Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 25 noviembre 2020.-
El 25 de noviembre se conmemora el sacrificio de las “mariposas”, las tres hermanas Mirabal que lucharon contra la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana (1930−1961). Fueron asesinadas cuando se dirigían a visitar a sus maridos en la cárcel ese día de 1960. El 17 de diciembre 1999, la ONU declaró el 25 de noviembre como «Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer».
También este año, para la ocasión, una ocasión mayoritariamente ritual, victimista e interclase en países capitalistas que prosperan con la doble explotación de las mujeres, se recitan datos sobre los costos que pagan las trabajadoras en estos tiempos de pandemia.
En ausencia de una fuerza de trabajo organizada y consciente, la escalada de la crisis permite que la brutal ofensiva de la burguesía comprima aún más los derechos, dejando a las mujeres especialmente a merced del chantaje y la subordinación: obligadas a duplicar su carga de trabajo doméstico durante el confinamiento, y más expuestas a despidos, recortes salariales o a dejar sus trabajos para cuidar los niños que no pueden ir a la escuela.
En Europa, hay menos mujeres trabajando (el 63% de las mujeres de entre 25 y 54 años, en comparación con el 94% de los trabajadores del mismo grupo de edad), y su salario es aproximadamente un 15% más bajo que el de los hombres. Según el informe de las Naciones Unidas titulado The Impact of COVID-19 on Women, la pandemia ha exacerbado estas desigualdades. Según una encuesta de la ONG Save The Children sobre violencia de género, realizada a adolescentes italianos de entre 14 y 18 años, casi el 40% de los varones (frente al 21% de las jóvenes) están convencidos de que afirmarse en el mundo del trabajo es más importante para los varones, mientras que casi una de cada 10 muchachas, y casi uno de cada 5 muchachos piensan que tener una educación universitaria es más importante para un varón.
En definitiva, los prejuicios de género se instalan desde la niñez y se confirman en la edad adulta, alimentando la violencia física y psicológica contra la mujer, aumentada durante la cuarentena. Según datos de Istat, en Italia 8.816.000 mujeres (43,6%) entre 14 y 65 años han sufrido alguna forma de acoso sexual en su vida.
Según las Naciones Unidas, las mujeres dedican una media de 4,1 horas al día a las tareas del hogar y al cuidado no remunerado de los miembros de la familia, mientras que los hombres solo dedican 1,7 horas al día. Un cálculo que, en Venezuela, está muy presente.
El artículo 88 de la Constitución bolivariana, aprobada en 1999, un año después de la victoria de Chávez en las elecciones presidenciales, reconoce que el trabajo doméstico genera riqueza para la sociedad, que es trabajo productivo. Por tanto, no son las amas de casa las “mantenidas”, dicen las feministas venezolanas, sino la otra mitad de la población que depende del trabajo de cuidados para la supervivencia y la convivencia en general.
Así, la ministra de la Mujer e Igualdad de Género, Asia Villegas, resumió la propuesta de la feminista María León, ex guerrillera comunista durante las «democracias camufladas» de la IV República, que tiene como objetivo profundizar el artículo 88 de la constitución: “Si el trabajo del hogar produce riqueza social ‑nos dijo Asia‑, pedimos cuantificar esta riqueza en términos de Producto Interno Bruto. Partimos de una noticia, hace más de 20 años. Una mujer perdió la vida atropellada por un autobús. El esposo denunció a la empresa de transporte y pidió una indemnización por el daño económico sufrido con la pérdida de su esposa, quien cuidaba a una familia con 4 hijos. Luego, los abogados cuantificaron ese trabajo doméstico: lavar, planchar, cocinar, etc. Y el hombre ganó el caso. Ahora bien, si tratamos de monetizar, como lo hace el capitalismo, cuánto costaría contratar una enfermera, una maestra para los niños, una trabajadora doméstica, podemos hacernos una idea del aporte económico al PIB que constituye la segunda jornada de la mujer. Deconstruir el imaginario patriarcal implica asumir la responsabilidad y compartir todo el trabajo existente en el hogar”.
Un mensaje de resistencia y perspectiva que considera la lucha contra el patriarcado y la violencia sistémica que desencadena como eje fundamental de la lucha contra el capitalismo y el imperialismo.