Por Alexis Polo, Resumen Latinoamericano, 13 de noviembre de 2020.
“Nosotros no queríamos lloriquear por la pena de lo pasado, queríamos enfrentar el presente como futuro y lucha. No estar lamentando. Muchos cantos de los grupos pro comunista eran de mucha pena, de mucho lamento. Nosotros no queríamos saber de eso, queríamos ser fuerza. Recuperar energía y de poder contribuir”. Con estas palabras, Franklin Troncoso recuerda qué significa para él ¡Karaxú! El grupo musical del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Entre los recovecos del rostro de Franklin, sus ojos brillan ante el fulgor de los recuerdos de sus compañeros. Muchos de los protagonistas de esta historia están muertos, otros, lamentablemente, engrosan la larga lista de detenidos desaparecidos. Para entender esta historia y el brillo de los ojos de Franklin, debemos retroceder muchos años atrás.
En 1964, los partidos Comunista y Socialista expulsaron de sus filas a una docena de jóvenes militantes que veían en el triunfo de la Revolución Cubana el camino a seguir. Solo un año más tarde, este grupo de expulsados junto al sindicalista Clotario Blest, fue fundamental en la formación de un nuevo movimiento político, el cual tuvo como objetivo estratégico desarrollar una revolución socialista en Chile: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Los primeros años de vida del MIR se desarrollaron en la clandestinidad. Recién durante el gobierno de la Unidad Popular (UP), la organización entró a la legalidad e incluso, sobrepasó la política que quiso desplegar la UP. En ese periodo, el MIR desarrolló la tesis de construcción de poder dual, en otras palabras, poder popular: gobierno local y autónomo de los poderes del Estado. Estableció campamentos insignes, como lo fue Nueva La Habana en los faldeos cordilleranos del sector sur de Santiago, organizó y potenció los Cordones Industriales; organizaciones de trabajadores de distintas fábricas, capaces de controlar el territorio y ayudarse mutuamente para no dejar de producir y combatir el desabastecimiento. A través de las corridas de cerco, elaboradas en su mayoría por el Movimiento de Campesinos Revolucionarios, ligados al MIR, fueron actores claves en la profundización de la reforma agraria.
En el año 1973 se comenzó a trabajar al interior del movimiento la creación de un frente de trabajadores de la cultura. Sin embargo, el golpe de Estado ocurrido el 11 de septiembre del mismo año truncó los anhelos del MIR, no tan solo en el ámbito cultural, sino que también en lo político y social. La dictadura se dedicó a cazar a los integrantes de MIR desde el mismo día en que el gobierno de la Unidad Popular fue derrocado.
Todos estaban en la mira, pero, a diferencia de los otros partidos de la izquierda, el MIR lanzó la consigna: “El MIR no se asila y se queda al combate junto al pueblo”.
En 1974 la represión sobre el movimiento se intensificó. La nueva clandestinidad fue mucho más tenaz que en el periodo de Frei Montalva. Las conversaciones y visitas entre militantes quedaron prohibidas por el riesgo de caer en cadena a manos de la represión. La información que salía al exterior era escasa, muchas veces, también difusa.
Mientras en Chile lo que quedaba del MIR intentaba reorganizarse, en el exterior, Edgardo Enríquez, miembro de la comisión política del movimiento, tomaba la decisión de crear un grupo musical para agitar la política de la organización.
En un casino ubicado en el sector centro de Santiago, Franklin recuerda cómo se formó el grupo ¡Karaxú!: “en junio del año 74 me llaman de la dirección exterior del MIR, sabían que era músico y que trabaja con el MIR. Me invitaron a trabajar en preparar un grupo que sería el conjunto del MIR. Patricio Manns y Mariana Venegas ya habían sido contactados. Es así entonces, estando en París, que con la dirección exterior del MIR nos propusimos todo esto”, dice con orgullo.
Las raíces folklóricas y las canciones de protestas del grupo ¡Karaxú! fueron parte de un amplio movimiento conocido como Nueva Canción Chilena. La importancia de este tipo de canciones es que, permitieron acercar, y darle una lectura a la historia de los de abajo, los desposeídos y, en este caso, de los derrotados. Este acercamiento se da a través de la canción política y la tradición oral.
La canción política nació con la Revolución Francesa y fue impulsada con fuerza durante la Guerra Civil Española, así lo señala el historiador chileno Claudio Rolle. La canción política en sí es una transmisora de ideología. En los primeros meses de exilio, se produjo la confluencia entre poetas, artistas y militantes, quienes experimentaron la dura experiencia del golpe de Estado. Así, la creación poética y la tradición popular expresaron, a través de los cantos, los dolores y alegrías que iban surgiendo en medio de la lucha contra la dictadura y la posición que estos tomaban frente a la misma.
Las canciones de ¡Karaxú! “La dignidad se hace costumbre”, “Trabajadores al poder”, “Carta a mi compañero”, ¿Quién va conmigo?” y “Solo digo compañeros”, todas del disco “Chants de la résistance populaire chilienne”, expresan y reflejan la política y táctica llevada por el MIR entre el periodo más oscuro y gris del movimiento: 1973 – 1974.
Sin ir más lejos, la canción “La dignidad se hace costumbre”, narra los últimos momentos del histórico dirigente del MIR, Bautista van Schouwen quien engrosa la larga lista de detenidos desaparecidos. Patricio Manns fue quien estuvo a cargo de la composición de esta canción.
Carlos Torres, ex militante del MIR y quien, actualmente, es secretario general de la Fundación Miguel Enríquez, consultado sobre la canción “La dignidad se hace costumbre”, señaló que; “Patricio Manns trabajó con Bautista, lo conocía y el conocimiento que él tenía de sus valores y capacidad, lo llevó a elevar, a extrapolar la figura de Bautista. Él proyectó la imagen, las cualidades más allá de cualquier militante nuestro. Nosotros al final nos tomamos de eso y, a partir de la canción, también lo extrapolamos. Lo elevamos a un lugar que seguramente correspondía”. Añade, además, que: “Bautista, sin quererlo, se transforma para todos en la referencia más inmediata de lo que debe ser el rol del militante enfrentado a la dictadura, enfrentado a la represión y a la tortura”.
Otra de las canciones que nos permiten un entendimiento a la política y al programa del MIR es “Trabajadores al poder”. Dicha obra, con el paso de los años, se convirtió en el himno del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expresando con claridad la línea programática del movimiento.
La composición de “Trabajadores al poder” se le atribuye a José Durán. Sin embargo, Franklin se confiesa, y admite que José Durán no es José Durán, sino un seudónimo utilizado por Nelson Villagra, más conocido como el “Chacal” por su prolífica interpretación en la película El Chacal de Nahueltoro (1969). En esta confesión, y después de casi cincuenta años, desempolvamos y revelamos uno de los mayores misterios que rodeaban al grupo musical del MIR.
Franklin señala que Villagra “fue el principal líder y motor de ¡Karaxú!, había que crear una diferencia del MIR con respecto a las líneas de otros partidos, debíamos resaltar nuestras estrategias y lo que se debía hacer con respecto a la dictadura militar”.
Carlos Elgueta, miembro de Illapu y exintegrante del MIR, señala que; “la canción es un elemento importantísimo dentro del movimiento político, la cultura es muy importante, las canciones, nosotros tenemos el don de la palabra, actuamos para miles de personas. Como decía Fidel, dame un micrófono, un micrófono mueve más que mil pensamientos (…) Nosotros creemos que es importantísimo estar relatando lo que es la historia del pueblo, lo que es el sufrimiento del pueblo — Elgueta hace una breve pausa— y las victorias también”, dice mientras dibuja una ligera sonrisa en su rostro.
El grupo ¡Karaxú! grabó el disco “cantos de la resistencia popular chilena”, tan solo dos días después que se conociera la muerte de Miguel Enríquez, secretario general del MIR y líder de la resistencia. “La emoción era muy intensísima”, relata Franklin al recordar el contexto de la grabación. Miguel no era tan solo la esperanza del MIR, sino que de toda la resistencia popular contra la dictadura.
La tradición oral le permitió al MIR establecer una verdad histórica, una verdad con base en sus experiencias y luchas, a la creación de un material para futuras generaciones, y que permitiría comprender cada una de las dimensiones de la lucha que se dio en Chile. En ese sentido, la memoria del MIR, de su colectivo, a pesar de la masacre a la que fue sometido, resistió los embates más feroces de la dictadura.
Franklin habla calmado. Su tono de voz es suave y cercano. Muchos de sus amigos murieron a manos de la dictadura. El brillo de sus ojos se intensifica a medida que desempolva su historia. Al recordar su paso por ¡Karaxú! señala: “a mí me emociona, porque en los años que nosotros hicimos eso, entendíamos muy bien que estábamos trabajando para dar una luz de esperanza a los compañeros que estaban en el frente mientras nosotros estábamos bien protegidos en Europa”. Esa misma luz de esperanza es la que recubre la mirada del músico revolucionario.
Desde su trinchera, Franklin utilizó su guitarra en vez de fusiles, acordes como balas, letras implacables contra una dictadura empeñada en revocar las inamovibles convicciones de una generación. Al final de la historia, la canción trascendió como un símbolo de lucha. La dictadura se cayó a pedazos y su recuerdo no es otro que los actos más viles perpetrados. La voz suave, y no por eso menos potente, de Franklin continúa sonando con fuerza en una generación que, desde el 18 de octubre, “retomó los caminos de la lucha” como lo señala, casi en forma premonitoria, una canción de ¡Karaxú!
Extractado de: https://www.primeralineaprensa.cl/?p=5391
Fuente: Rebelión.