Por Enric Llopis, Resumen Latinoamericano, 17 octubre 2020.-
Per molt que bufe el vent se hace eco de las resistencias en el Forn de Barraca, La Punta, Benimaclet o Alboraia.
La Autovía V‑21 es la carretera de acceso a la ciudad de Valencia por el norte. En julio de 2019 el Ministerio de Fomento, controlado por el PSOE, aprobó el inicio de las expropiaciones para la ampliación a tres carriles de uno de sus tramos, Carraixet-València. El movimiento Per l’Horta denuncia que la ejecución de las obras supone la destrucción de 62.000 metros cuadrados de huerta, entre los municipios de Alboraia (24.500 habitantes) y Valencia.
Este verano, tras más de una semana de protestas, la familia propietaria y los activistas lograron detener la instalación de una torre eléctrica en uno de los campos –en Alboraia- afectados por la ampliación de la V‑21. En este contexto se producen las movilizaciones. Per l’Horta y el colectivo Forn de Barraca convocaron el pasado 27 de septiembre una marcha contra la autovía, que recorrió las obras y permitió observar el “enorme impacto” de la prolongación sobre l’Horta.
La marcha terminó en el Forn de Barraca. Esta alquería centenaria fue demolida hace un año para ampliar la V‑21, pese a la resistencia pacífica –durante diez días- en la casa. La guardia civil realizó el desalojo al amanecer, sin mostrar orden judicial, con un dispositivo que los acampados calificaron como “desproporcionado” y que incluía un helicóptero, más de un centenar de agentes y 20 vehículos. La mayor parte de las personas desalojadas requirieron atención médica. También se impidió ejercer la libertad de información a periodistas acreditados, entre otras “irregularidades” denunciadas por el colectivo. Los cuatro activistas detenidos fueron puestos en libertad con cargos. Una semana antes, el 20 de septiembre de 2019, las maquinarias derribaron la alquería de Bayarri, cuyo origen data de finales del siglo XVIII, con el mismo objetivo: la ampliación de la autovía.
El Forn de Barraca se ha convertido en un emblema de la defensa de l’Horta. Autor de una veintena de documentales, el periodista David Segarra incluye en su última producción, Per molt que bufe el vent, imágenes de la lucha social y la destrucción de esta masía; el título del documental remite al dicho popular valenciano “Per molt que bufe el vent no s’apaguen les estreles”, con el que finaliza su anterior audiovisual, Savis de l’horta. El 26 de septiembre fue estrenado Per molt que bufe el vent en un cine al aire libre, la Terrassa Lumiere de Alboraia.
Respecto a la Autovía V‑21, el autor ha estado filmando las protestas a partir de 2017 (ese año el Ministerio de Fomento, en manos del PP, licitó las obras de ampliación en el tramo Carraixet-València y Per l’Horta organizó marchas contra la infraestructura); en otros frentes, Segarra ha recogido imágenes grabadas por activistas, periodistas y documentalistas desde 2000. Por ejemplo, sobre la implantación de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del Puerto de Valencia en l’Horta de La Punta, que aún en 2020 no está operativa y contra la que el Tribunal Supremo emitió una sentencia en 2015.
La lucha popular frente a la ZAL y el Puerto –con un papel central de la comunidad de mujeres- tuvo su punto álgido en 2002 y 2003, pero no pudo impedir que las excavadoras arrasaran 73 hectáreas de huerta y cerca de 150 familias perdieran la tierra y modo de vida. Desaparecieron alquerías históricas, casas de huerta, viviendas y barracas.
No es el punto final. Hace una semana el colectivo Forn de Barraca y Marfull-Acció Ecologista Agró desplegaron una pancarta gigante con la consigna “No a la ZAL. Recuperem l’Horta”, en un edificio abandonado de Sociópolis (macrobarrio fracasado de 348.000 metros cuadrados en la pedanía de La Torre, al sur de la capital, que los activistas calificaron como “una muestra más de urbanismo salvaje”). Periodista en su día del quincenal L’Avanç, David Segarra también fotografió en 2001 a los activistas de Salvem l’Horta de Benimaclet encadenados a las máquinas y frente a la acometida policial; trataban de frenar la construcción de la Ronda Nord de Valencia sobre la zona hortícola del barrio.
Renaixem, Savis de l’horta, La mola és nostra y Terra de Muixeranga son los últimos documentales del cofundador de L’Avanç. En cuanto a Per molt que bufe el vent,se ha financiado con una campaña de micromecenazgo, que ha obtenido un 40% más de los 8.000 euros inicialmente previstos; una parte de este excedente se aportará a la actividad de Per l’Horta y a los resistentes del Forn de Barraca que afrontan juicios y multas. Además, el proyecto ha contado con la colaboración de la editorial Sembra Llibres, el diseñador Diego Mir y Per l’Horta.
Entrevistado en el programa CGT en Acción de Radio Klara, el periodista apuntó una perspectiva de la conservación de l’Horta a largo plazo: “L’Horta tiene mil años de historia, es un sistema agrícola que ha sobrevivido a todos los regímenes políticos. De hecho, Valencia es la única metrópoli europea rodeada por un anillo de huerta milenaria, que no se hubiera preservado sin la resistencia de las labradoras y labradores con su trabajo, y de los vecinos y movimientos sociales que han luchado con coraje, mucho esfuerzo y sufrimiento: esta ha sido su gran victoria. En el siglo XX, el crecimiento urbanístico y el desarrollismo de los años 60 causó la mayor amenaza y destrucción en la historia de l’Horta; la clave es mantener viva, productiva y fértil la superficie restante”.
Los documentos oficiales dan cuenta de esta pérdida durante las últimas décadas; según el Plan de Acción Territorial (PAT) de l’Horta de València (2018), “si en 1950 sólo había desaparecido un 10% de huerta histórica, en 2006 esta tendencia se ha acentuado de forma alarmante, al haberse constatado una desaparición de huerta histórica del 30%” (Informe de Sostenibilidad Ambiental). El geógrafo urbanista Víctor Soriano i Piqueras, autor de La huerta de Valencia. Un paisaje menguante, detalla a partir de fotografías aéreas comparadas y cartografía que entre 1956 y 2011 la superficie de huerta se redujo en un 64% (más de la mitad de esta pérdida se produjo en los primeros 20 años del periodo, por factores como la construcción de infraestructuras, el crecimiento demográfico, la presión urbanística o el cultivo de cítricos).
David Segarra sostiene en Radio Klara que, aunque “la modernidad nos enseñe a reflexionar a muy corto plazo, las luchas forman una larga cadena de eslabones conectados en el espacio y el tiempo”. El cineasta recuerda las luchas pioneras –en la primera mitad de los años 70- para la conservación de la devesa de El Saler, bosque del entorno de Valencia integrado en el ecosistema de L’Albufera.
En 1965 el Ayuntamiento franquista de Valencia aprobó, en el contexto del boom turístico, un plan para la urbanización de 871 hectáreas entre l’Albufera y el mar, que incluía un helipuerto, campo de golf, hoteles, torres de apartamentos, un gran centro comercial o puertos para embarcaciones deportivas, entre otras actuaciones. La campaña ciudadana El saler per al poble, asociaciones vecinales, el compromiso de intelectuales (Josep Vicent Marqués), y profesionales (Just Ramírez y Carles Dolç) además de otros apoyos –como el del diario Las Provincias‑, lograron que la piqueta no avanzara.
También a mediados de los años 70, la campaña cívica El llit del Túria és nostre i el volem verd impidió la construcción de una autopista en el viejo cauce del río Túria, después de erigirse el nuevo para evitar el impacto de riadas y desbordamientos fluviales, como el de 1957. Hoy, el antiguo lecho es un gran parque verde de 110 hectáreas en Valencia.
Otra victoria mencionada por David Segarra es la de Salvem el Botànic, Recuperem Ciutat. Esta coordinadora cívica se constituyó en 1995 y, tras más de dos décadas de batalla, alcanzó su objetivo: evitar la construcción –en los solares anexos al Jardí Botànic de la Universitat de València- de un hotel de 11 alturas promovido por el empresario Antonio Mestre. Son muestras de la capacidad de resistencia. “¿Dónde están esos poderes que parecían omnímodos, como la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá o los expresidentes de la Generalitat Valenciana, Zaplana, Camps y Fabra?”, se pregunta Segarra.