Por Gerardo Fernández Casanova, Resumen Latinoamericano, 14 octubre 2020.-
La transformación de la vida pública nacional necesariamente pasa por una nueva forma de hacer política pero, tal parece, que los que profesan tan noble actividad no han podido asumirlo, particularmente entre quienes dicen enarbolar los postulados de la 4T. MORENA ha dejado de ser movimiento y ha olvidado el concepto de la regeneración nacional. El Presidente ha renunciado a ser el dirigente nato del partido por él fundado y lo ha dejado huérfano y sin correa de transmisión entre la enorme masa que lo apoya y la cúpula del poder que ostenta. El resultado es ominoso y contradice la aspiración popular por dar a la política un contenido ético y programático.
Carente de estructura y de cuadros capaces de conducir el partido por el cause de la transformación, MORENA reproduce los vicios de la tan reprobada partidocracia y da lugar a la nefasta intervención del Instituto Nacional Electoral y el correspondiente Tribunal Federal Electoral. Peor aún, se ve obligado a acudir al expediente de las encuestas de opinión para elegir a su dirigencia, sin mediar debate alguno de propuestas y constatación de capacidades de liderazgo. Un mecanismo de suyo destructor de la vida partidista; gana el más conocido o el más “carita” de los contendientes lo que sólo permite salvar el trámite pero prostituye la actividad de la política por la injerencia del dinero para la exposición de las figuras en contienda.
Definitivamente no es eso lo que buscamos quienes dimos la lucha transformadora y se corre el riesgo de provocar una peligrosa decepción entre las bases de apoyo. El Presidente hace gala de comunicación directa entre su persona y la gran masa y, sin duda, logra su objetivo, en el sentido descendente pero sólo recibe la respuesta de la aceptación social acrítica y sin aportación democrática en el quehacer público. Pero el gobernar desgasta; más cuando existe una vigorosa reacción a sus afanes de cambio que necesariamente se fortalece en la medida que dicho cambio afecta intereses, ya no de los poderosos sino de gente común y corriente que se ve lastimada por las decisiones de política. Hace falta la organización social que explique la razón de las acciones y promueva su respaldo vigoroso; la mañanera es un gran ejercicio de educación pero resulta insuficiente para la formación de ciudadanía. Es mucho pueblo para tan flaca dirigencia, es muy grande el trecho entre la el Presidencia y su base de apoyo, hacen falta mecanismos intermedios para llenar vacío.
Me parece inaudito e incomprensible que no se haya podido instrumentar un intenso programa de formación de cuadros y que, en torno al cual se haya desatado una infructuosa disputa en la cúpula del partido. Hay que recordar que MORENA es un partido nuevo y sus militantes son gente fresca que no practica las viejas fórmulas, que las detesta y busca la nueva forma de hacer política, ajena a las ambiciones personales o de grupo. Es tarea de urgente realización para no caer en la intromisión de los viejos zorros de la politiquería.
El mayor problema de los partidos tradicionales y, por lo visto, también para el nuevo, radica en la selección de sus dirigentes y sus candidatos, principalmente del lado izquierdo del espectro. Es frecuente que deriven en rupturas y graves debilitamientos ante sus adversarios conservadores. 2021 será una prueba de fuego para MORENA y sus aliados, primero para conservar y fortalecer la alianza y luego para elegir candidatos; se juegan 15 gubernaturas, 500 diputados, congresos estatales y ayuntamientos municipales en varias entidades. Una candidatura por MORENA tiene una alta posibilidad de triunfo por el arrastre de AMLO, lo que lleva a radicalizar la competencia entre los aspirantes, con la correspondiente intervención de oportunistas. A diferencia del 2018 en que hubo que incluir a mucha gente extraña, el partido debe tener mayor capacidad de selección entre su membrecía con carrera de participación comprometida, cuadros que asuman la convicción del servicio y la unidad. Ojalá se pueda prescindir de los métodos de encuestas o tómbolas, tan lejanas de un real ejercicio democrático.
El obradorismo deberá arrasar en las elecciones de 2021: las encuestas así lo apuntan. Pero en la próxima legislatura habrá que emprender una profunda reforma del estado y del sistema de partidos. Adelanto asuntos como la elección de diputados por la vía proporcional al 100%, rediseñar la función del senado para ser efectivamente la representación del pacto federal y reduciendo su papel legislativo; estudiar la fórmula argentina de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) para la nominación de candidatos; reflexionar a profundidad el tema del financiamiento a los partidos a fin de hacerlo justo y racional; revisar el reglamento de las cámaras y de sus órganos de gobierno; precisar ante la ciudadanía la función de diputados y senadores para exigirles cuentas en lo que les corresponda, entre otros asuntos que debieran contemplarse integralmente.
La transformación de la realidad nacional necesita procesar estos asuntos y colocarlos a la altura de las nuevas circunstancias, de lo contrario, el riesgo es que en 2024 el desbarajuste político nos retorne al viejo sistema de la corrupción y el engaño.