Resumen Latinoamericano, 9 de diciembre de 2020.
fuente: Azucena Villaflor, secuestrada y desaparecida.
Hace exactamente 43 años, por estos días de principio de diciembre comenzaba la cacería al grupo de la SantaCruz. Un joven atraviesa la puerta de la iglesia de la Santa Cruz y sale a paso tranquilo hacia la calle. No mucho tiempo atrás, se había presentado al grupo de Madres que se juntaban allí diciendo llamarse Gustavo Niño y ser hermano de un desaparecido. Su aspecto juvenil y la empatía de las Madres habían hecho el resto. Ese día, se despedía del grupo dando un beso a cada una de las personas y abandonaba la iglesia sabiendo que había cumplido con su trabajo.
Era el 8 de diciembre de 1977, y lo que aparentaba ser un saludo común y corriente escondía algo mucho más siniestro: ese beso, como el de Judas, acababa de condenar a muerte a 12 personas.Aquel día se había organizado una reunión para preparar una solicitada que sería publicada en el diario La Nación con algunos nombres de personas desaparecidas.
Al caer el sol, cerca de las 20:30, un grupo de hombres de civil que se identificaron como policías se presentaron en el lugar y secuestraron a 9 personas a la salida del lugar. Mientras tanto, a varias cuadras de allí, un grupo de tareas haría lo mismo con otro integrante del grupo. Sin embargo, nada iba a detener a las Madres: a las 10 de la mañana del día siguiente, Azucena Villaflor, Nora Cortiñas y varias compañeras más se presentaban en la puerta del diario a dejar su solicitada.
Eran 804 nombres de 804 personas desaparecidas por la dictadura.Al día siguiente, el anuncio era publicado. Esa misma mañana, en la esquina de su casa, Azucena era secuestrada. Horas después, la misma suerte correría la monja francesa Léonie Duquet. Las 12 personas marcadas fueron llevadas al campo de concentración de la ESMA y, días después, arrojadas vivas al mar desde los vuelos de la muerte… pero el sadismo de los genocidas siempre podía dar un paso más y, tras ser devueltos los cuerpos por la corriente hacia la costa, los enterrarían como NN en un cementerio.
Tiempo después, en 2005, serían hallados e identificados. Los archivos desclasificados de los EE.UU. indicarían lo obvio: el Gobierno estadounidense siempre supo de los hechos. En lo que refiere a aquel joven, el genocida Alfredo Astiz, sería condenado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad.
«Nunca voy a pedir perdón» ‑declaró- «lo que hice fue infiltrarme y eso es lo que no me perdonan»… y «de eso me río». Cuando Nora Cortiñas declaró sobre este caso en la causa ESMA, dijo: “Yo les digo una cosa, señores jueces, qué terrible esa represión: se llevaron a los hijos, a los hijos de esos hijos… ¡y llevarse a las madres que buscaban a sus hijos!”.
fuente: revista Livertá!
Genocida Alfredo Astiz