Méxi­co. Cara­va­nas de «dam­ni­fi­ca­do» en Cen­troa­mé­ri­ca alis­tan su via­je a EEUU

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 8 de diciem­bre de 2020

MONTERREY, Méxi­co – Luis Sal­ga­do tra­ba­jó por años para aho­rrar dine­ro sufi­cien­te para abrir una peque­ña fru­te­ría, por lo que cuan­do las inun­da­cio­nes arra­sa­ron con las man­za­nas, plá­ta­nos y otros pro­duc­tos que ven­día, deci­dió que ya no había futu­ro para él en Honduras.

Sal­ga­do ya venía bata­llan­do para obte­ner ganan­cias debi­do a las medi­das para fre­nar el coro­na­vi­rus que redu­je­ron sus esca­sos ingre­sos. Pero la des­truc­ción cau­sa­da por el hura­cán Eta, a prin­ci­pios de noviem­bre, lo dejó endeu­da­do y sin poder ali­men­tar a sus tres hijos.

Así, par­tió jun­to con tres de sus veci­nos para tra­tar de cru­zar Gua­te­ma­la, lue­go Méxi­co y final­men­te, de for­ma indo­cu­men­ta­da, lle­gar a Esta­dos para trabajar.

«Pri­me­ro pan­de­mia, des­pués hura­cán. No tene­mos dine­ro para los hijos», dijo en una entre­vis­ta duran­te su via­je hacia el norte.

Los ciclo­nes Eta e Iota des­pla­za­ron inter­na­men­te a más de medio millón de per­so­nas en Gua­te­ma­la, Hon­du­ras y Nica­ra­gua, según datos de la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal para las Migraciones.

«Están lle­gan­do por día unas 20 per­so­nas que dicen que per­die­ron terre­nos, casas y siem­bra, tan­to de Hon­du­ras como de Gua­te­ma­la», dijo Gabriel Rome­ro, direc­tor de un alber­gue para migran­tes en la ciu­dad mexi­ca­na Teno­si­que, cer­ca de la fron­te­ra con Guatemala.

Miles de cen­tro­ame­ri­ca­nos más pla­nean unir­se a los gru­pos que avan­zan rum­bo al nor­te con nom­bres como «Cara­va­na del dam­ni­fi­ca­do», pro­gra­ma­da para comen­zar a par­tir de Hon­du­ras en las pró­xi­mas sema­nas, según con­ver­sa­cio­nes en Face­book y gru­pos de WhatsApp dedi­ca­dos a coor­di­nar los esfuerzos.

Tal movi­li­za­ción podría con­ver­tir­se en una prue­ba impor­tan­te para la admi­nis­tra­ción entran­te del pre­si­den­te elec­to de Esta­dos Uni­dos, Joe Biden, en su inten­to de des­ha­cer algu­nas de las más seve­ras medi­das anti­in­mi­gra­ción del pre­si­den­te Donald Trump sin gene­rar una cri­sis fronteriza.

En la cam­pa­ña elec­to­ral, Biden pro­me­tió un plan por unos 4,000 millo­nes de dóla­res para abor­dar los fac­to­res sub­ya­cen­tes que impul­san la migra­ción des­de Cen­troa­mé­ri­ca. El gru­po de defen­sa Refu­gees Inter­na­tio­nal dice que tal ali­vio, aun­que bien­ve­ni­do, tar­da­rá años en tener un impacto.

DESEMPLEO MASIVO

Inclu­so antes de las tor­men­tas, las nacio­nes cen­tro­ame­ri­ca­nas esta­ban lidian­do con la cri­sis eco­nó­mi­ca pro­vo­ca­da por la pan­de­mia y el des­em­pleo masi­vo que lle­vó a un aumen­to de la migra­ción hacia el norte.

El Depar­ta­men­to de Segu­ri­dad Nacio­nal de Esta­dos Uni­dos aún no ha publi­ca­do los datos de noviem­bre sobre los migran­tes que han sido dete­ni­dos cru­zan­do des­de Méxi­co, aun­que exper­tos ase­gu­ran que fac­to­res que inclu­yen la inte­rrup­ción inme­dia­ta de la movi­li­dad duran­te las tor­men­tas pudie­ron haber fre­na­do tem­po­ral­men­te el aumen­to gene­ral en las cifras.

El agri­cul­tor hon­du­re­ño David Tron­ches dijo que no tuvo más reme­dio que emi­grar des­pués de que las torren­cia­les llu­vias de Eta inun­da­ron los cam­pos de maíz y fri­jol que había sem­bra­do para ali­men­tar a su fami­lia, inclui­da una peque­ña hija.

«Sem­bra­mos y cose­cha­mos para ven­der y tener para comer», dijo Tron­ches, de 20 años, en un impro­vi­sa­do refu­gio para migran­tes en la ciu­dad Sal­ti­llo, en el nor­te de Méxi­co. «Sin cose­cha, ¿cómo vamos a ven­der?, ¿cómo vamos a comer?».

Afue­ra de otro alber­gue en la ciu­dad Mon­te­rrey, tam­bién en el nor­te del país, que sir­ve como un cen­tro de trán­si­to para los migran­tes que bus­can lle­gar a Texas, sus ocu­pan­tes inter­cam­bia­ban his­to­rias y videos sobre los daños de la tormenta.

«Aquí era mi casa», dijo Mar­len Almen­da­rez, de 30 años, mos­tran­do a sus com­pa­ñe­ros de via­je un video de un cam­po inun­da­do de lodo, los res­tos de un refri­ge­ra­dor y lo que que­dó de un barrio del muni­ci­pio La Lima, al sur­es­te de San Pedro Sula, en Honduras.

«La cama don­de dor­mía con mi hijo se que­dó has­ta allá, ¡don­de está el Oxxo!» dijo, seña­lan­do una tien­da de con­ve­nien­cia a más de 50 metros de distancia.

Riccy Mar­tí­nez, de 25 años, quien dijo que tam­bién per­dió su casa en las inun­da­cio­nes, negó con la cabeza.

«Vas a ver cuán­tas per­so­nas van a venir por­que per­die­ron sus casas», dijo.

«NO HAY OPCIÓN, SINO HUIR»

Julio Almen­da­rez, un resi­den­te del subur­bio de San Pedro Sula Cha­me­le­con en Hon­du­ras, dijo que se vio obli­ga­do a huir a un refu­gio para tor­men­tas des­pués de que un río se des­bor­dó duran­te el paso de Iota.

Mien­tras se encon­tra­ba den­tro del alber­gue, expli­có, él y cien­tos de otros resi­den­tes des­pla­za­dos sos­tu­vie­ron una reu­nión y deci­die­ron for­mar una cara­va­na para salir de Hon­du­ras el 10 de diciem­bre con el obje­ti­vo de lle­gar a Esta­dos Unidos.

«Deci­dí irme por lo que esta­mos pasan­do, per­di­mos todo», seña­ló, y agre­gó que está tra­tan­do de recau­dar sufi­cien­te dine­ro para pagar las tari­fas de los auto­bu­ses que se requie­ren para par­tes del trayecto.

Otros migran­tes evi­ta­ron los refu­gios para tor­men­tas, don­de los tra­ba­ja­do­res huma­ni­ta­rios temen que las con­di­cio­nes de haci­na­mien­to pue­dan lle­var a un nue­vo aumen­to en los casos de coro­na­vi­rus, y se pusie­ron en camino de inmediato.

Kevin Ven­tu­ra, de 25 años, de la ciu­dad Inti­bu­ca, en el cen­tro de Hon­du­ras, rela­tó que ya había comen­za­do a con­si­de­rar migrar tras reci­bir ame­na­zas de muer­te de una pan­di­lla que bus­ca­ba reclu­tar­lo para ven­der drogas.

Cuan­do los vien­tos de Eta hicie­ron que un árbol se estre­lla­ra con­tra la casa de su fami­lia, obli­gan­do a su madre y a su abue­la a res­guar­dar­se en un refu­gio con­tra tor­men­tas, le preo­cu­pa­ba que fue­ra dema­sia­do fácil para los pan­di­lle­ros encon­trar­lo allí. Rápi­da­men­te se subió a un auto­bús que se diri­gía hacia la fron­te­ra con Guatemala.

Gio­van­ni Bas­sau, el repre­sen­tan­te regio­nal de la Agen­cia de la ONU para los Refu­gia­dos (ACNUR), dijo que ha habi­do acti­vi­dad de pan­di­llas, inclui­da la vio­len­cia y la extor­sión, den­tro de los alber­gues en ciu­da­des don­de el cri­men semior­ga­ni­za­do ha pre­va­le­ci­do mucho tiempo.

Espe­ra que la pre­ca­rie­dad gene­ra­da por los hura­ca­nes haga que estos gru­pos pros­pe­ren aún más.

«Si tie­nes una comu­ni­dad que está lide­ra­da, has­ta cier­to pun­to, por las pan­di­llas, todo lo que estás hacien­do cuan­do agre­gas refu­gios e inun­da­cio­nes es empeo­rar las cosas», indi­có Bas­sau. «No deja a la gen­te real­men­te sin otra opción más que la de huir».

Con infor­ma­ción de Reuters

FUENTE: La Jornada

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