Por Guadi Calvo*, Resumen Medio Oriente, 16 de octubre de 2020-.
Frente a las derrotas que está sufriendo la franquicia del Daesh en Afganistán tras los ataques, no solo de los Estados Unidos y el Ejército Nacional Afgano (ENA), sino de los propios talibanes que nunca han admitido en su territorio otras fuerzas insurgentes, a excepción de sus aliados históricos de al-Qaeda, la wilāyat Daesh Khorasan, como se conoce al grupo que opera en Asía Central, se está batiendo en retirada. En sus filas se han destacado milicianos, no solo afganos, sino también extranjeros en su mayoría indios, tayikos y paquistaníes, muchos de ellos veteranos de la guerra en Siria e Irak.
El pasado cuatro de abril, la wilāyat sufrió un golpe demoledor cuando fue detenido Aslam Farooqi o Abdullah Orakzai, el wali (gobernador)de la organización en Afganistán desde 2018, tras la eliminación de Abu Saeed Bajawori, por fuerzas afganas y estadounidenses. La detención del alto jefe militar, junto a unos veinte de sus hombres, en una operación montada por la Dirección Nacional de Seguridad (NDS), junto a la CIA, se produjo en la provincia sureña de Kandahar. Según los talibanes Farooqi, no fue capturado, sino que está bajo la protección de los estadounidenses. Esta no es la primera acusación de los integristas afganos sobre la connivencia entre el Daesh y el Departamento de Estado.
Se ignoraba que la organización fundada por Abu Bakr al-Bagdadí se encontrara operando en Kandahar, una provincia emblemática para el talibán, por ser considerada como su lugar de nacimiento en 1994. Lo que lleva a sospechar que en realidad Farooqi, tras verse obligado a abandonar sus posiciones en las provincias nordestinas de Nangarhar y Kunar, buscaba refugio seguro en la porosa frontera con Pakistán, su país de origen.
La mayoría de los demás emires o walis del Daesh Khorasan en Afganistán han muerto a lo largo de estos dos últimos años, por lo que este habría sido este uno de los últimos golpes para terminar de decapitar al grupo que, a pesar de su enorme capacidad de resistencia, tras soportar casi cinco años el asedio constante de los bombardeos norteamericanos, las operaciones del ejército afgano y las emboscadas del propio talibán, finalmente tendría que abandonar su objetivo principal en Asía Central. Lo que en tiempos de los persas se conocía como Khorasan (tierra del oeste o tierra del sol) estaba conformada por los actuales territorios de Irán, Afganistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.
La derrota del califato en Irak y Siria, le ha quitado sustento financiero y logístico a sus distintas “sucursales” entre ellas a la wilāyat Khorasan, a lo que se le debe sumar que entre los puntos acordados con Washington y la organización dirigida por el mullah Hibatullah Akhundzada, está en colaborar con el combate al Daesh en el país, cuestión en la que el Talibán estuvo abocado desde los primeros momentos en que el grupo de al-Bagdadí se instaló en el país.
El alto mando que acompaña la decisión del mullah Akhundzada, sabe muy bien que pactar con los norteamericanos, será para mucho pactar con el propio satán, como ellos mismos han llamado a los Estados Unidos a lo largo de estos casi 20 años de guerra. Por lo que es lógico esperar que algunos mandos medios provinciales se rebelen a los acuerdos que sus mandos han firmado en Doha en febrero último con los delegados de Donald Trump. Lo mismo que ahora están haciendo con los “títeres” de Kabul, como en reiteradas oportunidades han llamado al gobierno del presidente Ashraf Gani.
El Daesh, entiende que cualquier las deserciones del talibán, podrían redundar en su benefició engrosando sus filas, por lo que ahora más que nunca resistir es clave y para ellos y trasladar su guerra a las antiguas repúblicas soviéticas del norte afgano es una gran oportunidad, por lo amplio y permeable de las fronteras. Con Tayikistán 1210 kilómetros, con Turkmenistán 744 y con Uzbekistán 137, países donde el Daesh también cuenta con grupos afines que operan en esos países desde hace años y donde el fundamentalismo se encuentra arraigado fuertemente tras casi ocho décadas del “oscurantismo, ateo y materialista soviético”.
Desde y la guerra que la antigua Unión Soviética libro contra los muyahidines afganos, sostenidos por una gigantesca entente de la que participaron las grandes potencias occidentales con Estados Unidos a la cabeza, que echó mano a los infinitos recursos económicos de las monarquías petroleras del golfo Pérsico y una enorme lista de naciones que incluía desde Pakistán a Egipto, pasando por Israel y una confundida China.
El desenlace final de esa guerra y la disolución de la Unión Soviética, en la mayoría de las naciones islámicas, desde Nigeria a Filipinas, los integristas financiados por las monarquías del Golfo Pérsico fueron por todo, por lo que el ataque a las torres de Nueva York, no fue en absoluto un comienzo, sino una batalla más por Allah. Del fenómeno de la internacionalización de la causa wahabita las antiguas repúblicas soviéticas, de Asía Central, no han quedado exentas.
Por lo que el desbande del Daesh en Afganistán, los cimbronazos internos del talibán, que se están empezando a evidenciar, como por ejemplo con la ofensiva que están desarrollando en la provincia de Helmand, ha encendido las alarmas ya que podría obligar a interrumpir no solo las conversaciones intra afganas, sido demorar todavía más la retirada norteamericana del país, uno de los puntos fundamentales del acuerdo con los Estados Unidos. Desde hace varios días están siendo atacadas áreas cerca de Lashkar Gah, la capital provincial, lo que obligó la intervención del ENA, con el apoyo aéreo estadounidenses, por lo que centenares de familias debieron abandonarlo todo y escapar de la zona. Hasta el miércoles 14, efectivos del talibán ¿rebelde a sus mandos? seguían avanzando hacia Lashkar Gah, violando el compromiso con Washington firmando en febrero de no atacar ciudades. Al parecer esa operación se había decidido antes de que el presidente Trump anunciara, dentro de la campaña por su relección, su voluntad de repatriar a todas sus tropas antes de Navidad.
En el imaginario takfirista, el fanatismo que despierta la nueva escalada entre Azerbaiyán, nación musulmana, por los irredentos territorios de Nagorno-Karabaj contra los “cruzados” armenios y el estado de volatilidad en que se encuentra Kirguistán, tras las revueltas civiles alentadas por las sospechas de fraude eleccionario, que han obligado al presidente Sooronbái Jeenbékov, este jueves 15 ha renunciar, conforman un escenario óptimo para activar a los grupos integristas que operan en la región.
El Valle de Fergana
Con un tamaño de 22 mil kilómetros cuadrados, tan grande como la República de El Salvador, y compartido por Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán, donde se arraigan las comunidades más conservadoras de esas naciones, surgieron organizaciones como el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU), Jund al Khilafah, la Unión Jihad Islámica, llevan años establecidas y habiendo hecho su juramento de lealtad o baya´t a al-Bagdadí serían un lugar perfecto para que los hombres del Daesh que abandonan Afganistán, esperen una cambio de situación en ese país, que los beneficie para volver. En el valle de Fergana cuentan con sus “hermanos” que podrán abastecerlos, darle abrigo, logística y hombres.
Fueron muchos los muyahidines uzbecos, kirguises y tayikos, que participaron en el Daesh y en al-Qaeda en Afganistán y Pakistán, al igual que en la guerra en Siria e Irak. Quizás la figura más relevante haya sido el ex coronel del ejército tayiko Gulmurod Khalimov, ministro de guerra del Estado Islámico, muerto en Siria en 2017.
Los gobiernos Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán evalúan, la posibilidad del retorno de sus ciudadanos que han sobrevivido a la guerra en Siria e Irak y pueda volver a sus países a fortalecer las organizaciones terroristas locales, ya que han demostrado tener un alto nivel de organización, se estima que unos 5500 centroasiáticos marcharon a la guerra en el Levante, divididos en unos 2 mil uzbekos, otros tantos de tayikos, 850 de Kirguistán y de 500 a 600 de kazajos. Aunque la mayoría de ellos habían sido reclutados fuera de sus países y se encontraban viviendo en Turquía, países del Golfo y Rusia.
En abril pasado, la inteligencia alemana pudo desarmar una red de muyahidines tayikos asociado con células albanesas, que estaban operando en Renania del Norte-Westfalia, para lanzar un gran ataque en algún lugar de Europa.
La Katibat al-Imam al-Bukhari (Batallón del Imam al-Bukhari) por el religioso nacido en la ciudad de Bujará, hoy Uzbekistán, en 810, mayoritariamente compuesto por uzbekos. En la ciudad de Alepo combatieron junto a dos organizaciones chechenas: al-Muhajireen wal-Ansar y la Jamaat pertenecientes al Emirato del Cáucaso, en esa alianza también participó Tawhid wal Jihad, grupo compuesto mayoritariamente kirguises.
Así todo, las naciones de Asía Central, con un espectro de más de 70 millones de habitantes, no ha sufrido grandes acciones terroristas, en parte a los estrictos controles de los asesores rusos, las que sucedieron fueron acciones esporádicas casi individuales y no parte de campañas orquestadas como pueden suceder en otras naciones donde operan organizaciones más estructuradas, lo que no deja de ser un aliciente para los sueños de un califato en Khorasan.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.