Argen­ti­na. Falle­ció Ester El Kadri, tenía 97 años y su nom­bre se aso­cia a la lucha his­tó­ri­ca del pue­blo pero­nis­ta /​Era la madre del mili­tan­te revo­lu­cio­na­rio Envar El Kadri

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 6 de noviem­bre de 2020.

Pode­mos decir que con la par­ti­da de Ester El Kadri se va un peda­zo impor­tan­te de la his­to­ria del pero­nis­mo revo­lu­cio­na­rio y tam­bién la madre peleo­na de muchos de noso­tros y noso­tras. Quie­nes la cono­ci­mos nun­ca la pudi­mos sepa­rar de lo que fue tam­bién la mili­tan­cia de su hijo Cacho, a quien le incul­có las ideas eman­ci­pa­to­rias del mejor pero­nis­mo y la bra­vu­ra para defen­der­las en todos los terre­nos. Dul­ce y tre­men­da­men­te afec­ti­va, siem­pre con una son­ri­sa y ges­tos cari­ño­sos para quie­nes eran los com­pa­ñe­ros de Cacho. Cuan­do este falle­ce y nos deja sumi­dos en una gran tris­te­za, nos ima­gi­na­mos que Ester se iba a apa­gar, pero a pesar de sopor­tar ese durí­si­mo gol­pe, supo sacar fuer­zas de don­de sea, y ayu­da­da por toda su fami­lia se man­tu­vo de pie, tier­na y lucha­do­ra como siempre.

Ya sabe­mos que son tiem­pos difí­ci­les los que tran­si­ta­mos, por varias cir­cuns­tan­cias pero sobre todo por­que se están yen­do varios de los y las mejo­res de una épo­ca un poco más glo­rio­sa ‑en todos los aspec­tos- que este pre­sen­te, pero con Ester, no lo duda­mos, se mar­cha un peda­ci­to impor­tan­te de la fami­lia de cada mili­tan­te de los 70. Chau com­pa­ñe­ra, que tu son­ri­sa de mujer bue­na y com­ba­ti­va nos siga ilu­mi­nan­do. /​Carlos Aznárez/

A las 14.30 hs de hoy vier­nes falle­ció a los 97 años de edad Esther El Kadri la mara­vi­llo­sa mili­tan­te de la Resis­ten­cia Pero­nis­ta y dul­ce mamá del fun­da­dor de las FAP y el Pero­nis­mo de base, Envar Cacho El Kadri Su fami­lia rezo en ára­be por su alma y le can­to la mar­cha peronista.

ENTREVISTA CON ESTER EL KADRI.

Frag­men­tos de una entre­vis­ta rea­li­za­da por Gise­la Car­pi­ne­ta a Ester, don­de habla de su hijo Cacho El Kadri, al que siem­pre acom­pa­ñó y defen­dió en su árdua militancia.

Nació en Cór­do­ba el 8 de julio de 1923. Su hijo, Envar el Kadri, fue uno de los fun­da­do­res del Movi­mien­to Juven­tud Pero­nis­ta y de las Fuer­zas Arma­das Pero­nis­tas. Tras la muer­te de Envar en 1998 de un ata­que al cora­zón, Ester con­ti­núa tra­ba­jan­do por recor­dar, pro­lon­gar y rei­vin­di­car su lucha. Un retra­to des­de los días de la resis­ten­cia a los de Cám­po­ra, y de la dic­ta­du­ra a la demo­cra­cia. Ester el Kadri tie­ne 87 años y una infi­ni­dad de momen­tos dolo­ro­sos a cues­tas. Al igual que su hijo Envar, sien­te la nece­si­dad de dar tes­ti­mo­nio, de con­tar su his­to­ria, la de los años pero­nis­tas, la de la dic­ta­du­ra y el exi­lio, la del flo­re­ci­mien­to de la demo­cra­cia. Cuan­do ve a la nue­va gene­ra­ción de jóve­nes en la calle o vuel­ve a escu­char la pala­bra mili­tan­cia, dice sen­tir que el lega­do de su hijo aún está pre­sen­te y que él defi­ni­ti­va­men­te ganó la lucha por la memo­ria, por que­rer cam­biar el mun­do.
Envar Cacho el Kadri nació en Río Cuar­to un 1° de mayo de 1941 con el soni­do de los actos polí­ti­cos de fon­do. Eran las bom­bas de estruen­do del Par­ti­do Socia­lis­ta las que se hacían oír mien­tras él venía al mun­do. Hijo de Kha­led el Kadri, un inmi­gran­te liba­nés que en 1945 fue nom­bra­do comi­sio­na­do muni­ci­pal de La Lagu­na, un pue­bli­to de Cór­do­ba, Envar se crió en un hogar pero­nis­ta.
“Recuer­do que cuan­do tenía tres o cua­tro años, antes de venir­nos a Bue­nos Aires, mi hijo iba a la pla­za del pue­blo y habla­ba como si fue­se Perón, lo imi­ta­ba. Es que noso­tros fui­mos pero­nis­tas des­de que ten­go noción.”
–¿Cuán­do comen­zó a mili­tar?
–Al empe­zar a estu­diar en el Nacio­nal Urqui­za, en Flo­res, des­pués de que lo echa­ron del Liceo Mili­tar Gene­ral San Mar­tín. A los 14 años esta­ba en el Liceo y sufrió mucho cuan­do que­ma­ron La Razón de mi vida por­que ade­más se le reían en la cara.
–¿Cómo fue­ron para su hijo los pri­me­ros años de la Resis­ten­cia?
–Recuer­do que se jun­ta­ban en la esqui­na de Corrien­tes y Esme­ral­da con Jor­ge Rulli, Gus­ta­vo Rear­te, Car­li­tos y Susa­na Cari­de, Héc­tor Spi­na, y tan­tos otros. Hacían pin­ta­das, tira­ban glo­bos gigan­tes con la ima­gen de Perón, saca­ban el perió­di­co Trin­che­ra…
–¿Cuán­do fue dete­ni­do por pri­me­ra vez?
–Con el plan Conin­tes, bajo el gobierno de Fron­di­zi. Pri­me­ro balea­ron a Gus­ta­vo Rear­te y des­pués lo metie­ron pre­so. Pos­te­rior­men­te secues­tra­ron a Feli­pe Valle­se y al poco tiem­po lo vinie­ron a bus­car a Envar y lo man­da­ron a Case­ros.
–¿Cómo eran las visi­tas a la cár­cel?
–Para mí era muy duro. Noso­tros íba­mos siem­pre por­que era nues­tra mane­ra de demos­trar­le nues­tro apo­yo. Esa pri­me­ra vez lo sen­ten­cia­ron a cin­co años y lo man­da­ron a Neu­quén. Estan­do allá para su cum­plea­ños, uno de los últi­mos días que fui a visi­tar­lo, el nene ya no esta­ba. Vol­ví a Bue­nos Aires y supe por otras per­so­nas del par­ti­do que esta­ba en San­ta Rosa, La Pam­pa. En ese ínte­rin, a Omar­ci­to, mi hijo más chi­co que tenía 11 años, se le detec­tó un pro­ble­ma en el riñón y repen­ti­na­men­te murió el 25 de mayo. Ahí sen­tí por pri­me­ra vez el dolor de lle­var a un hijo al cemen­te­rio. ¡Cuán­tas cosas en tan poco tiem­po! La Comi­sión de Fami­lia­res Dete­ni­dos que yo inte­gra­ba, el papa de Spi­na y de Rulli, habla­ron con Mate­ra y logra­mos que deja­ran venir a Envar al vela­to­rio. Son cosas que he pasa­do y no es fácil. Cues­ta seguir ade­lan­te pero hay que luchar. Hace dos sema­nas estu­ve en la des­pe­di­da de año de la Oes­terheld don­de des­de hace 14 años se lo recuer­da cada lunes. Estu­ve con mi ami­ga Eli­sa, su seño­ra, en el Tor­cua­to Tas­so, don­de había unas 500 per­so­nas. Yo me reía, dis­fru­ta­ba y me di cuen­ta que eso les sor­pren­dió: “¿Uste­des no sabían que yo era diver­ti­da tam­bién?”, les pre­gun­té. A veces uno ha sufri­do tan­to que se olvi­da de sen­tir­se bien.
–¿Lue­go del vela­to­rio del her­mano, Envar vol­vió a La Pam­pa?
–Sí, pero final­men­te sale al poqui­to tiem­po, en el ’63, con la Ley de Amnis­tía de Artu­ro Illia. Para noso­tros fue como un pre­mio por­que se fue un hijo pero vol­vió otro. Una vez en liber­tad, Envar con­ti­nuó con la carre­ra de Dere­cho y fun­da con Car­li­tos Cari­de el Movi­mien­to Juven­tud Pero­nis­ta (MJP).
–Ese mis­mo año via­jó a Madrid y se reu­nió con Perón. ¿Qué cosas con­ta­ba de ese encuen­tro?
–Al fina­li­zar la reu­nión, Perón le dijo: “Bueno, aho­ra haga­mos la foto”, a lo que mi hijo res­pon­dió: “No, Gene­ral. Yo no ven­go a sacar­me la foto para la pos­te­ri­dad sino a que me dé ins­truc­cio­nes para la resis­ten­cia”. ¡Envar esta­ba eno­ja­do por­que el Gene­ral no le decía nada! Ellos iban con la pre­ci­sa. Habían hecho mucho sacri­fi­cio para ir, no era fácil, noso­tros le había­mos saca­do el pasa­je pagán­do­lo por mes por­que él tam­po­co que­ría que se lo paga­se cual­quie­ra y que des­pués lo qui­sie­ran mane­jar.
Taco Ralo. Tras el fra­ca­so del Ope­ra­ti­vo Retorno de 1964, inte­gran­tes del MJP fun­da­ron las Fuer­zas Arma­das Pero­nis­tas (FAP) a fines de 1967 y un año des­pués inten­ta­ron ins­ta­lar un foco gue­rri­lle­ro en Taco Ralo, Tucu­mán.
–Yo creía que esta­ba en Cuba. Mi mari­do me con­tó varios años des­pués que él sí sabía que esta­ba en Taco Ralo. Los des­cu­bren el 19 de sep­tiem­bre del ’68 e inme­dia­ta­men­te nos toma­mos un avión, gra­cias a que mis hijas Sara y Susa­na nos die­ron sus suel­dos para cos­tear el via­je. Nos tuvie­ron como tres o cua­tro horas y nos decían que ya lo íba­mos a ver. Al final sólo nos deja­ron ver­lo des­de una ven­ta­ni­ta. Esta­ba sen­ta­do en el sue­lo. Yo lo vi des­trui­do, levan­tó la mano y nada más. Lue­go vol­vi­mos al hotel y Dios me libre, todo dado vuel­ta. ¡Esa era la inten­ción de la espe­ra! Nos habían revi­sa­do has­ta el últi­mo pañue­lo.
–¿Con­si­de­ra a Taco Ralo como una de las pri­me­ras accio­nes de la resis­ten­cia arma­da?
–Si bien ante­rior­men­te hubo otros gue­rri­lle­ros en el mon­te, como Jor­ge Maset­ti, Fede­ri­co Mén­dez o Héc­tor Jou­vet, sin­ce­ra­men­te yo no sé por qué no empie­zan la his­to­ria des­de Taco Ralo.
–¿Cómo vivió los cons­tan­tes tras­la­dos por las dis­tin­tas cár­ce­les?
–Era muy tris­te. Sé que ape­nas entra­ban a un lugar nue­vo les daban con todo. Mi hijo nun­ca nos con­tó nada pero sé por David Ramos que una vez que lo tor­tu­ra­ron a Cacho que­dó casi muer­to en la parri­lla. David esta­ba en la habi­ta­ción de al lado y escu­chó cuan­do decían que al siguien­te no lo iban a tor­tu­rar tan­to por lo que les había pasa­do con Envar. Gra­cias a Dios logra­ron revi­vir­lo.
–¿Cuán­do con­si­guió nue­va­men­te la liber­tad?
–En mayo del ’73, con la Ley de Amnis­tía cuan­do asu­me Cám­po­ra. ¡No sabés la belle­za que fue la Uni­dad 9 de La Pla­ta! Des­de la puer­ta has­ta la vere­da lo lle­va­ron en andas, todos can­tan­do, gri­tan­do. Fue algo impre­sio­nan­te.
–¿Cómo sur­gie­ron las dife­ren­cias con Mon­to­ne­ros?
–Una vez en liber­tad, Envar tuvo reunio­nes con los dis­tin­tos gru­pos. Ahí se divi­die­ron las aguas por­que algu­nos opta­ron por seguir luchan­do y él no estu­vo de acuer­do. Él era de la idea de que al tener un gobierno cons­ti­tu­cio­nal y popu­lar no se debía com­ba­tir, pero ellos qui­sie­ron con­ti­nuar la lucha arma­da. David Ramos lo reem­pla­zó en la repre­sen­ta­ción de las FAP y él creó las FAP 17 de Octu­bre. Se puso a dis­po­si­ción del gobierno elec­to y tra­ba­jó como ase­sor del decano de la Facul­tad de Dere­cho de la UBA duran­te unos meses.
El exi­lio. Lue­go de la muer­te de Perón y de las cons­tan­tes per­se­cu­cio­nes de la Tri­ple A con­tra él y sus com­pa­ñe­ros, Envar deci­dió exi­liar­se en 1975. Ante esa cir­cuns­tan­cia des­cu­brió un nue­vo moti­vo de lucha: los dere­chos huma­nos y la cul­tu­ra. Acom­pa­ñó las pri­me­ras accio­nes de las Madres de Pla­za de Mayo y fue miem­bro fun­da­dor de la Aso­cia­ción Inter­na­cio­nal para la Defen­sa de los Artis­tas, víc­ti­mas de la repre­sión del mun­do (Aida). Ade­más publi­có el libro Argen­ti­na: cómo matar a la cul­tu­ra, con tes­ti­mo­nios sobre la repre­sión cul­tu­ral y reali­zó una auto­crí­ti­ca muy pro­fun­da en Diá­lo­gos en el exi­lio, obra que reúne sus con­ver­sa­cio­nes con Jor­ge Rulli.
Ester atra­ve­só una infi­ni­dad de momen­tos difí­ci­les jun­to a su hijo y recor­dar cier­tas eta­pas de su vida la lle­va a dejos de tris­te­za. Uno de los recuer­dos es el ase­si­na­to en manos de la Tri­ple A de Julio Trox­ler, ami­go y com­pa­ñe­ro de Envar, en 1974. A esta nue­va pér­di­da se le sumó la ver­sión de que en la Pre­si­den­cia había una lis­ta don­de figu­ra­ba que su hijo sería el siguien­te. Poco des­pués las lar­gas horas de via­je para las visi­tas en la cár­cel a las que Ester esta­ba acos­tum­bra­da, debie­ron reem­pla­zar­se por espa­cia­dos lla­ma­dos des­de el exi­lio pari­sino.
–Se fue clan­des­ti­na­men­te. Pri­me­ro a Uru­guay, lue­go a Bra­sil y de allí al Líbano don­de se que­dó menos de un año por­que empe­zó la inva­sión de Israel. Des­pués fue a Madrid don­de lo detu­vie­ron pero sin dar­lo por pre­so. Tan­to hicie­ron sus ami­gos que final­men­te lo lar­ga­ron en la fron­te­ra con Fran­cia. Ahí Nor­man Bris­ki le dio lugar para vivir. La vez pasa­da me lo encon­tré y le agra­de­cí tan­to. “Pero el agra­de­ci­do era yo, si me traía comi­da”, me dijo rién­do­se. Resul­ta que Envar había empe­za­do a tra­ba­jar lim­pian­do un res­tau­rant, la due­ña lo que­ría tan­to –él se hacía que­rer con todo el mun­do- y les daba de todo.
–Al pedir asi­lo polí­ti­co y que­dar­se en París, ¿con­ti­nuó su mili­tan­cia?
–Des­de allá luchó fuer­te­men­te por los dere­chos huma­nos. Par­ti­ci­pó en el Comi­té Con­tra la Orga­ni­za­ción del Mun­dial de Fut­bol en la Argen­ti­na (Coba), fue orga­ni­za­dor de la famo­sa Mar­cha por los Cien Artis­tas Argen­ti­nos Des­apa­re­ci­dos de 1979, y par­ti­ci­pó en infi­ni­dad de actos por la apa­ri­ción con vida de los dete­ni­dos-des­apa­re­ci­dos. En 1984 publi­có Diá­lo­gos en el exi­lio que fue una auto­crí­ti­ca muy impor­tan­te. Envar se dio cuen­ta que habían sido derro­ta­dos como pero­nis­tas, como gene­ra­ción. Con­si­de­ra­ba que tenían que recom­po­ner­se para tra­tar de vol­ver al país algún día y poder con­tar su his­to­ria.
El retorno. Cacho regre­só el 24 de mar­zo de 1984. Con la idea de dar tes­ti­mo­nio para que las gene­ra­cio­nes futu­ras no tro­pe­za­ran dos veces con la mis­ma pie­dra, hizo un gran apor­te al libro La Volun­tad, de Eduar­do Angui­ta y Mar­tín Capa­rrós.
–Recuer­do que yo me levan­ta­ba y él esta­ba en la compu­tado­ra todo el día, escri­bien­do y escri­bien­do. Otras veces iba a lo de Capa­rrós. Tenía tan­to para con­tar, tan­to dolor… Y tan­ta volun­tad. Sien­to que se murió muy joven –tenía 57 años– por­que tenía muchas ganas de plas­mar su his­to­ria en un libro. Ese era su deseo. Pero por suer­te hay muchí­si­mo de él y de sus com­pa­ñe­ros regis­tra­do en esos mara­vi­llo­sos tomos de La Voluntad.

Itu­rria /​Fuen­te

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