Resumen Latinoamericano, 24 de diciembre de 2020.
Comunicado de la Coordinadora Barrial Resistencia
(adhiere la OLP-Resistir y Luchar)
Los revolucionarios, por definición, no disponen de barrios exclusivos en donde dejar a sus familias cuando van al combate. Los pueblos atacados por el imperialismo y las oligarquías burguesas deben defenderse y pelear en cada momento y en cada ámbito en que desarrollan su vida: en la casa, en el trabajo, en el campo, en la ciudad, de día y de noche. El inmenso poder al que se enfrentan dispone de la posibilidad de rotar sus mercenarios y mantenerlos en las mejores condiciones para el combate.
A los pueblos se les impone una guerra que atraviesa toda su existencia, que se convierte incluso en el eje alrededor del cual gira toda su existencia. Algunos de sus hijos asumen tempranamente esa dura realidad. Cuando el conjunto de un pueblo la asume, no hay fuerza que pueda derrotarlo. Así ocurrió en Vietnam, en China, en Cuba, en Nicaragua, en el África en pie de guerra contra las potencias coloniales.
Los revolucionarios conocen la crueldad y la barbarie terrorista con que los poderosos defienden a sangre y fuego sus privilegios y su saqueo. Y saben que, como el enfrentamiento, al que se ven empujados por esa barbarie y por su propia dignidad, es integral; el enemigo de los pueblos tampoco respeta a la familia de los insurgentes. Al contrario, el núcleo familiar de los insurgentes es un objetivo prioritario de sus ataques. Los militantes revolucionarios tienen familia, claro, aunque haya algunos a los que eso les parezca antinatural.Así lo vivimos durante las dictaduras de los 60 y 70 en Argentina; y así volvemos a verlo ahora, en distintos lugares de nuestra América en dónde los pueblos y sus vanguardias se alzan. Ocurre en Colombia y también en Paraguay, por ejemplo.Desde que el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) se alzó en armas el ataque de los distintos gobiernos a las familias de los combatientes ha sido permanente y sistemático.
El relato de las agresiones y crímenes que el Estado paraguayo ha cometido contra ellas es imposible en un corto espacio; baste recordar el crimen más reciente: la ejecución de Lilian y María Carmen Villalba, niñas de 11 años, hijas de guerrilleros.Ahora han capturado, cuando intentaba regresar a su hogar, en Argentina, donde vive desde hace más de 10 años, a la mamá y tía de esas niñas, hermana de Osvaldo, Liliana y Carmen, militantes del EPP.Laura Villalba no es combatiente; quedó atrapada, primero por la pandemia y luego por el cerco que las Fuerzas Armadas paraguayas y sus “asesores” colombianos y yanquis, tendieron alrededor de la zona en donde detectaron que estaban los familiares atrapados.Lo anunciaron recientemente: iban por las familias; sabían que allí no estaban solamente los combatientes y eso les permitiría mostrar “éxitos”, atacando a los no combatientes.
Ahora, la injusticia institucionalizada del poder judicial paraguayo caerá sobre ella; los medios ya están creando una imagen de Laura que no responde ni a veracidad ni a racionalidad.Laura no es una víctima, ni siquiera es inocente. Al poder que somete el Paraguay no le importa lo que hizo o dejó de hacer; y a nosotros tampoco. Ella eligió acompañar la lucha de sus hermanos, de sus amores; ella asumió el riesgo de estar allí. Sólo los idiotas piensan la realidad en términos del Código Penal. No se trata de si ella violó o no leyes; se trata de que, aun sin haberlo hecho, para la oligarquía paraguaya y sus sicarios ella es una criminal; y para nosotros, simplemente, una mujer de absoluta dignidad y entereza, una heroína –otra heroína – . Para nosotros, es una compañera ejemplar.
¡Libertad a Laura Villalba!
¡Libertad a todos las presas y presos políticos del Paraguay!