Por Begoña Zabala, Resumen Latinoamericano, 21 de diciembre de 2020.
Entrevista con Itziar Gandariaz Goicoetxea.
Itziar Gandarias Goikoetxea. Militante feminista, nació en Bilbao, estudió psicología y actualmente es docente universitaria en la Facultad de Psicología y Educación de la universidad de Deusto. Sus temas de investigación son la exclusión social y el género, las metodologías feministas y la teoría y práctica de la interseccionalidad, donde es reseñable su artículo: ¿Un neologismo a la moda?: Repensar la interseccionalidad como herramienta para la articulación política. Comenzó su andadura militante en América Latina, concretamente participando en grupos feministas en Paraguay. Es por ello, que a su vuelta a Euskal Herria realizó su tesis sobre las posibilidades, tensiones y retos para la articulación entre colectivos de mujeres migradas y vascas.
Estás organizada en un grupo feminista, de trayectoria larga en el tiempo y activismo importante. Dado que es menos conocido más allá de las fronteras vascas, me gustaría que nos acercases a vuestra realidad, que es desde donde particularmente me interesa que nos hables. Entiendo que tenéis un protagonismo y una situación excepcional para afrontar temas que aparecieron de forma impactante en las V Jornadas de Durango, como es todo lo relacionado con las posturas anticolonialistas, la introducción del concepto de racializadas, la formación de organizaciones mixtas y no mixtas, desde la perspectiva de la racialización, las migraciones, la blanquitud y la negritud,…
Itziar. Mi grupo de referencia aquí es Mujeres del mundo Babel. Munduko emakumeak. Es un grupo que nace en 1999 y está compuesto, como tantas veces decimos, por mujeres diversas, y vecinas, sobre todo de Bilbao-Bizkaia que procedemos de diversas culturas y continentes. Mujeres de acá y de allá.
Es una organización que tiene como referencia fundamental su asamblea de los lunes, que es una asamblea abierta a cualquier mujer. Esta es una herramienta que tenemos de organización y de trabajo. Hemos tenido, como todas las organizaciones, un proceso. Yo destacaría sobre todo que es, en primer lugar, una organización de acogida para las mujeres migradas que llegan. Es una organización que orienta a estas mujeres, pues para nosotras es muy importante atender estas necesidades y empatizar con la escucha. Desde nuestro punto de vista lo primordial está en la escucha: cuando llega una mujer que quiere hablar, se para toda la asamblea, y escuchas su historia, escuchas su relato y desde ahí, acompañamos y apoyamos.
Creo también que Mujeres del mundo ha hecho un proceso y un empoderamiento feminista en estos 20 años que es reseñable. Es una organización que al principio no se tildaba tanto de feminista, es decir, que no utilizaba esta palabra, aunque yo creo que las acciones eran feministas. Pero ahora en la actualidad es una organización referente en el movimiento feminista vasco. Y participa de muchas plataformas, por ejemplo, Bilbo Feminista Saretzen, el grupo motor de organización de las Jornadas Feministas de Durango, la Plataforma de la Marcha Mundial de Mujeres entre otras. En este sentido ha habido todo un proceso de politización. Y para dar un dato, que es relevante, nos juntamos cada lunes alrededor de 20 mujeres o más, lo que creo que para los tiempos que hay, pues está muy bien. Hay mujeres que llevan desde los inicios, otras llevamos menos tiempo, pero con un grado de incorporación e identificación grande.
Otra de las cosas buenas que tiene Mujeres del Mundo es la adaptación a la realidad de las mujeres que vienen. Por ejemplo, hay mujeres que llegan y en algún momento tienen que dejar de venir, porque han encontrado trabajo o por diversas razones. Y después de algún tiempo, vuelven otra vez y son acogidas igualmente. No hay una exigencia rígida en cuanto a la participación, cada una da desde sus posibilidades. Por ejemplo, es mi caso, que ahora estoy de maternidad reciente y he podido descolgarme un rato.
También quiero señalar que estamos teniendo a lo interno un debate sobre decolonialidad y sobre las diferencias y desigualdades que hay entre nosotras. Nosotras somos un grupo mixto, que apuesta por el trabajo y por la articulación mixta, pero que también ve importante la postura de que haya espacios propios y grupos no mixtos, en este caso de mujeres racializadas e inmigradas.
Ahora el tema importante para mi sería ¿qué pasa con el movimiento feminista? Y en esta pregunta no nos referimos al momento concreto en el que se ha desatado la pandemia covid19 y todas las consecuencias que van apareciendo, sino desde que visibilizamos que se está produciendo una explosión en el movimiento y en la movilización, que puede ser desde las manifestaciones nacionales de aborto y agresiones, o desde las huelgas feministas de 8 de marzo, o desde donde sitúes un nuevo punto de inflexión. Más que el momento lo que importa, creo, es lo nuevo que aparece, las características y la dimensión de este movimiento. Los nuevos hitos, y también los viejos, por supuesto y cómo se están re-entendiendo.
Itziar. De entrada quiero matizar un poco para señalar que esto de la covid-19 nos ha removido a todas un poco, pues ha profundizado nuestros malestares. Pero realmente la explosión del movimiento feminista en Euskal Herria, todo este tsumani feminista como algunas lo han denominado, esta especie de estallido que se está manifestando viene de una acumulación de fuerzas de atrás, y de un proceso de trabajo de hormiguita de años de organizaciones feministas, en el que va habiendo varios hitos.
Mientras debatíamos para el libro que se va a publicar ahora de las IV Jornadas Feministas de Euskal Herria que se celebraron en Durango, recogíamos los hitos importantes desde las últimas Jornadas de Euskal Herria, en 2008. Destacábamos en primer lugar, la movilización en Iruñea contra la reforma de la Ley del Aborto en 2014. Un derecho que creíamos que ya estaba logrado, pues de repente, se empieza a ver como que se puede perder. Luego, en todo el tema de la violencia, se empieza a conceptualizar y a abrir más el sentido de la misma, con la movilización de “Feministok Prest, 11 eraso, 12 erantzun” (Feministas preparadas. Once agresiones, doce respuestas). Entonces estamos hablando de que no solamente las violencias hay que tomarlas como algo que sucede en el momento de la agresión, como algo aislado, sino que queremos ver toda la complejidad de las violencias. Así en plural, escenificado en los bloques de la manifestación: racializadas, migrantes, presas, precarias, encapuchadas, violencias sexuales,… En el 2015 la IV Acción Internacional de la Marcha Mundial de Mujeres y el paso la Caravana Feminista movilizó a muchas mujeres y nos posibilitó un trabajo descentralizado por pueblos, que luego lo veremos también en las huelgas.
A todo eso se le suman los nuevos elementos de la huelga feminista. Ahí acertamos cuando reivindicábamos que la huelga no se limitaba solo al 8 de marzo sino que era todo el proceso. Y en ese proceso construimos una huelga que además desbordaba el concepto de huelga tradicional al que estábamos acostumbradas; no nos limitamos exclusivamente al trabajo asalariado sino que también era una huelga de cuidados, de consumo y de estudiantes.
Ahora hay que analizar qué es lo que pasa ahí, en esas movilizaciones masivas de las huelgas. Yo creo que hay una sensibilidad que va mucho más allá de las que estamos en el movimiento feminista. Hay una interpelación a la sociedad y, sobre todo, yo diría, que el discurso feminista conecta perfectamente con la experiencia de mujeres jóvenes, mujeres trabajadoras, que igual no militan, ni se dicen que son feministas, pero enseguida dicen que esto que dicen estas mujeres a mi también me pasa: me pasa en el trabajo, en la cuadrilla, con mi pareja, etc. Y así se ven convocadas a salir y a movilizarse.
Además la presencia del feminismo se ve. Yo creo que el feminismo ha ido permeando en muchos lugares: vemos la escuela, vemos los medios de comunicación. Entonces tenemos muchos sectores de aliadas en diferentes sitios: gente que está en la política haciendo sus tareas e intentando cambiar las cosas desde las instituciones, en las escuelas, las universidades, con los estudios feministas y de género, las técnicas de igualdad intentando desde lo local… Ahí hay un cúmulo de situaciones que ayudan a este desborde.
Y luego para mí algo importante es también ver cómo el feminismo se ha ido abriendo y entonces se habla ya de que el feminismo empieza a declinarse en plural. Esta pluralidad de cuerpos que empiezan a tener voz propia y que se rebelan de manera diferente es nuestra fuerza porque amplía y enriquece el feminismo.
Y respecto a la estructura organizativa, es un tema bien difícil. Por ejemplo, después de las Jornadas de Durango hemos debatido sobre si necesitamos estructuras permanentes o no. Es el clásico debate sobre la tiranía de la falta de estructuras del feminismo que ya apuntaba Jo Freeman. Ahí lo que está de fondo es la disputa por el poder, quienes va a estar liderando y conformando esas estructuras permanentes donde se toman decisiones sobre las estrategias del movimiento. Y ahí entra el debate de las liberadas y de quién puede dedicarse a la militancia. Muchas mujeres racializadas, migradas y precarizadas no pueden dedicarse a estas tareas. Esto es un lujo, como quien dice. Entonces el asunto es cómo creamos espacios con distintos niveles de participación pero donde todas tengamos acceso a la toma de decisiones; y eso implica debatir y consensuar los horarios de la reunión, cada cuánto tiempo, cómo garantizar la participación de todas, etc.
Tampoco es que tenga claro que sea una estructura permanente. Porque si vamos a montar algo en donde vamos a estar las de siempre, no creo que eso me motive. Por otro lado, en los últimos años nos hemos organizado por proyectos, la organización de las huelgas o de las jornadas feministas por ejemplo. Lo que tiene esta manera de funcionar es que son proyectos con una finalidad y duración concreta donde lo damos todo por un tiempo, pero luego es verdad que se pierde toda esa fuerza hasta una nueva movilización.
Bien has señalado los hitos, más bien temporales, que incorporan elementos nuevos. Yo creo que también hay una incorporación de nuevas formas, que son polémicas, importantes y transcendentes. Aunque hay también, por supuesto, nuevos retos conceptuales o teóricos, como ya has señalado, por ejemplo, el tema de los feminismos, de los sujetos, de las voces propias. Desde luego si ya nos situamos en Durango y en la última huelga feminista se ve que aparecen nuevas formas organizativas. Me interesaría ahora hablar de lo organizativo y casi también en un sentido burocrático, del aparato, de la estructura que se monta.
Itziar. Está bien que hablemos de organización. Con esto hablamos de que el movimiento ha cambiado, pues sí, hay que ver estas nuevas formas de militancia. Con este desborde del que hablamos vemos que hay cosas muy positivas en el sentido de que el feminismo nunca ha tenido tanta movilización. Pero por otro lado, luego no hay un trasvase de personas que participan en las movilizaciones puntuales a los grupos feministas organizados autónomos. Es decir por un lado, sí está habiendo una serie de nuevos grupos, que antes no existían. Tienes grupos feministas en cualquier lado, hay grupos feministas locales que han irrumpido con fuerza. Otra cosa, es la militancia más continua en esos grupos.
A la vez tenemos que reflejar todo el tema de cómo la tecnología y las redes nos ponen en contacto y nos ayudan a difundir y a lograr ese movimiento de masas. Pero también creo que tenemos que hablar que hay ese activismo a través de las redes sociales sin moverme del me gusta, del clik. Y vemos cómo se hace desde el ordenador o el teléfono. Esto a algunas nos preocupa, pues el feminismo, si algo tiene importante, es lo colectivo, la calle. Esto también pasa a veces con el expertismo, ¿no? Cada vez vemos más cómo se asigna el feminismo a las expertas, y así las referencias se convierten en individualidades, y es que la sociedad está cambiando y fomenta el individualismo. Entonces ¿dónde queda el trabajo hormiguita, dónde queda el trabajo de la asamblea semanal?
También desde Durango reflexionamos sobre este fenómeno. Nos juntamos más de 3000 mujeres, pero ¿dónde están estas mujeres después?, ¿dónde están las miles de mujeres movilizadas después de cada 8 de marzo?
Cuando estamos en la organización concreta, no se ve tanta gente. Siempre me acuerdo de la primera asamblea para la organización de la primera huelga del 2018, donde estábamos las dos. Estábamos cuatro gatas y esto me impresiona mucho.
Vale, pues esto es un reto que tenemos. Y está claro que esto del feminismo a través de las redes sociales cada vez va a tener más fuerza. Y nuestra apuesta es cómo no perder lo colectivo, cómo no perder los debates de la asambleas, cómo no perder el trabajo local, cómo no perder la calle,… Estos es todo un reto. Por un lado las redes nos permiten llegar a muchos sitios y gentes donde nosotras no llegamos, pero por otro lado nos preocupa ver el músculo dónde está, el músculo que sostenga todo esto.
Además de los temas de las movilizaciones y del movimiento feminista, asistimos a interesantes y nuevos debates; algunos nuevos en las reformulaciones, pero tan viejos como, por ejemplo, la relación clase/feminismo. Y por supuesto nuevos en las personas que los debaten y en las circunstancias en las que se hace. En Durango vimos una puesta en escena impactante con la mesa de la decolonialidad, inmigración, racializadas y todo lo que conlleva esto. Temas, por cierto, en los que vuestra organización está ahí muy presente y muy viva. Algunos temas desconciertan, como la transexualidad, el no binarismo, lo trans, en general, y particularmente las reacciones viscerales negacionistas y conservadoras. Pero también hay otros temas, más viejos que el oficio más antiguo del mundo, como se denomina a la prostitución, que reaparecen desde las filas institucionales y del feminismo liberal. Y si bien en positivo no dicen mucho, en negativo está la penalización, la exclusión, la marginalización y la victimización como resultado. Y además, todo esto, ¿cómo lo tratamos en el movimiento feminista y con las diferentes organizaciones? ¿Hay que poner ya barreras y topes a actitudes y acciones que expulsan, excluyen y criminalizan?
Itziar. Estuve escuchando las jornadas organizadas por Feministas en acción, el pasado mes de octubre, en las que estuvisteis varias de vosotras y quiero recordar ahora a Silvia López Gil, que me parece muy clara. Ella plantea que lo que está ahora en disputa es el sentido del feminismo. Habla de una crisis del sentido. Y entonces, como está en disputa, lo que puede pasar y está pasando es que se nos pueden colar cosas. Estamos en un momento en el que pueden aparecer discursos reaccionarios que parecen feministas, pero que por debajo hay todo un poso de reforzar el binarismo, reforzar los roles de género, etc. Esto es volver a atrás, sin irnos por supuesto a los discursos de extrema derecha. Además que el feminismo ahora está de moda y esto es importante pues nos puede descafeinar nuestra lucha.
Así, en esta crisis de sentido yo creo que el tema del debate de las diferencias es fundamental. Y efectivamente estos debates, como dices, en el feminismo no son nuevos. El feminismo siempre se ha estado repensando, por ejemplo, sobre quién es el sujeto del movimiento feminista. Y ahora algunas quieren pensar que hay que definirlo, que si no lo definimos nos perdemos. Como si se fuera a borrar a las mujeres, a perder el feminismo y entonces nos fracturamos. Y yo pienso que precisamente una de las características de la categoría mujer es que es política, es decir construida históricamente, investida culturalmente y por lo tanto transformable.
Y creo que esto es la fuerza que enriquece el feminismo, que no somos algo definitorio. La duda es feminista, dice a menudo Haizea Miguela. Lo que siempre ha hecho el feminismo es cuestionar. Y en esto se nos presenta que hay que delimitar un sujeto verdadero, que existe la verdad con mayúscula, ¿qué es esto?, ¿quién la tiene? El feminismo siempre ha estado poniendo en duda muchas verdades. Y menos mal que hemos puesto en duda.
Es más, yo creo que en este momento, en el que el poder está jerarquizando vidas y, en base a ello, restringiendo derechos, ahora es cuando hay que ver cómo nosotras nos articulamos sin negar las diferencias y las desigualdades entre nosotras.
Es muy positivo el que las propias voces de las mujeres racializadas, inmigradas, estén ahí. No tenemos que hablar por ellas, sino que ellas ya nos interpelan y esa interpelación es muy necesaria. Lo que sí siento es que ahora necesitamos articular las diferentes luchas.
Seguimos diciendo que no priorizamos una lucha sobre otra, que nosotras participamos de un feminismo interseccional en el que no jerarquizamos las opresiones, pero siento que eso todavía nos cuesta. Nos cuesta en el sentido de pensar que mi opresión es más importante que la tuya, porque más que comparar las opresiones, comparamos el dolor. Y desde el dolor propio es difícil ver la opresión de la otra y reconocerla. Además, centrarnos en lo que llamamos la carrera de las opresiones no nos lleva a ningún lado. Porque mientras nosotras discutimos sobre quién está más oprimida los sistemas de opresión siguen operando y oprimiéndonos. Comparar las opresiones no hace más que reforzar la lógica jerárquica y estratificadora dominante. Es necesario poner el foco en los mecanismos por los cuales los sistemas de dominación se reproducen y ahí vamos a ver que los mecanismos que utilizan para oprimirnos son similares. Otra cosa es que en esa estratificación y jerarquía no todas ocupamos las mismas posiciones, hay algunas que tenemos un mejor posicionamiento, mayores privilegios y es por tanto a nosotras a las que nos toca hacer un mayor trabajo a la hora de construir e impulsar esas alianzas. Y por otro lado, está el tema del contexto. No podemos ver todas las opresiones a la vez de manera unívoca, siempre están contextualizadas, en un lugar y en un tiempo concreto que le otorga un significado. Lo que en un contexto puede suponer una opresión, en otro contexto no lo es. Y eso es algo que además tú decías con respecto a las violencias sexuales, ¿no? No solo hay que mirar el relato de los hechos, sino el relato del contexto.
Además yo creo que necesitamos herramientas para irnos encontrando y desencontrando. Raquel Gutiérrez decía una frase que me encanta: “Cultivar las cercanías y gestionar las distancias”. Es decir, vamos a tener que estar en momentos en los que cultivamos las cercanías, que creo que tiene que ser escuchándonos con sinceridad, porque muchas veces escuchamos para defendernos y no para entender a la otra. Y entender no quiere decir estar de acuerdo. Y otros momentos, en los que estemos separadas en espacio propios no mixtos.
El otro tema es que a nosotras las blancas nos toca trabajar nuestra blanquitud, nuestros privilegios, y todo esto nos revuelve un montón. Nosotras, que hemos sido las oprimidas, ahora nos están atacando como privilegiadas, y esto duele. Esto es algo que tenemos que hablarlo y colectivizarlo. En definitiva, qué hacemos con esos malestares. Y así empezar a hablar también de cómo no reforzar los privilegios, no tanto desde la culpa, sino desde la responsabilidad. Sobre todo para ver qué podemos hacer, en lo concreto. Qué puedo hacer yo en lo concreto en mi barrio, en mi colectivo. O qué no vamos a hacer, porque simplemente el silencio puede ser algo muy activo. A veces nos va a tocar callarnos, a veces nos va a tocar echar un paso para atrás. Ahora mismo estamos en la Plataforma de la Marcha Mundial de Mujeres de Euskal Herria trabajando en la próxima acción internacional que es sobre fronteras, transnacionales y migraciones, y las propias mujeres migradas y racializadas están haciendo un dossier que está siendo muy cañero para interpelarnos con todo el tema del racismo. Pues nos toca revisarnos, y nos toca pensar que a veces cosas que creíamos que teníamos trabajadas y pensadas, pues no lo tenemos tanto. O lo sigo reproduciendo, o me cuesta.
Creo entonces que es importante no perder esa heterogeneidad, que no nos dé miedo por no tener un sujeto cerrado. Esto, al revés, siempre nos mantiene vivas, en movimiento.
Entre todos los temas que vamos señalando, en esta situación concreta, incluso teniendo en cuenta algunas cosas de las derivas del coronavirus, ¿te atreverías a priorizar algo o señalar algo que te parezca especialmente urgente y a la vez importante, con resultados de fondo que miren a lo estructural?
Itziar. Yo creo que sí que tenemos un reto que nos urge ahora mismo. A ver qué te parece. En el 2008 con la crisis el movimiento feminista dio en la clave con los análisis que hizo al afirmar que la crisis no solo era económica sino de todo el sistema, cuando denunciábamos un sistema que prioriza el capital por encima de las vidas (lo que se ha visto, por cierto perfectamente con la pandemia). Pues bien, para mí ahora todo el debate de la organización de los cuidados y de la reproducción de la vida es donde nos la vamos a jugar. Va a depender mucho el análisis que hagamos a la hora de buscar salidas.
Considero que el sistema de los cuidados y la reproducción de la vida no debe quedar en que solamente sea una cuestión individual, de cómo resuelve la mujer sus historias, o en una cuestión ética, sino que tenemos que verlo como una cuestión más política y colectiva. Y aquí, por ejemplo, hay muchos temas, pero una de las cosas que ya está viniendo es toda la reconfiguración de nuevas formas de empleo, en la que no creo que el teletrabajo vaya a ser algo momentáneo, sino que de repente quizá se va a instalar, porque van a ver la cantidad de ahorro que significa, y no solo en dinero. Todo el fenómeno que supone que en las propias casas se hace todo: trabajar cuidar, organizar,… Me parece que en todo esto salimos perdiendo otra vez las mujeres. Pero luego, además, están todas esas mujeres que ni siquiera tienen hogar, ni empleo, que ya estaban viendo sus derechos negados antes de la pandemia, que tiene que ver con todas las mujeres migradas, precarias, las mujeres trabajadoras sexuales, trabajadoras del hogar,… que yo creo que va a traer una mayor exclusión. Y ahí si va a ser un fenómeno en tierra de nadie.
O sea que la prioridad la centrarías mucho en el tema de cuidados, pero digamos que en relación con otros paradigmas y repolitizando el concepto. Bien, me gustaría complejizar un poco más el debate. La vida en el centro aparece como un paradigma importante, pero a veces funciona como un mantra y nada más. A mí se me ocurre plantearte que podías analizar un poco los sistemas por las cuales, precisamente, se reproducen de nuevo todas las estructuras de dominación y patriarcales. Y no puedo por lo menos dejar de citar dos clásicos del feminismo que funcionan, a mi modo de ver con mucha ambivalencia y contradicción, como son la familia y el Estado. Solamente señalaré que existe una confusión grande entre lo público y el Estado, y en ese sentido hay un reforzamiento del Estado impresionante, con todas las funciones que conlleva, entre otras una intromisión y control insoportable en la vida privada y en las condiciones de vida. Y, por otro lado, hay un embellecimiento gigante de la familia. Tanto que ya se subsume a las personas dentro de una familia para todo, incluso para las estadísticas de consumo, de nivel de vida, de gasto, etc. Las políticas públicas son cada vez más familistas. Y no quiero obviar lo que supone para las personas en concreto y para las mujeres especialmente, los lazos familiares concretos en estas épocas, cuando menos confusas. Ni mucho menos lo que suponen las ayudas estatales y de las Administraciones.
Itziar. Estoy muy de acuerdo contigo; y creo que estos paradigmas, que me parecen importantes, como el poner la vida en el centro son el principio. Luego ahí tenemos que empezar a agrietar, sobre todo a sacudir; a la familia, por ejemplo. Es verdad que hablamos de diversidad de familias, y empezamos a hablar de todo esto, pero no llegamos a entrar al fondo.
Y luego está todo el tema del Estado. Aquí en Euskal Herria las compañeras de Bilgune Feminista vienen trabajando desde hace años el tema de la soberanía feminista, de ir asentando unas bases hacia una transición feminista. Recuerdo cómo algunas nos quedamos un poco extrañadas, en concreto, en los Encuentros de las mujeres abertzales de 2014, en Ondarroa, cuando se planteó la idea de un Estado Feminista, pues parece casi un oximorón: Estado y Feminista.
Desde luego, yo sí creo que sin mover o socavar algo esta estructura, dado que el Estado es patriarcal, no vamos a ningún sitio. Y por eso creo que la lucha va en dos planos. Por un lado no podemos dejar estos debates que tú estás planteando que son fundamentales, sobre las instituciones de la modernidad, el Estado y la familia, que nos permitan mirar más allá. Pero luego también a la vez estamos pidiendo al Estado y las instituciones, derechos básicos: por ejemplo, que se equiparen los derechos de las trabajadoras del hogar al conjunto de trabajadores; por ejemplo, en el reconocimiento de su derecho a paro, o que se reconozcan los derechos para las mujeres monomarentales. El otro día, por ejemplo, un tribunal reconoció por primera vez el derecho de una madre monoparental a las mismas semanas de permiso de maternidad que los hogares de dos progenitores.
A mi me parece también, y estoy contigo, que tendríamos que meterle más tiempo a este tema de la diferencia entre lo público y lo del Estado. Desde América Latina vienen trabajando bastante algunas feministas el tema de los comunes. Y además, una de las cosas que a mí también me gusta, es cómo están rescatando elementos que tenemos desde el feminismo para llevarlos a la política. Hablan así de una politicidad feminista, una nueva forma de politicidad más allá del Estado. Rescatan qué elementos estamos aportando desde el feminismo para sacudir a estos estamentos como el Estado que son patriarcales, colonialistas, racistas….y que siempre nos traicionan.
Y luego por otro lado, y ahí no sé si tú vas a estar de acuerdo, vuelvo a la familia, a la maternidad. Aclaro que hablo desde mi situación actual, a mis 38 años, recién estrenada mi maternidad. Yo creo que también el feminismo tiene que dar cabida a estos temas y a estas realidades.
Es decir, el tema que tenemos que agradecer es que el feminismo ha luchado y sigue luchando contra la obligatoriedad de ser madre y nos ha liberado de la maternidad impuesta, y esto es así y está muy bien, pues no tenemos la obligación de ser madres, ni de toda esa basurilla de realizarnos a través de la maternidad. Pero claro, dicho esto, analicemos qué pasa ahora con el tema de las maternidades deseadas o más bien las maternidades por elección. Yo creo que este tema es importante. Porque además creo que está ligado con todo el debate sobre el empleo y los cuidados. ¿Por qué digo esto? Porque a veces se nos dice, o se les dice críticamente, a esas mujeres que se dedican de lleno a los cuidados y no vuelven a sus empleos, que están perdiendo su oportunidad, como si el empleo fuese el único lugar donde te realizas, donde aportas; y más hoy en día, donde cada vez son más precarios. Creo que eso es un pensamiento muy ligado al neoliberalismo que lo tenemos muy insertado cuando vemos con horror que las mujeres por elección propia se dediquen ahora a los cuidados de sus criaturas.
Así que tenemos que meternos al tema de las maternidades deseadas por elección. Además, tenemos muchos elementos porque cada vez más los sujetos no heteronormativos están también trabajando otro tipo de maternidades. Y yo creo que ahí podemos tener algunas cuestiones y elementos para repensar la familia nuclear heteropatriarcal, repensar la crianza, etc. Hablamos mucho de la tribu, pero luego en la vida práctica no aparece. Yo tengo muchas amigas que querrían ser madres, pero luego en la realidad aunque hablamos de la tribu y de colectivizar los cuidados, esto no es así. Nos duele un poco, a todas, pero es así. Este es un tema que yo creo que todavía va a dar mucho de sí. Pero sí me parece que al tema de la maternidad elegida y deseada habría que darle unas vueltas, justo estamos ahora varias feministas de nuestros entorno en esta situación. Incluso queremos hablar de que somos madres y queremos seguir militando en espacios feministas. De la triple presencia, de lo que habla en su libro reciente Marina Sagastizabal, de las posibilidades de compaginar trabajo doméstico, empleo y militancia.
Fuente: vientosur.info/feminismo_entrevista-a-itziar-gandarias/, Kaosenlared.