Colombia. Seguridad contrainsurgente y construcción del enemigo interno

Colom­bia. Segu­ri­dad con­tra­in­sur­gen­te y cons­truc­ción del enemi­go interno

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Por Renán Vega Can­tor. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de noviem­bre de 2020.

El 21 de octu­bre se reali­zó un Con­ver­sa­to­rio sobre el tema de “Segu­ri­dad y Defen­sa en Colom­bia. Con­cep­cio­nes y desa­fíos”, que con­vo­có la Comi­sión de la Ver­dad. Con ante­la­ción se nos envia­ron seis pre­gun­tas (en reali­dad eran más, por­que algu­nas de ellas tenían otras pre­gun­tas incorporadas).

Des­de el momen­to en que reci­bí las pre­gun­tas con­si­de­ré que eran dema­sia­das y no habría oca­sión de afron­tar­las con pro­fun­di­dad por el poco tiem­po dis­po­ni­ble y por el núme­ro de per­so­nas que íba­mos a par­ti­ci­par en el Con­ver­sa­to­rio. Y en efec­to eso fue lo que acon­te­ció, por­que ade­más de los cin­co foris­tas que par­ti­ci­pa­mos, inter­vi­nie­ron otras per­so­nas (aun­que en for­ma bre­ve y pun­tual), con lo que el tiem­po y las posi­bi­li­da­des de argu­men­tar se redu­je­ron en for­ma significativa.

De todas for­mas, yo escri­bí las res­pues­tas, pen­san­do en la bre­ve­dad de tiem­po y el públi­co gene­ral que par­ti­ci­pa­ba en la con­vo­ca­to­ria, por lo que empleo un len­gua­je colo­quial y directo.

No se alcan­za­ron a afron­tar todos los temas que se pro­po­nían en las pre­gun­tas y sola­men­te se abor­da­ron unos pocos. Dado que pen­sé con cui­da­do lo que iba a res­pon­der, deci­dí escri­bir­lo como tex­to orien­ta­dor y eso es lo que hoy ofrez­co a los lec­to­res interesados.

Enfa­ti­zo en la cons­truc­ción del enemi­go interno como lógi­ca con­tra­in­sur­gen­te de lar­ga dura­ción en Colom­bia, por­que ese fue el asun­to que se me pidió en for­ma expre­sa que resal­ta­ra en el Con­ver­sa­to­rio mencionado.

¿Cómo se entien­de la segu­ri­dad en Colom­bia y cuál es su rela­ción con la democracia?

La pre­gun­ta que habría que hacer a esta pre­gun­ta es de ¿quié­nes se está hablan­do, cuan­do se nom­bra la rela­ción entre segu­ri­dad y democracia?

Si esta­mos hablan­do des­de la lógi­ca del blo­que de poder con­tra­in­sur­gen­te (for­ma­do por el Esta­do, las cla­ses domi­nan­tes, las altas jerar­quías de la igle­sia cató­li­ca, los gre­mios eco­nó­mi­cos y los medios de des­in­for­ma­ción) que se ha cons­trui­do en este país en los últi­mos 70 años tene­mos un tipo de res­pues­ta, en la cual exis­te una rela­ción estre­cha entre una for­ma de enten­der la segu­ri­dad (con­si­de­ra­da como segu­ri­dad nacio­nal, con­fec­cio­na­da en Esta­dos Uni­dos) para defen­der los intere­ses de ese blo­que de poder con­tra­in­sur­gen­te y para ellos la demo­cra­cia se redu­ce, cuan­do mucho a unas elec­cio­nes perió­di­cas, en las que se esco­ja al repre­sen­tan­te de ese blo­que de poder que va a ejer­cer la pre­si­den­cia de la República.

Si, por el con­tra­rio, nos situa­mos en la pers­pec­ti­va de las gran­des mayo­rías socia­les para las cua­les la demo­cra­cia no debe­ría redu­cir­se a un ritual elec­to­ral, sino a una for­ma sus­tan­cial de enten­der la socie­dad, en la que la des­igual­dad no sea lo domi­nan­te, haya jus­ti­cia, empleo, res­pe­to a las liber­ta­des indi­vi­dua­les y colec­ti­vas, y no se per­si­ga y mate a la gen­te por pen­sar dis­tin­to y tener otro pro­yec­to de mun­do y de sociedad.

En ese caso se tie­ne otra idea de segu­ri­dad, refe­ri­da a la garan­tía de esos dere­chos, para que pue­dan ejer­cer­se real­men­te y no que­den en el papel. De qué sir­ve, por ejem­plo, hablar de Esta­do social de dere­cho y de “tra­di­ción demo­crá­ti­ca” si somos uno de los paí­ses más des­igua­les del mun­do, en don­de se ase­si­na­ron a 3.000 diri­gen­tes sin­di­ca­les en los últi­mos 35 años, se exter­mi­na­ron movi­mien­tos polí­ti­cos y mata­ron a miles de sus mili­tan­tes (Unión Patrió­ti­ca, A luchar, Fren­te Popu­lar, aho­ra el Par­ti­do de la Rosa), si somos el pri­mer país del mun­do en ase­si­na­to de ambien­ta­lis­tas, el segun­do en ase­si­na­to de pro­fe­so­res y duran­te mucho tiem­po el pri­mer país del pla­ne­ta en des­pla­za­mien­to for­za­do de población.

Un país don­de el racis­mo, el cla­sis­mo, el sexis­mo son pan coti­diano, como se demues­tra a dia­rio, para no ir más lejos con el tra­to dado en estos momen­tos a la Min­ga indí­ge­na y popu­lar. Y toda­vía se repi­te la men­ti­ra de que somos un país con una gran tra­di­ción demo­crá­ti­ca, cuan­do la demo­cra­cia colom­bia­na, como lo dijo el polí­ti­co libe­ral Darío Echan­día “es como un oran­gu­tán en Sacoleva”. 

¿A par­tir de qué mode­los se han dise­ña­do his­tó­ri­ca­men­te las polí­ti­cas de segu­ri­dad y defen­sa en Colombia?

Dos mode­los, uno infor­mal, y otro for­mal, que corres­pon­den a dos épo­cas dife­ren­tes. Y aquí voy a pre­sen­tar un pun­to de vis­ta hete­ro­do­xo que pue­de escan­da­li­zar a los “exper­tos en seguridad”.

Un pri­mer mode­lo, el impues­to duran­te la Repú­bli­ca Con­ser­va­do­ra (1886−1930), tute­la­do por un poder extran­je­ro: El Vati­cano. Este mode­lo no tenía doc­tri­na mili­tar espe­cí­fi­ca (que se lla­ma­ra así de Segu­ri­dad), ni ins­truc­to­res mili­ta­res, ni ejér­ci­tos en Ita­lia, don­de se pre­pa­ra­ran los poli­cías y mili­ta­res colom­bia­nos. Pero si irra­dia­ba un domi­nio ideo­ló­gi­co, cul­tu­ral y sim­bó­li­co de gran alcan­ce que se trans­mi­tía a tra­vés de diver­sos sec­to­res del Par­ti­do Con­ser­va­dor, y prin­ci­pal­men­te las jerar­quías cató­li­cas, que tenían pre­sen­cia nacio­nal y con­tro­la­ban en for­ma férrea la edu­ca­ción, los terri­to­rios nacio­na­les con la “Reduc­ción de sal­va­jes”, mane­ja­ban pren­sa, y ejer­cían poder local en las parro­quias y vere­das. (en vir­tud del Con­cor­da­to de 1887).

Los linea­mien­tos venían direc­ta­men­te des­de el Vati­cano, a tra­vés de las encí­cli­cas papa­les, en las que perió­di­ca­men­te se seña­la­ban los enemi­gos de la igle­sia cató­li­ca, que se reno­va­ban con rela­ción a las gran­des luchas socia­les que se vivían en Euro­pa. Las encí­cli­cas las asi­mi­lan los obis­pos y las difun­den con un men­sa­je de odio hacia el libe­ra­lis­mo (la revo­lu­ción fran­ce­sa) y lo que fue­ra con­si­de­ra­do comu­nis­ta o socia­lis­ta y lue­go cir­cu­lan por el país a tra­vés de los curas de parro­quia, y lle­gan has­ta los luga­res más dis­tan­tes y recónditos.

Esta con­cep­ción de segu­ri­dad repo­sa en la idea de fun­dar un orden teo­crá­ti­co, basa­do en la máxi­ma Dios y Patria (que sigue sien­do el lema de la Poli­cía colom­bia­na) que en lugar de for­mar ciu­da­da­nos mol­dea bue­nos cris­tia­nos, sumi­sos, obe­dien­tes, ser­vi­les, into­le­ran­tes, sec­ta­rios, auto­ri­ta­rios, machis­tas, anti­li­be­ra­les y anticomunistas.

Esto hace que la igle­sia cató­li­ca como can­cer­be­ra de dicho orden teo­crá­ti­co impon­ga una noción cle­ri­cal de segu­ri­dad den­tro del país, que supo­ne el con­trol de lo que hace y pien­sa la gen­te. La igle­sia cató­li­ca con­tro­la des­de el naci­mien­to has­ta la muer­te, tie­ne el mono­po­lio del bau­tis­mo y de los cemen­te­rios y logró que duran­te cin­cuen­ta años no exis­tie­ra otra for­ma de iden­ti­fi­ca­ción que no fue­ra la Par­ti­da de Bautismo.

Por eso, se va a opo­ner con saña a la expe­di­ción de la cédu­la de ciu­da­da­nía en 1936, y para recha­zar ese docu­men­to (un reco­no­ci­mien­to ele­men­tal de dere­chos civi­les) se alía con el par­ti­do con­ser­va­dor para que no se toquen sus pri­vi­le­gios de con­trol de los cuer­pos y las mentes.

La Vio­len­cia de las déca­das de 1940 – 1950 de algu­na for­ma está rela­cio­na­da con la nega­ción de un dere­cho civil, que deja de ser un mono­po­lio de la igle­sia cató­li­ca y los ciu­da­da­nos pue­dan tener un docu­men­to de iden­ti­dad expe­di­do por el Esta­do y no que­den a mer­ced de una cor­po­ra­ción pri­va­da, como es la igle­sia cató­li­ca. Este sabo­teo al reco­no­ci­mien­to de un ele­men­tal dere­cho civil fue enca­be­za­do por Lau­reano Gómez, ese pro­mo­tor de odio y de muer­te, que se expre­sa­ba en la con­sig­na falaz de que el “libe­ra­lis­mo tenía 1,800.000 cédu­las falsas”.

De allí sur­ge la doc­tri­na de segu­ri­dad que el poder con­ser­va­dor y cle­ri­cal tenía que enfren­tar a sus nume­ro­sos y dia­bó­li­cos enemi­gos, empe­zan­do por el Par­ti­do Libe­ral y poco des­pués a todo lo que se invo­lu­cra­ba con el voca­blo gaseo­so de comunismo.

Las impli­ca­cio­nes mili­ta­res de esa con­cep­ción de segu­ri­dad se mate­ria­li­za­ron en las últi­mas gue­rras civi­les del siglo XIX que aso­la­ron al país, prin­ci­pal­men­te la más san­grien­ta y pro­lon­ga­da, la de los Mil Días (1899−1902), en don­de se demos­tró lo que impli­ca­ban las ense­ñan­zas cle­ri­ca­les sobre la segu­ri­dad, que era la del par­ti­do con­ser­va­dor y la igle­sia cató­li­ca. Sus pala­bras de odio y muer­te salie­ron de la boca san­ti­fi­ca­da de Eze­quiel Moreno, Obis­po de Pas­to, naci­do en Espa­ña, quien afir­mó que “matar libe­ra­les no era pecado”.

Decía este mis­mo per­so­na­je en 1897: “No es posi­ble la con­ci­lia­ción entre Jesu­cris­to y el dia­blo, entre la Igle­sia y sus enemi­gos, entre cato­li­cis­mo y libe­ra­lis­mo. No. Sea­mos fir­mes: nada de con­ci­lia­ción; nada de tran­sac­ción veda­da e impo­si­ble. O cato­li­cis­mo, o libe­ra­lis­mo. No es posi­ble la con­ci­lia­ción” [1].

Ahí está la esen­cia de esa doc­tri­na de segu­ri­dad nacio­nal, la que se corres­pon­de con la defen­sa de los intere­ses del par­ti­do con­ser­va­dor y la igle­sia católica.

Quie­nes los cri­ti­ca­ran y los cues­tio­na­ran eran enemi­gos de la nacio­na­li­dad cató­li­ca, apos­tó­li­ca y roma­na y debían ser per­se­gui­dos, encar­ce­la­dos o ase­si­na­dos. Como las fuer­zas mili­ta­res y de poli­cía eran con­ser­va­do­ras en su mayo­ría, a esas fuer­zas tam­bién se tras­la­da­ba la lógi­ca de que libe­ra­les y comu­nis­tas eran enemi­gos que había que com­ba­tir y exter­mi­nar como baci­los, enfer­me­da­des o plagas.

Seña­le­mos un ejem­plo. En un docu­men­to de 1932, que se encuen­tra en el AGN de 1932, el gober­na­dor de Cal­das trans­cri­be las pala­bras del cura párro­co de Moca­tán, cuyos dichos lle­nos de “fra­ter­ni­dad cris­tia­na” son de este tenor: “Es nece­sa­rio negar­les el agua y el pan a los libe­ra­les”; “es mejor ser ase­sino, es menor peca­do cla­var­le un puñal a la madre que ser libe­ral”; “las muje­res de los libe­ra­les son igua­les a las pros­ti­tu­tas. Es menos peca­do ser adúl­te­ra que ser mujer de un libe­ral”; “las leyes huma­nas cas­ti­gan el robo, pero ante Dios no es peca­do robar y si es peca­do ser libe­ral” [2].

Esta lógi­ca es tras­la­da­da a los comu­nis­tas y socia­lis­tas, con el mis­mo tipo de voca­bu­la­rio, como lo han docu­men­ta­do diver­sas inves­ti­ga­cio­nes. En esa direc­ción en 1949, Ernes­to Reyes sacer­do­te de la Dió­ce­sis de Tun­ja ase­gu­ra­ba que el comu­nis­mo es “una lepra galo­pan­te” y le decla­ra­ba la gue­rra a muer­te [3].

Y el segun­do mode­lo, el de 1945 en ade­lan­te, tute­la­do por otro poder extran­je­ro, los Esta­dos Uni­dos, se ins­tau­ra duran­te el perío­do de la hege­mo­nía con­ser­va­do­ra y la dic­ta­du­ra mili­tar (1946−1957) y tra­za los linea­mien­tos bási­cos de la Doc­tri­na de Segu­ri­dad Nacio­nal. Esta pre­ser­va de la fase ante­rior por lo menos cua­tro aspec­tos: la con­tra­in­sur­gen­cia, el anti­co­mu­nis­mo, el mie­do al pue­blo y el mie­do a la democracia.

EEUU se con­vier­te en el for­ma­dor de la men­ta­li­dad cas­tren­se (mili­tar y poli­cial) des­de enton­ces has­ta el día de hoy. Un momen­to cla­ve de la ins­tau­ra­ción de esa doc­tri­na se da en el perío­do seña­la­do, cuan­do las cla­ses domi­nan­tes de este país se plie­gan de mane­ra incon­di­cio­nal a los EEUU, inclu­yen­do el plano militar.

Las con­se­cuen­cias de eso son bien cono­ci­das y tie­nen que ver con los mode­los de repre­sión que se impo­nen en el país, entre los cua­les están la per­se­cu­ción a todos los que son cata­lo­ga­dos de comu­nis­tas y sub­ver­si­vos (tra­ba­ja­do­res, cam­pe­si­nos, estu­dian­tes, inte­lec­tua­les, pro­fe­so­res, defen­so­res de dere­chos huma­nos…). El tra­to mili­tar y repre­si­vo a cual­quier pro­tes­ta, por jus­ta y legi­ti­ma que sea, la opo­si­ción a cual­quier refor­ma real de la estruc­tu­ra eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca del país, el apren­di­za­je de méto­dos de tor­tu­ra que son ense­ña­dos en los manua­les de gue­rra de EEUU, que son tra­du­ci­dos y adap­ta­dos por las fuer­zas arma­das de Colom­bia, la crea­ción de gru­pos para­mi­li­ta­res para com­ba­tir a lo que se deno­mi­na el “enemi­go comunista”.

Todo eso se da duran­te el Fren­te Nacio­nal y se pro­yec­ta has­ta el día de hoy por­que, hay que decir­lo, en Colom­bia la gue­rra fría nun­ca ha terminado.

En resu­men, en mate­ria de la segu­ri­dad con­tra­in­sur­gen­te y la cons­truc­ción del enemi­go interno, se “evo­lu­cio­nó” sus­tan­cial­men­te: mien­tras en la pri­me­ra épo­ca de la segu­ri­dad vati­ca­na matar libe­ra­les y comu­nis­tas no es peca­do, en la segun­da de estir­pe esta­dou­ni­den­se matar comu­nis­tas no es delito.

¿Qué suje­tos han sido con­si­de­ra­dos como ame­na­zas o enemi­gos de la segu­ri­dad nacio­nal? ¿Por qué?, ¿De qué mane­ra ha influen­cia­do la vida social, polí­ti­ca y cul­tu­ral de la socie­dad colom­bia­na la con­fi­gu­ra­ción de enemi­gos de la segu­ri­dad nacional?

Todos los sec­to­res popu­la­res y quie­nes pudie­ran pre­sen­tar­se como sus voce­ros son con­ce­bi­dos como enemi­gos, sien­do el típi­co mie­do al pue­blo y mie­do a la democracia.

Los pri­me­ros que entra­ron en la lis­ta de enemi­gos fue­ron, por supues­to, los indí­ge­nas y la pobla­ción negra, des­de la mis­ma con­quis­ta y eso se amplió y se refor­zó duran­te todo el perío­do repu­bli­cano, y se pro­yec­ta has­ta el pre­sen­te (como lo pode­mos ver con la Min­ga). La Rege­ne­ra­ción los con­si­de­ro meno­res de edad, sal­va­jes, y dis­pu­so su reduc­ción por las misio­nes cató­li­cas, que se repar­tie­ron el país como un ponqué.

En cuan­to a la pobla­ción negra, los escla­vis­tas cau­ca­nos se nega­ron a la abo­li­ción de la escla­vi­tud y orga­ni­za­ron una gue­rra civil en 1851 para opo­ner­se a la mis­ma. Entre esos tra­fi­can­tes de car­ne huma­na se encon­tra­ba la fami­lia Arbo­le­da que des­pués segui­ría explo­tan­do a los negros como agre­ga­dos en las hacien­das. Uno de eso pro­hom­bres era Ser­gio Arbo­le­da, cuyo nom­bre hoy osten­ta una uni­ver­si­dad, en la mis­ma que se gra­dua­ron Iván Duque y otros fun­cio­na­rios del gobierno actual.

Lue­go, des­pués de 1918 los tra­ba­ja­do­res, sus movi­li­za­cio­nes, luchas, reivindicaciones.

Con ellos se for­mu­la­ron des­de el año men­cio­na­do afir­ma­cio­nes de odio, pro­ve­nien­tes de diver­sos sec­to­res (empre­sa­rios nacio­na­les y extran­je­ros, jerar­quías cató­li­cas, pren­sa). Ese odio se expre­só en diver­sas masa­cres, entre ellas vale recor­dar la del 16 de mar­zo de 1919 (a sas­tres y arte­sa­nos), la de 1928, las bana­ne­ras, la del 23 de febre­ro de 1963, el ase­si­na­to de nue­ve diri­gen­tes sin­di­ca­les duran­te el paro nacio­nal esta­tal de 1998, entre ellos el de Jor­ge Orte­ga, vice­pre­si­den­te de la CUT.

En la visión con­tra­in­sur­gen­te que domi­na en Colom­bia, nin­guno de esas eran accio­nes legí­ti­mas, que tenían que ver con las rei­vin­di­ca­cio­nes de los tra­ba­ja­do­res, con mejo­rar sus con­di­cio­nes de vida y de tra­ba­jo, sino que eran pla­nes bol­che­vi­ques, sub­ver­si­vos, de comu­nis­tas enemi­gos de la patria.

Des­de la déca­da de 1920, con las movi­li­za­cio­nes agra­rias, se demo­ni­za a los cam­pe­si­nos y peque­ños pro­pie­ta­rios y se colo­ca como estig­ma, que podía y pue­de con­du­cir a la muer­te, la lucha por la pro­pie­dad de la tie­rra para quie­nes la tra­ba­jan. Nun­ca se reali­zó una refor­ma agra­ria de ver­dad y las veces que se plan­tea­ron tími­dos inten­tos, vino la reac­ción y revan­cha terra­te­nien­te, aupa­da por la igle­sia, el par­ti­do con­ser­va­dor e impor­tan­tes sec­to­res del par­ti­do libe­ral, con miles de cam­pe­si­nos muer­tos y expul­sa­dos de sus tierras.

Los sec­to­res urba­nos pobres fue­ron con­si­de­ra­dos como enemi­gos a liqui­dar des­pués del 9 de abril, aun­que exis­tie­ran mani­fes­ta­cio­nes ante­rio­res. Pero fue ese día cuan­do se con­vir­tie­ron en car­ne de cañón para las fuer­zas repre­si­vas del régi­men con­ser­va­dor, que dejó, solo en las calles de Bogo­tá, unos 5.000 muertos.

De ahí sur­ge el epí­te­to des­pec­ti­vo de “chus­ma nue­vea­bri­le­ña”. Un escri­tor con­ser­va­dor de la épo­ca, Pedro Nel Giral­do, los cata­lo­gó como “negros, indios, mula­tos y mes­ti­zos, ren­co­ro­sos, ven­ga­ti­vos, hom­bres de palo y cuchi­llos, defrau­da­dos, frus­tra­dos y ambi­cio­sos” [4].

Los estu­dian­tes fue­ron con­ver­ti­dos en enemi­gos des­de 1954, con la masa­cre del 8 y 9 de junio.

Los pro­fe­so­res uni­ver­si­ta­rios des­pués del 9 de abril, cuan­do fue­ron per­se­gui­dos inte­lec­tua­les colom­bia­nos y extran­je­ros en la Uni­ver­si­dad Nacio­nal y en La Escue­la Nor­mal Supe­rior. Y los pro­fe­so­res de pri­ma­ria y bachi­lle­ra­to des­de la déca­da de 1960, a raíz de impor­tan­tes luchas y movi­li­za­cio­nes en todo el país.

Y, en gene­ral, des­de fina­les de la déca­da de 1950 se amplía la noción del “enemi­go interno” has­ta incluir a la mayor par­te de la pobla­ción civil, a los que empe­zó a deno­mi­nar­se “gue­rri­lle­ros de civil”, “gue­rri­lle­ros sin armas”, “cóm­pli­ces de la sub­ver­sión”, “terro­ris­tas sin armas”, “bra­zo des­ar­ma­do de la sub­ver­sión”, “pobla­ción civil insur­gen­te”, en los que se inclu­yen a sin­di­ca­tos, aso­cia­cio­nes agra­rias, movi­mien­tos rei­vin­di­ca­ti­vos de toda índole.

Eso se defi­ne en el libro del fran­cés Roger Trin­quier (uno de los “gran­des tor­tu­ra­do­res galos”), titu­la­do La Gue­rra Moder­na y la lucha con­tra las gue­rri­llas, que el ejér­ci­to colom­biano tra­du­ce en 1963 y don­de se dice: “En la gue­rra moder­na es difí­cil de defi­nir el […] lími­te entre ami­gos y enemi­gos [que] está en el seno mis­mo de la nación, en una mis­ma ciu­dad, y algu­nas veces den­tro de la mis­ma fami­lia […] Todo indi­vi­duo que de una u otra mane­ra favo­rez­ca las inten­cio­nes del enemi­go debe ser con­si­de­ra­do trai­dor y tra­ta­do como tal”[5].

Esto con­du­ce direc­ta­men­te a las cam­pa­ñas cívi­co-mili­ta­res y a los crí­me­nes de Esta­do, pre­sen­ta­dos con el eufe­mis­mo de “fal­sos posi­ti­vos”, como resul­ta­do de lo cual han sido ase­si­na­dos miles de colom­bia­nos des­de la déca­da de 1960, aun­que esos ase­si­na­tos se hayan refor­za­do en el perío­do 2002 – 2010, por una direc­triz del Minis­te­rio de Defen­sa, en 2005, cuyo docu­men­to está a la vis­ta de todos, en la que se paga­ba con dine­ro y otras pre­ben­das la muer­te de los enemi­gos, en una cla­ra mues­tra de impo­si­ción de la pena de muer­te, coti­zar la vida huma­na a un vil pre­cio y medir el éxi­to mili­tar en litros de sangre[6].

Enemi­gos son todos los jóve­nes humil­des y pobres, y a ellos se les per­si­gue y mata y para jus­ti­fi­car su muer­te se afir­ma que no son man­sas palo­mas que esta­ban reco­gien­do café, como lo dijo el prin­ci­pal res­pon­sa­ble de esos crí­me­nes de Esta­do, bau­ti­za­dos con el eufe­mis­mo benigno de Fal­sos Positivos.

La idea de incluir como enemi­gos a gran par­te de la pobla­ción civil, la plan­teó sin eufe­mis­mos el gene­ral Rafael Samu­dio Moli­na, Minis­tro de Defen­sa, en su infor­me al con­gre­so del perío­do 1987 – 1988: “La sub­ver­sión actúa en los cam­pos polí­ti­cos, eco­nó­mi­cos, edu­ca­ti­vos, sin­di­cal y arma­do, con pro­pó­si­tos bien defi­ni­dos […] los gru­pos sub­ver­si­vos actúan simul­tá­nea­men­te en zonas urba­nas y rura­les, desa­rro­llan acti­vi­dad mili­tar para­le­la a la acción polí­ti­ca y uti­li­zan la estra­te­gia de con­ver­gen­cia en los cam­pos polí­ti­co, social, labo­ral, edu­ca­ti­vo, judi­cial y armado”[7].

En el Manual de ins­truc­cio­nes gene­ra­les para ope­ra­cio­nes gue­rri­lle­ras del Ejér­ci­to, de 1979, se cla­si­fi­có a la pobla­ción civil en tres cate­go­rías: la que apo­ya al ejér­ci­to (lis­tas blan­cas), la que apo­ya a los gru­pos sub­ver­si­vos (lis­tas negras), y la que tie­ne una impo­si­ción inde­fi­ni­da res­pec­to a los dos ban­dos en con­flic­tos (lis­tas gri­ses). A par­tir de allí se plan­tea­ba este pro­ce­di­mien­to: una acción pri­mor­dial con bole­tos (ame­na­zas de muer­te) al per­so­nal de la lis­ta gris y de la lis­ta negra, para obli­gar­los a aban­do­nar la región o el país, o aban­do­nar sus posi­cio­nes polí­ti­cas. Y se agre­ga en ese Manual que la gue­rra revo­lu­cio­na­ria se expre­sa en “paros y huel­gas” y en “la moti­va­ción y orga­ni­za­ción de gru­pos huma­nos por la lucha revo­lu­cio­na­ria, estu­dian­ta­do, obre­ris­mo, emplea­dos de ser­vi­cios públi­cos, etc.”[8].

Otro ele­men­to, direc­ta­men­te rela­cio­na­do con los EEUU, en la cons­truc­ción de un enemi­go interno, es el de la supues­ta “gue­rra con­tra las dro­gas”, en la cual se cali­fi­ca como peli­gro­sos terro­ris­tas a los miles de cam­pe­si­nos coca­le­ros, a los que el Esta­do ha decla­ra­do como enemi­gos, y con­tra los cua­les vie­ne libran­do des­de hace varias déca­das una cam­pa­ña de cri­mi­na­li­za­ción, per­se­cu­ción y exter­mi­nio, como se pone de pre­sen­te con el uso de gli­fo­sa­to, que se quie­re vol­ver a usar de acuer­do a los man­da­tos de Donald Trump.

Entre quie­nes han con­tri­bui­do a cons­truir esta ima­gen del enemi­go interno se pue­den seña­lar: las jerar­quías de la igle­sia cató­li­ca, los empre­sa­rios del cam­po y la ciu­dad (gran­des pro­pie­ta­rios, gana­de­ros, indus­tria­les, comer­cian­tes y sus gre­mios eco­nó­mi­cos), la pren­sa (escri­ta, radial y tele­vi­si­va), EEUU, impor­tan­tes polí­ti­cos libe­ra­les y con­ser­va­do­res o sus deri­va­dos y, por supues­to, el Esta­do colom­biano y sus diver­sos órga­nos (eje­cu­ti­vo, legis­la­ti­vo y judicial).

Por eso, cuan­do se habla de la doc­tri­na de segu­ri­dad nacio­nal hay que remi­tir­se al blo­que de poder con­tra­in­sur­gen­te, en el que están invo­lu­cra­dos los sec­to­res men­cio­na­dos, todos fun­cio­na­les y entre­la­za­dos. Al res­pec­to, solo un ejem­plo. En 1976 el Comi­té Per­ma­nen­te de la Con­fe­ren­cia Epis­co­pal decía: “No es líci­to para nin­gún cató­li­co o sim­ple ciu­da­dano de bue­na fe y volun­tad votar por las lis­tas de quie­nes por prin­ci­pio, obje­ti­vos, for­mas de lucha o alian­zas, sos­tie­nen doc­tri­nas o polí­ti­cas mar­xis­tas de cual­quier ten­den­cia o gra­do que sea”[9].

Y en cuan­to a la otra par­te de la pre­gun­ta. ¿Por qué se cons­tru­ye un enemi­go interno? La res­pues­ta no es difí­cil de encon­trar, y está en la con­fi­gu­ra­ción de una socie­dad des­igual, injus­ta y anti­de­mo­crá­ti­ca y para man­te­ner­la se requie­re gene­rar la idea de que la pro­pie­dad y la rique­za se deben defen­der a san­gre y fue­go y quie­nes las cues­tio­nan son enemi­gos que deben ser eli­mi­na­dos, por­que son anti­pa­trio­tas y repre­sen­tan intere­ses forá­neos que cons­pi­ran con­tra la supues­ta colom­bia­ni­dad que los due­ños del país encarnarían.

Y, por últi­mo, ¿de qué mane­ra ha influen­cia­do la vida social, polí­ti­ca y cul­tu­ral de la socie­dad colom­bia­na la con­fi­gu­ra­ción de enemi­gos de la segu­ri­dad nacional?

Los impac­tos en el lar­go pla­zo son amplios. Se gene­ra un ambien­te de vio­len­cia gene­ra­li­za­da, de per­se­cu­ción a quie­nes son seña­la­dos como enemi­gos, se entro­ni­za la into­le­ran­cia, el odio como patro­nes de la vida coti­dia­na, que bus­ca resol­ver los pro­ble­mas median­te la fuer­za físi­ca directa.

Se gene­ra­li­za el fana­tis­mo que se basa en la igno­ran­cia y el odio, y lle­va a que se con­si­de­re la eli­mi­na­ción del que es dife­ren­te como nor­mal, pues­to que es mos­tra­do como un virus que debe erradicarse.

Se jus­ti­fi­ca la for­ma­ción de los gru­pos para­mi­li­ta­res, que hacen jus­ti­cia por sus pro­pios medios, a nom­bre de la defen­sa de los supues­tos valo­res de patria y liber­tad que encar­na­rían ellos mis­mos y sus patro­ci­na­do­res. Cuan­do se mata a un sin­di­ca­lis­ta, a un cam­pe­sino, a un ambien­ta­lis­ta… de labios para afue­ra muchos dicen en Colom­bia: “por algo será”, “algo habrá hecho”, “se lo mere­cía”, “quien lo man­da… pen­sar, cri­ti­car, opo­ner­se a los ricos”…

Esta es la gene­ra­li­za­ción de la impu­ni­dad, que se con­vier­te en un nue­vo sen­ti­do común, que jus­ti­fi­ca los supues­tos valo­res de gran­de­za de los colom­bia­nos, que tene­mos algo espe­cial, un no sé qué, que nos dife­ren­cia de los otros paí­ses. Que el colom­biano se dis­tin­gue por su vive­za, que si se da papa­ya hay que apro­ve­char­la. Es una mez­cla entre neo­li­be­ra­lis­mo y la lógi­ca tra­que­ta que se ha impues­to en la vida colom­bia­na. Que se difun­de ade­más como un gran logro a tra­vés de los medios de comu­ni­ca­ción, que ensal­zan el enri­que­ci­mien­to fácil, el todo vale, con tal de ser exi­to­sos y triun­fa­do­res. Los exi­to­sos pue­den ser vio­len­tos y cri­mi­na­les pues el éxi­to y la rique­za ocul­tan y jus­ti­fi­can ese ascen­so, y eso es lo que repre­sen­tan Pablo Esco­bar y los uribeños.

No otra cosa se pue­de pedir, si des­de las altas ins­tan­cias del poder se exal­ta la vio­len­cia y el cri­men, se pre­mian los que delin­quen y se lla­ma a la pobla­ción a que repli­quen esa con­duc­ta. Eso se com­prue­ba en momen­tos crí­ti­cos, tal como suce­dió duran­te la masa­cre del 9 y 10 de sep­tiem­bre, cuan­do el sub­pre­si­den­te se fue a un CAI (Cen­tro de Ase­si­na­to Inme­dia­to) y se dis­fra­zó de poli­cía, lo cual que­ría decir que legi­ti­ma­ba los luga­res, las armas y, sobre todo, a la ins­ti­tu­ción que per­pe­tró una acción cri­mi­nal con­tra colom­bia­nos humil­des e inde­fen­sos, por el solo hecho de que se atre­vie­ron a pro­tes­tar con indig­na­ción por el ase­si­na­to de un colom­biano, Javier Ordó­ñez, en el inte­rior de un CAI.

¿Por qué des­de la pers­pec­ti­va de segu­ri­dad nacio­nal se ha pri­vi­le­gia­do la mili­ta­ri­za­ción de algu­nos terri­to­rios y pro­ce­di­mien­tos rela­cio­na­dos con la segu­ri­dad ciudadana?

Por­que esa doc­tri­na se basa en la lógi­ca de la mili­ta­ri­za­ción de la vida inter­na de una socie­dad y supo­ne que cual­quier pro­ble­ma que se pre­sen­te no res­pon­de a cau­sas que se ori­gi­nen en el males­tar que gene­ra la des­igual­dad y la injus­ti­cia sino a accio­nes del “comu­nis­mo internacional”.

Y a ese enemi­go hay que enfren­tar­lo con ins­tru­men­tos mili­ta­res y para­mi­li­ta­res, como lo ense­ña­ron sus maes­tros esta­dou­ni­den­ses y en menor medi­da fran­ce­ses. Es una con­tra­in­sur­gen­cia que abar­ca muchos aspec­tos, pero que refuer­za el poder de lo mili­tar y de la repre­sión. El resul­ta­do está a la vis­ta, Colom­bia es uno de los paí­ses más mili­ta­ri­za­dos del mun­do en su vida coti­dia­na. Tie­ne unas fuer­zas arma­das hiper­tro­fia­das, con unos 450 mil miem­bros direc­tos (suman­do ejér­ci­to y poli­cía), sin con­tar los indi­rec­tos, que devo­ra bue­na par­te del pre­su­pues­to nacio­nal. Se gas­ta más dine­ro en for­mar sol­da­dos que en pre­pa­rar pro­fe­so­res, médi­cos o enfermeros.

No es que se mili­ta­ri­cen solo unos terri­to­rios, son todos en el plano geo­grá­fi­co, pero peor aún es la mili­ta­ri­za­ción en el plano men­tal y cul­tu­ral. De ver mili­ta­res y poli­cías a gra­nel y a dia­rio, nos han acos­tum­bra­do a su pre­sen­cia per­ma­nen­te como si fue­ran par­te natu­ral del pai­sa­je social. Se mili­ta­ri­zan uni­ver­si­da­des, huel­gas, movi­li­za­cio­nes, pro­tes­tas y accio­nes populares.

Todo asun­to o pro­ble­ma social se pre­ten­de solu­cio­nar con mili­ta­ri­za­ción, e inclu­so la pre­sen­cia del Esta­do se redu­ce a ese com­po­nen­te mili­tar, pero se dejan de lado las solu­cio­nes a las cues­tio­nes de fon­do de injus­ti­cia, des­igual­dad, pobre­za, dis­tri­bu­ción de la pro­pie­dad territorial…

¿Cómo se rela­cio­nan las polí­ti­cas de segu­ri­dad y defen­sa con el impul­so Esta­tal de pro­yec­tos agro­in­dus­tria­les y mine­ro ener­gé­ti­cos en algu­nos territorios?

Den­tro de la gue­rra mun­dial por los recur­sos que está en mar­cha, Colom­bia ha vuel­to a ser una eco­no­mía mine­ro-expor­ta­do­ra (una bue­na par­te de sus ingre­sos en el comer­cio exte­rior pro­vie­nen de la ven­ta de car­bón, petró­leo, níquel, oro) y se anun­cia con gran bom­bo nues­tra con­ver­sión en un “país mine­ro” (como Perú o Chile).

En este con­tex­to extrac­ti­vis­ta (recor­de­mos que Colom­bia ya no es un país cafe­te­ro, y han exis­ti­do momen­tos recien­tes en que inclu­so se ha teni­do que com­prar café en el exte­rior para abas­te­cer el mer­ca­do interno), el Plan Colom­bia, entre otras cosas, ha esta­do liga­do a ese pro­yec­to de lim­piar el terri­to­rio para dejar­lo libre a mul­ti­na­cio­na­les y a algu­nos capi­ta­les nacio­na­les (entre­la­za­dos y subor­di­na­dos a esas mul­ti­na­cio­na­les y a EEUU) y como par­te de esa lim­pie­za del terri­to­rio, habi­ta­do por indí­ge­nas, cam­pe­si­nos, comu­ni­da­des rai­za­les, se ha exten­di­do la mili­ta­ri­za­ción por el terri­to­rio nacional.

Los bata­llo­nes mine­ro-ener­gé­ti­cos son una expre­sión de ese hecho. Y habla­mos de unos bata­llo­nes que pro­te­gen los encla­ves mine­ros y petro­le­ros con una gran can­ti­dad de per­so­nal mili­tar des­ti­na­do a ello: 70 mil sol­da­dos (algo así como un ter­cio de la fuer­za militar).

Para que ese pro­yec­to extrac­ti­vis­ta sea posi­ble se nece­si­ta ocu­par mili­tar­men­te el terri­to­rio (y des­pe­jar­lo) a nom­bre de la segu­ri­dad inver­sio­nis­ta. Eso se encu­bre con el sofis­ma de la “gue­rra con­tra las dro­gas”. Quie­nes se opon­gan van a ser saca­dos a las bue­nas o a las malas, por­que no pue­den ser enemi­gos del pro­gre­so, que bene­fi­cia a sec­to­res mino­ri­ta­rios de la población.

Pre­sen­tar esa estra­te­gia de con­trol terri­to­rial como un asun­to de la “gue­rra con­tra las dro­gas” per­mi­te que siga flu­yen­do la ayu­da eco­nó­mi­ca y mili­tar de los EEUU y que se use jus­ta­men­te en algo que bene­fi­cia a sus empre­sas: la inver­sión mine­ro- ener­gé­ti­ca. Y al mis­mo rit­mo siguen flu­yen­do armas, asis­ten­cia mili­tar, gli­fo­sa­to, odio y muer­te. Todo eso para man­te­ner lo que Ger­mán Cas­tro Cay­ce­do deno­mi­na en un libro “Nues­tra gue­rra ajena”.

¿Es nece­sa­ria una trans­for­ma­ción de la doc­tri­na mili­tar en Colom­bia?, ¿Por qué? ¿Qué debe­ría cambiar?

Por supues­to, si se quie­re demo­cra­ti­zar de ver­dad a la socie­dad colom­bia­na, hay que aban­do­nar la doc­tri­na con­tra­in­sur­gen­te y anti­co­mu­nis­ta pre­sen­te en las fuer­zas arma­das, debe redu­cir­se su pie de fuer­za, debe eli­mi­nar­se el ser­vi­cio mili­tar obli­ga­to­rio (que es de cla­se, exclu­yen­te), cesar los pac­tos con los EEUU, dejar de enviar mili­ta­res a la Escue­la de las Amé­ri­cas (allí se ins­tru­ye­ron los res­pon­sa­bles mili­ta­res de los fal­sos posi­ti­vos, por ejem­plo). Que cese la pre­sen­cia de tro­pas de EEUU en nues­tro terri­to­rio, y se reve­le la docu­men­ta­ción inter­na y exter­na sobre esos víncu­los. Que se des­cla­si­fi­quen los archi­vos de las fuer­zas arma­das y de las agen­cias de inte­li­gen­cia del Estado.

La poli­cía debe dejar de ser una fuer­za mili­tar y con­ver­tir­se en una fuer­za civil y aban­do­ne su lema de Dios y Patria. Tar­de o tem­prano ten­drá que asu­mir­se el asun­to de la lega­li­za­ción de las lla­ma­das dro­gas ilí­ci­tas (cocaí­na, marihua­na), por lo que repre­sen­ta en tér­mi­nos mili­ta­res y repre­si­vos para este país, así como por sus ele­va­dos cos­tos eco­nó­mi­cos y des­truc­ción ambiental.

Para ter­mi­nar, cómo no va a ser nece­sa­ria una trans­for­ma­ción de la doc­tri­na mili­tar y de las fuer­zas arma­das, lue­go de cono­cer lo suce­di­do los días 9 y 10 de sep­tiem­bre con la masa­cre per­pe­tra­da por la poli­cía en Bogo­tá y Soa­cha, con un sal­do trá­gi­co de 14 colom­bia­nos ase­si­na­dos y dece­nas de heri­dos y detenidos.

Cómo no se va a reque­rir de una modi­fi­ca­ción de esa doc­tri­na mili­tar, lue­go de cono­cer la denun­cia de la perio­dis­ta Adria­na Ville­gas Bote­ro en La Patria del domin­go ante­rior (18 de octu­bre de 2020), en el artícu­lo “No es Bro­ma, es vio­len­cia”. Ella pre­sen­ció y escu­chó lo que des­cri­be a continuación:

Hacia las 7:30 p.m. del lunes fes­ti­vo un gru­po del Bata­llón Aya­cu­cho tro­tó 60 vuel­tas en una calle cerra­da. Sé la can­ti­dad por­que al cru­zar por un pun­to gri­ta­ban: “van 25, fal­tan 35”, y lue­go “van 26, fal­tan 34”. El espa­cio entre cada con­teo lo lle­na­ron con can­tos en los que los reclu­tas repe­tían en coro lo que gri­ta­ba su jefe: su dra­go­nean­te, su cabo, su sar­gen­to, su tenien­te, su capi­tán, su mayor, su coro­nel, su gene­ral. Da igual.

El vecin­da­rio ente­ro oyó al pelo­tón. Can­ta­ron sobre los bigo­tes de Luci­fer, matar delin­cuen­tes, la sed de san­gre sub­ver­si­va, la gue­rra, el betún de las botas, “sube sube gue­rri­lle­ro, que en la cima yo te espe­ro con gra­na­das y mor­te­ros”, “los hom­bres cuan­do ven un buen tra­se­ro” y “taca taca taca taca taca taca ta”. Izquier, 2, 3, 4.

«Un minu­to antes de morir /​Escu­ché la voz de mi novia /​Que con voz de perra me decía /​Si te mue­res se lo doy al poli­cía. Por­que yo soy, ja, soy, ja, el vam­pi­ro negro /​Yo nun­ca tuve madre, ni nun­ca la ten­dré /​Si algu­na vez yo tuve con mis manos la ahor­qué. /​Yo nun­ca tuve novia, ni nun­ca la ten­dré, /​Si algu­na vez yo tuve, los ojos le saqué» [10].

Estas no son man­za­nas podri­das, es el árbol com­ple­to que está irre­me­dia­ble­men­te des­com­pues­to, por las doc­tri­nas de odio y muer­te Made in Usa y remar­ca­das por la con­tra­in­sur­gen­cia nati­va. Si eso no requie­re ser cam­bia­do, en qué tipo de país que­re­mos que vivan nues­tros hijos y con qué noción de segu­ri­dad, aca­so la segu­ri­dad de las fosas comu­nes, de los ase­si­na­tos de Esta­do, del geno­ci­dio per­ma­nen­te, de la vio­la­ción de niñas indí­ge­nas, en una pala­bra, una segu­ri­dad sim­bo­li­za­da por los hue­sos y las cala­ve­ras que con­vo­ca a la pobla­ción a hon­rar la muer­te fra­tri­ci­da y el odio perpetuo.

Notas:

[1]. Eze­quiel Moreno, O cato­li­cis­mo o libe­ra­lis­mo. No es posi­ble la con­ci­lia­ción, Con­tra la segun­da car­ta del señor pres­bí­te­ro Bal­ta­sar Vélez, Impren­ta de La Ver­dad, 1898.

[2]. Archi­vo Gene­ral de la Nación, Fon­do Minis­te­rio de Gobierno, Sec­ción Pri­me­ra, Tomo 1024, f. 371.

[3].Boletín dio­ce­sano, mayo – junio de 1948, Tun­ja, cita­do por Andrés Feli­pe Mano­sal­va, Los obis­pos colom­bia­nos en la épo­ca de la vio­len­cia: paz, gue­rra y anti­co­mu­nis­mo (1945−1965), Tesis de Maes­tría en His­to­ria, Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Colom­bia, Bogo­tá, 2013, p. 47.

[4]. Pedro Nel Giral­do, Don Fer­nan­do. Jui­cio sobre un hom­bre y una épo­ca, Gra­ná­me­ri­ca, Mede­llín, 1963, p. 217.

[5]. Roger Trin­quier, La gue­rra moder­na, Libre­ría del Ejér­ci­to, Bogo­tá, 1963, pp. 32 – 33.

[6]. El docu­men­to con el títu­lo de “Cir­cu­lar del Minis­te­rio de Defen­sa sobre recom­pen­sas (Fal­sos Posi­ti­vos)” lle­va la fir­ma de Cami­lo Ospi­na Ber­nal. Lo hemos publi­ca­do como ane­xo en nues­tro libro Inje­ren­cia de los Esta­dos Uni­dos, con­tra­in­sur­gen­cia y terro­ris­mo de Esta­do. Infor­me pre­sen­ta­do a la Comi­sión His­tó­ri­ca del Con­flic­to Arma­do y sus Víc­ti­mas (CHCAV), Ocean Sur, Bogo­tá, 2016, pp. 280 – 297.

[7]. Minis­te­rio de Defen­sa, (Rafael Samu­dio), Memo­ria al Con­gre­so, 1987 – 1988, Impren­ta Nacio­nal, Bogo­tá, 1988, pp. 14 y 15.

[8]. Coman­do Gene­ral de las Fuer­zas Mili­ta­res, Ins­truc­cio­nes gene­ra­les para las ope­ra­cio­nes de con­tra­gue­rri­lla, Bogo­tá, 1979, p. 188. Cita­do en Movi­ce, Paz sin crí­me­nes de Esta­do. Memo­ria y pro­pues­tas de las víc­ti­mas, Bogo­tá, 2013, p. 111.

[9]. Cita­do en “El idea­rio común. Los intere­ses del ham­pa”, Alter­na­ti­va No. 77, abril 5 – 12 de 1976, p. 7.

[10]. Adria­na Ville­gas Bote­ro, “No es bro­ma, es vio­len­cia”, La Patria, octu­bre 18 de 2020. Dis­po­ni­ble en: https://​www​.lapa​tria​.com/​o​p​i​n​i​o​n​/​c​o​l​u​m​n​a​s​/​a​d​r​i​a​n​a​-​v​i​l​l​e​g​a​s​-​b​o​t​e​r​o​/​n​o​-​e​s​-​b​r​o​m​a​-​e​s​-​v​i​o​l​e​n​cia

27 de octu­bre de 2020

Video rela­cio­na­do:
Segu­ri­dad y defen­sa en Colom­bia: con­cep­cio­nes y desa­fíos
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