Por Adalberto Santana. Resumen Latinoamericano, 22 de noviembre de 2020.
En América Latina y el Caribe siguen desarrollándose una serie de transformaciones hacia el espectro político de la llamada izquierda latinoamericana. Así lo confirman los más recientes comicios que se han realizado en países latinoamericanos como también los manifiestos gobiernos que profundizan sus políticas progresistas en la región y que se identifican con esas alternativas frente al modelo neoliberal que vive en una fase de mayor decadencia.
Esta situación sin embargo, también genera convulsas reacciones de los sectores tradicionales de las derechas regionales. Incluso estas posturas y crisis conservadoras coinciden con las posturas decadentes y de la ultraderecha estadounidense representada por el presidente Donald Trump y el espectro político de esas exiguas fuerzas que esos sectores del poder imperial representan.
Esta situación es la que a nuestro juicio ha creado las mejores condiciones para el aplastante triunfo electoral del candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce Cotacora, en Bolivia, quien arrolló con más del 55.1 del electorado el pasado 18 de octubre de 2020. Comicios en los que el triunfo del socialismo boliviano fue también contundente para los cargos de senadores y diputados del Estado Plurinacional de Bolivia. Es así como se mostró que a pesar del golpe de Estado generado en noviembre de 2019 contra el presidente Evo Morales, en ese hermano país sudamericano, se puso en evidencia que la correlación de fuerzas era y es muy favorable a las fuerzas progresistas locales, e incluso regionales.
Situación que también puso en evidencia la debilidad de los grupos y partidos conservadores que de ninguna manera pudieron capitalizar el supuesto descontento que pregonaban los medios informativos bolivianos e internacionales. Coyuntura que si bien fue más que favorable para las fuerzas progresistas, fue también desfavorable en el mismo sentido para la reacción y el golpismo boliviano en un mismo contexto donde iba creciendo la descomposición de su sustento internacional como era la candidatura de Trump y del movimiento de protesta en los mismos EU. Es decir, la crisis política que se generaba en el imperio, a su vez colaboraba para darle más fuerza al movimiento insurgente en Bolivia.
Sin embargo, también hay que comprender que si el tiempo que gobierno Evo Morales fue una constante acumulación de fuerzas para el MAS, es también un periodo en que la izquierda latinoamericana avanzaba con sus fuerzas motrices e incluso con sus debilidades ideológicas, donde la propaganda mediática de los sectores conservadores buscaban debilitar políticamente al proyecto socialista boliviano.
En todo este espectro, conviene considerar que para alcanzar este desarrollo político, las luchas del pueblo boliviano, acumulaban una serie de antecedentes que le daban fuerza al proyecto emancipador. Por ejemplo, pensemos que uno de los fundadores del MAS fue Filomeno Escobar (1934−1917) dirigente y activista obrero boliviano, de formación marxista que: “Se forjó en los sindicatos y en el trotskismo durante 40 años, y
después de esa experiencia cuestionó la esencia de la izquierda en Bolivia”(…) “Para él (Filemón), la izquierda boliviana se caracteriza por copiar ‑en la forma más ortodoxa- las revoluciones internacionales (…). Lo que no se comprendió, dijo, que el proletariado en Bolivia tiene origen en la civilización andina-amazónica, que hace fuerza por la complementariedad y no por la confrontación” (https://rimaypampa.com/la-praxis-pedagogica-politica‑e/).
A la par el mismo discurso confrontativo y despiadado de la derecha boliviana, (por ejemplo el de la ex presidenta de facto Janine Añez Chávez y del ex candidato Luis Fernando Carmona, fueron dirigidos a una minoría de bolivianos, los cuales desprecian las culturas y a los pueblos andinos. Esos segmentos de las clases ricas y medias bolivianas, ni siquiera quieren o intentan hablar las lenguas originarias de su país. Es decir, tiene una ruptura cultural con la mayoría de la población. En otras palabras, cuando los dirigentes del MAS coptaron al grueso del pueblo indígena y popular boliviano, garantizaron la victoria de la candidatura de Luis Arce Cotacora y de su candidato a vicepresidente, David Choquehuanca. Dos ex ministros del gobierno de Evo Morales. El primero de Economía y Finanzas y el segundo canciller.
En todo este contexto, las futuras elecciones parlamentarias que se avecinan en la región especialmente en Venezuela (6 de diciembre de 2020), están ya recibiendo las ofensivas de la derecha local, regional y mundial para tratar de empañar la imagen de otro contundente triunfo del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y sus aliados. Su apuesta por el autodesignado presidente, “Juan Guaidog”, es un cartucho quemado que sin embargo quieren seguir sacándole pólvora.
Un triunfo más de las izquierdas caribeñas, pero menos notable fue el de la elección que llevó de nueva cuenta a ratificar como mandatario a Ralph Gonsalves en San Vicente y las Granadinas, con triunfo del Partido Laborista de Unidad (ULP). Entidad partidaria que por quinta vez vuelve a triunfar en los comicios de ese archipiélago caribeño, donde obtuvo 9 de los 15 escaños en disputa el pasado 5 de noviembre.
La ola progresista en América Latina y el Caribe, sin duda sigue adelante y tiene más futuro de victorias electorales que las derechas latinoamericanas. Para abril de 2021 en Perú se realizarán nuevas elecciones presidenciales, no hay que descartar a las izquierdas de ese país andino que sumen sus fuerzas y capitalicen el descontento popular a su favor. Seguro que si logran avanzar en ese objetivo, será otro triunfo contundente de las fuerzas populares y de las izquierdas peruanas emulando a lo realizado en Bolivia.
Fuente: TeleSUR
Foto: ABI