poesía y su generosa sonrisa».
«Sabemos que es una persona y artista muy querido. Agradecemos el respeto en este momento para con sus familiares y amigxs. ‘Estuve, estoy, estamos, estarás”», expresó.
De ese modo, el creador se marchó en silencio, lejos de las luces y las marquesinas, espacios ficticios que cuestionaba en su obra.
Ferro irrumpió en la música como fundador y cantante de la banda de hardcore Porco que marcó huella en el under de la ciudad de Buenos Aires entre 1992 y 1998, con distintas formaciones.
Tras la disolución del grupo, se recibió de historiador y en 2005 volvió a bateas con su primer álbum solista, “Canciones que un hombre no debería cantar” y el pulso de ese gesto inaugural en la canción marcó el tono de un repertorio notable que regó otros 11 discos (el último de ellos “Historias de Pescadores y Ladrones de la Pampa Argentina”, junto a Sergio Ch.).
En esos 13 años, a guitarra, poesía y voz supo como pocos artistas operar sobre las palabras y los sonidos para construir un discurso capaz de romper toda casilla y ser, a un mismo tiempo, bello, incómodo, subyugante, hermético, hondo y explícito.
Ya bajo el sello propio, independiente y autogestivo Costurera Carpintero hizo otras siete placas en solitario (“Boca arriba”, “La aguja tras la máscara” o “El lapsus del jinete ciego”, entre las más rotundas) y se puso en diálogo con artistas de otras tradiciones en cuatro, resultando de alto impacto su encuentro con la voz de Luciana Jury en “El veneno de los milagros”.
De ese profuso e inspirado cancionero destaca el desgarro de piezas como «Soy todo lo que recuerdo», «Hay una guerra», «Soltá», «En el fondo del mal», «Porque se desobedece», «El ojo del cazador», «Mi testamento en tu espalda», «Para traerte a casa» o «Dicen», pero cualquier recorte es parcial e injusto.
La canción es el fantasma
“Como yo siento la canción no es ni más ni menos que el fantasma y qué es el fantasma: Una energía fina buena o mala que anima todas las cosas y que aparece cuando quiere, se expresa y se va; y el disco es una pretensión de atrapar ese fantasma”, definió Ferro su experiencia creativa a Télam en septiembre de 2016 cuando recién publicaba “El lapsus del jinete ciego”.
Sobre aquella experiencia registrada en un teatro vacío, apuntó: “Me interesó para captar y pensar el vacío de un teatro si es que eso es posible. Algunos piensan que eso redunda en la fidelidad del audio y yo entiendo que, al contrario, como en la vida real, esa ausencia puede parecer que atenta contra la buena vida real de nosotros y de las cosas, pero hay que hacerse amigo de esa aparente ausencia, de ese aparente vacío en la grabación y en la vida real”.
En relación al modo de inscribir su obra en el tiempo, sostuvo que “todos los discos que tienen una pata en el momento histórico en el que fueron hechos y son urgentes. Y a mí me gusta mucho el interjuego que se da entre la realidad y la fantasía, entre lo político peligroso y lo fantástico supuestamente falto de peligro y me gusta que se crucen esas cosas. Como la fantasía puede ser tremendamente peligrosa y como ciertas cuestiones políticas pueden ser completamente inofensivas y no hay tal cosa ni en un lado ni en el otro”.
En materia literaria y ensayística figuran el poemario “Recetario panorámico elemental fantástico & neumático” y los ensayos “Barbarie y Civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas” y “Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino”, además de “200 años de monstruos y maravillas argentinas”.
En su faceta interpretativa más allá del rock y la canción, participó junto a Haydée Schvartz en la puesta de “Four Walls”, de John Cage, para el Centro de Experimentación del Teatro Colón, protagonizó la ópera “Ese grito es todavía un grito de amor”, sobre textos de Roland Barthes con música y libreto de Gabriel Valverde, dirección musical de Juan Carlos Tolosa y regie de Rubén Szuchmacher, y junto a Emilio García Wehbi “Artaud: lengua madre”
También en clave performática protagonizó “Diabólico. La partitura y el mapa” compuesta junto con Pablo Lugones, “Derivas de La Tempestad” y la ópera contemporánea “El astrólogo”, con música y libreto de Abel Gilbert y dirección de Walter Jakob.
En 2015, mereció el Premio Konex como una de las cinco mejores figuras de la década 2005 – 2015 en la disciplina Canción de Autor y en abril del año pasado fue reconocido como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Fuente: Telam
Murió Gabo Ferro
El cantante Gabo Ferro murió hoy a los 54 años, víctima de cáncer. Había saltado a la fama con Porco, la banda que lideró de 1992 a 1998 y que se hizo famosa en la escena under con dos discos: Porco y Naturaleza muerta.
n ese momento vivió una profunda crisis existencial y se hartó de la escena musical, abandonó su banda de hardcore (Porco) y se metió a estudiar el profesorado de Historia. En las aulas hablaba poco y nada, le decían “el mudo”. Pero siete años después y con el empuje de amigos (Ariel Minimal, Vicente Luy), volvió a encontrar su voz y publicó, sin demasiadas expectativas, su primer disco solista, Canciones que un hombre no debería cantar (2005). A partir de ahí, arrancó un camino artístico incesante, vertiginoso y fructífero, que incluye ocho discos en solitario, cuatro en dupla, libros de poesía y ensayo, óperas y más. Los principales fueron Todo lo sólido se desvanece en el aire y Mañana no debe seguir siendo esto. Su último lanzamiento fue en 2016, con El lapsus del jinete ciego. El músico, poeta e historiador fue distinguido por la Legislatura porteña como Personalidad Destacada de la Cultura en 2019.
“Estas cosas no se hacen en soledad. Si todo esto se sostuvo y se desarrolló, fue porque hubo del otro lado personas que abrazaron esto. Cuando empecé, no tenía un programa sobre qué hacer, lo sigo descubriendo”, reflexionaba Ferro por entonces.
“Cada paso es un panorama diferente”, le dijo a Página/12. “Estoy atento, busco cosas que me aporten un nuevo color para meter. Y siempre con todo encima, todo lo vivido, todo lo hecho, todo lo amado. Por eso duele. Es una cosa gratísima y amorosa, pero también es dolorosa. Porque la presencia también está constituida por su ausencia; por la gente que no está, por lo que ya no tenés. Es inquietante cuando a uno lo gastan por su melancolía. ¿Qué buena vida habrás tenido hermano, vos, que podés saltear la melancolía y la tristeza?”, ironizaba.
En la tríada clase, raza y género, Ferro encontró los materiales para problematizar su música y decir cosas “urgentes y políticas”. “Cada disco es una instantánea histórica”, sostenía. “Cuando yo decía que estas eran políticas a atenderse, me miraban como si fueran una especie de gestos militantes pero no políticos. En 2004 era increíble pensar en una política de género. Ahora digo que habría que buscar el modo de meter el amor en la agenda política y me miran con cara de sorpresa también”.
Además escribió libros. En 2009 vio la luz Barbarie y civilización: sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (1835−1852); al que le siguieron Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino, en 2010; y Costurera Carpintero. Antología de letras de canciones de Gabo Ferro, un trabajo de 2014 que prologó Diana Bellessi.
En 2017 fue parte de El astrólogo (un cuadro) , la ópera escrita por Abel Gilbert con dirección de Walter Jakob, en la que Ferro se puso en la piel del personaje creado por Roberto Arlt en Los siete locos.
Fuente: Página 12