Por Dixie Edith, Resumen Latinoamericano, 5 de noviembre de 2020.
Entre las tensas y apretadas maniobras del ordenamiento económico y el enfrentamiento a la COVID-19 ‑que ni de lejos ha dejado de ser amenaza para este archipiélago‑, otro tema fue titular de prensa en la isla hace poco más de una semana: Cuba cuenta con un nuevo documento programático para el empoderamiento femenino.
El Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM) fue aprobado por el Consejo de Ministros el 30 de octubre, tras su presentación por la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Teresa Amarelle Boué.
Una colega suramericana, experta en temas de género y cómplice de muchos debates sobre comunicación y sexismo mediático, me preguntaba vía WhatsApp qué cambia este documento en un país donde hace más de 60 años se han estado aplicando medidas efectivas en favor de la equidad e igualdad de la parte femenina de la población.
Con conocimiento de causa de la realidad cubana, la interrogante de esta amiga periodista dirige la vista hacia algunas de las esencias que signan la nueva propuesta. Efectivamente, los avances alcanzados por las mujeres en este lado del mundo, en materia de reconocimiento de derechos y mecanismos de empoderamiento, son hechos indiscutibles. Y parten de un proyecto de país que arrancó en los albores del propio sacudón que trajo el triunfo verde olivo de 1959. Así lo reconoció la comunidad internacional en 1995, durante la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer de Beijing, a donde Cuba llegó con muchos pasos ganados.
A pesar de la evidencia del terreno conquistado, de aquella concertación internacional que marcó un antes y un después en la atención a los desafíos de género en el mundo, quedó para esta nación un Plan de Acción Nacional, cuyo cumplimiento ha sido evaluado formalmente de manera sistemática en 1999, 2002 y 2013.
Sin embargo, los tiempos han cambiado. Y con ellos, las brechas y los desafíos. Las herencias patriarcales, que no se sacuden de un plumazo, siguen vivas y activas; asoman la oreja peluda tras los mitos sexistas naturalizados en nuestro día a día y, en consecuencia, tras las manifestaciones de discriminación y violencia de todo tipo con las que convivimos.
En ese sentido, una virtud del PAM es que se posiciona en el espíritu de esa recomendación de Isabelita Moya de no “creernos que todo está logrado”. Otra, que se inserta en el sendero renovador y de integración que dejó abierta la aprobación de la más reciente Constitución cubana, en 2019.
“Este programa no es algo que se hace por primera vez, pero en este caso es mucho más abarcador, amplio y su alcance es mayor”, confirmó a Cubadebate Teresa Amarelle.
En ese contexto, el documento programático se propone promover el avance de las mujeres y la igualdad de derechos, oportunidades y posibilidades; pero asumiendo como punto clave el reconocimiento de las limitantes que forman parte del panorama actual del país. Por eso, uno de los principales objetivos consiste en profundizar en los factores objetivos y subjetivos ‑como expresiones de discriminación latentes en la sociedad cubana‑, que obstaculizan un mayor resultado económico, político, social y familiar.
No es menor que su aprobación esté engranada con todo el esfuerzo renovador que impulsa Cuba en busca del perfeccionamiento de su escenario económico, social, político, legislativo.
Así, el documento recoge obstáculos relacionados con la igualdad de género; las acciones educativas, formativas y divulgativas que conduzcan a fortalecer las relaciones interpersonales basadas en la igualdad, respeto y responsabilidad compartida, junto a la necesidad de un enfoque transversal de género en planes y programas de estudio de todas las formas y niveles de enseñanza.
Otras metas propuestas aspiran a convertir las familias, comunidades, medios de comunicación, organizaciones de masas, políticas, estudiantiles, y centros laborales en espacios donde el debate acerca del tratamiento del papel de las mujeres a nivel público y doméstico sea frecuente.
Incorporar el tema de género en todo el sistema de formación y capacitación de cuadros, asesorar el diseño, elaboración, ejecución, seguimiento y evaluación de impactos de la legislación, de las políticas públicas y de las estrategias de género, son otras medidas concretas contempladas en el plan.
A nivel general, el PAM contempla siete áreas de trabajo: el empoderamiento económico de las mujeres; el trabajo con la comunicación pública; la educación, prevención y trabajo social; el acceso a escenarios clave de toma de decisiones; el escenario legislativo que incluye el análisis del marco normativo y los sistemas de protección contra todas las formas de discriminación y violencia; la salud sexual y reproductiva y la necesaria producción de estadísticas e investigaciones.
En el plano conceptual, llaman la atención la transversalidad de los enfoques de género y derecho, y el reconocimiento explícito de la persistencia de manifestaciones de violencia en la sociedad cubana, articuladas con esas relaciones desiguales de poder heredadas del machismo. O sea, posiciona los desafíos de las mujeres –incluida la violencia- como un asunto de toda la sociedad y, al hablar de políticas de igualdad de género, reconoce el valor relacional de esta propuesta teórica.
Tampoco es casual que, integrado al Plan, se haya aprobado un observatorio de género que tomará el pulso a la situación del país en el tema. Por otra parte, representa una propuesta con amplitud de miradas al contexto actual, derivada de evaluaciones y consultas realizadas a mujeres de todos los rincones del país, como confirmó Amarrelle.
“Estamos teniendo en cuenta todos los temas relacionados con los desafíos en la autonomía de las mujeres”, detalló a Cubadebate la también integrante del Buró Político del Partido.
En ese sentido, identificó el empleo femenino como elemento clave y explicó que se trabajará con los Organismos de la Organización Central del Estado (OACE) para atenderlo, “también en aquellos casos de compañeras que presentan obstáculos derivados del ejercicio del cuidado de otras personas, tanto de adultos mayores como menores”, precisó.
En opinión de la secretaria general de la FMC, otra área clave del PAM es la relacionada con la “autonomía física de las mujeres” y el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. También urge atender “manifestaciones de violencia de género que están latentes en el ámbito familiar y el ámbito público”, alertó.
En ese mismo camino, Amarelle posiciona el desafío del embarazo temprano. “Tenemos una tasa de fecundidad adolescente que no tiene que ver con las condiciones del país en educación y atención de salud y nos toca investigar las causas de esa situación. Eso también está incluido en las acciones del PAM”, reconoció.
En palabras más llanas, el Programa legitima prácticas positivas ya existentes para el avance las mujeres e institucionaliza las políticas de igualdad de género. O sea, se posiciona como una agenda gubernamental.
Entre las fortalezas, igualmente se incluye el hecho de que las acciones tienen responsables explícitos que luego tendrán que rendir cuentas de su cumplimiento a la dirección del país.
Lo explicaba el presidente cubano Miguel Díaz Canel al referirse al PAM en la sesión de trabajo donde fue aprobado. Para él, representa un compromiso de Gobierno y un reconocimiento a todo lo que hizo Vilma para enseñarnos cómo respetar realmente el rol que juegan las mujeres en nuestro país y en la Revolución.
Díaz Canel también llamó la atención sobre la necesidad de que el Programa tenga visibilidad en las sesiones del Parlamento, a través del seguimiento de la Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer. Y advirtió de la importancia de mantener la denuncia a la violencia contra las mujeres.
Considerado como piedra angular en el desarrollo de políticas para las cubanas, el PAM también es una expresión de continuidad que habrá que seguir de cerca.
Para Amarelle, que el Gobierno cubano haya aprobado ese plan en estos momentos no es casual.
“El principal programa de igualdad que hemos disfrutado las cubanas es la propia Revolución y todo lo que haya que hacer lo haremos dentro de la Revolución. Pero este plan amplía e integra la voluntad política con metas, con tareas concretas, para avanzar”.
Fuente: Cuba en Resumen