Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 29 noviembre 2020.-
Jacobo Torres, sindicalista y revolucionario, es uno de los rostros más representativos de la lucha de clases en Venezuela. Una voz que se escucha particularmente en este momento de transición de la revolución bolivariana.
Jacobo, gracias por aceptar esta entrevista. Quisiéramos comenzar contando a quienes no te conocen internacionalmente cuál fue tu camino, durante la IV República y luego con la revolución bolivariana.
Tengo 45 años de militancia, prácticamente toda una vida. Empecé a los 12 años, primero con el Partido de la Revolución Venezolana, el PRV. A partir de 1979, cuando tenía 16 años, acompañé en la construcción de la Tendencia Revolucionaria al Comandante Fausto, el nombre en la guerrilla de nuestro compañero Ali Rodríguez Araque. Posteriormente fui militante internacionalista del Ejército Revolucionario del Pueblo, en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), durante los años de guerra en Salvador. Fui miembro de la comisión político-diplomática del FMLN por el ERP. Luego, obviamente, colaboré con los camaradas sandinistas durante los años de guerra en Nicaragua y siempre junto con los camaradas cubanos, como un consecuente revolucionario de America del Sur. En Venezuela participé en los dos levantamientos cívico-militares del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992 contra las democracias disfrazadas de la IV República, y desde entonces siempre he seguido la causa del comandante supremo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez. En la revolución ocupé tanto cargos gubernamentales, de mediano calibre podemos decir, como sindicales, pero siempre dedicado a la acción política. Milité en la Causa R y participé en la fundación del PPT. Fui coordinador de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores, fundada por Chávez en 2000, y antes de eso formé parte del Frente Nacional Constituyente Obrero en 1998, coordiné el equipo de discusión de los artículos sociales de la Constitución Bolivariana de 1999. Fui militante del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) desde su fundación, y antes fui miembro del MVR. Hoy soy militante casi a tiempo completo en el Movimiento Obrero Revolucionario “Ali Rodríguez Araque” (MOARA) en el sector eléctrico.
¿Cuál es la tarea del MOARA y cuáles son sus objetivos?
Según una indicación del presidente Nicolás Maduro, el propósito es construir un fuerte polo revolucionario de trabajadores del sector eléctrico, uno de los más sensibles y estratégicos de nuestra economía y nuestro día a día. Tras el terrible sabotaje eléctrico sufrido en marzo de 2019, superado gracias al esfuerzo de los trabajadores, estamos construyendo un movimiento sólido a partir del Consejo Productivo de Trabajadores y Trabajadoras, nuestro cuerpo de lucha en el sector eléctrico, que hemos decidido dedicar al Comandante Fausto. Para la recuperación del sistema eléctrico nacional, también se encuentra en construcción la Brigada de Noviembre Victorioso, en la que estoy trabajando junto a varios compañeros de la coordinación nacional. Respondiendo siempre a tu pregunta sobre mi papel en la revolución de hoy, además de ser electo para la Asamblea Nacional Constituyente, que finalizará su labor el 31 de diciembre, soy el coordinador nacional de la Central Obrera Socialista Bolivariana. Trabajo con el compañero, hermano mayor, Adán Chávez en la vicepresidencia internacional del partido y colaboro con la vicepresidencia obrera en todos los escenarios que se presentan.
¿Cuál es tu lectura de la situación económica actual en Venezuela?
La situación sigue siendo muy complicada. Venimos de una guerra sistemática de los años del Comandante Chávez. Una guerra que se desarrolló en todos los campos, desde el económico al psicológico. Desde el golpe de 2002, que gracias a la conciencia de nuestro pueblo y a la unión cívico-militar logramos resolver en 48 horas, hasta ahora hemos tenido que resistir todo tipo de ataques, infiltraciones, sabotajes, que se han intensificado tras la muerte de Chávez. El imperialismo y la derecha creían que podían haber ganado con Nicolás Maduro. En cambio, el primer presidente chavista y obrero se reveló, como decimos aquí, un tipo respondón. Se reveló como un estadista, un gran líder, obviamente acompañado de la conciencia de nuestro pueblo organizado y de una clase obrera que se fortalece cada día más en la construcción del nuestro modelo socialista, a pesar de las dificultades. Desde 2015, cuando Obama definió a Venezuela como «una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos», el bloqueo económico y financiero se ha intensificado y las «sanciones» se han endurecido, mientra el imperialismo decía que eran medidas destinadas a golpear el «régimen» de Maduro y funcionarios estatales. Por lo contrario, si hay una cosa muy clara es que las medidas coercitivas unilaterales y el conjunto de ataques que sufrimos, no afectan solo a la dirigencia chavista, sino a todo el pueblo, sin importar el color político. No han robado la refinería Citgo, que tiene su sede en Estados Unidos, la empresa Monomeros en Colombia, se robaron nuestros activos externos, congelaron nuestras cuentas en bancos europeos, robaron el dinero destinado a tratamiento médico para niños enfermos de médula ósea, ya decidida y pagada a través de Citgo, en Italia. Nos han impedido comparar alimentos y medicinas en el exterior, intentan bloquearnos en todas partes. Pero nuestro gobierno logró amortizar el efecto de la dolarización especulativa y la crisis económica inducida por el bloqueo, a través de los subsidios y bonus pagados a través del Carnet de la patria y las bolsas Clap, los Comités de abastecimiento y producción que ayudan a más de 6 millones de familias entregando alimentos básicos. Ciertamente no hemos resuelto, solo suavizado el golpe, mientras el plan de producción avanza para ser lo más autosuficiente posible. Todavía no podemos producir todo lo que consumimos, pero al menos dos elementos básicos, el maíz y el arroz que comemos, ahora se producen en Venezuela.
El feroz bloqueo económico-financiero impuesto por Estados Unidos y sus vasallos sin duda ha empeorado el nivel de vida de los trabajadores y trabajadoras, pulverizando su poder adquisitivo, a pesar de los subsidios gubernamentales. ¿Por qué se ha llegado a este punto? ¿No hubo también errores en la conducción de la política económica?
Se cometen errores y se volverán a cometer. Seguimos ante un Estado capitalista, contra el cual hemos diseñado la construcción de nuestro Estado socialista, a través de la comuna como unidad primaria del Estado y con nuestra clase obrera organizada en los Consejos productivos de trabajadores y trabajadoras. Un proyecto que permite el control de la clase trabajadora y del pueblo organizado en la construcción del nuevo modelo. Como trabajadores, apostamos por la construcción de un modelo obrero campesino y comunal que, con esta simbiosis entre los factores más importantes de la revolución, llegue al nuevo modelo socialista como lo soñó Chávez. Por supuesto, ha habido errores económicos y retrasos en cómo desmantelar el viejo Estado y cómo tratar con esos funcionarios que se comportan de manera burocrática y que frenan el impulso del socialismo.
En cuanto a la cuestión de los salarios, especialmente los de quienes laboran en el sector público, se ha desarrollado un vivo debate entre dos militantes de la revolución, el líder del PSUV, Jesús Farias y la economista marxista Pasqualina Curcio. ¿Cómo fueron las cosas en tu opinión?
Afirmo que el debate se produjo entre dos compañeros muy respetables, cuyas concepciones forman parte de una misma perspectiva política revolucionaria, los cuales tienen mi estima. Sin embargo, tal vez podrían haber manejado mejor ese debate, especialmente porque, en mi opinión, la cuestión del aumento salarial no fue decisiva como se planteó. Pasqualina lo hizo buscando formas de combatir el modelo capitalista y el bloqueo económico. Jesús argumentó desde un punto de vista más pragmático, partiendo de la necesidad de salir de la crisis económica inducida por el imperialismo. En ambos casos, el problema se ha centrado en el aumento salarial que, desde mi punto de vista, no es el tema principal. Eso sí, el ataque al poder adquisitivo de los trabajadores es fuerte, pero sin medidas adicionales, cualquier aumento salarial es pulverizado por la dolarización artificial y la guerra económica. El salario mínimo hoy es de 1.200.000 bolívares, pero con el proceso de dolarización artificial equivale a un dólar. Por ello, proponemos que el salario esté anclado, con o sin aumento, al Petro flotante, medida tomada por el gobierno con la creación de la criptomoneda Petro sustentada en los grandes recursos naturales, de alto costo en el mundo, que posee nuestro país: el oro, petróleo, diamantes, bauxita, coltán…. El Petro se estima en 30 – 40 millones de bolívares. Decimos que con medio Petro podemos resolver el problema de los indicadores salariales que se pagan en bolívares y no en dólares como lo está haciendo una parte del sector privado, que hace ganancias estratosféricas y puede dar la miseria de 10 dólares a los trabajadores. Nuestra propuesta nos permitiría a los trabajadores del sector público tener un salario proporcional a sus necesidades. Con el Petro, podríamos estabilizar el poder adquisitivo, aumentar la capacidad de consumo y contribuir a la estabilización económica. Sin embargo, la segunda propuesta, aún más importante, es maximizar la capacidad de producir lo que consumimos. Con el bloqueo económico-financiero ya no es concebible importar el 80% de nuestras necesidades. Debemos adaptar nuestro aparato de producción a la necesidad de producir bienes y servicios para uso nacional.
Recientemente participamos en una reunión mundial, la de la Plataforma de la clase trabajadora antiimperialista (PCOA). ¿Cuál fue el análisis y cuáles fueron los objetivos?
La Plataforma de la Clase Obrera Antiimperialista (PCOA) es una iniciativa del presidente Maduro tras el Foro Social Mundial. Nuestro análisis, compartido por los marxistas a nivel internacional, considera la crisis estructural del capitalismo a nivel mundial, mucho más profunda que la de 1929, o de 2008. Una crisis de grandes proporciones y de largo alcance que se profundiza cada día más, y eso no se resuelve ni siquiera con las guerras imperialistas. Esto no significa que el capitalismo haya llegado a su fin, sino que está cavando su tumba y que el aumento de sus contradicciones lo empuja hacia su propia destrucción. En este contexto, Maduro vio la oportunidad de llevar la contradicción al corazón del enemigo, a Estados Unidos y Europa, agudizando las contradicciones entre burguesías e entre imperialismos: en fin, dejándoles probar un poco de su propia medicina. En este proceso, en la construcción de un espacio de confluencia antiimperialista, consideramos a la clase obrera la vanguardia, pero no excluimos el acompañamiento de lo que Gramsci llamó los intelectuales orgánicos. El objetivo es construir una red de acción antiimperialista que permita articular la lucha por salir de la pandemia con una perspectiva diferente a la del sistema capitalista como modelo dominante de la llamada nueva normalidad. Una perspectiva de mayor equidad entre los pueblos, mayores posibilidades de desarrollo y crecimiento compartido no solo para enfrentar la pandemia, sino para salvar a la humanidad de la barbarie, como dijeron Fidel y Chávez. La Plataforma permite dar una nueva visibilidad internacionalista a la lucha contra el imperialismo estadounidense y sus aliados europeos.
La ley contra el Bloqueo ha suscitado grandes discusiones. ¿Qué preguntas te hicieron los trabajadores y cómo respondiste?
La Ley contra el bloqueo se ha prestado a diversas interpretaciones. Ha habido un sector que ha tratado de desprestigiar lo que está haciendo el presidente para enfrentar la crisis económica que produce el bloqueo y la burocracia interna que, como un cáncer, intenta devorar las instituciones del estado. En lenguaje izquierdista, este sector ha hecho circular la idea de que esta ley viola la soberanía del estado, lo que acaba con el legado de Chávez, etc. Por el contrario, la ley protege las empresas básicas y estratégicas que, como patrimonio del pueblo, no pueden venderse, alquilarse ni entregarse. El objetivo de la ley es generar alianzas estratégicas que nos permitan tener ingresos en divisas, y que permitan una transferencia de tecnología entre quienes vienen a invertir y nuestro estado. Ya existe una primera empresa que se fundó de acuerdo con esta ley, llamada Ferroven y trabaja en los sectores aeroespacial, aeronáutico y ferroviario. El objetivo es que al final del contrato tengamos capital industrial y una capacidad técnica lo suficientemente fuerte para nuestro desarrollo. La Ley contra el bloqueo tiene como objetivo general el desarrollo, la autonomía productiva y también el aumento del poder adquisitivo de los trabajadores con un fondo específico derivado de estas alianzas. Según nuestros cálculos, los resultados se verán en el primer cuatrimestre del próximo año.
¿Cómo se transformó el sindicato en la revolución bolivariana, qué fases atravesó?
A lo largo del siglo XX, en un escenario policlasista, tuvimos un sindicato que ha echo aparición a la clase dominante y que nos vendió a la socialdemocracia. En el siglo XXI surge la necesidad de transformar el sindicalismo en un organismo creativo, así como el trabajo debe ser creativo, transformador de la sociedad y del ser humano y no explotado. Para pasar de la explotación a la creación, necesitamos un sindicalismo de lucha, pero también un sindicalismo que ayude a transformar la sociedad en la que vivimos, a hacer una revolución, a tomar el cielo por asalto como decía Marx. Por tanto, es necesario que los dirigentes sindicales también sepan gestionar el Estado, como vanguardia de la clase trabajadora, que es el motor de la transformación de la sociedad. Nuestro sindicalismo, por tanto, se transformó gradualmente con el ritmo de la revolución y sus contradicciones. Hoy tenemos una dirección sindical que no solo significa conquistas, salarios y subsidios, sino que ha aprendido a gestionar la impresa, la innovación tecnológica, apoyando la revolución. Desde 2014, a partir del Congreso de los Consejos Productivos de Trabajadores creado con el apoyo del presidente Maduro y el sindicalismo revolucionario, se construye este nuevo modelo social dirigido por la clase trabajadora, que contempla un plan intensivo de formación ideológica que permite en un futuro no muy lejano dar el gran salto hacia el socialismo y mientras tanto afrontar el capitalismo que, sin embargo, persiste en nuestra sociedad y en nuestra economía.
Un grupo de organizaciones y movimientos optó por presentarse de forma independiente en las elecciones junto con el Partido Comunista de Venezuela. Esto ha causado mucha desorientación, tanto en las áreas de base en Venezuela como a nivel internacional. Muchos compañeros piden al PSUV que responda sobre los méritos de las críticas teóricas y políticas abordadas por estas formaciones. ¿Cómo responderías?
Hablo a título personal, no en nombre del partido. Lo conozco desde hace años y soy amigo de unos compañeros que han decidido acompañar al PCV en esta, en mi opinión, deplorable aventura. Creo que se equivocan al exacerbar las contradicciones, muchas veces de forma artificial y oportunista, como lo está haciendo el PCV por motivos electorales. En lugar de enfrentar al imperialismo, la derecha, los enemigos, se dedican a descalificar a Maduro y a la revolución. Nos acusan de haber vendido el país y la revolución, y no se dan cuenta de que están trayendo agua al molino de la derecha para un truco electoral de poca trascendencia. Ni el pueblo venezolano, ni los aliados del Gran Polo Patriótico, ni la mayoría de partidos y movimientos de solidaridad internacional que apoyan una revolución seria, se han dejado atrapar. Nunca hemos ocultado la existencia de contradicciones, nunca hemos dicho que hay socialismo en Venezuela. Digamos que es necesario transformar el escenario capitalista que aún persiste sentando las bases de un nuevo modelo. El modelo capitalista no se transforma por capricho ni por decreto, sino con una lucha duradera, con una transición que puede durar décadas: porque no basta con transformar la economía, también necesitamos una revolución cultural que nos permita abandonar el modelo rentista, el modelo capitalista. Necesitamos producir nuevos códigos que nos permitan construir una sociedad colectiva, un liderazgo colectivo en manos de la clase trabajadora, una alternativa a este modelo burgués corrupto y burocrático. Como la del 6D es una competición democrática, deseamos que estos camaradas tengan éxito. Creo, sin embargo, que después de la victoria de las fuerzas revolucionarias del PSUV, habrá alguien que irá a la oposición, alguien más que volverá a la revolución y nosotros avanzaremos.
Como constituyente, ¿cuáles son las principales propuestas, que ya se han convertido en ley o que quedan por aprobar, presentadas por la clase obrera?
La constituyente nació contra la violencia de la derecha, las guarimbas de 2017. El presidente lanza la propuesta el 1 de mayo, yo estuve presente para acompañar esa propuesta. Con la ANC fue posible restaurar la paz y la estabilidad política en el país. Logramos aprobar 4 presupuestos, lo que hubiera sido imposible con un parlamento en desacato como el de la derecha. Hemos blindado la constitucionalidad de nuestro estado, aprobado leyes importantes como la contra el bloqueo y probablemente algunas otras que deberán aprobarse antes de que la Asamblea Nacional Constituyente concluya su mandato el 31 de diciembre. Creo que puedo estar satisfecho, con la historia y con nuestro pueblo.