Gua­te­ma­la. El país del eterno abu­so a los pue­blos originarios

Por Ilka Oli­va Cora­do. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de octu­bre de 2020.

Gua­te­ma­la, país de des­igual­da­des eter­nas y racis­mo enrai­za­do has­ta en el azú­car del café. País de cla­sis­tas muer­tos de ham­bre. En esa Gua­te­ma­la que se des­bor­da de poe­sía y memo­ria en los hui­pi­les de las muje­res indí­ge­nas y; de sacri­fi­cio y tra­ba­jo mile­na­rio en sus manos y espal­das, la exclu­sión la ponen los mes­ti­zos que des­de siem­pre se han creí­do supe­rio­res por etnia y cla­se social.

En esa Gua­te­ma­la de indí­ge­nas masa­cra­dos y des­apa­re­ci­dos en masa, en la Gua­te­ma­la de la des­me­mo­ria colec­ti­va, del abu­so guber­na­men­tal, de la defo­res­ta­ción, de los eco­ci­dios, de la migra­ción for­za­da, de las par­va­das de cli­cas cri­mi­na­les saquean­do el Esta­do. Esa Gua­te­ma­la de mes­ti­zos jac­tán­do­se de tener niñas indí­ge­nas de emplea­das domés­ti­cas en sus casas. De indí­ge­nas raján­do­se el lomo car­gan­do los bul­tos de los mes­ti­zos en el mer­ca­do La Ter­mi­nal. De mes­ti­zos muer­tos de hambre. 

Gua­te­ma­la, don­de se vivió uno de los geno­ci­dios más atro­ces de la his­to­ria lati­no­ame­ri­ca­na que bus­ca­ba exter­mi­nar a los pue­blos ori­gi­na­rios. Poco ha cam­bia­do des­de enton­ces, los indí­ge­nas siguen sien­do humi­lla­dos, exclui­dos y explo­ta­dos. Sus tie­rras siguen sien­do roba­das por oli­gar­quías a las que el Esta­do sola­pa, las aguas de los ríos con­ta­mi­na­das dejan­do a comu­ni­da­des ente­ras sin sus­ten­to. Por­que en la Gua­te­ma­la de las eter­nas des­igual­da­des y el racis­mo los pue­blos ori­gi­na­rios son los más mal­tra­ta­dos, pero tam­bién los más dig­nos. Llo­ran solos a sus muer­tos, como si la muer­te de un indí­ge­na no valie­ra lo mis­mo que la de un mes­ti­zo, como si masa­crar indí­ge­nas fue­ra como ata­car plagas. 

Se cui­dan entre ellos, se abri­gan entre ellos por­que solo se tie­nen a ellos mis­mos, los indí­ge­nas en Gua­te­ma­la como par­te de la socie­dad y la pobla­ción solo exis­ten para ser explo­ta­dos. Gua­te­ma­la está para­da sobre sus lomos, resue­lla el país gra­cias a las reme­sas que envían miles de migran­tes indo­cu­men­ta­dos, esos migran­tes son en su mayo­ría indí­ge­nas que han teni­do que aban­do­nar sus pue­blos para irse a bus­car la vida a otro país. Enton­ces tam­bién, a pesar de ser dis­cri­mi­na­dos por sus pro­pios con­na­cio­na­les ellos los man­tie­nen a flo­te con sus reme­sas. Gua­te­ma­la no sub­sis­te gra­cias los mes­ti­zos, logra medio res­pi­rar gra­cias a las reme­sas de miles de indí­ge­nas. Los mis­mos indí­ge­nas que pro­ba­do está que en tiem­po de cri­sis dan a manos lle­nas, se qui­tan el boca­do de la boca para dar­lo a quien ten­ga nece­si­dad sin dete­ner­se a pen­sar en etnias. 

Y esto se ve tam­bién en las luchas por la defen­sa del medio ambien­te, son los indí­ge­nas los que ponen el pecho, los que defien­den el agua de los ríos, los que defien­den los bos­ques, los dere­chos huma­nos de sus pue­blos. Y cuan­do ata­can, vio­len­tan o ase­si­nan a uno de ellos, son ellos los úni­cos que salen a denun­ciar. Está paten­te el caso de las muje­res ixi­les que denun­cia­ron haber sido vio­la­das por miem­bros del ejér­ci­to en tiem­pos de dic­ta­du­ra, en el jui­cio por geno­ci­dio en el 2013. La socie­dad las dejó solas, no solo las acu­só de men­ti­ro­sas tam­bién las dis­cri­mi­nó por su etnia. 

Está el ejem­plo de la Masa­cre de Alas­ka, el 4 de octu­bre de 2012 en don­de 7 per­so­nas indí­ge­nas fue­ron masa­cra­das por sol­da­dos del ejér­ci­to en el kiló­me­tro 169, en la Cum­bre de Alas­ka cuan­do se mani­fes­ta­ban pací­fi­ca­men­te jun­to a otros cien­tos, en defen­sa de la edu­ca­ción y por el alza a la ener­gía eléc­tri­ca. Has­ta la fecha los fami­lia­res de esas víc­ti­mas siguen luchan­do por jus­ti­cia en la Gua­te­ma­la de la eter­na impu­ni­dad. La socie­dad tam­bién los dejó solos, eran indí­ge­nas que los mes­ti­zos no reco­no­cen como per­so­nas. Las pobla­cio­nes que en Petén, fron­te­ra con Méxi­co son saca­das de sus casas por doce­nas de poli­cías y sol­da­dos, para entre­gar­les las tie­rras a fin­que­ros. ¿Qué socie­dad por ellas?

Cuan­do detie­nen y vio­len­tan a perio­dis­tas indí­ge­nas comu­ni­ta­rios solo los pue­blos ori­gi­na­rios con ellos. Y como un ejem­plo tam­bién recien­te, la deten­ción de la perio­dis­ta comu­ni­ta­ria Anas­ta­sia Mejía Tiri­quiz, direc­to­ra de la esta­ción de radio Xol Abaj Radio y Xol Abaj Tv, en el muni­ci­pio de Joya­baj, Qui­ché. A la que se le acu­sa de sedi­ción, aten­ta­do agra­va­do, incen­dio pro­vo­ca­do y robo agra­va­do, por­que docu­men­tó e infor­mó sobre irre­gu­la­ri­da­des de ges­tión y mane­jo del alcal­de de Joya­baj, Fran­cis­co Carras­co­sa y las mani­fes­ta­cio­nes de la pobla­ción en su con­tra. Es decir, a las auto­ri­da­des de turno no les gus­tó que la perio­dis­ta docu­men­ta­ra con video y audio las imá­ge­nes de la pobla­ción mani­fes­tan­do su recha­zo a su ges­tión en la alcal­día y de ahí su deten­ción no solo para ame­dren­tar­la, pero tam­bién para callar la expre­sión y denuncia. 

Estas deten­cio­nes a perio­dis­tas comu­ni­ta­rios se dan con regu­la­ri­dad en un país don­de la impu­ni­dad soca­ba toda lucha por la jus­ti­cia, perio­dis­tas que son dis­cri­mi­na­dos por par­te del gre­mio, don­de abun­dan los mes­ti­zos, cla­sis­tas y racis­tas que los deni­gran por sus etnias, pero tam­bién por­que estos comu­ni­ca­do­res no cuen­tan con el títu­lo uni­ver­si­ta­rio que los acre­di­te. En el caso de la perio­dis­ta Anas­ta­sia Mejía Tiri­quiz se ha vis­to muy cla­ro el racis­mo y el cla­sis­mo del gre­mio perio­dís­ti­co del país que cuan­do tocan a uno de los suyos brin­can con uñas y dien­tes, pero no vaya a ser un indí­ge­na por­que enton­ces que se defien­da solo. Lo que no sor­pren­de, por­que en un país don­de el racis­mo y el cla­sis­mo está has­ta en las mos­cas del pla­to de comi­da, raro sería que el gre­mio actua­ra con soli­da­ri­dad y por con­se­cuen­cia huma­na; que nin­gu­na de las dos la dan los car­to­nes uni­ver­si­ta­rios y vaya que si de eso sabrán los pue­blos ori­gi­na­rios más que nadie. 

Con qué gran sacri­fi­cio los perio­dis­tas comu­ni­ta­rios escri­ben sus artícu­los de opi­nión, rea­li­zan sus videos, sus notas de audio, toman sus foto­gra­fías, denun­cian­do lo que suce­de en sus comu­ni­da­des, pues no cuen­tan con los recur­sos mate­ria­les ni con el finan­cia­mien­to de nada, es de su pro­pia bol­sa, no tra­ba­jan para nin­gún medio don­de les paguen un sala­rio, lo hacen por la nece­si­dad de infor­mar a sus comu­ni­da­des. Para que enci­ma de todo el abu­so guber­na­men­tal, el racis­mo y el cla­sis­mo pro­pios del país el gre­mio no se soli­da­ri­ce con ellos y los igno­re con esto colo­cán­do­los en posi­cio­nes más vul­ne­ra­bles toda­vía con­tra el abu­so. Pero ni fal­ta que hacen, los pue­blos ori­gi­na­rios se han defen­di­do solos des­de siem­pre y lo segui­rán haciendo. 

Los pue­blos ori­gi­na­rios de Gua­te­ma­la exi­gen la liber­tad inme­dia­ta de la perio­dis­ta comu­ni­ta­ria Anas­ta­sia Mejía Tiri­quiz. Y jun­to a ellos quie­nes cree­mos en el dere­cho a la liber­tad de expre­sión y en que un títu­lo uni­ver­si­ta­rio, una etnia o cla­se social no le da las aga­llas ni la dig­ni­dad a nadie, ni se las quita.

Fuen­te: TeleSUR

Itu­rria /​Fuen­te

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