Cuba. Una amis­tad entra­ña­ble: Fidel Cas­tro y Die­go Arman­do Maradona

Por Isau­ra Diez Millán FotosPL: José Tito Meri­ño, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de noviem­bre de 2020. 

A Die­go Arman­do Mara­do­na y Fidel Cas­tro los sepa­ra­ban 34 años, cuan­do el astro del fút­bol nació ya el líder cubano coman­da­ba una Revo­lu­ción triun­fan­te, una dife­ren­cia que no impi­dió la amis­tad entre ambos.
El máxi­mo refe­ren­te revo­lu­cio­na­rio de Amé­ri­ca Lati­na en el siglo XX y uno de los mejo­res juga­do­res en la his­to­ria del fút­bol —para muchos el mejor— se cono­cie­ron en 1987, cuan­do Mara­do­na fue invi­ta­do por Pren­sa Lati­na para reci­bir en Cuba el pre­mio al mejor depor­tis­ta lati­no­ame­ri­cano del año.

Quie­nes estu­vie­ron cer­ca de ambos, afir­man que podían pasar­se lar­gas horas con­ver­san­do de fút­bol y polí­ti­ca, pese a que el diri­gen­te cubano era un apa­sio­na­do del béis­bol, depor­te nacio­nal en la isla.

El víncu­lo se hizo evi­den­te cuan­do el argen­tino obse­quió al esta­dis­ta cubano la cami­se­ta de su debut con Newell’s Old Boys y su simi­lar de la selec­ción de Argentina.

Por otro lado, Fidel Cas­tro apa­re­ció como invi­ta­do en 2005 en el pro­gra­ma La Noche del Diez, con­du­ci­do por Die­go Armando.

‘Fidel, si algo he apren­di­do con­ti­go a lo lar­go de años de sin­ce­ra y her­mo­sa amis­tad, es que la leal­tad no tie­ne pre­cio’, escri­bió Mara­do­na al líder cubano en una car­ta del 15 de enero de 2015.

De hecho, en ese mis­mo año Fidel Cas­tro des­ve­ló algu­nas de las misi­vas que había inter­cam­bia­do con el fut­bo­lis­ta en las que ambos com­par­tían impre­sio­nes sobre polí­ti­ca y depor­te.

El depor­tis­ta se tras­la­dó a la isla por invi­ta­ción del diri­gen­te cubano para reci­bir tra­ta­mien­to médi­co en un momen­to difí­cil de su carrera.

En varias oca­sio­nes, Mara­do­na des­ta­có su víncu­lo con el pue­blo cubano y la defen­sa de sus ideales.

El com­pro­mi­so ideo­ló­gi­co y de amis­tad del juga­dor lle­gó a tal pun­to que se tatuó la ima­gen del gue­rri­lle­ro argen­tino-cubano Ernes­to Che Gue­va­ra en el bra­zo y la de Fidel Cas­tro en una pierna.

Resul­ta enton­ces un gui­ño al des­tino que el autor de La Mano de Dios se des­pi­da hoy de su gen­te cua­tro años des­pués de la des­apa­ri­ción físi­ca del hom­bre a quien admi­ró y qui­so, quien le sal­vó la vida en uno de los momen­tos más duros de su carre­ra y a quien con­si­de­ra­ba un padre.

Fuen­te: Pren­sa Latina

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