El Salvador. Radicado en Francia, tras la guerra civil, se reencuentra con su madre después de 35 años

El Sal­va­dor. Radi­ca­do en Fran­cia, tras la gue­rra civil, se reen­cuen­tra con su madre des­pués de 35 años

Por Emer­son Flo­res. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de diciem­bre de 2020.

En medio del con­flic­to arma­do sal­va­do­re­ño de los años 80, Mathew fue sepa­ra­do de su madre Rufi­na, en cir­cuns­tan­cias que aún son inves­ti­ga­das. Fue cria­do y apo­ya­do por su fami­lia adop­ti­va en Fran­cia, pero siem­pre estu­vo intere­sa­do en cono­cer su ori­gen. Así que via­jó a El Sal­va­dor para inves­ti­gar su pasa­do y, apo­ya­do por Pro-Bús­que­da, pudo reen­con­trar­se con su madre bio­ló­gi­ca des­pués de 35 años. 

Jimmy Mathew Rodrí­guez vive en Fran­cia al lado de su fami­lia adop­ti­va. Se dedi­ca al perio­dis­mo inde­pen­dien­te y escri­be sobre arte y cul­tu­ra en dife­ren­tes revis­tas. Cuan­do era tan solo un niño, sus padres fran­ce­ses le expli­ca­ron que fue adoptado.

Tras la noti­cia, Mathew se sin­tió extra­ño. “Tenía cin­co años cuan­do mis padres me dije­ron que no era su hijo bio­ló­gi­co. Sé que la mayo­ría de los niños nacen de mane­ra natu­ral y hay una mino­ría que son adop­ta­dos. El Sal­va­dor siem­pre ha teni­do un lugar espe­cial para mí y he sen­ti­do sim­ple­men­te esa curio­si­dad de cono­cer más, de saber de dón­de ven­go y de hacer ese acer­ca­mien­to”, expresó.

Sus ami­gos, al notar su genuino inte­rés por cono­cer su ori­gen, hicie­ron algu­nas lla­ma­das e inda­ga­ron si, 35 años des­pués de vivir en Fran­cia, Mathew aún tenía fami­lia­res vivos en El Sal­va­dor. Fue así como en mar­zo de 2019, vino a El Sal­va­dor para cono­cer las con­di­cio­nes en las que había ocu­rri­do su adop­ción y tra­tar de des­cu­brir sobre su pasa­do. Per­ma­ne­ció unos días en el país y esta­ble­ció con­tac­to con la Aso­cia­ción Pro-Bús­que­da de Niñas y Niños Des­apa­re­ci­dos. Esa orga­ni­za­ción ha sido cla­ve en bus­car a niños, actual­men­te adul­tos, que debi­do al con­flic­to arma­do en el país ‑ocu­rri­do entre 1980 y 1992- per­die­ron sus lazos familiares.

Cuan­do estu­vo en El Sal­va­dor, en 2019, Mathew entre­gó la infor­ma­ción con la que con­ta­ba: pasa­por­te y escri­tu­ra de adop­ción. “En cues­tión de horas, noso­tros loca­li­za­mos a la madre. Pos­te­rior­men­te, vinie­ron las prue­bas de ADN de ambos padres y, des­de el pri­mer momen­to, se detec­tó que había una filia­ción bue­na”, dijo Eduar­do Gar­cía, direc­tor eje­cu­ti­vo de Pro-Búsqueda. 

Des­pués de tener la con­fir­ma­ción de la filia­ción con las prue­bas de ADN, tes­ti­mo­nios y entre­vis­tas con los padres, Pro-Bús­que­da deter­mi­nó esta­ble­cer un reen­cuen­tro entre Mathew y su madre, pero se pos­ter­gó debi­do a la pan­de­mia por COVID-19.

La lar­ga espera

Rufi­na Angu­lo es la madre bio­ló­gi­ca de Mathew. Tie­ne en total cua­tro hijos, dos de ellos, los mayo­res, le fue­ron arre­ba­ta­dos por su padre cuan­do eran unos niños. Con ella, vive su hijo menor, de nom­bre Jesús, en el repar­to Los San­tos, muni­ci­pio de Soyapango. 

“Cuan­do supe que (Mathew) iba a venir, pin­ta­mos la casa y aho­ra lo esta­mos espe­ran­do”, men­cio­nó a GatoEn­ce­rra­do, unas horas antes del reen­cuen­tro. 35 años se dicen fácil, pero Rufi­na dice que los sin­tió como una eter­ni­dad, en la que ya no creía que iba a ver a su hijo una vez más.

La situa­ción de pobre­za y vio­len­cia intra­fa­mi­liar y la apa­ren­te inter­ven­ción de algu­nos fun­cio­na­rios públi­cos, pre­sio­na­ron a Rufi­na a dar en adop­ción al ter­ce­ro de sus cua­tro hijos. 

“Todo apun­ta a que fue una adop­ción bajo ame­na­zas y bajo coac­ción, lo cual ya es un deli­to, pero hay invo­lu­cra­mien­to de fun­cio­na­rios públi­cos que pudie­ran dar pis­tas de que, más allá de esa coac­ción, se logre cons­ta­tar que hay como una espe­cie de secues­tro y des­apa­ri­ción for­za­da y el deli­to va más allá. Esta­mos toda­vía hacien­do inda­ga­cio­nes, el caso no está cerra­do”, men­cio­nó Eduar­do García.

La lle­ga­da de Mathew esta­ba pro­gra­ma­da para las 11:00 a. m, pero el trá­fi­co de San Sal­va­dor pro­lon­gó la espe­ra has­ta las 12:30 p. m. Rufi­na ya había espe­ra­do 35 años, pero esa hora y media extra fue como espe­rar otro gran lap­so de tiempo. 

Cuan­do Rufi­na reci­bió, final­men­te, el men­sa­je de que Mathew ya esta­ba por lle­gar, salió de la casa con entu­sias­mo. Y cuan­do lo vio, a unos metros de ella, se le lle­na­ron los ojos de lágri­mas y se fun­dió a él en un abra­zo: “Mi niño”, le decía, “yo pen­sé que nun­ca más te iba a ver”.

Este ha sido un año de pér­di­das, tan­to eco­nó­mi­cas como huma­nas; no solo en el país, sino en todo el mun­do por el impac­to de pan­de­mia. Pero tam­bién ha sido un año de reen­cuen­tros, bajo el acom­pa­ña­mien­to de Pro-Bús­que­da. Algu­nos de esos reen­cuen­tros han sido a tra­vés de video­lla­ma­das y Mathew ha sido el úni­co que ha logra­do reen­con­tra­se físi­ca­men­te con sus fami­lia­res. La aso­cia­ción ha logra­do, des­de su fun­da­ción, reen­con­trar con sus fami­lia­res a más de 380 víc­ti­mas de des­apa­ri­ción for­za­da ocu­rri­da duran­te el con­flic­to arma­do salvadoreño.

“Duran­te los años del con­flic­to arma­do, había una red de tra­ta de niños y niñas bien defi­ni­da que invo­lu­cra­ba abo­ga­dos, abo­ga­das y nota­rios, doc­to­res, fun­cio­na­rios que tra­ba­ja­ban en la Pro­cu­ra­du­ría Gene­ral de la Repú­bli­ca. Tam­bién se ha iden­ti­fi­ca­do a fun­cio­na­rios que tenían com­pli­ci­dad con la Fuer­za Arma­da. Hay noti­cias sobre guar­de­rías clan­des­ti­nas de niños traí­dos de las zonas con­flic­ti­vas en las que se les daba ali­men­to, medi­ci­na, se les ponía gor­di­tos, para que fue­ran más fácil­men­te adop­ta­dos, sobre todo, en paí­ses como Esta­dos Uni­dos, Fran­cia, Ita­lia, Espa­ña”, expli­có Eduar­do Gar­cía. El caso de Mathew aún está en inves­ti­ga­ción para deter­mi­nar qué fue lo que ocu­rrió con su adopción.

“Todo mun­do dice que este año ha sido malo por la pan­de­mia, pero para el tra­ba­jo nues­tro ha sido bueno. Hay muchos jóve­nes que nos han con­tac­ta­do vía Face­book, por­que quie­ren que les apo­ye­mos en la bús­que­da de sus fami­lia­res”, con­ti­nuó García.

Mathew cono­ce a su her­mano menor

Cuan­do entró a la casa, des­pués de salu­dar a su madre, Mathew tam­bién tuvo la opor­tu­ni­dad de cono­cer a Jesús, su her­mano menor. Al ver­los jun­tos pare­ce que se cono­cie­ran des­de hace años. “¿Qué te gus­ta hacer?”, pre­gun­tó Mathew, “¿Qué pla­nes tie­nes para tu futu­ro?”, agre­gó, men­cio­nan­do que que­ría prac­ti­car su español.

Mien­tras los her­ma­nos con­ver­sa­ban, Rufi­na bus­có un álbum fami­liar: “Te pare­ces mucho a mi her­mano”, obser­vó Rufi­na y lue­go abrió el álbum para mos­trar­le fotos de per­so­nas que Mathew nun­ca ha vis­to, pero que son su fami­lia. Mathew sacó de su bol­si­llo una foto de cuan­do era niño y Rufi­na la com­pa­ró con una que ella con­ser­va­ba. El pare­ci­do, con unos años de dife­ren­cia, era innegable.

En Fran­cia, Mathew tam­bién tie­ne un álbum fami­liar, en el que había deja­do espa­cios en blan­co para aña­dir foto­gra­fías de sus fami­lia­res, en caso de encon­trar­los. Aho­ra ya podrá lle­nar esos hue­cos. “Mis padres en Fran­cia entien­den mis ganas de hacer esto, pero sé que es dolo­ro­so para ellos. Al final van a ter­mi­nar enten­dien­do por­qué deci­dí hacer­lo”, manifestó. 

En El Sal­va­dor, Rufi­na esta­ba ansio­sa antes de la lle­ga­da de Mathew. Pen­sa­ba que la pri­me­ra plá­ti­ca iba a ser sobre recri­mi­na­cio­nes o cues­tio­na­mien­tos, pero Mathew solo mos­tró ale­gría e inte­rés por cono­cer más de su madre y her­mano. “Él sabe y com­pren­de, sabe que yo no que­ría ale­jar­lo de mí”, dijo Rufina.

Jesús, el her­mano menor, le expli­có que tra­ba­ja des­de su casa y que quie­re con­ti­nuar con sus estu­dios de inge­nie­ro aero­náu­ti­co. Rufi­na, entu­sias­ma­da, hace que ambos se pon­gan de pie para ver quién de los dos es más alto. 

La des­pe­di­da

El reen­cuen­tro ha sido un momen­to fas­ci­nan­te, como una bue­na noti­cia en medio de un año de muchas tra­ge­dias. Para cele­brar­lo, Pro-Bús­que­da orga­ni­zó un almuerzo.

En el res­tau­ran­te, en Coju­te­pe­que, Rufi­na no sol­ta­ba el bra­zo de su hijo, mien­tras que Mathew decía que todo pare­cía un sue­ño: “Es muy difí­cil de des­cri­bir, más pare­ce que fue­ra una his­to­ria, un libro sobre mi vida y veo lo que está pasan­do en este momen­to como algo ficticio”. 

Des­pués del almuer­zo, Mathew tenía que con­ti­nuar con sus pro­ce­sos lega­les. Pero lle­ga­da la noche, Mathew pidió a quie­nes lo acom­pa­ña­ban que lo lle­va­ran de regre­so a Soya­pan­go para des­pe­dir­se. “Quie­ro dar­le las bue­nas noches a mi madre”, dijo.

Rufi­na que­dó feliz de haber vis­to a su hijo, aun­que men­cio­nó que le due­le tener que des­pe­dir­se de nue­vo, sin saber si vol­ve­rá a verlo. 

Fuen­te: Gato Encerrado

Fotos: Emer­son Flores

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