Cuba. Desigualdad: Estimaciones a partir del consumo eléctrico

Cuba. Des­igual­dad: Esti­ma­cio­nes a par­tir del con­su­mo eléctrico

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Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de diciem­bre de 2020. 

La dis­tri­bu­ción del ingre­so y la des­igual­dad han sido un asun­to medu­lar en cual­quier inten­to de cons­truc­ción de una socie­dad más jus­ta y equi­ta­ti­va. Res­pec­to a la des­igual­dad, Marx veía en el Mani­fies­to Comu­nis­ta cómo la con­cen­tra­ción de los capi­ta­les y de la pro­pie­dad terri­to­rial, (…) las des­igual­da­des irri­tan­tes en la dis­tri­bu­ción de la rique­za, tal (…) pro­ce­so tenía que con­du­cir, por fuer­za lógi­ca, a un régi­men de cen­tra­li­za­ción polí­ti­ca (…) por­que (…) aglo­me­ra la pobla­ción, cen­tra­li­za los medios de pro­duc­ción y con­cen­tra en manos de unos cuan­tos la pro­pie­dad (Marx & Engels, 1970). Esa aler­ta tem­pra­na sobre los peli­gros de la con­cen­tra­ción del capi­tal de for­ma cre­cien­te bajo el capi­ta­lis­mo ha sido corro­bo­ra­da de for­ma empí­ri­ca (Ban­co Mun­dial, 2019).

Los aná­li­sis de la des­igual­dad a nivel mun­dial indi­can la inefi­cien­cia del mode­lo de desa­rro­llo capi­ta­lis­ta para resol­ver este fla­ge­lo. La des­igual­dad cre­ció en el mun­do de for­ma sos­te­ni­da des­de prin­ci­pios del siglo XIX has­ta la cri­sis de 2008. Fue en este momen­to que se logró la pri­me­ra caí­da de la des­igual­dad a nivel mun­dial, entre 2008 y 2013 el índi­ce de Gini[1] tuvo una dis­mi­nu­ción de cin­co pun­tos por­cen­tua­les. Muchos vie­ron en esto la prue­ba defi­ni­ti­va de la infa­li­bi­li­dad del capi­ta­lis­mo, al con­si­de­rar resuel­to el asun­to de que mayor pros­pe­ri­dad trae con­si­go la con­ver­gen­cia entre los dis­tin­tos nive­les de ingre­sos y que se avan­za en la reduc­ción de las asi­me­trías, pero no fue así.

El prin­ci­pal motor de esa reduc­ción de la des­igual­dad fue un pro­yec­to de cons­truc­ción socia­lis­ta: Chi­na (Ban­co Mun­dial, 2019). Este país por sí solo ha dado cuen­ta de un 60% (OIT, 2018) del incre­men­to mun­dial del sala­rio medio en las últi­mas déca­das y ha con­tri­bui­do a sacar 850 millo­nes de per­so­nas de la pobre­za (Ban­co Mun­dial, 2020). Así es que dichos resul­ta­dos están lejos de ser atri­bui­bles al sis­te­ma capi­ta­lis­ta y sí pue­den ser aso­cia­dos a la cons­tan­te preo­cu­pa­ción de los sis­te­mas socia­lis­tas por alcan­zar mode­los equi­ta­ti­vos y prósperos.

En el caso cubano el tema ha sido deja­do a inter­pre­ta­cio­nes y esti­ma­cio­nes per­so­na­les, sin res­pal­do numé­ri­co, por muchos años[2]. Este vacío de infor­ma­ción ofi­cial ha sido lle­na­do por las más fan­ta­sio­sas teo­rías cons­pi­ra­ti­vas y el aco­mo­do numé­ri­co por par­te de algu­nos malin­ten­cio­na­dos en su afán de sos­te­ner su crí­ti­ca con­tra Cuba y su mode­lo. Mucho ha pasa­do la Revo­lu­ción des­de el ulti­mo Gini publi­ca­do en los ochen­ta: la caí­da del cam­po socia­lis­ta que gene­ró un derrum­be del PIB cubano en el entorno del 35%, más los noci­vos impac­tos del blo­queo que se recru­de­ce cada año y que por cada incre­men­to por­cen­tual en su cos­to anual impul­sa un decre­ci­mien­to del PIB cubano entre 0.87% y 1.17% (Mok, 2017). Esa pro­pia polí­ti­ca esta­dou­ni­den­se, con más fuer­za des­de 2019, ha bus­ca­do impe­dir todas las for­mas de ingre­so de divi­sas a la eco­no­mía cuba­na, ya sea ata­can­do los prin­ci­pa­les ren­glo­nes expor­ta­bles cuba­nos, la entra­da de inver­sión extran­je­ra direc­ta o las reme­sas que reci­be el país. Todo ello mien­tras su maqui­na­ria mediá­ti­ca se encar­ga de resal­tar como jus­ti­fi­can­te una posi­bi­li­dad que per­mi­te a Cuba, aun­que no de for­ma fácil, adqui­rir “a la vis­ta” cier­to gru­po de bie­nes de con­su­mo y medi­ci­nas. Obvia­men­te, la suma­to­ria de esas medi­das, blo­queo de las esca­sas fuen­tes de ingre­sos y pago al con­ta­do de impor­ta­cio­nes, per­mi­te vis­lum­brar la ver­da­de­ra inten­ción de la estra­te­gia esta­dou­ni­den­se que bus­ca dejar a Cuba sin divisas.

Todo ese com­ple­jo entorno ha esta­do, ade­más en el 2020, abi­ga­rra­do por una pan­de­mia mun­dial que ha hecho al mun­do enfren­tar el esce­na­rio eco­nó­mi­co más com­ple­jo de los últi­mos años. A Cuba, eco­no­mía peque­ña y alta­men­te depen­dien­te del comer­cio inter­na­cio­nal, que se empe­ña en poner el bien­es­tar del pue­blo por delan­te de eco­no­mi­cis­mos, le ha pro­por­cio­na­do un daño incre­men­ta­do. No es tri­vial, por tan­to, reto­mar el estu­dio de la des­igual­dad en Cuba. La uti­li­dad de este estu­dio va más allá de com­pa­ra­cio­nes nece­sa­rias. Para Cuba debe ser ade­más una for­ma de intros­pec­ción, de aná­li­sis interno y de reafir­ma­ción de hacia dón­de vamos.

Por otro lado, los impac­tos del blo­queo sobre la des­igual­dad, aun­que han sido ate­nua­dos por el Gobierno cubano se han deja­do sen­tir sobre todo en las últi­mas déca­das. El ata­que al comer­cio exte­rior cubano ha gene­ra­do la nece­si­dad de explo­rar nue­vos méto­dos en el cam­po eco­nó­mi­co que podrían gene­rar des­igual­dad en el cor­to y mediano pla­zo. A la par, la voca­ción de pro­tec­ción al tra­ba­ja­dor en Cuba ha impe­di­do que se apli­quen rece­tas neo­li­be­ra­les de des­pi­dos masi­vos ante coyun­tu­ras adver­sas, al con­tra­rio, se ha garan­ti­za­do el dere­cho al empleo has­ta en los momen­tos más complejos.

No obs­tan­te, esto gene­ra peli­gro­sos des­equi­li­brios finan­cie­ros que han pro­vo­ca­do no pocos pro­ble­mas para las finan­zas inter­nas cuba­nas. La dola­ri­za­ción de la eco­no­mía en los 90, la doble mone­da para comen­zar la des­do­la­ri­za­ción, los tipos de cam­bio múl­ti­ples, la seg­men­ta­ción de mer­ca­dos, todas han sido medi­das coyun­tu­ra­les que ha toma­do el Gobierno cubano, para enfren­tar situa­cio­nes extre­mas crea­das por el blo­queo, afec­tan­do lo menos posi­ble la cali­dad de vida de las per­so­nas. Un efec­to inde­sea­ble de esas medi­das coyun­tu­ra­les, ha sido el incre­men­to per­cep­ti­ble de la des­igual­dad com­pa­ra­da con la exis­ten­te antes de la caí­da del cam­po socialista.

Actual­men­te, y en medio de una difí­cil situa­ción eco­nó­mi­ca, se ha empren­di­do la tarea del orde­na­mien­to mone­ta­rio. Un asun­to com­ple­jo y no con total pre­dic­ti­bi­li­dad de los resul­ta­dos, sobre todo en el entra­ma­do eco­nó­mi­co cubano. Esta tarea de orde­na­mien­to plan­tea la uni­fi­ca­ción de tipos de cam­bio como base para comen­zar el camino al cre­ci­mien­to sos­te­ni­do, el incre­men­to de sala­rios y la reduc­ción de sub­si­dios. Con­se­gui­rá inme­dia­ta­men­te, eli­mi­nar dis­tor­sio­nes en los regis­tros con­ta­bles y eco­nó­mi­cos, eli­mi­nar trans­fe­ren­cias cua­si fis­ca­les, sub­si­dios implí­ci­tos a impor­ta­cio­nes y gra­vá­me­nes a expor­ta­cio­nes que par­tían de un tipo de cam­bio sobre­va­lo­ra­do del peso cubano para el cir­cui­to empre­sa­rial. En este con­tex­to, se han ido ofre­cien­do infor­ma­cio­nes rele­van­tes para fomen­tar el deba­te y apor­te del pue­blo a la cons­truc­ción con­jun­ta de la estra­te­gia nacio­nal de desarrollo.

Entre las infor­ma­cio­nes publi­ca­das se encuen­tra la dis­tri­bu­ción de los con­su­mos eléc­tri­cos por cate­go­rías en los hoga­res de Cuba. Esta opor­tu­ni­dad pare­ce­ría úni­ca para reto­mar las esti­ma­cio­nes de la des­igual­dad uti­li­zan­do el con­su­mo eléc­tri­co como apro­xi­ma­ción al nivel de ingre­so o rique­za. De esta for­ma, los dis­tin­tos estra­tos de con­su­mo eléc­tri­co con­for­man los dis­tin­tos nive­les de ingre­so de los hoga­res. La infor­ma­ción uti­li­za­da para los cálcu­los fue extraí­da del sitio digi­tal Cuba­de­ba­te:

Los estu­dios que corre­la­cio­nan el Índi­ce de Gini con dis­tin­tas varia­bles no son nove­do­sos en el ámbi­to aca­dé­mi­co. Así por ejem­plo, se ha encon­tra­do una fuer­te rela­ción entre el coefi­cien­te de Gini y el cri­men en dis­tin­tas varian­tes ( (Hsieh & Pugh, 1993), (Fajnzyl­ber, Leder­man, & Loay­za, Deter­mi­nants of cri­me rates in Latin Ame­ri­ca and the world: an empi­ri­cal assess­ment, 1998), (Daly, Wil­son, & Vas­dev, 2001) (Fajnzyl­ber, Leder­man, & Loay­za, Inequa­lity and vio­lent cri­me, 2002), (Kim, Seo, & Hong, 2020)). El razo­na­mien­to detrás de estos estu­dios es que la fuer­te corre­la­ción exis­ten­te entre Gini y cri­men, vie­ne dada por una rela­ción de cau­sa­li­dad don­de mayor des­igual­dad tien­de a cau­sar mayor inci­den­cia del cri­men. Este resul­ta­do ha sido veri­fi­ca­do empí­ri­ca­men­te tan­to den­tro de los paí­ses, como entre ellos. En este sen­ti­do, y toman­do los indi­ca­do­res de Cuba y la región (Ofi­ci­na de las Nacio­nes Uni­das con­tra la dro­ga y el deli­to, 2020), se podría pen­sar que el posi­cio­na­mien­to de Cuba es bas­tan­te posi­ti­vo. La baja inci­den­cia del cri­men y los altos nive­les de segu­ri­dad en Cuba son refe­ren­cia inter­na­cio­nal y un ele­men­to rele­van­te en su atrac­ti­vo al turismo.

La esti­ma­ción rea­li­za­da en este tra­ba­jo, por su par­te, tie­ne dos supues­tos base. El pri­me­ro, como se men­cio­na­ba ante­rior­men­te, es que el con­su­mo eléc­tri­co es una varia­ble alta­men­te corre­la­cio­na­da con el nivel de ingre­so de los hoga­res, o “la rique­za”, si que­re­mos usar un tér­mino más amplio y aso­cia­do a “stock” en lugar de “a flu­jo”. La evi­den­cia empí­ri­ca inter­na­cio­nal pare­ce res­pal­dar amplia­men­te esta supo­si­ción (de Rezen­de Fran­cis­co, Aranha, Zam­bal­di, & Goldsz­midt, 2007), (Medi­na Moral & Vicens Ote­ro, 2011), (Cas­ti­llo, Peña, & Guar­dián, 2016). El razo­na­mien­to detrás del supues­to es que, en gene­ral, los hoga­res res­trin­gen su pre­su­pues­to para el con­su­mo eléc­tri­co en depen­den­cia de la hol­gu­ra que le per­mi­ten sus ingre­sos, por lo que varia­cio­nes en estos últi­mos impli­can un ajus­te de los pri­me­ros. Por otro lado, la can­ti­dad de equi­pos con­su­mi­do­res de ener­gía, que deter­mi­nan en un sen­ti­do amplio la rique­za, tam­bién depen­de­ría de los flu­jos de ingre­so que el hogar es capaz de aho­rrar y con­ver­tir en “stocks”.

El segun­do supues­to, asu­me que el con­su­mo pro­me­dio de cada una de las cate­go­rías es pre­ci­sa­men­te el pro­me­dio de sus lími­tes míni­mo y máxi­mo. Aun­que esto pue­de o no estar cer­ca de los valo­res reales, este estu­dio no tie­ne pre­ten­sio­nes de lle­gar a la per­fec­ción en el cálcu­lo, sino de lle­gar a un resul­ta­do ini­cial fun­da­men­ta­do y lógi­co toman­do en cuen­ta infor­ma­ción real.

A par­tir de los supues­tos ante­rio­res se reali­zó una esti­ma­ción del Gini para Cuba. El valor obte­ni­do fue de 37.4, un resul­ta­do posi­ti­vo si toma­mos en cuen­ta una com­pa­ra­ti­va internacional.

El país mejor ubi­ca­do de la región en el ran­king mun­dial de des­igual­dad es Cana­dá con 31.2, el siguien­te país de la región y por deba­jo de 0.40 es Uru­guay con 39.7. En esta com­pa­ra­ti­va, se pue­de apre­ciar en su ver­da­de­ra dimen­sión lo que sig­ni­fi­ca para un país como Cuba, en medio de todas sus com­ple­ji­da­des, man­te­ner resul­ta­dos tan alen­ta­do­res en tér­mi­nos de des­igual­dad. Infor­ma­ción adi­cio­nal pode­mos obte­ner de la repre­sen­ta­ción grá­fi­ca (Cur­va de Lorenz[3]) de ese valor de des­igual­dad en Cuba.

El grá­fi­co repre­sen­ta la dis­tri­bu­ción del con­su­mo, que asu­mi­mos direc­ta­men­te aso­cia­do al ingre­so, en los dife­ren­tes hoga­res. El eje de la “X” mues­tra el por­cien­to de pobla­ción en cada cate­go­ría de con­su­mo eléc­tri­co, mien­tras que el eje “Y” refle­ja el por­cien­to de con­su­mo que con­cen­tra cada cate­go­ría. El nivel per­fec­to de igual­dad, repre­sen­ta­do por la línea naran­ja, ilus­tra cuan­do, por ejem­plo, el 50% de los hoga­res con­su­me el 50% de la ener­gía. En este caso par­ti­cu­lar, se pue­de decir que alre­de­dor del 40% de los más bajos con­su­mi­do­res repre­sen­tan 15% del con­su­mo total; o, que el 3,1% de los mas altos con­su­mi­do­res, con­su­man lo mis­mo que el 37.9% de los más bajos.

El obje­ti­vo no debe tra­tar­se solo de que los mayo­res con­su­mi­do­res dis­mi­nu­yan su con­su­mo, que es impor­tan­te para el país en estos momen­tos, se tra­ta de gene­rar las con­di­cio­nes para que los meno­res con­su­mi­do­res pue­dan dis­po­ner de los recur­sos a tra­vés de la redis­tri­bu­ción para incre­men­tar su con­su­mo tam­bién sobre bases racionales.

Ade­más, esos exce­den­tes que se cap­tan de los mayo­res con­su­mi­do­res, lue­go de la redis­tri­bu­ción, podrían uti­li­zar­se para ayu­dar a finan­ciar una mayor pene­tra­ción de las fuen­tes reno­va­bles de ener­gía en la matriz ener­gé­ti­ca nacio­nal y redu­cir así los cos­tos de la elec­tri­ci­dad para todos. Aun­que no es el obje­ti­vo de este artícu­lo abor­dar el asun­to de los nue­vos pre­cios de la elec­tri­ci­dad y su jus­te­za o no, sí que­da cla­ro que la mar­ca­da dife­ren­cia en el con­su­mo entre los dis­tin­tos gru­pos debe recaer, en tér­mi­nos de tari­fas, sobre los más altos con­su­mi­do­res con más fuer­za que sobre los más bajos.

Los resul­ta­dos obte­ni­dos dan seña­les de que aún que­da mucho por hacer y lograr en mate­ria de igual­dad y jus­ti­cia social, pero es tam­bién un indi­ca­ti­vo de que no esta­mos des­ca­rria­dos como nos quie­ren hacer creer. Es tam­bién una señal de que, inclu­so en los momen­tos más com­ple­jos, en Cuba no se deja a nadie des­am­pa­ra­do. Sin embar­go, no debe­mos tomar esto como un pedes­tal en el que que­dar­nos inmó­vi­les, la meta socia­lis­ta de lle­var al míni­mo la des­igual­dad, es tam­bién la meta nues­tra. Las medi­das actua­les tie­nen inexo­ra­ble­men­te que apun­tar a un cre­ci­mien­to pro­duc­ti­vo en pri­mer lugar, no hay socia­lis­mo si solo se dis­tri­bu­ye pobre­za. El Socia­lis­mo es la dis­tri­bu­ción de la pros­pe­ri­dad y no hay pros­pe­ri­dad sin incre­men­to sos­te­ni­do de la pro­duc­ción. Pero tam­po­co hay Socia­lis­mo si el cre­ci­mien­to de la pro­duc­ción es toma­do como úni­co cri­te­rio para la polí­ti­ca económica.

Itu­rria /​Fuen­te

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