Esta­dos Uni­dos. Trump ter­mi­na, arran­ca el trumpismo

Por Ser­gio Kier­nan, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de diciem­bre de 2020. 

Tan­to el Par­ti­do Demó­cra­ta como el Repu­bli­cano tie­nen una raíz mode­ra­da, com­par­ten una nega­ti­va abso­lu­ta a cam­biar el sis­te­ma y gene­ran lide­raz­gos fran­ca­men­te anodinos.

Donald Trump final­men­te per­dió las elec­cio­nes, pero sigue invul­ne­ra­ble en su dis­cur­so de que se las roba­ron, de que hubo frau­de. Esta men­ti­ra no es casual ni boba, es un mani­fies­to a futu­ro que varias encues­tas indi­can con­ven­ce a por lo menos un ter­cio de sus elec­to­res, algo así como 25 millo­nes de per­so­nas. Trump deja el gobierno como una víc­ti­ma de pode­res ocul­tos, del «esta­do pro­fun­do», de las eli­tes eter­nas. Este rela­to lo deja como un ángel caí­do que se sacri­fi­có por su pue­blo y pue­de ser más que sufi­cien­te para fun­dar algo ines­pe­ra­do en el pai­sa­je anó­mi­co de la polí­ti­ca de Esta­dos Uni­dos, un movi­mien­to con base popu­lar. Trump se aca­bó y aho­ra pue­de arran­car el trumpismo.

Allá al nor­te y en inglés se pue­de encon­trar casi todo en el menú polí­ti­co. Hay maoís­tas, hay situa­cio­nis­tas, hay yip­pies, hay nazis de toda laya y socia­lis­tas que sue­ñan con Sue­cia o la vie­ja URSS. Tam­bién hay par­ti­dos con nom­bres como El Alqui­ler es Muy Caro o el Par­ti­do de las Fami­lias Tra­ba­ja­do­ras, con pla­ta­for­mas y mili­tan­cias muy ati­na­das y comu­ni­ta­rias. Pero todo esto ter­mi­na sien­do ínfi­mo fren­te al eterno bipar­ti­dis­mo de Repu­bli­ca­nos y Demó­cra­tas, due­ños del 99 por cien­to de la ima­gi­na­ción polí­ti­ca del país.

Estos dos par­ti­do­tes tie­nen una raíz mode­ra­da, com­par­ten una nega­ti­va abso­lu­ta a cam­biar el sis­te­ma y gene­ran lide­raz­gos fran­ca­men­te ano­di­nos. Joe Biden no es ni remo­ta­men­te tan ano­dino como Mike Pen­ce, que pare­ce un astro­nau­ta que nun­ca voló al espa­cio, pero está en esa fre­cuen­cia. Kama­la Harris mue­ve el ampe­rí­me­tro por ser mujer y mino­ría étni­ca, pero sus ideas polí­ti­cas la deja­rían muy cómo­da en el Sena­do de Raúl Alfon­sín. Sólo Ber­nie San­ders pro­pu­so algo nue­vo y has­ta dijo la pala­bra mal­di­ta, «socia­lis­mo», y per­dió la inter­na de su pro­pio par­ti­do, que eli­gió por mucho a Biden.

Los demó­cra­tas siguen hablan­do de Fran­klin Delano Roo­se­velt por­que fue el últi­mo líder caris­má­ti­co que tuvie­ron. Los repu­bli­ca­nos siguen hablan­do de Ronald Reagan por lo mis­mo. Pero ni siquie­ra estos dos, que dejan en la som­bra a figu­ras como Eisenho­wer, John­son, Clin­ton, Nixon, Ford, todos los Bush y has­ta a Oba­ma, que tuvo la chan­ce de tras­cen­der, se arri­man a Trump en el nivel de magia. Trump es ama­do de un modo irra­cio­nal y odia­do con furia. Trump mien­te dicien­do exac­ta­men­te lo que sus aman­tes quie­ren oir, y no impor­ta que sea men­ti­ra. Es por­que Trump dice una ver­dad meri­dia­na, que la mayo­ría de los nor­te­ame­ri­ca­nos no cuen­tan excep­to como mer­ca­do con­su­mi­dor. Sobre esta base le ganó al esta­blish­ment repu­bli­cano y ganó en 2016. Su fra­se de que podía balear a alguien en medio de la calle y no iba a per­der ni un voto es exac­ta. Con esa impu­ni­dad des­ar­mó todo lo que pudo del esta­do y se puso a hacer cosas como un muro con México.

Al día siguien­te de las elec­cio­nes, Trump empe­zó a recau­dar para pagar abo­ga­dos. Jun­tó dos­cien­tos millo­nes de dóla­res en cosa de días pese a que los gran­des donan­tes del par­ti­do se hicie­ron los dis­traí­dos. Millo­nes de donan­tes le man­da­ron lo que podían y aun­que Rudy Giu­lia­ni haya cobra­do mucho como abo­ga­do, esa pla­ta alcan­za para una cam­pa­ña. Tam­bién se arre­gló para poner como pre­si­den­te del Comi­té Nacio­nal Repu­bli­cano a Ron­na Rom­ney McDa­niel, la hija de Mitt Rom­ney, el ultra­con­ser­va­dor sena­dor por Utah que per­dió la inter­na con él. Ron­na es un cua­dro de la dere­cha más con­ser­va­do­ra y está al fren­te de una ins­ti­tu­ción muy útil a la hora de las pri­ma­rias, las inter­nas par­ti­da­rias que deter­mi­nan quién es candidato.

Y acá vie­ne la herra­mien­ta fun­da­cio­nal del trum­pis­mo, la de sacar­se del medio a los dipu­tados y sena­do­res nacio­na­les o esta­dua­les, a los gober­na­do­res y con­ce­ja­les, que sean «blan­dos», que no estén con Trump. Con 25 millo­nes de segui­do­res has­ta en el llano, con dos­cien­tos millo­nes para hacer polí­ti­ca, con gen­te que le debe favo­res en todo el apa­ra­to par­ti­da­rio, Trump tie­ne su pro­pio Tea Party lis­to para 2022. El Tea Party fue el que inven­tó esto de correr por dere­cha a los mode­ra­dos. Ter­mi­nó des­apa­re­cien­do por­que le fal­tó un lide­raz­go carismático.

Que es exac­ta­men­te lo que hay ahora.

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