Resumen Latinoamericano, 14 de noviembre de 2020.
En una votación que servirá para medir la temperatura rumbo a las presidenciales brasileñas de 2022, el bolsonarismo comparece debilitado por la falta de un armado partidario de alcance nacional. Divididas y desorientadas, las izquierdas no parecen capitalizar esa fragilidad, mientras compiten entre sí por la hegemonía partidaria.
Este domingo Brasil vota alcaldes y concejales. Las elecciones municipales, que se llevan a cabo por separado de las presidenciales y de las que eligen los gobernadores de los estados, actúan tradicionalmente como un termómetro no sólo del ambiente que se puede esperar en la siguiente elección nacional, sino incluso de la popularidad del presidente en ejercicio.
En la última contienda de este tipo, en octubre de 2016, los efectos del recién consolidado golpe de Estado contra Dilma Rousseff palanquearon un enorme avance de candidatos de derecha con pautas reaccionarias, muchas de ellas surgidas de las manifestaciones callejeras de ese período. En aquel momento, el Partido de los Trabajadores (PT) sufrió una derrota avasallante: perdió el 60% de las alcaldías que tenía y conquistó una sola capital estatal.
Los sondeos actuales no muestran una recuperación significativa del PT ni de las izquierdas en general y apuntan a una consolidación del rumbo derechista que ha tomado el país. Sin embargo, todo parece indicar que los candidatos apoyados por el presidente, Jair Bolsonaro, no tendrán gran protagonismo y que la extrema derecha sufrirá una retracción.
Otros vientos
En 2018, el apoyo de la familia Bolsonaro llevó a candidatos antes desconocidos a grandes faenas electorales, como en el caso de Wilson Witzel, del Partido Social Cristiano, elegido gobernador del estado de Rio de Janeiro. También resultó beneficiado João Doria, actual gobernador de São Paulo y proveniente del derechista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), quien se hizo llamar Bolsodoria durante la campaña. Tras la elección, sin embargo, ambos se desmarcaron rápidamente del presidente. Witzel finalmente fue alejado del cargo por sospechas de corrupción y Doria se ha convertido en uno de los principales blancos de crítica de Bolsonaro. Pero supieron aprovechar, cuando los necesitaron, los enormes réditos electorales de la ola bolsonarista de hace dos años.
En 2020 el escenario parece haber cambiado. A pesar de que el presidente se ha pasado indicando sus candidatos preferidos en transmisiones en vivo en las redes, sus principales apadrinados no logran salir bien en las encuestas. Por ejemplo, Celso Russomano, del conservador Republicanos y candidato bolsonarista en São Paulo, lideró los sondeos por varias semanas, pero en la recta final se ha deshidratado tanto que corre serios riesgos de quedar afuera de la segunda vuelta.
Algo similar ocurre en Rio de Janeiro. La candidatura del derechista evangélico Marcelo Crivella viene perdiendo espacio con la derecha clásica integrada al centrão, representada en esta ocasión por Eduardo Paes, que gobernó la ciudad entre 2009 y 2017. Otros candidatos apoyados por Bolsonaro en capitales estatales, como a delegada Patrícia –Patrícia Domingos – , candidata a alcaldesa de Recife, o Bruno Engler, que se postula en Belo Horizonte, siguen una suerte similar o peor. El protegido de Bolsonaro que sí tiene posibilidades reales de vencer es o capitão Wagner –Wagner Sousa Gomes – , que se postula a la alcaldía de Fortaleza. Sin embargo, en su campaña, o capitão ha tratado de desmarcarse del presidente, cuya imagen no aparece en sus redes sociales ni su nombre en sus discursos, algo que le han cuestionado incluso sus opositores.
El hueco
El científico político Cláudio Couto, profesor de la Fundación Getúlio Vargas, dice a Brecha que la asociación con Bolsonaro «se tornó tóxica». Los motivos pueden rastrearse en el comportamiento del propio presidente: «Desde que llegó al poder se mantuvo fiel a su naturaleza, empezó a destruir puentes, a reventar aliados y a transformarlos en enemigos. Básicamente se dedicó a dificultar su propia existencia».
Allí está, como ejemplo, su ruidosa salida del partido que lo llevó a la presidencia: «El Partido Social Liberal salió muy grande de las elecciones, con mucho dinero para hacer propaganda. Bolsonaro, en lugar de tratar de resolver los problemas internos y quedar en buenos términos para llegar fuerte a estas elecciones municipales, prefirió romper con él». En noviembre de 2019, tras diversos encontronazos y polémicas públicas, el presidente anunció la creación de un nuevo partido, la Alianza por Brasil, que aún no llegó a cobrar vida porque no alcanzó el mínimo de firmas requeridas.
Bolsonaro gobierna sin partido propio, a diferencia de lo ocurrido con presidentes anteriores, como Fernando Henrique Cardoso, Lula da Silva y Dilma Rousseff, cuyas formaciones políticas siempre crecían en las municipales subsecuentes a la victoria en las presidenciales. Para el analista, «la falta de un partido que pueda organizar las candidaturas a nivel nacional y su desaprobación en las grandes ciudades ponen a Bolsonaro en una posición frágil de cara a esta elección».
Las proyecciones para Rio y São Paulo dan la pauta de que una retracción electoral bolsonarista será capitalizada por sectores de centro y centroderecha. Mientras, las izquierdas permanecen debilitadas y muy divididas.
Izquierda tímidas
De todos modos, todavía pueden apostar a algunos triunfos puntuales. Según las últimas encuestas del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística, en Porto Alegre la comunista Manuela d’ Ávila –ex candidata a vicepresidenta de Fernando Haddad en las presidenciales de 2018– lidera las encuestas con el 27%. Y en Belém do Pará, una de las ciudades más importantes de la Amazonia, Edmilson Rodrigues, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), es favorito, con el 38%.
Guilherme Boulos, candidato a la presidencia por el PSOL en 2018 y actual aspirante a alcalde paulista, disputa con posibilidades reales la llegada a una segunda vuelta, donde se mediría con Bruno Covas, del PSDB. En esa elección, la de la mayor ciudad del país, se espera que el PT –que postula al poco conocido y falto de carisma Jilmar Tatto– tenga una votación muy magra. La campaña de Boulos, en cambio, inyecta esperanza en las golpeadas filas de la izquierda. Por otro lado, partidos de centroizquierda, como el Socialista y el Democrático Laborista, de Ciro Gomes, lideran en Fortaleza, Recife y Aracajú.
Para Couto, «hay una disputa muy fuerte sobre quién será el polo hegemónico del campo de izquierda. El PT aún mantiene ese papel, pero viene perdiendo espacio. La pregunta es cuál será el sector que pueda capitanear una candidatura competitiva de cara a la elección presidencial, y las municipales pueden influir mucho en este sentido».
La puja, no obstante, también se da en la derecha: «Si no ganas municipios y concejales, quedas en una situación muy comprometida, en la medida en que pierdes redes de apoyo en todo el país. Todo indica que ese será el caso de Bolsonaro, que va a llegar a 2022 sin esas redes, lo que puede debilitarlo».
(Foto principal: Bruno Covas, candidato por San Pablo, durante una ceremonia de la Iglesia Mundial del Poder de Dios. Fotos publicas: Patricia Cruz)
Fuente: Brecha //Rebelión