Perú. El fuego de muerte y destrucción en los bosques

Perú. El fue­go de muer­te y des­truc­ción en los bosques

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Maga­li Estra­da /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 11 de octu­bre de 2020

El recien­te incen­dio cer­ca del par­que arqueo­ló­gi­co de Sac­sayhua­mán, en Cus­co, ha expues­to cómo la fra­gi­li­dad de bos­ques, monu­men­tos y sitios turís­ti­cos, va de la mano de una fal­ta de res­pues­ta rápi­da de las auto­ri­da­des. Entre enero y setiem­bre de este año se han repor­ta­do más de 1.800 incen­dios fores­ta­les en el país, de los cua­les 77 han ocu­rri­do en áreas natu­ra­les pro­te­gi­das. El fue­go oca­sio­nó la muer­te de 10 per­so­nas, la cifra más alta de los últi­mos tres años. En este infor­me Ojo­Pú­bli­co deta­lla el impac­to de estos desastres.

Aun­que aún se inves­ti­gan las cau­sas del incen­dio fores­tal ocu­rri­do cer­ca del Par­que Arqueo­ló­gi­co de Sac­sayhua­mán, en Cus­co, el muni­ci­pio pro­vin­cial cree que el fue­go se expan­dió lue­go de la que­ma de pas­ti­za­les en los alre­de­do­res. La hipó­te­sis de las auto­ri­da­des se ali­nea con un comu­ni­ca­do emi­ti­do por el Minis­te­rio del Ambien­te, Ser­nanp y Ser­for, en setiem­bre de este año, que indi­ca que el 98% de estos even­tos son oca­sio­na­dos por las per­so­nas. En este caso, si bien fal­tan aún más datos para con­fir­mar el ori­gen del incen­dio, un repor­te pre­li­mi­nar seña­la que este desas­tre dañó apro­xi­ma­da­men­te 200 hec­tá­reas de bos­ques de las comu­ni­da­des aledañas. 

Los incen­dios son cada vez más fre­cuen­tes. Tam­bién en Cus­co, en setiem­bre, se regis­tró otro en el Cerro Cal­va­rio, loca­li­za­do en el San­tua­rio His­tó­ri­co de Machu­pic­chu. Los bom­be­ros con­tro­la­ron las lla­mas lue­go de dos días, antes de que lle­ga­ra a la ciu­da­de­la Inca, pero alcan­za­ron a des­truir 20 hec­tá­reas de bos­ques. Un mes antes, en agos­to y en ple­na pan­de­mia, la región más turís­ti­ca del Perú repor­tó el incen­dio más letal del 2020 en el dis­tri­to de Ocongate. 

El alcal­de del cen­tro pobla­do Anda­ya­que, Juan Macha­ca Huan­ca, recuer­da la tra­ge­dia como una suce­sión de som­bras corrien­do en des­or­den, una lar­ga cor­ti­na de humo que cre­ce jun­tos a gri­tos deses­pe­ra­dos. “Por defen­der sus plan­ta­cio­nes de pino, la gen­te se entre­gó al fue­go. Muchos murie­ron y deja­ron a sus niños huér­fa­nos”, cuen­ta por teléfono.

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DESASTRE. Has­ta setiem­bre de este año se han pro­du­ci­do en el Perú más de 1.800 incen­dios fores­ta­les, la mayo­ría en Áncash, Cus­co y Puno. 
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FUEGO MORTAL. Los incen­dios fores­ta­les ocu­rri­dos este año en Perú deja­ron 10 per­so­nas falle­ci­das, nue­ve de ellas en Cusco.

El desas­tre ocu­rrió en el lími­te entre los dis­tri­tos de Ccat­ca y Ocon­ga­te, en la pro­vin­cia de Quis­pi­can­chi (Cus­co). El repor­te del Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Defen­sa Civil (Inde­ci) seña­la que aque­lla vez ocho per­so­nas murie­ron inten­tan­do apa­gar las lla­mas, entre ellas cua­tro ado­les­cen­tes. Según Macha­ca, el incen­dio se ori­gi­nó cuan­do un cam­pe­sino que­mó male­zas en su cam­po para habi­li­tar­lo para sem­brar, una prác­ti­ca muy común en los andes. 

Las víc­ti­mas que­da­ron atra­pa­das en medio del fue­go y otras murie­ron asfi­xia­das. Esta mis­ma tra­ge­dia dejó a otras 70 per­so­nas heridas. 

Según Inde­ci, entre enero y fines de setiem­bre de este año, 10 per­so­nas falle­cie­ron a cau­sa de incen­dios fores­ta­les. A las víc­ti­mas de Ocon­ga­te, se suman una del dis­tri­to de Hua­no­qui­te, pro­vin­cia de Paru­ro (Cus­co), y otra más en Áncash. El 2020 se ha con­ver­ti­do en el más trá­gi­co de los últi­mos tres años: en 2018 hubo tres falle­ci­dos, y el 2019 ninguno. 

El Ser­vi­cio Fores­tal y de Fau­na Sil­ves­tre (Ser­for) infor­mó que, has­ta fines de setiem­bre de este año, se han pro­du­ci­do 1.877 incen­dios fores­ta­les. Si bien es una cifra menor en com­pa­ra­ción a 2018 (4.819) y 2019 (5.650), lo que preo­cu­pa a las auto­ri­da­des es la can­ti­dad de falle­ci­dos de este año. El 2018 los incen­dios des­tru­ye­ron 169 mil hec­tá­reas de bos­ques y vege­ta­ción y el 2019, 198 mil hec­tá­reas. Las cifras de este año se cono­ce­rán al cie­rre del 2020, aun­que Inde­ci ha pre­ci­sa­do pre­li­mi­nar­men­te que en lo que va del año se han per­di­do 7.200 hec­tá­reas de cul­ti­vos. Las regio­nes más afec­ta­das fue­ron Puno, Cus­co, Áncash. Huá­nu­co y Junín.

Hay otra infor­ma­ción, sin embar­go, que ayu­da tam­bién a enten­der la dimen­sión de la des­truc­ción. Los datos de Glo­bal Forest Watch, una pla­ta­for­ma de moni­to­reo basa­do en imá­ge­nes sate­li­ta­les de la NASA con el méto­do de detec­ción VIIRS, iden­ti­fi­can solo entre junio y setiem­bre de este año 57.773 aler­tas de incen­dio en todo el país. Los datos reco­gi­dos por este sis­te­ma miden las áreas don­de la tem­pe­ra­tu­ra tie­ne un com­por­ta­mien­to por enci­ma de lo nor­mal. Inclu­ye incen­dios fores­ta­les, gran­des y peque­ños, pro­du­ci­dos en su mayo­ría por las que­mas agrícolas.

En Perú exis­ten 247 áreas natu­ra­les pro­te­gi­das, que repre­sen­tan el 16% de la super­fi­cie del terri­to­rio nacio­nal: 75 de ellas son ges­tio­na­das por el Ser­vi­cio Nacio­nal de Áreas Natu­ra­les Pro­te­gi­das por el Esta­do (Ser­nanp), y el res­to es res­pon­sa­bi­li­dad de los gobier­nos regio­na­les e ins­ti­tu­cio­nes pri­va­das. Este año, según infor­mó el Ser­for, se han pro­du­ci­do 77 incen­dios fores­ta­les en estas áreas; una cifra mayor en com­pa­ra­ción al 2018 (cuan­do ocu­rrie­ron 33) o al 2019 (67).

El Par­que Nacio­nal Huas­ca­rán, ubi­ca­do en la región Áncash, y la Reser­va Pai­sa­jís­ti­ca de Nor-Yau­yos Cochas, que com­par­ten las regio­nes Lima y Junín, han sido las dos áreas más afec­ta­das en los últi­mos años. En lo que va del 2020 se han pro­du­ci­do 18 incen­dios en el Par­que Nacio­nal Huas­ca­rán, cua­tro de ellos comen­za­ron en la zona de amor­ti­gua­mien­to, pero final­men­te ingre­sa­ron has­ta el área pro­te­gi­da. En total, el fue­go des­tru­yó 2.713 hec­tá­reas de vegetación. 

La Jefa­tu­ra del Par­que Nacio­nal Huas­ca­rán deta­lló que los incen­dios impac­ta­ron el pai­sa­je, que es la base del desa­rro­llo turís­ti­co de Áncash; los gla­cia­res, por­que las par­tí­cu­las se posan sobre los neva­dos y ace­le­ran su degla­cia­ción; y sobre la cober­tu­ra vege­tal. “Con las que­mas, las altas tem­pe­ra­tu­ras tam­bién afec­tan el sue­lo, gene­ran ero­sión y pro­du­cen deser­ti­fi­ca­ción”, agre­ga­ron los inves­ti­ga­do­res del parque.

El Códi­go Penal del Perú orde­na que se san­cio­ne con pena de cár­cel no menor de cua­tro ni mayor de seis años a quie­nes oca­sio­nen inten­cio­nal­men­te incen­dios fores­ta­les, pero es raro que se cum­pla esta nor­ma por­que para ello es cla­ve iden­ti­fi­car a los res­pon­sa­bles. Y, si se logra­ra, se argu­men­ta­ría que no hubo dolo.

Las solu­cio­nes no pasan por una nor­ma para san­cio­nar a quie­nes pro­pi­cien el incen­dio fores­tal, sos­tie­ne la Jefa­tu­ra del Par­que Nacio­nal Huas­ca­rán, sino por un cam­bio de cos­tum­bres, debi­do que para los pobla­do­res de las comu­ni­da­des ‑sobre todo las andi­nas- la que­ma de pas­ti­za­les los ayu­da a libe­rar los espa­cios don­de desean sem­brar, y creen que con ello sus pas­tos bro­ta­rán más robustos. 

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PREVENCIÓN. Los espe­cia­lis­tas reco­men­da­ron a las auto­ri­da­des inci­dir en el cam­bio de cos­tum­bres en las zonas don­de se rea­li­za que­ma tradicional. 
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SACRIFICIO. Bom­be­ros y bri­ga­dis­tas de Cus­co se pre­pa­ran antes de ingre­sar a la zona del incen­dio, cer­ca del par­que Sacsayhuamán. 
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UNIÓN. Poli­cías y civi­les par­ti­ci­pan en las labo­res de miti­ga­ción del incen­dio ocu­rri­do cer­ca del par­que de Sac­sayhua­mán, en Cusco. 

La Reser­va Pai­sa­jís­ti­ca de Nor Yau­yos-Cochas es la otra área natu­ral pro­te­gi­da más afec­ta­da por los incen­dios fores­ta­les. Cuen­ta con una super­fi­cie de 221.268 hec­tá­reas y alber­ga 150 espe­cies de plan­tas, entre estas pajo­na­les, que­ñua­les y puyas Rai­mon­di. Aquí se han pro­du­ci­do 14 incen­dios fores­ta­les en lo que va del año, que han des­trui­do 3.500 hec­tá­reas de pajo­na­les y unas 350 hec­tá­reas de arbus­tos, infor­mó a Ojo­Pú­bli­co Abdías Villos­la­da Tai­pe, jefe de esta reser­va. “(Estos incen­dios) afec­tan la bio­di­ver­si­dad y los medios de vida de las comu­ni­da­des, el daño es con­si­de­ra­ble”, señaló.

Otras áreas pro­te­gi­das afec­ta­das son la Reser­va Nacio­nal de Sali­nas y Agua­da Blan­ca (Are­qui­pa y Moque­gua), Reser­va Nacio­nal de Tum­bes, Reser­va Pai­sa­jís­ti­ca Sub­cuen­ca del Cotahua­si (Are­qui­pa) y Coto de Caza Sun­chu­bam­ba (Caja­mar­ca). Asi­mis­mo, se han repor­ta­do 107 incen­dios fores­ta­les en zonas de amor­ti­gua­mien­to, que son espa­cios adya­cen­tes a las Áreas Natu­ra­les Pro­te­gi­das, y que fun­cio­nan como cin­tu­ro­nes de protección. 

El bió­lo­go Paul Viñas Ola­ya, coor­di­na­dor del Pro­gra­ma de Con­ser­va­ción Noroes­te de Natu­ra­le­za y Cul­tu­ra Inter­na­cio­nal Perú, dijo que los incen­dios fores­ta­les en áreas pro­te­gi­das “sig­ni­fi­can pér­di­da de hábi­tat, bio­di­ver­si­dad de flo­ra y fau­na endémica”.

En este sen­ti­do, expli­có que lue­go de los incen­dios regis­tra­dos en 2016 en el área de con­ser­va­ción ambien­tal Pacai­pam­pa, en la región Piu­ra, su orga­ni­za­ción hizo estu­dios en par­ce­las de con­trol para deter­mi­nar qué tan rápi­do se res­ta­ble­cen los eco­sis­te­mas. Los resul­ta­dos fue­ron preo­cu­pan­tes: para el siguien­te año solo se recu­pe­ró el 40% de la bio­di­ver­si­dad de fau­na que exis­tía antes del incen­dio y el 70% de la cober­tu­ra vegetal. 

“Lo intere­san­te de las áreas pro­te­gi­das es su diver­si­dad, pero esta se va mer­man­do (tras los incen­dios) y pre­va­le­cen las espe­cies domi­nan­tes. Las más endé­mi­cas son las que se van per­dien­do, van des­apa­re­cien­do”, concluyó. 

Impac­to aso­cia­do en los glaciares

La sub­di­rec­to­ra de Inves­ti­ga­ción Gla­cio­ló­gi­ca del Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Inves­ti­ga­ción en Gla­cia­res y Eco­sis­te­mas de Mon­ta­ña (Inai­gem), María Bus­ta­man­te Rosell, expli­có a Ojo­Pú­bli­co que los incen­dios fores­ta­les son una de las cau­sas de la pér­di­da de masa gla­ciar (degla­cia­ción). Otras son el par­que auto­mo­tor y el sec­tor indus­trial que, como los incen­dios fores­ta­les, emi­ten impu­re­zas que lle­gan has­ta los gla­cia­res y ace­le­ran, jun­to al calen­ta­mien­to glo­bal, su derretimiento. 

Según el inven­ta­rio del Inai­gem de 2016, el Perú cuen­ta con 2.259 gla­cia­res. La mayor can­ti­dad se loca­li­za en los depar­ta­men­tos de Cus­co (827), Áncash (594) y Puno (274), que son pre­ci­sa­men­te las zonas don­de se han repor­ta­do el mayor núme­ro de incen­dios fores­ta­les en los últi­mos años. 

La pér­di­da de nues­tros gla­cia­res se obser­va cuan­do com­pa­ra­mos los inven­ta­rios. El pri­me­ro, rea­li­za­do entre 1955 y 1962, repor­tó una exten­sión gla­ciar de 2041.9 Km2 del terri­to­rio nacio­nal. Pero el últi­mo, del 2016, regis­tró que esa exten­sión se había redu­ci­do a 1.118 km². Es decir, en los últi­mos 60 años hemos per­di­do 53.56% de super­fi­cie glaciar. 

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INTENSA LABOR. Este año los bom­be­ros han teni­do que aten­der 77 incen­dios fores­ta­les en áreas natu­ra­les protegidas. 

Bus­ta­man­te Rosell deta­lló que, en base a datos de los inven­ta­rios de gla­cia­res y bajo las con­di­cio­nes cli­má­ti­cas actua­les, se esti­ma que las cor­di­lle­ras gla­cia­res del Cen­tro (Lima, Huá­nu­co, Pas­co, Junín y Huan­ca­ve­li­ca) podrían des­apa­re­cer hacía el año 2040. Las cor­di­lle­ras gla­cia­res del Sur (Are­qui­pa, Cus­co, Apu­rí­mac, Puno, Tac­na y Moque­gua), por su par­te, podrían hacer­lo en el año 2060; y las cor­di­lle­ras gla­cia­res des­apa­re­ce­rían en 2100. 

Aun­que se tra­ta de pro­yec­cio­nes lue­go de una sim­pli­fi­ca­ción mate­má­ti­ca, “en las cir­cuns­tan­cias actua­les de cam­bio cli­má­ti­co y la con­ta­mi­na­ción ambien­tal, el pro­ce­so de degla­cia­ción se pue­de ver acelerado”. 

El gla­ció­lo­go e inge­nie­ro ambien­tal Rolan­do Cruz Encar­na­ción, del Área de Eva­lua­ción de Gla­cia­res y Lagu­nas de la Auto­ri­dad Nacio­nal del Agua (ANA), sos­tie­ne que los incen­dios fores­ta­les son res­pon­sa­bles del 60% del derre­ti­mien­to gla­ciar. El cien­tí­fi­co expli­có a Ojo­Pú­bli­co que los incen­dios fores­ta­les libe­ran gran­des can­ti­da­des de humo a la atmós­fe­ra, jun­to a otras par­tí­cu­las orgá­ni­cas e inor­gá­ni­cas deno­mi­na­dos aero­so­les, que el vien­to lle­va has­ta los gla­cia­res. “Al depo­si­tar­se sobre la super­fi­cie gla­ciar, los aero­so­les gene­ran una colo­ra­ción oscu­ra que redu­ce la capa­ci­dad del gla­ciar de refle­jar la radia­ción solar. Enton­ces, la super­fi­cie gla­ciar absor­be mayor ener­gía solar, lo que ace­le­ra su derre­ti­mien­to”, aseguró.

Los estu­dios que ha rea­li­za­do el inge­nie­ro Cruz en los gla­cia­res de Áncash, publi­ca­dos por el Comi­té Nacio­nal de la Aso­cia­ción de Inves­ti­ga­do­res Pola­res de Carre­ra Tem­pra­na del Bra­sil y el Pro­yec­to Gla­cia­res, han iden­ti­fi­ca­do ceni­zas y hojas de plan­tas daña­das por incen­dios fores­ta­les loca­les y de la Ama­zo­nía. Cruz deta­lló que en el gla­ciar Arte­son­ra­ju, ubi­ca­do en la Cor­di­lle­ra Blan­ca, en la pro­vin­cia de Huay­las, reali­zó per­fo­ra­cio­nes para medir la con­cen­tra­ción de aero­so­les y encon­tró, para el año hidro­ló­gi­co 2014 – 2015, un depó­si­to de 4.02 tone­la­das en un área de 3.67 Km2; y, para el 2015 – 2016, 5.49 tone­la­das en un área de 3.07 Km2. Lo que, en con­clu­sión, mues­tra un cla­ro incre­men­to. El espe­cia­lis­ta indi­ca que estos aero­so­les son pro­duc­to de los incen­dios fores­ta­les y ace­le­ran el derre­ti­mien­to de los nevados.

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EFECTOS. Los incen­dios fores­ta­les tam­bién con­tri­bu­yen a la degla­cia­ción, según estu­dios rea­li­za­dos por cien­tí­fi­cos peruanos. 
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RIESGOS. Una bom­be­ra es aten­di­da por sus cole­gas lue­go de sufrir un cua­dro de asfi­xia, mien­tras apa­ga­ba el incen­dio en Sacsayhuamán.

“En las medi­cio­nes que rea­li­za­mos, cal­cu­la­mos que los balan­ces de masa gla­ciar son nega­ti­vos, esta­mos per­dien­do de mane­ra irre­ver­si­ble nues­tra reser­va de agua en esta­do sóli­do”, aler­tó. Los gla­cia­res son un ban­co de agua dul­ce en esta­do sóli­do, regu­lan el cli­ma, gene­ran un eco­sis­te­ma dife­ren­te y sir­ven para otras acti­vi­da­des eco­nó­mi­cas, como la pro­duc­ción de ener­gía eléc­tri­ca y el turis­mo. “No nos damos cuen­ta que muchas de nues­tras accio­nes nos dañan a noso­tros mis­mos. Los incen­dios fores­ta­les afec­tan las reser­vas de agua dul­ce, ese agua que nece­si­ta­mos y [que nece­si­tan] nues­tros hijos y nie­tos”, agregó.

Nel­son Quis­pe Gutié­rrez, meteo­ró­lo­go de Senamhi, indi­có a Ojo­Pú­bli­co que en los Andes los incen­dios fores­ta­les son más comu­nes entre los meses de junio a noviem­bre; en la Ama­zo­nía, entre julio y diciem­bre; y en la cos­ta nor­te, entre enero y mar­zo. Las con­se­cuen­cias no se res­trin­gen a un tema ambien­tal. Tam­bién cau­san un impor­tan­te impac­to eco­nó­mi­co. La Admi­nis­tra­ción Téc­ni­ca de Ser­for de Piu­ra, por ejem­plo, cal­cu­ló que en 2017 se per­die­ron más de S/​117 millo­nes, por la que­ma de 10.700 hec­tá­reas de bos­que seco. 

La que­ma de pas­ti­za­les es solo algu­nas de las cau­sas de los incen­dios. “Las per­so­nas que los ori­gi­nan no actúan con la inten­ción de pro­vo­car­los, nor­mal­men­te rea­li­zan una que­ma y esta se les sale de con­trol”, expli­ca el titu­lar de la Direc­ción de Pre­pa­ra­ción del Inde­ci, coro­nel EP Miguel Yama­sa­ki Koizumi.

Actual­men­te Ser­nanp, enti­dad que por ini­cia­ti­va pro­pia con­tro­la y apa­ga los incen­dios fores­ta­les, cuen­ta con 200 bom­be­ros espe­cia­li­za­dos, en el nor­te, orien­te, cen­tro y sur del país. Esta cifra, sin embar­go, resul­ta insu­fi­cien­te para miti­gar la can­ti­dad de incen­dios que se pro­du­cen año a año. 

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ACCIONES. El gla­ció­lo­go Rolan­do Cruz dijo que es nece­sa­rio imple­men­tar una cam­pa­ña inter­cul­tu­ral para evi­tar que las per­so­nas que­men pastizales. 

¿Es posi­ble ate­nuar las prác­ti­cas que con­lle­van al fue­go sin con­trol? “Muchas per­so­nas por la pan­de­mia han regre­sa­do al cam­po y, para vivir, nece­si­tan sem­brar. Enton­ces, cor­tan las plan­tas secas y, al que­mar­las, se les sale de con­trol”, dijo a Ojo­Pú­bli­co Fabio­la Viz­ca­rra Páu­car, coor­di­na­do­ra del Cen­tro de Ope­ra­cio­nes de Emer­gen­cia Regio­nal de Áncash, una de las regio­nes más afec­ta­das por los incen­dios forestales. 

Este año dicha región ha repor­ta­do un incre­men­to de incen­dios en más de 300% en com­pa­ra­ción al año pasa­do: al 6 de octu­bre de 2019 se repor­ta­ron 60 incen­dios fores­ta­les, y este año, en el mis­mo perio­do, ya son 198.

El inge­nie­ro de la ANA, Rolan­do Cruz, dijo que es nece­sa­rio imple­men­tar “una cam­pa­ña de sen­si­bi­li­za­ción con enfo­que inter­cul­tu­ral, que haga enten­der al cam­pe­sino que los incen­dios fores­ta­les dañan su medio de vida y los de sus futu­ras gene­ra­cio­nes”. Por su par­te, José Nie­to, del Ser­nanp, con­si­de­ró que pre­ve­nir resul­ta más eco­nó­mi­co que miti­gar estos even­tos. Por eso, reco­men­dó que las ins­ti­tu­cio­nes invo­lu­cra­das de todos los nive­les cuen­ten con un plan de pre­ven­ción y miti­ga­ción de incendios.

FUENTE: Ojo Público

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