Por Hugo Albuquerque. Resumen latinoamericano, 23 de noviembre de 2020.
Con pocos recursos, Guilherme Boulos, uno de los mayores líderes de la lucha por vivienda digna en Brasil, llega a la segunda vuelta de las elecciones municipales más importantes del país en São Paulo. Impone, de esta forma, una dura derrota a Bolsonaro y se posiciona como una alternativa para el futuro de la izquierda en la nación más grande de América Latina.
El último 15 de noviembre, Guilherme Boulos, militante de la lucha por vivienda digna y estrella ascendente de la izquierda radical brasilera, llegó a la segunda vuelta en las elecciones municipales de la gigantesca ciudad de São Paulo, la más grande de las Américas y el centro financiero de Brasil. Afiliado al Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Boulos disputa con apenas 38 años la alcaldía de São Paulo junto a Luiza Erundina, una socialista veterana que en los años 80 se convirtió en la primera mujer en gobernar la ciudad.
En la campaña, a pesar de contar con pocos recursos y una legislación electoral que no favorece a los partidos pequeños, Boulos superó a Celso Russomanno, candidato de la extrema derecha apoyado por Jair Bolsonaro, lo que desplazó el terreno de las elecciones hacia la izquierda. Derrotó también a Jilmar Tatto, poderoso miembro del Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva, cuya candidatura disgustó a quienes históricamente apoyaron al expresidente.
La victoria de Boulos tiene múltiples significados. Demostró que la izquierda, con una plataforma radical, puede superar a una extrema derecha poderosa en las redes sociales y en las calles, como así también que es posible superar la dicotomía entre lulistas y antilulistas al interior de la izquierda brasilera.
Además de permitirle pasar a segunda vuelta, la campaña de Boulos debe ser considerada como una victoria en sí misma. Movió las placas tectónicas de la política brasilera y planteó las alternativas estratégicas, técnicas e ideológicas que, sin exagerar, podrían determinar los rumbos de la izquierda brasilera durante los próximos años.
Una joven estrella
Con menos de 40 años, Boulos se hizo conocido en todo Brasil en el año 2003, cuando el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) ocupó un enorme terreno abandonado, propiedad de Volkswagen, en la icónica localidad de São Bernardo do Campo (municipio industrial vecino de São Paulo, donde el expresidente Lula dejó su nombre escrito en la historia liderando las grandes huelgas que derrotaron a la dictadura militar brasilera de 1964 – 1985).
Este gesto osado y hasta provocativo para con el recién electo Lula, en un momento en que los trabajadores brasileros estaban felices y llenos de esperanza con su presidente obrero, colocó a Boulos en una posición destacada de un sector que, hasta ese momento, había sido prácticamente insignificante: la oposición de izquierda al gobierno del PT.
Pocos años después, con la ruptura de los denominados «radicales del PT», que fueron expulsados del partido de Lula y formaron el PSOL, la crítica creciente de los movimientos sociales al gobierno de Lula y otros factores dieron un nuevo significado al gesto iconoclasta de Boulos que, además de ayudar a resolver la situación concreta de las familias, apuntaba a denunciar un gravísimo déficit de vivienda que sigue afectando al país hasta el día de hoy.
Como siempre señaló Boulos, aun luego de los avances que se dieron durante los años de gobierno del PT, millones de brasileros —un equivalente al 15% de la población— no tienen techo y viven en las calles o en áreas precarias e irregulares de las grandes ciudades. Esta reivindicación constituye la fuerza de Boulos, que dirigió innumerables ocupaciones de inmuebles abandonados que no eran destinados a la vivienda por el poder estatal brasilero.
Sin embargo, Boulos tomó otra dimensión durante las manifestaciones que llevaron a millones de brasileros a las calles entre 2013 y 2014, con un MTST fortalecido y estructurado que se convirtió en uno de los pocos movimientos sociales que consiguió, al mismo tiempo, movilizar a las personas y enfrentar a los movimientos de extrema derecha que comenzaron a emerger en aquel momento.
Ni Lula ni anti-Lula
Dada la necesidad de construir y fortalecer sus organizaciones, diferenciándose del PT, la izquierda radical brasilera se afirmó haciendo críticas muy duras y una oposición casi sistemática al gobierno de Lula. Al mismo tiempo, otras organizaciones siguieron operando bajo el régimen de una firme obediencia al partido que gobernaba en ese entonces.
Sin embargo, Boulos siguió un camino bastante singular, sin someterse ni al lulismo ni al antilulismo. Esto quedó claro con las manifestaciones de 2013 – 2014, cuando Dilma Rousseff, sucesora de Lula en la presidencia, sufría ataques que provenían de todos lados y la derecha tradicional se preparaba para sacarla del poder a cualquier costo (inclusive apelando a una alianza con la extrema derecha y los militares).
El MTST de Boulos salió a las calles todas las veces que fue necesario para protestar contra los movimientos golpistas que apuntaban a Dilma y, por consiguiente, a la clase trabajadora. Sin embargo, lo hacía forzando a que el gobierno tomara medidas de izquierda que apuntaran a reestructurar su relación con la clase trabajadora y con los movimientos sociales.
Cuando el expresidente Lula fue encarcelado en 2018 luego de un complot liderado por Sergio Moro, exjuez y exministro de Justicia de Bolsonaro, Boulos y el MTST se convirtieron en figuras centrales del movimiento por la liberación de Lula, lo cual les garantizó la simpatía de muchos militantes del PT.
Por cierto, fue el MTST el que ocupó el departamento que Lula supuestamente había recibido como propina a cambio de realizar lo que el entonces juez Moro definió como «actos indeterminados». Lula jamás vivió en ese departamento ni lo utilizó. La acción del MTST comprobó que el departamento no era lujoso y que las supuestas reformas que habrían sido exigidas por el expresidente no existían, desmintiendo todavía más la narrativa de la persecución.
Décadas de enfrentamientos entre el PT y la izquierda radical dejaron heridas que todavía estaban abiertas durante el golpe de 2016. Estos sectores fueron obligados a unirse para sobrevivir al gobierno de Bolsonaro. Pero Boulos demostró ser una figura que estaba más allá y por encima de esto. Lo cual fue fundamental para estas elecciones y es uno de los motivos que explican su liderazgo.
Las elecciones de 2020
Cada cuatro años, los más de cinco mil municipios brasileros deciden al mismo tiempo quién ocupará la alcaldía y quiénes el concejo. Es decir que se desarrollan miles de elecciones locales, simultáneas y coordinadas, en municipios que incluyen desde ciudades muy pequeñas del Amazonas hasta metrópolis enormes como São Paulo.
En la estela de la crisis permanente de la presidencia de Bolsonaro, sus movimientos claramente golpistas de 2020 y la pandemia global de COVID-19, el cuadro político brasilero es completamente incierto. En São Paulo, donde Bolsonaro hizo una gran elección en las presidenciales de 2018, una gigantesca ola de decepción con el presidente brasilero tomó el lugar de lo que, sobre todo en los barrios más ricos, era un orgulloso y masivo antiizquierdismo.
Históricamente a la derecha en las elecciones nacionales, São Paulo siempre estuvo dividida en las elecciones municipales entre la derecha populista y la izquierda hegemonizada por el PT, que en un momento fue más radical, aunque luego se volvió más moderada. A menudo, las victorias locales llevaron a buenas elecciones nacionales, mostrando que las decisiones de São Paulo tienen gran influencia en la política brasilera.
En 2016, Fernando Haddad, exministro y exaliado de Lula, perdió la reelección frente a la centroderecha tradicional, con el discurso populista y ultraconservador de João Doria, perteneciente al Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB). A pesar de su nombre, este es el partido más importante de la centroderecha neoliberal brasilera y gobernó Brasil por ocho años, entre 1995 y 2002 con Fernando Henrique Cardoso, antípoda y antecesor de Lula.
Eso no impidió que Haddad quede en segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2018, que disputó mientras Lula estaba preso. Por su parte, Doria abandonó el cargo de alcalde y disputó la elección estatal ese mismo año, siendo electo como gobernador de São Paulo a pesar de haber perdido en la ciudad más grande y en la capital.
Bruno Covas, vice de Doria, continuó el gobierno asumiendo una línea más moderada, cercana al centro, algo semejante a lo que el PSDB hacía a fines de los años 1980, antes de convertirse en la oposición ferviente de Lula, abriendo la caja de Pandora de un populismo de derecha que, a fin de cuentas, sirvió para llevar a Bolsonaro a la presidencia.
Con la negación de Haddad a disputar la municipalidad de São Paulo en 2020, el partido de Lula escogió en mayo, por un pequeño margen y en un proceso de primarias indirecto, a Jilmar Tatto, exdiputado federal que tiene control electoral sobre áreas importantes de la empobrecida Zona Sur de la ciudad, pero que es duramente criticado por ser un frío hombre de aparato.
Dada la insatisfacción de militantes históricos, intelectuales y artistas ligados al PT con la elección de Tatto (entre quienes puede mencionarse a Celso Amorin, exministro de Relaciones Exteriores de Lula, y al icónico cantor y escritor Chico Buarque), se abrió un nuevo horizonte para el PSOL. Boulos venció en las primarias del partido contra la diputada federal Sâmia Bomfim y ganó innumerables apoyos.
La buena comunicación en las redes sociales compensó el poco espacio en la televisión que la legislación prevé para los partidos pequeños. Fue esta comunicación clara, firme pero distendida, la que hizo que Boulos se convirtiera en una sorpresa en las elecciones. Luego de un verdadero duelo e intercambio de acusaciones con Celso Russomanno, que tenía el apoyo de Bolsonaro, Boulos creció durante las dos últimas semanas de la elección y consiguió su lugar en la segunda vuelta.
Los resultados del último domingo indican que el PSOL duplicó sus votos para la Cámara Municipal, aunque quedó atrás del PT, que perdió algunos votos pero conservará una mayor cantidad de concejales en un escenario de gran fragmentación parlamentaria. Aun así, el partido de Lula manifestó su apoyo al PSOL en la segunda vuelta.
Con la extrema derecha fuera del juego, con la enorme alegría de Luiza Erundina como vice –que a los 85 años está firme y fuerte en la campaña— y junto a miles de militantes, más que una alcaldía, Boulos está disputando el imaginario de que es posible derrotar a Bolsonaro y que no es necesario que la izquierda brasilera apoye a los neoliberales «normales» para conseguirlo. En este sentido, incluso si no se cumple el desenlace electoral que pretende durante las próximas dos semanas, ya consiguió la victoria que la izquierda necesitaba.
Traducción: Valentín Huarte, para Jacobin América Latina
Foto: Mídia Ninja
Fuente: Jacobinlat //Rebelión