Por Caroline Oliveira y Vanessa Nicolav. Resumen Latinoamericano, 11 de diciembre de 2020.
La población originaria del norte de Minas Gerais lucha por preservar su territorio y modo de vida.
Entre el cielo y la tierra, la vida sigue su curso en el entender geraizeiro. En los Gerais, Dios está en cada tiempo vivo: en la cosecha de hierbas medicinales en la que se respeta las fases de la luna, en el roce del suelo en la primera hora del día, en la tan esperada cosecha para arrancar el alimento. En sus calles, sin embargo, ganó espacio el diablo, como juega João Guimarães Rosa en su obra Gran Sertón: Veredas, al atravesar los Gerais y encontrarse a los “geralistas” como llama a los geraizeiros – es decir, las comunidades tradicionales que viven en el ecosistema del Cerrado al norte del estado de Minas Gerais – en su libro.
Pero el diablo no está en medio del remolino. Por el contrario, es su propio hacedor. “¡El diablo! que, para Adelina Xavier de Moraes, representa el aumento de los problemas de la minería.
La comunidad en la que vive es una de las amenazadas de extinción por la construcción del megaproyecto minero de Sul Americana de Metais S/A(SAM) controlado por la empresa china de inversiones Honbridge Holdings, con sede en las Islas Cayman y oficina central en Hong Kong.
“Lo que veo es que me van a poner puerta afuera de mi casa y no lo quiero. Estoy bien aquí. No estoy bien con eso, con la minería. Pero estoy bien en mi casa. Almuerzo cuando quiero, bebo lo que me da ganas. Me encuentro con mis amigos. Lo único que no es bueno aquí es la minería”, relata.
El desalojo de la población, con la consecuente desestructuración de los vínculos territoriales y sociales; la alteración del modo de vida tradicional de las comunidades; los problemas de salud y seguridad; la destrucción del cerrado nativo y de las fuentes de agua son algunos de los problemas que se avecinan con la llegada del proyecto minero, advierte el Movimiento de Afectados por Represas (MAB), que junto con la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) y el Colectivo Margarida Alves (CMA), actúan junto a los geraizeiros en la defensa del territorio.
Doña Adelina, de 81 años, vivió toda su vida en esa tierra, una de las 73 comunidades del territorio tradicional geraizeiro de Vale das Cancelas, al norte de Minas Gerais, que se divide entre los municipios de Grão Mogol, Padre Carvalho y Josenópolis.
Nació como todos aquellos que viven en los Gerais, nativos de la región, que circulan entre chapadas y grotas, entre valles, con el ganado libre y pequi y mangaba [frutas típicas del cerrado] cultivadas en tierra común. Nacen libres en los Gerais en contraposición a los mineros que tienen el suelo sobre sus cabezas, cuyo destino es desgarrar la tierra desde su interior.
El clima es semiárido, pero el lector no debe pensar en un suelo agrietado y con vegetación seca. La escasez de lluvias y la temperatura elevada no impiden que crezcan allí diversos frutos. La región tiene una gran diversidad, y con un poco de agua, los geraizeiros plantan de todo: calabaza, calabacín, maxixe, frijoles, maíz, maní, maracuyá, mango, papaya, tomate, cebollino y así sucesivamente. Este sertón está amenazado.
El hecho de que se trate de una comunidad tradicional, reconocida así por la Ley 21.147 del estado de Minas Gerais, no impide que se construya un emprendimiento de esta envergadura en la región, ya que el proceso de regularización de tierras aún no ha sido concluido por la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (SEAPA) de Minas Gerais. Hasta el momento, se trata de una comunidad tradicional, pero aún no se ha reconocido la delimitación de su territorio.
El objetivo de la megaobra es transformar la región en un nuevo polo minero, así como otras regiones de Minas Gerais, como Brumadinho y el Cuadrilátero del Hierro en que se ubica el municipio de Mariana.
Maria Leide Soares dos Santos Moraes, de 41 años y nuera de Doña Adelina cuenta que la minera presiona a los habitantes para que acepten el proyecto.
“Hay veces que vienen y nos dicen cosas que no comprendemos. Como si mañana las máquinas fueran a llegar para trabajar. Nos meten miedo porque dicen que van a empezar, van a empezar, incluso cuando no lo esperemos. Nos quedamos atemorizadas”, afirma Moraes.
Su marido, Domingo Lisboa de Moraes, de 47 años, afirma que en su comunidad – comunidad de Laramão – nadie aprueba la llegada de la minera. Como ya lo dijo su madre: para los amigos hay siempre una taza de café; para ellos, no; nadie piensa en convivir con la represa.
“Nuestra preocupación es de que la minera traiga muerte a todo, no solo a los seres humanos, sino también a los animales, fuentes y al cerrado [bioma]. Una enfermedad. No es algo de este mundo, no. Cosa de otro mundo”, afirma Domingo.
Su vecina Eva Rosa de Souza compara la presión de la minería en la región y la posible instalación de la compañía con una invasión.
“Para mí es como invadir porque no queremos vender y siguen entrando, enloqueciendo a la gente”, dice.
Hasta el momento ni la compañía ni los gobiernos — federal o estadual — presentaron un proyecto de reasentamiento de estas familias en caso de que se concrete el complejo minero. Desalojadas o no los impactos a las comunidades son nocivos.
Brasil de Fato contactó a la compañía SAM. En una nota enviada afirma que tiene un “inmenso respeto por las personas”. Aunque los habitantes afirman que no les interesa la construcción del proyecto minero en el lugar, dice que “la construcción de una relación de confianza con las comunidades se realiza junto con ellas y en permanente diálogo”.
De la minería a la vida hundida
El proyecto minero de la empresa minera alcanza 8 mil hectáreas, 11 comunidades y seis municipios de Minas Gerais. Cuatro comunidades, como la de Doña Adelina, y tres cementerios desaparecerían.
Según Bruno Milanez, docente de la Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF) y coordinador del grupo de investigación Política, Economía, Minería, Ambiente y Sociedad (Poemas), la llegada del proyecto puede desestabilizar las comunidades y afectar directamente su modo de vida tradicional, con severos impactos sociales.
“Con la llegada abrupta de un gran contingente de trabajadores, habrá abuso de drogas, más posibilidad de explotación sexual, un incremento de la violencia contra las mujeres y embarazos de adolescentes”, asevera.
Puede afectar además la producción agraria de los geraizeiros porque hay un discurso de que van a generar más empleo como si las personas allí “no hicieran nada”.
“En realidad están desalojando a las personas, quitándoles sus trabajos el trabajo rural – e imponiendo un trabajo precario, en empresas tercerizadas y mal pagado”, afirma el docente.
Del lado de aquellos que sufren los impactos de la minería en carne propia, el geraizeiro Valdir Gouveia, de 58 años, ve a la comunidad geraizeira como un “obstáculo” para la compañía minera.
“Si dejan entrar a la minera como quieren van a perjudicar nuestro lugar, van a decirme que tengo más de 58 años, que no soy útil para trabajar en la minería. Así que eso de desarrollo a través de la minería es una mentira”, afirma Gouveia, “aún más después de las tragedias en Mariana y Brumadinho”.
Disputa por el agua
Con un funcionamiento de 24 horas al día, se estima que el proyecto consumirá más de 6 millones de litros de agua por hora en una región que ya sufre con la sequía.
Para Milanez, la tentativa de desarrollar un proyecto minero en aquella región “es muy problemática”:
“La demanda hídrica de la minería es muy alta. Entonces es muy contradictorio incentivar o apoyar la instalación de proyectos que van a competir por el agua con las comunidades locales”.
La compañía minera SAM ya cuenta con una licencia de la Agencia Nacional de Águas (ANA) para acceder a 54 millones de litros de agua de la represa de Irapé, controlada por la Compañía Energética de Minas Gerais.
Con esta cantidad de agua sería posible abastecer a 400 mil habitantes de un municipio de Minas Gerais por un periodo de dos años. Además de contar con el permiso de ANA, el proyecto también incluye la creación de una represa en el río Vacaria, lo que inundaría 757 hectáreas donde viven cuatro comunidades y hay nueve cementerios.
“El agua no le pertenece a la compañía minera, sino a las comunidades. Pero está siendo utilizada por un determinado grupo, restringiendo el acceso al agua a un grupo social específico, para un uso exclusivo y de baja calidad”, señala el investigador consultado por Brasil de Fato.
Según él, el impacto de la minería no es solo local. La alteración del paisaje, el cambio en el relieve terrestre implicaría en el cambio del sistema hídrico, lo que afectaría a comunidades que viven a 15 kilómetros del complejo minero, además de contaminar los recursos hídricos con productos químicos como arsénico y mercurio o relaves mineros.
“Utilizar el agua para transportar minerales y después arrojarla al mar, con más riesgos de contaminación local no es muy noble”, analiza.
Desarrollo cuestionable
La inversión de R$ 11.000 millones, lo que corresponde aproximadamente a US$ 2.000 millones, puede alcanzar una producción estimada de 25,7 millones de toneladas de pulpa mineral por año durante unos 20 años, tiempo promedio del proyecto. La mena en la región presenta una proporción baja de hierro, un 20%.
Por lo tanto, un 80% del producto extraído está clasificado como material estéril, es decir, sin valor comercial. Para almacenar tal volumen de relaves serán necesarias dos represas que ocuparán un área de 2.596 hectáreas, lo que correspondería a la mayor represa de Brasil, 104 veces más grande que la represa de la mina de Córrego do Feijão, en Brumadinho.
Según el docente Bruno Milanez el modelo minero brasileño se mantiene básicamente para atender a las demandas del mercado internacional como el segundo productor más grande del mundo.
En cambio, China consume un 70% del mineral de hierro global. Entre 2001 y 2011 el valor de la Producción Mineral Brasileña (PMB) se incrementó un 550%, de US$ 7.700 millones a US$ 50.000 millones. En los últimos años, este valor decreció y en 2018 alcanzó US$ 34.000 millones, según el Instituto Brasileño de Minería (IBRAM).
En el territorio brasileño, como explica Milanez, “la minería presenta impactos negativos desde el punto de vista ambiental y social, incluso en el punto de vista económico, su principal bandera, las ganancias reales son cuestionables”.
Por tratarse de un recurso no renovable cuando se agota la reserva, las compañías terminan sus actividades, “se van y todo aquel contingente de personas que envió al lugar se encuentran en un contexto de crisis económica”.
La Sul Americana de Metais y Lotus Brasil Comercio y Logística afirman que invertirán en capacitación de profesionales y generación de empleos en la región, con 6.200 trabajadores en las obras de implantación y 1.100 en la operación.
Este discurso tiene respaldo delos alcaldes de los municipios afectados, que redactaron una carta de apoyo al proyecto minero. En noviembre de 2019 también firmaron un acuerdo de cooperación que prevé acciones de desarrollo regional con innovación tecnológica.
Milanez explica que la minería genera dependencia y concentración de ingresos al inhibir otras actividades locales debido a la disputa por los recursos y asevera que la “la propia fluctuación de los precios genera una dinámica inestable de la economía local».
«En Minas Gerais, en 2012, cuando el precio del mineral se desplomó, las ciudades mineras colapsaron porque una gran parte de sus ingresos proviene de las regalías mineras», dice.
Sin contar los problemas relacionados con las represas. Entre 2000 y 2019 se produjeron ocho rupturas en el sistema de represas. Al menos 300 personas han muerto y unas 5.000 han sido desalojadas.
Brasil de Fato contactó con las alcaldías de los municipios afectados por el proyecto minero pero no hubo respuestas hasta la publicación de este reportaje.
La Sul Americana de Metais
Los geraizeiros luchan por preservar sus tierras y su modo de vida desde 2006, cuando la SAM inició los estudios técnicos en la región para hacer viable la explotación del mineral de hierro.
Cuatro años más tarde, el proceso de concesión de licencias fue presentado al Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA) el 29 de enero de 2010, abarcando el complejo minero situado en el Vale das Cancelas y el segundo mineroducto más grande del mundo, con una extensión de 482 kilómetros.
El objetivo de la empresa es transportar el mineral hasta el sur del estado de Bahia, pasando por 21 municipios brasileños, y de allí a su destino final: China.
Sin embargo, el 7 de febrero de 2016, el IBAMA decidió que el proyecto no era viable. Según el informe, el avance del proyecto traería «impactos negativos y riesgos ambientales a los que las comunidades circundantes y el medio ambiente en su conjunto podrían estar expuestos».
Segmentación del proyecto minero
Tras la negativa del IBAMA, el proyecto fue segmentado en zona minera, sistema de tratamiento de minerales, mina de relaves, presa de agua, sin el mineroducto.
Según las organizaciones que trabajan en el apoyo de los geraizeiros, como el Movimiento de Afectados por Represas (MAB) y la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), hubo una segmentación del proyecto inicial para facilitar los permisos y empezar la exploración.
Mientras que la compañía SAM solicitaba el permiso para la construcción y operación del complejo minero a la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (SEMAD), Lotus Brasil Comercio y Logística solicitó la concesión de licencias para el mineroducto ante el IBAMA.
Según Felipe Soares, del Movimiento de Afectados por Represas (MAB), si la compañía minera gana la licencia de la mina, presionará al IBAMA para que apruebe el mineroducto, ya que uno no funciona sin el otro: «Así van a presionar al IBAMA, porque después de la mina hay que transportar el mineral de alguna manera».
Hasta ahora, SAM no ha alcanzado ninguna de las tres etapas de licencia. La primera es la licencia previa, en la que se aprueba la ubicación del proyecto, su viabilidad ambiental y se establecen las condiciones. En la segunda etapa, se aprueba la instalación de la empresa. Y en la última se permite finalmente la operación.
Mientras tanto, los proyectos agroecológicos de Maria das Dores Ferreira, de 33 años, siguen a todo vapor. En el proyecto de SAM, toda el área de su cultivo se ve como una de las presas que se construirán.
A menudo los representantes de la empresa también llaman a Dora, como se la conoce en la comunidad, y lo hacen también con la familia de Doña Adelina, para decir que el proyecto minero está en marcha.
«Gizelle a veces nos llama diciendo que están trabajando, que sus proyectos están en marcha. ¿Sus proyectos están en marcha? Los míos también, mis proyectos también están caminando. ¿Voy a dejar mis proyectos suspendidos por sus proyectos? Por supuesto que no. Es una especie de presión. Creo que es eso o ¿por qué entonces llaman a alguien solo para decir que sus proyectos están en marcha?», se pregunta Dora.
*Este reportaje especial contó con el apoyo de Fian Brasil.
Foto principal: Vanessa Nicolav
Fuente: Brasil de Fato