Por Orestes Pérez Pérez, Resumen Latinoamericano, 25 de noviembre de 2020.
Era incesante el ajetreo de los amigos de la solidaridad ese viernes. Llevaban varios días organizando el XV Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba en Argentina, para el que había viajado desde La Habana Fernando Gonzalez Llort, Héroe de la República de Cuba y presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP).
El Movimiento Argentino de Solidaridad (MASCUBA), en particular su filial de Buenos Aires, daba los toques finales a ese evento, que contaría con la presencia de representantes de grupos y casas de amistad de la mayoría de las 24 provincias del país.
Esa noche del 25 de noviembre de 2016, después de conversar sobre los desafíos y retos del movimiento de solidaridad con nuestro país en diferentes regiones del mundo,en especial en Argentina, Fernando, mi esposa y yo nos fuimos a dormir. Se inauguraba al otro día el Encuentro y debíamos estar en la sede de Casa Alsina sobre las 9 de la mañana.
Minutos después de apagar las luces de la habitación sonó insistentemente mi teléfono celular. Del otro lado de la línea estaba Niurka, la Consejera de Turismo de la Embajada, quien regresaba a Buenos Aires después de promover el destino Cuba en Perú. Con voz entrecortada, me comentó que estaba en el aeropuerto de Lima y la CNN difundía permanentemente la noticia del deceso del Comandante en Jefe.
Al instante, y sin salir del asombro, encendí el televisor del cuarto y desperté a Daylenis. La CNN transmitía materiales históricos, al parecer de archivo, del líder de Revolución cubana, con una secuencia que me llamó mucho la atención y que casi no ofrecía dudas sobre una verdad que me resistía a aceptar.
De súbito toqué la puerta del cuarto donde dormía Fernando y le comenté lo que estaba sucediendo. Nos miramos atónitos y decidimos llamar al MINREX y al ICAP para confirmar o no lo que la CNN estaba divulgando como noticia trascendente y de último minuto.
Al marcar a la Secretaría del ministro en la Cancillería, me llamó la atención que el teléfono lo levantó la VM Ana Tere y no uno de los compañeros que habitualmente hacen guardia en el piso 8. A mi pregunta de si era cierto lo que la CNN y otros medios de prensa estaban difundiendo sobre Fidel, me respondió breve: “Ore, lamentablemente sí”.
Después de varios segundos de silencio, me comentó que debía llamar a los buenos amigos que tenía el Comandante en Jefe en Argentina y trasladarles la triste noticia “para que no se enteraran solo por la prensa”.
Después de tener la confirmación de lo ocurrido, Fernando y yo, casi sobre las 2 de la madrugada del sábado 26 de noviembre, y conociendo que la mayoría de los participantes ya estaban en Buenos Aires, nos preguntábamos qué era lo correcto, si suspender el Encuentro o realizarlo en homenaje y recordación a Fidel.
Al final, y después de conversar por teléfono con varios amigos de la solidaridad, decidimos que lo más prudente era realizarlo.
Esa madrugada, en el recorrido de varios minutos desde la residencia hasta la embajada, fui sorprendido por varios grupos de la solidaridad que se dirigían a la sede diplomática con banderas cubanas y coreando consignas a favor de la Revolución.
Una vez en la embajada, me dispuse a realizar las llamadas a los amigos argentinos más cercanos a Fidel: la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, la periodista y escritora Estela Calloni, el politólogo Atilio Borón, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, la presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y la presidenta de la asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Atesoro en mi memoria la conversación con Hebe. Fue breve, triste. Me dijo que llevaba horas sin poder articular palabra alguna y que la noticia que difundían los medios le provocaba escalofríos y se resistía a creer. Que esperaba no fuera cierta, pero mi llamada, “la que nunca hubiera querido recibir”, no hacía sino confirmarlo.
Y es que para Hebe el Comandante es de las pocas personas que son imprescindibles. “Fue nuestra inspiración cuando unas pocas madres comenzamos las marchas silenciosas alrededor de la pirámide de la Plaza de Mayo ‑en los años de la dictadura militar- para pedir por nuestros familiares, amigos y compañeros desaparecidos”.
Al final de la conversación, sin poder contener las lágrimas y visiblemente afligida, me dijo: “donde quiera que esté, que no nos abandone”.
Los días posteriores al deceso del Comandante fueron de dolor y gratitud. Miles de argentinos y cubanos, con flores, banderas, canciones, poesías, fotos y velas se acercaron a la embajada para firmar el Libro de Condolencia que habíamos abierto para la ocasión. Inicialmente previmos tres, pero fue necesario habilitar otros dos por la afluencia de público.
Rodeada de cientos de sus seguidores y simpatizantes se acercó a la sede diplomática por esos días la actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Permaneció por espacio de dos horas. Firmó el Libro, hizo declaraciones a la prensa y conversó con varios diplomáticos cubanos y personal de la embajada que estábamos en el lugar.
Antes de abandonar la sede de Virrey del Pino, escribió en el Libro: “Con el reconocimiento de una generación que se formó en los ideales de soberanía, independencia y justicia”.
Con su inseparable pañuelo blanco y su lento andar, Hebe fue también a rendirle homenaje al líder histórico de la Revolución. Traspasó en dos ocasiones el portón de la embajada para “conversar muy bajito, casi en susurros”, con Fidel, un hombre por el que siente gran amor y cariño. En ambas estuvo acompañada de varias de las madres que han estado a su lado en todos estos años.
La primera vez escribió: “A la familia de Fidel, al querido pueblo cubano, reciban mis lágrimas, mis abrazos y mis besos en este momento tan duro para todos, que nunca hubiera querido que llegara. Él, donde quiera que esté, seguro estará acompañando nuestras luchas y alumbrará con su sabiduría nuestro camino. Sin él Latinoamérica no será la misma, el sol no brillará como antes y la luna dejará caer sus lágrimas cada noche”.
Hermosas palabras que reflejan la cercanía de Hebe y las Madres a Fidel y la admiración que sienten por él. “No tenía fuerzas para venir. Cuando me enteré no podía creerlo. Solo cuando recibí tu llamada, supe que era cierto y pensé que el mundo se había quedado a oscuras”, me dijo con lágrimas en los ojos cuando la recibí en la puerta de la embajada.
Una vez me confesó que le agradecerá siempre al Comandante en Jefe el inigualable gesto de ser el primero en llamarla cuando torturaron a su hija. “Siempre se preocupó por mi familia. Ese es Fidel, pendiente de todo y de todos”.
Con un “Hasta siempre Fidel” abandonó la embajada la segunda vez que nos visitó para rendirle homenaje a su amigo. En sus rejas, junto a rosas blancas, poesías y mensajes, dejó un pañuelo blanco, el mismo que las acompaña desde hace más de 40 años.
Fuente: Cuba Debate