Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 16 octubre 2020.-
Con razón, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Diosdado Cabello, advirtió sobre la nueva campaña mediática, desatada internacionalmente contra Venezuela.
El guión es siempre el mismo: repetir las tesis de Washington en todos los idiomas, con el objetivo de demoler o distorsionar la realidad de los hechos, para inducir la idea de que hay un otro Estado dentro del Estado, que las instituciones paralelas 2.0 operan más eficazmente que las verdaderas.
Una ficción que se justifica con otras ficciones, como ocurre en el mecanismo de las fake news: se difunden noticias falsas que se desmienten, incluso mediante sentencias legales. Pero da igual, luego alguien vuelve a retomarla, en la web o en periódicos financiados por el imperialismo para tal fin, citando la fuente anterior como si fuera cierta, y la mentira comienza a circular de nuevo.
Con sus herramientas poderosas, concretas y simbólicas, el imperialismo derroca y utiliza las tácticas del adversario en su beneficio. En este caso, se busca revertir el desafío lanzado por el socialismo bolivariano, que apunta a vaciar el viejo Estado burgués desde adentro, construyendo una nueva arquitectura basada en el poder popular.
A través de sus corporaciones mediáticas, el imperialismo busca configurar, incluso para América Latina, una especie de embudo, un callejón sin salida para la perspectiva revolucionaria, como sucedió en Italia, donde la izquierda no ha logrado llegar al poder ni con la lucha armada, ni por la vía parlamentaria.
El socialismo, repiten los aparatos ideológicos de control a nivel global, es ineficaz, autoritario y corrupto, y aún hay que barrerlo: como se hizo en Chile con el gobierno de Allende en 1973, o como se hizo en Bolivia el año pasado, o como se sigue haciendo en Honduras, invalidando cualquier triunfo electoral de los sectores populares.
En este sentido, el juego que está jugando la Venezuela bolivariana, que se juega alrededor y a través de la Venezuela bolivariana, tiene un alcance global. Tiene que ver con los mecanismos de imposición de un nuevo tipo de globalización, que acompaña a la llamada “nueva normalidad” en tiempos de pandemia.
Se comparan así dos perfiles de un mismo modelo: una «gobernanza» basada en una sumisión condescendiente de los sectores populares, convencidos de lustrar sus cadenas ante la ausencia de una alternativa concreta al capitalismo; y una hegemonía basada en la antigua Doctrina Monroe para América Latina.
Ante la crisis sistémica del modelo capitalista, dramáticamente resaltada por la pandemia, ambas variantes necesitan redefinir su margen de maniobra y los términos para competir entre ellos. Necesitan redefinir y traspasar internacionalmente una nueva relación entre legalidad y legitimidad, entre el uso de la fuerza y la búsqueda de consensos que permita a quienes guiaron el barco-mundo hacia el abismo volver a proponerse como los únicos que pueden llevarlo a salvo.
Para ello es fundamental crear nuevos fantasmas, nuevos peligros, nuevos enemigos, o exhumar los viejos, que siempre funcionan, como el miedo al comunismo. Es fundamental crear falsos mecanismos, instituciones artificiales que apoyen las violaciones de los derechos humanos contra quienes no se someten, reemplazando la posición de las víctimas por la de los verdugos.
¿Qué hay más odioso y «antidemocrático» que imponer medidas coercitivas y unilaterales a los pueblos de Cuba y Venezuela en plena pandemia? Y sin embargo, en cuanto se alzan algunas voces para denunciar esta práctica criminal, la contraofensiva mediática comienza a «victimizar» a golpistas y traidores y a demonizar «al dictador Maduro».
Citamos, al respecto, las declaraciones de la senadora italiana Laura Garavini, vicepresidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores: “La evolución de la situación política en Venezuela – dice – es cada vez más preocupante. Especialmente en consideración al resurgimiento de persecuciones a opositores al régimen de Maduro y a parlamentarios de la asamblea nacional que encabeza Juan Guaidó. Quienes, según lo informado por Naciones Unidas, están sufriendo detenciones arbitrarias y violaciones domiciliarias, incluso contra sus familiares”. El gobierno italiano – continúa la senadora – “tiene que alinearse claramente con las fuerzas democráticas en el Parlamento venezolano. Proteger los derechos sociales, humanos y civiles del pueblo venezolano y de los más de 160.000 italianos que residen en el país”.
Como si esos italianos, muchos de los cuales rechazan las posiciones de los autoproclamados, estuvieran más protegidos en caso de una invasión armada como lo piden los golpistas mimados en el lujo por Europa. Y, mientras tanto, el Parlamento italiano da más espacio a las mentiras de los golpistas escuchando a la ONG Human Right Watch, uno de sus patrocinadores sobre el tema de los «derechos humanos».
El trabajo de desinformación, sin embargo, continúa en la difusión de otra «noticia», según la cual el «parlamento» ha rechazado la ley contra el bloqueo votada por la ANC. El «parlamento» es el salón del condominio donde los títeres de Trump «legislan» y no el que, a pesar de ser de mayoría opositora, ha acorralado al sector golpista que lo tenía secuestrado, y que definitivamente ha elegido para rendir cuentas solo a su amo norteamericano boicoteando las elecciones y las instituciones.
Incluso para la vieja Europa, la «verdadera democracia» es evidentemente la que vota por correo en Estados Unidos o que organiza el fraude donde el sistema electoral no está tan automatizado como el que existe en Venezuela. Y así, a pesar de que, mientra estamos escribiendo, el CNE ya se encuentra en el quinto día de auditorías públicas e internacionales de todo el procedimiento electoral de cara al 6 de diciembre, a pesar de que se están realizando consultas populares en el país sobre las propuestas que se presentarán al nuevo parlamento, el 5 de enero de 2021, los medios prefieren dar espacio a una supuesta «consulta» paralela de Guaidó y sus compinches.
Otra farsa como la organizada el 16 de julio de 2017 para oscurecer la participación masiva y legal en la aprobación de la ANC, que ha devuelto la paz al país después de meses de violencia organizada por los golpistas que le gustan a Europa.
Entonces, la pregunta sigue siendo: ¿quién pagará esta nueva y deletérea farsa? Ciertamente el pueblo venezolano, que se ha visto robar los recursos en el exterior precisamente por esos gobiernos que apoyan las autoproclamaciones de Trump, pero también sectores populares en Europa, que sufren los recortes del “gasto” público por parte de los capitalistas tan magnánimos con los golpistas venezolanos.