Resumen Latinoamericano, 1 de diciembre de 2020
En estos meses de cuarentena nacional, llegaron al territorio de Isabel Catriman, unos señores llamados Alejandro Samame y Nahuel Serra diciendo que ese campo les pertenecía porque habrían comprado los derechos de posesión a Luciano Freeman, hijo del fallecido Lucio Freeman.
Desde el mes de marzo, Isabel y su familia están denunciando allanamientos de la policía, prepotencia de los supuestos compradores y tratos violentos de quienes quedaron en el campo como “cuidadores” de sus intereses. Sin embargo, estos hechos no se hicieron públicos hasta que la Lof Pailako emitió un comunicado difundiendo lo sucedido los primeros días de mayo de 2020.
URGENTE, FUTALAUFKEN MEW- LOF PAILAKO 6/5/20 Mari Mari pu peñi, pu lamgen ka pu wenuy, se necesita difusión y apoyo de nuestra gente. La papay Isabel Catriman (78), está en estos momentos siendo hostigada, insultada y amenazada para que abandone sus tierras, por matones que llegaron el día de ayer en 4 camionetas y una casilla, ingresaron por la portada del Parque los Alerces siendo que rige la cuarentena decretada por el Estado. Estos sinvergüenzas dicen haber comprado esas tierras cercanas a las Lagunas Larga y Martillo. Desde febrero Alejandro Samame (hijo de un fiscal) y Nahuel Serra vienen amenazando y hostigando a la Lof. Ni gendarmería ni la policía toman la denuncia, todo lo contrario les están impidiendo llegar al territorio. En estos momentos se sabe que cambiaron los candados de las tranqueras y quieren desalojar a la papay Isabel y su sobrino. Pedimos en lo posible acercarse y difundir. MARICHIWEW!!
Fuimos hasta la casa de Isabel –ubicada en tierras fiscales, linderas al Parque Nacional Los Alerces, a pocos de kilómetros de Esquel– para escuchar su historia. En los siguientes párrafos tratamos de plasmar los acontecimientos, las conexiones entre hechos, los sentidos y los énfasis que Isabel fue entramando en una conversación de cuatro horas con nosotras.
La historia de vida de Isabel Catriman: “Tengo todos los recuerdos”
Isabel Catriman resguarda en ngtram (relatos verdaderos) y experiencias propias las memorias de los Pueblo Mapuche y Tehuelche transmitidas en el seno de su familia. Esta historia, anclada en el territorio mapuche, inicia hace muchos años atrás cuando sus antepasados defendieron el territorio frente a la invasión de los ejércitos estatales. Estos recuerdos son los que hacían llorar a su abuela cuando conversaba con otras ancianas y los que hoy Isabel nombra como “historias tristes” (sobre estas nos detendremos en un próximo trabajo).
Remontémonos solo unos cien años atrás en la zona de Languineo, actualmente provincia de Chubut. Allí, y siendo muy jóvenes, Carmela Leufuman (hija de Juan Leufuman y Jacinta Cayulef) y Demecio Catriman (hijo de Manuel Catriman y Mercedes Colipan) se casaron. Al poco tiempo se vieron obligados a migrar a la localidad de Esquel, junto a Mercedes, la mamá de Demecio.
Se instalaron en una chacra en “el arenal” en el Barrio Buenos Aires, donde tenían sus animales. Carmela y Demecio tuvieron cuatro hijos, uno de ellos Isabel Catriman. Isabel nació en Esquel en el año 1941 y, cuando sus padres se separaron, vivió junto con su madre y su abuela paterna en aquella ciudad. Aprendió a hilar y tejer en telar desde muy chica, a utilizar lawen (medicina mapuche) para curarse y a realizar ceremonias. Su abuela Mercedes levantaba estas ceremonias para que ella, sus hermanos y familiares estuvieran bien. Así recuerda Isabel su infancia y las prácticas y conocimientos heredados de su madre y abuela paterna:
Tengo todos los recuerdos (…) Viví mi infancia con mi madre ayudándola con los hilados. Así nos crió mi mamá. Ella se separó de mi papá. Pasamos mil y una. Me faltó pasar por la oreja de la aguja. Ella es la que nos enseñó. Siempre hacia rogativas para nosotros, para que siempre andemos bien. Que cuando andemos solos, Futachao nos levantara el espíritu. Yo soy mapuche tehuelche. Mi mamá era tehuelche, Leufuman, y mi papá mapuche. Sé hablar algunas palabras en lengua, le entiendo, pero responder no puedo. Mi mamá sí, pero no me enseñó. Cuando se juntaba con alguna anciana no me dejaba estar, me decía ‘anda afuera’. Y yo escuchaba porque me gustaba. Mi mamá cantaba tayil, tan bonito. Cantaba en la casa, en la caña (rewe). Mi abuela nos sacaba en el mes de agosto, me vestía de una pollera azul, y con mi mamá salíamos. Con mi hermano y mi papá también. Me llevaba de la mano a la caña, antes de que salga el sol. Y mi abuela tayliaba y mi mamá a veces se largaba a llorar. Qué diría mi abuela!? Era tan triste…
(e.p I.C., mayo 2020).
Isabel Catriman tiene 79 años y vive desde hace veinte años en Lote 5, Laguna “El Martillo”, zona Laguna Larga, en las cercanías del Parque Nacional los Alerces. Allí llegó en el año 2000, junto con su difunto hijo Hipólito Ernesto Colihueque y su primo Gregorio Cayulef, cuando Lucio Freeman le otorgó un permiso de palabra para que se asiente en aquellas tierras fiscales que él también ocupaba.
Cuando yo vine dije ‘esto es para mí’. Andar a caballo, todavía para la edad que tengo ando a caballo. Re contenta, era todo para mí, y don Lucio re contento también. Muy contento
(e.p I.C., mayo 2020).
Lucio Freeman e Isabel Catriman se conocieron de muy jóvenes en la localidad de Esquel. Freeman era lechero y antiguamente le encargaba tejidos a la mamá de Isabel. Según lo recuerda ella, él “era un hombre muy sencillo, que hacía vida de campo”:
Don Lucio llegaba a la casa y compraba tejidos, después conoció a mi hijo y a mi hija y entonces depositó confianza en mí. Y me dice ‘Andate para allá y estate tranquila en el campo, hacé quinta que te gusta’
(e.p I.C., mayo 2020).
De esta manera, Isabel y su familia llegaron al campo en el que viven desde hace ya veinte años.
La llegada al territorio de Laguna Larga: “Hicimos un trato”
En el año 2000, Lucio Freeman e Isabel Catriman hicieron un acuerdo de palabra: ella y su familia vivirían en este territorio. La convivencia se fue basando en diferentes acuerdos a través del tiempo. Durante los primeros años, trocaron el talaje de animales –la familia de Isabel era la única que pastaba animales en el lugar– por la provisión de leña –que los Catriman Colihueque juntaban por la zona. Unos años después, los cuidados mutuos entre Lucio Freeman y la familia de Isabel se fueron haciendo cada vez más informales:
Don Lucio me había traído a mi hijo y a mí, me trajo de Esquel me dice ‘yo tengo un campo, lleva a tu hijo, compra animalitos, que yo no tengo animales, que va a ser para vos algún día el campo’. Así nos trajo para acá con mi hijo y mi primo, para que ellos cortaran leña y arreglaran el alambre y pusiéramos animales para que yo tuviera animales para sacarle la lana a las ovejas, para que haga mis tejidos. Nosotros no fuimos empleados de él, porque él me trajo y con la leña que cortabamos le pagamos el talaje para tener nuestros animales
(entrevista a Isabel Catriman en Radio Nacional de Esquel, mayo 2020).
Cuando llegaron al territorio, se instalaron en un galpón que Freeman les prestó. Luego, y a través de un nuevo trato (en este caso el trueque de tejidos por madera), fueron construyendo la casa de madera en la que viven actualmente.
Hicimos un trato: ‘haceme tejidos y yo te vendo la madera’, me dijo. Cuando llegamos, él (Lucio Freeman) tenía su casita allá y había un galpón que estaba que se caía, ahí estuvimos con mi hijo, ese galpón nos pasó a nosotros, ahí dormíamos, ahí teníamos una estufa y todo. Mi hijo cortaba leña y le pagaba el talaje por leña. Él arregló el alambre, todo. Arreglaba con don Lucio
(e.p I.C., mayo 2020).
Durante estas dos décadas, Isabel y su familia fueron diversificando su producción y sus trabajos. No solo fueron de a poco aumentando su hacienda –lo que les permitió tramitar su propia marca y señal– sino que también construyeron un corral, armaron la quinta e hicieron las “mejoras” necesarias para habitar en el campo:
Así llegué yo aca. Veinte años va hacer. Llegué con mi hijo y mi primo. Esto lo alambró todo mi hijo para que no entren los animales, porque encerramos allí y ahí tenemos para trabajar. Los animales andan arriba, sueltos. Entonces se mantiene ese mallín lindo, con el pastito. Aquí tengo la quinta, y los perros los tenemos atados para que no anden en la quinta
(e.p I.C., mayo 2020).
El “acuerdo de palabra” que menciona Isabel es una práctica institucionalizada y de mucho valor en el Pueblo Mapuche y Tehuelche. La palabra pronunciada en el marco de un acuerdo es prueba suficiente para validarlo como un contrato inquebrantable. Por eso, para Isabel, no hay lugar a la duda de que ese territorio le pertenece, así como tampoco de su derecho de posesión: “Él me decía, ‘el día que yo descanse, esto va a ser para vos’. Si yo hubiera sido otra, le digo fírmame acá, pero no”.
Cuando Lucio Freeman iba a pasar un tiempo en el campo, se quedaba en una casa que tenía a cierta distancia del lugar donde tenían su casa los Catriman Colihueque. Al respecto, Gloria (la hija de Isabel) subraya que los que estaban cotidianamente en el territorio eran Isabel, Gregorio e Hipólito.
Lucio nunca vivió en el campo. El iba unas semanas, a veces iba. El vivía en la chacra acá (en Esquel) Cerca del Principio, en la entrada a Esquel (…) Ahí tenía sus animales
(e.p G.C., mayo 2020).
Los vínculos entre los pobladores que compartían el lote se fueron haciendo cada vez más afectivos (“era un vínculo de amistad” dice Gloria). La confianza ganada a través del tiempo, las reciprocidades mutuas, la cercanía de habitar en un mismo espacio territorial, y algunos hechos tristes de sus vidas (el fallecimiento de Hipólito y la enfermedad que padeció Freeman) hicieron que Isabel y Lucio fueran forjando una relación de mucho cariño y un trato como parientes:
Cuando falleció mi hijo aquí –le dio un infarto – , quedé con Lucio. Hacé de cuenta que era un familiar para mí. Salíamos los dos de a pie a recorrer, a ver a mis animales. A mí me conoció de muy joven, yo todavía no me casaba cuando lo conocí a Lucio. Después el pobre viejito se enfermó. Y él venía acá, se acostaba ahí y le ponía las gotas en la vista, todo. Yo lo atendía, lo cuidaba
(e.p I.C., mayo 2020).
Ancestralidad y territorio: “te levanta el espíritu”
El lugar que habitan desde hace veinte años es un territorio de aproximadamente 844 hectáreas que se distribuye entre zonas boscosas, aguadas y mallines. Los Catriman Colihueque organizaron el territorio separando a través de alambrados internos un espacio de mallines, protegido del paso de animales, para hacer huerta y tener un gallinero, mientras las zonas más altas del territorio quedaron como campo abierto de pastoreo de vacas, ovejas y caballos. Gloria aclara además que, al día de la fecha, tienen toda la documentación en regla en lo que respecta a la administración de los animales.
En la actualidad, Isabel también vive del recurso económico de la venta de la lana de sus animales y especialmente del hilado y tejido, oficio tradicional que aprendió y heredó de su madre. Muchos de estos encargos son por parte de los vecinos del lugar con quienes siempre ha tenido una buena relación:
Vendo mis tejidos. Por ejemplo, acá a Juan Antonio le hice veinte pelelas que me encargó para los caballos. Armo el telar con palos como me enseñó mi mamá que vivía de hacer eso. Yo hago así y vendo particular. Este hombre me encargo y me había encargado más, pero con esto que pasó (la cuarentena) no pude hacer nada
(e.p I.C., mayo 2020).
Isabel y su familia tienen un gran respeto y apego por el territorio que se evidencia en sus relatos sobre los usos y relaciones cotidianas con el lugar. Isabel heredó el conocimiento de su madre y de su abuela acerca de cómo relacionarse con el territorio y cómo ir forjando una relación de afecto y cuidado mutuo con las fuerzas que habitan allí. Ella tiene mucho conocimiento acerca de cuáles son los lawen de su territorio, los lugares donde crecen, las formas de sacarlos de su lugar (pidiendo permiso y agradeciendo) y sus usos terapéuticos.
Acá hay mucho lawen, arriba, sí! Hay ñanco nahuel, piuke nahuel, paramela, hay mucho! Los uso para las enfermedades. El ñanco nahuel hay que prepararlo con raíz de nalca y tomarlo siete días, si te hace bien, nota uno que le hace bien, dejas descansar hasta que se cura. Hay mucho lawen.
(e.p I.C., mayo 2020).
Mientras nos señala su huerta, menciona que estos conocimientos de su mamá y de su abuela le permitieron vivir de forma autónoma en su territorio: “Es muy importante para mí vivir acá. Porque yo busco los lawen, tengo mis animales y puedo hacer mis tejidos. Tengo un lugar para hacer rogativas”.
Para Isabel, estas relaciones se estrechan y profundizan al levantar ceremonias, las que realiza como le enseñó su abuela. Al llegar al campo, identificó el lugar donde debía estar el rewe (lugar sagrado y ceremonial) de su familia y, desde entonces, las ceremonias fueron parte de su vida cotidiana en el lugar.
Donde está la caña, ahí hago la rogativa. En la madrugada se hace. A veces vienen otros mapuche, otros hermanos de otros lados. En cuanto necesito, o antes igual, para no estar amargada, hago mis rogativas. Siempre le pido a futachao andar bien de salud. Esté como esté, esté nevando, no importa, se abriga bien y hay que salir. Y como que levanta el espíritu. Te cambia todo. Te da más fuerza, más fortaleza. No te duele los huesos, te saca todo. Pero hay que pedir
(e.p I.C., mayo 2020).
No obstante, tanto la relacionalidad con su entorno –de la que depende la salud y el bienestar de la familia Catriman Colihueque– como la auto-subsistencia económica están siendo amenazadas por el hostigamiento que hoy están sufriendo:
Ahora no estoy tranquila, a las tres de la mañana me levanto. Nunca anduve mal con los vecinos, ellos saben que yo siempre estuve acá. Pero ahora ando mal porque están estos… Me pone mal. Viste que andan con prepotencia
(e.p I.C., mayo 2020).
El inicio del conflicto: “nos encerraron en nuestro propio campo”
Unos meses atrás, Isabel pasaba sus días cuidando de sus ovejas, trabajando en la quinta e hilando y tejiendo en el telar. Según nos contó, esta situación cambió por completo en febrero del año 2020, cuando Luciano Freeman –hijo de Lucio Freeman– le informa a Isabel que tiene posibles compradores para el campo, y que es muy importante que ella firme unos papeles. Ante esta imposición repentina, Isabel se resistió a firmar el escrito, sabiendo que ella era parte de ese territorio y que nadie tenía derechos para sacarla de allí.
La búsqueda prepotente y ansiosa de la firma de un poblador o pobladora mapuche históricamente ha sido emergente de un engaño, y del intento de convertir esa tramoya en documento. Por lo tanto, Isabel desconfió. Gloria Colihueque, la hija de Isabel, detalla con exactitud la construcción de esa farsa y el engaño que estaban queriendo documentar.
Al rato me llama Luciano Freeman y me dice que tengo que ir yo a ver al abogado de él. Yo le digo que no tengo nada que hablar con ese abogado. La cosa es que lo que querían que firme era un acuerdo para decir que ella tenía un año para irse, pero estaba fechado en febrero de 2019 y hasta febrero de 2020. Ella si firmaba ya tenía que estar saliendo. Por eso estaban apurados para que firme. Le querían hacer pasar como un acuerdo laboral. No corresponde eso. Además le ponían aproximadamente 15 años de “un vínculo de especie”, algo así. No le ponían 20. Porque son 20 años que mi familia está ahí. Está la constancia de SENASA que hace 20 años están en ese lugar, yo tengo la original. Además hay vecinos para comprobar
(e.p G.C., mayo 2020).
El 6 de marzo, Luciano Freeman vuelve a la casa de Isabel, pero esta vez con mayor prepotencia y con amenazas:
Ellos dicen que compraron, pero es tierra fiscal, dicen que compraron al hijo de Lucio Freeman (…) Yo estaba limpiando mi quinta, estaba hecha una mona, estaba cosechando todas mis verduras. Y Freeman, Luciano Freeman, que es el hijo de don Lucio llegó y me dice: ‘Buen día’, me dice Luciano, ‘hoy es el último día, dice, que venimos acá, trajimos una escribana y tiene que firmar a ver si podemos llegar a un acuerdo’
(e.p I.C., mayo 2020).
Al día siguiente, el 7 de marzo, Gloria intenta hacer la denuncia de los hechos en la comisaría sin ningún éxito.
Yo me había enterado que iba a pasar, yo hice la denuncia y no me la tomaron. Nunca se investigó. A partir del 7 de marzo empecé a hacer denuncias. El 6 de marzo fue esta gente allá a amenazar a mi madre para que firme el papel. Y bueno, mi mamá se puso mal, se le subió la presión. Yo estaba trabajando en Esquel y ella me aviso. Fui a la comisaría 1era y me dicen que no tenían jurisdicción para ir hasta allá, solamente hasta el puente rojo. Tiene que ir a Trevelin. Fui a Trevelin, en Trevelin me dicen que no, nosotros tenemos solamente hasta la villa. Llegamos a la villa
(e.p G.C., mayo 2020).
Según le han comentado a Isabel, los supuestos nuevos compradores tienen como proyecto realizar una explotación de los recursos naturales en este lote lindero con el Parque Nacional Los Alerces, lo que transformaría por completo la vida que allí se desarrolla, incluso la de los integrantes de la familia.
Sentadas en su cocina esperábamos que estuviera lista el agua para el mate, cuando ella nos empieza a contar “esta historia que la tiene tan angustiada”. Se acerca al almanaque colgado en la pared, lo descuelga y nos señala la fecha del 5 de mayo del 2020. Ese día, Facundo Serra (hijo de un empresario de Esquel) y Alejandro Samame (vicepresidente de la Sociedad Rural Esquel) se presentaron en su casa, junto con un escribano, para avisarle a Isabel que eran “los nuevos dueños del campo” y para dejar cuatro empleados vigilando el lugar. Desde ese momento, el devenir habitual en el territorio se vió profundamente alterado por el empeño de estos sujetos en quebrantar la determinación de Isabel y Gregorio de permanecer en el lugar. Isabel denuncia que sufre diferentes hostigaciones de parte de esos empleados. Luciano Freeman, en complicidad con Serra y Samame, compartían el mismo interés: la firma de Isabel y de su primo cediendo sus derechos.
La reiteración de estos eventos afectó también la salud de Isabel. Si bien ha enfrentado con gran valentía cada una de las prepotencias de esos sujetos, en el transcurrir diario en la soledad de su casa, se suele ver envuelta por el miedo a “perder todo lo que tiene”: “Me subió la presión. Mi primo se levantó y le dije estoy mareada. Porque me sube la presión y empiezo a temblar y no hay caso, y me pongo furiosa”.
Esa fecha en el almanaque señala el día en el cual “quedaron encerrados en su propio campo”. En el contexto de plena cuarentena por la pandemia de coronavirus, esos hombres ingresaron al territorio, instalaron una casilla muy cerca de la casa de Isabel y dejaron allí cuatro empleados con el propósito de hostigar y agredir a la familia:
Hay dos de ellos que trabajan y otros dos que están vigilando. Están haciendo la platea para agregar a la casa donde estaba Lucio. En una ocasión le dijeron a Gregorio ‘todo lo que entra tengo que atajarlo’
(e.p I.C., mayo 2020).
La familia Catriman Colihueque solía cerrar las tranqueras de su territorio con candado con el fin de que los animales no se escaparan y no pisaran las zonas de mallín, de lawen y de siembra. En los últimos días, quienes dicen ser los nuevos propietarios no sólo cortaron los candados antiguos, sino que además pusieron nuevas cadenas y candados, dejando sin llave y sin tránsito a la familia Catriman Colihueque.
Me dicen ‘señora nosotros somos los dueños de acá y usted no tiene por qué poner candado, no tiene por qué poner candado’. Me dicen ‘yo corte el candado porque yo puse mis candados, usted no tiene nada que ver acá’. Me dolió tanto esto que empecé a renegar y me dicen ‘baja el tono y callate la boca’. La única llave la tienen ellos. Ellos van y vienen del pueblo, suben a la laguna
(e.p I.C., mayo 2020).
Me siento muy angustiada y me están faltando los medicamentos, no puedo salir, estoy bajo llave, nos cortaron tres candados y ellos mandan más que yo. Salen al campo a recorrer y yo los tengo que dejar humillarme. Y no puede ser esto, siendo que yo estoy primero que ellos acá
(entrevista en Radio Nacional de Esquel, mayo 2020).
Se suma a esta situación que Gloria Colihueque, única hija de Isabel, tiene, desde abril, una “prohibición de acercamiento” y una “exclusión del hogar” de su mamá, tras discutir con uno de los supuestos compradores. Tras estos hechos, Gloria no pudo llegar al territorio a cuidar a su madre y llevarle provisiones a su familia. Esta situación angustia aún más la vida de Isabel:
Pero cómo puede ser, si mi hija me viene a ver a mí. Así es de terror. Me falta el pasto, el maíz para las gallinas, la avena, para los animales y no me lo pueden traer. Si me lo iba a traer mi hija. El me quiere manejar a mí
(e.p I.C., mayo 2020).
En pleno contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio, estos privados que circulan libremente, obligaron a Isabel y su primo –mayores de 60 años– a quedar acorralados en el medio del bosque. Con el agravante de estar controlando arbitrariamente quiénes pueden entrar o no en el territorio. Isabel reclama y hace pública estas injusticias y exige a la justicia actuar inmediatamente:
La justicia tiene que hacer algo para mí también, ¿cómo van a tirar para los que tienen plata?, y yo porque soy pobre me quieren humillar? No, basta. Yo estoy sola y no tengo ningún amparo. Solamente mi hija. Mi hija no está pudiendo pasar, me está haciendo falta todo acá, pasto, alimento para los animales, y a mí si se me mueren los animales, quién me lo va a reconocer eso? Voy a tener pura pérdida, no puede ser esto (…) Para ellos viene la autoridad enseguida pero para Isabel no hay justicia
(entrevista en Radio Nacional de Esquel, mayo 2020).
Mientras Isabel estaba siendo hostigada por los empleados apostados en el campo, la policía de la provincia de Chubut realizó tres allanamientos en su territorio: dos en el interior de la vivienda y uno en el exterior. El argumento del personal de la fuerza de seguridad fue que buscaban armas. Sin embargo, dice Isabel, estos agentes entraron a la vivienda y “revolvieron sus pertenencias sin mostrar las órdenes judiciales” correspondientes.
La presencia del Pueblo Mapuche y Tehuelche: “vinieron mis lamgen, puse mi bandera”
Isabel se encontró a sus casi ochenta años luchando en defensa de su territorio. Tomó entonces la iniciativa de levantar la bandera mapuche en el rewe que está en la entrada de su casa y buscó el apoyo y la solidaridad de otras comunidades y organizaciones mapuche y tehuelche. En un contexto en el que la circulación de personas no es posible, ha sido central para la lucha de Isabel el acompañamiento de la Lof Pailako, una comunidad mapuche tehuelche cuyo territorio está casi lindando con el de Isabel.
Esta Lof había recuperado territorio ancestral en el mes de enero del 2020 en el Parque Nacional los Alerces. Mientras nos acompañaba hasta la casa de Isabel, uno de los integrantes de la Lof Pailako, sintetizaba de este modo la historia de la región:
El territorio de Isabel no está en Parques, son tierras fiscales. A mí me contaron que acá vivían pobladores mapuche y que cuando llegaron los wingka y los fueron acorralando hacia la montaña y muchos murieron de hambre. En esta región, el Estado se hizo presente mediante la escuela y la policía fronteriza, hasta que lo declaran Parque Nacional y aparecen los guardaparque que eran como militares en esa época
(e.p, mayo 2020)
Los y las jóvenes mapuche de la comunidad Pailako están muy preocupados por la situación que está viviendo esta anciana. A menudo, se acercan a su casa para preguntarle cómo se encuentra y difunden los hechos entre las organizaciones y comunidades del Pueblo Mapuche y Tehuelche (ver comunicados públicos 1 y 2). Luego de esta visita, Isabel Catriman levantó ceremonia en el rewe y dejó flameando, en la caña, la bandera de su pueblo.
Los empleados de los empresarios se acercaron al lugar y exigieron a Isabel que sacara la bandera mapuche porque de lo contrario “informarán al Juez sobre las visitas que recibía y las prácticas que realizaba”. Cuando hace tres días llegamos a la casa de Isabel, la bandera todavía flameaba en su lugar.
Hasta el momento de nuestra visita, habían sido muy pocas las personas con las que Isabel había podido interactuar. De parte de las instituciones estatales no hubo ningún tipo de intervención ni acercamiento, a excepción de la policía, que ya había ido tres veces, pero para allanar su casa. “Acá no llega nadie”, repetían. Las únicas visitas que recibían Isabel y Gregorio eran, además de las de su sobrino, las de los chicos y las chicas de la Lof Pailako.
Isabel y Gregorio son dos personas mayores que, en medio de la cuarentena, en vez de sentirse resguardados en su propia casa, sienten miedo porque pasan sus días vigilados, agredidos y amenazados. Ella dijo, mientras lloraba en la cocina angustiada por todo lo que estaba pasando: “yo soy pobre pero tiene que haber una justicia para mí”.
El conflicto en términos jurídicos: “yo soy pobre pero tiene que haber una justicia para mí”
Para el 14 de mayo, cuando hablamos por primera vez con Sonia Ivanoff, la única línea de investigación que estaba abierta era la “prohibición de acercamiento”, llevada a cabo por el juez Jorge Criado, a la hija de Isabel.
Sonia Ivanoff, abogada especialista en derechos indígenas, defensora de Isabel, explica en Radio Nacional de Esquel que, a nivel judicial, el trasfondo del conflicto es una disputa por el “derecho al real ocupante”. En palabras de la abogada, la ley de tierras públicas y tierras fiscales en la provincia de Chubut, pondera y privilegia al “real ocupante”.
Estamos denunciando en términos legales a estas personas que se instalaron en el lugar donde habita Isabel, por “perturbación de la posesión y despojo”. No obstante, estas personas dicen ser propietarias, pero aún el titular nominal sigue siendo el Estado. Es decir, que quien vendió estas “mejoras” como una herencia de su padre y derechos hereditarios, no era ocupante real de las posesiones. Las transferencias sobre mejoras y sesiones de derechos acordados por la Ley en tierras fiscales tienen que estar autorizados por el IAC (Instituto Autárquico de Colonización y Fomento). Esto implica una segunda cuestión. Si el IAC autoriza las ventas de estas tierras, primero tiene que realizar una inspección, la cual no fue realizada. Segundo, evaluar la verificación de la tierra fiscal que hizo Isabel Catriman sobre el lote 5. Tercero, ver las constancias del expediente. Cuarto, como Isabel Catriman es parte del Pueblo mapuche, el derecho es otro. En este punto es importante que en la constitución de Chubut, el artículo 95 autoriza que el Estado provincial adjudique incluso a título propiedad individual a las familias indígenas. Por tal motivo, el IAC debe solicitar a la Comisión de Tierras Indígenas (ver nota del diario) (…) Entonces hay muchas irregularidades desde el punto de vista administrativo en como obtuvieron la adjudicación de las tierras (…) El tener una escritura y una autorización no les da para hacer el acto que han hecho de despojo. Porque no está legalizado, no está confirmado y no está convalidado esa autorización, esa escritura, y esa compra venta de la tierra fiscal
(S. I. entrevista en Radio Nacional de Esquel, mayo 2020).
El 5 de mayo, la abogada que está defendiendo a Isabel piden una medida cautelar describiendo de este modo el “contexto fáctico”.
De los hechos relatados en la presentación inicial emerge: el día 05 de mayo de 2020 los denunciados Alejandro Samame, Facundo Nahuel Serra, Audencio Díaz, Pablo Leonardo Díaz, Roberto Eduardo Cocco Rodríguez y Gastón Lucas Marchan, irrumpieron en la propiedad de la Sra. Isabel Catriman, rompieron el candado de la tranquera, dirigiéndose hacia ella y su grupo familiar amenazándola con que la matarían y la iban a correr del territorio o terminar muerta. Dejaron allí apostados a cuatro hombres, a veinte metros de la vivienda, aislándola de sus contactos y familiares quienes la ayudan al traslado al puesto sanitario “Los Alerces” para llevar a cabo los controles diarios de presión arterial, por ser paciente de alto riesgo, padecer hipertensión y una cardiopatía atendida por el Dr. Serebrinsky
(Medida cautelar, mayo 2020)
El 16 de este mes, la jueza Mariela González de la ciudad de Esquel aprobó parcialmente la medida cautelar a favor de la abuela mapuche Isabel Catriman (ver principales puntos). Esta medida prohíbe el acercamiento al predio de Laguna Larga a Alejandro Samamé, Nahuel Serra, Audencio y Pablo Díaz, Roberto Cocco Rodríguez y Gastón Marchan. La magistrada fundamenta su fallo en la condición de “mujer rural” y en la efectiva ocupación de la anciana en el territorio, enmarcándolo en la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW).
Cuando salió esta medida, conversamos con la hija de Isabel, Gloria Colihueque. Ella estaba contenta con la disposición de la cautelar, aun cuando en la cotidianeidad de su familia, las condiciones siguen siendo adversas:
Ayer pude ir a visitar a mi mamá, me dieron permiso para llevarle alimentos y medicamentos, pero que como cambiaron el candado tuve que ir caminando (ese día llovió muchísimo en Esquel). Fui caminando, nomás, cruzamos la pasarela, hasta la rodilla el agua del arroyo, nos mojamos todos. Le llevamos alimentos para ella y la medicación sobre todo. Encima el arroyo lleva mucha agua, vamos a ver si reintegran los candados, sino no sé cómo vamos a hacer para acceder dentro de unas semanas
(e.p G.C, mayo 2020).
Algunas reflexiones
Los temores de Isabel Catriman están lejos de haberse disipado, así como su determinación para defender el territorio se mantiene más fuerte que nunca. Acordamos con Isabel y su familia que el grupo GEMAS continuaría reconstruyendo los eventos del conflicto y acompañando a la Lof Catriman Colihueque para que no se transgiverse la información.
Hasta la fecha, y frente a los relatos de que citamos en este escrito, quisiéramos hacer dos reflexiones. Por un lado, creemos que es importante subrayar la ilegalidad evidente de las acciones llevadas a cabo por Freeman (hijo), Samame y Serra. Pero más nos preocupa la facilidad con la que esas prácticas pueden devenir legales –a través de engaños, artilugios y violencias– en un Estado que habilita circuitos de “legalización de engaños”. La historia de Isabel y su familia tendría, al menos, que haber despertado la indignación de muchos funcionarios estatales y la iniciativa de emprender una investigación profunda. Algunos Jueces, fuerzas de seguridad y empresarios o terratenientes locales parecieran estar actualizando las mismas redes de connivencia que llevaron a cabo el despojo del Pueblo Mapuche desde principios del siglo XX (al respecto ver análisis sobre la Lof Buenuleo, S.C de Bariloche, mayo 2020).
Por otro lado, el tema es mucho más serio en un contexto de emergencia sanitaria, en el que las personas no pueden circular libremente por el territorio, en el que muchas instituciones están funcionando irregularmente, en el que las fuerzas de seguridad tienen un mayor poder de control sobre la población y en el que el aislamiento de dos personas mayores en el campo tiene otras consecuencias. Mientras el Estado debía cuidar las seguridad de sus ciudadanos, los ancianos Isabel y Gregorio estaban siendo engañados, amenazados, aislados y allanados en sus hogares. El conflicto en Laguna Larga muestra también la desigualdad con la que se administran los permisos o los controles de circulación en contexto de cuarentena, puesto que mientras los terratenientes y sus empleados llegaban al territorio sin dificultad, las organizaciones mapuche y de derechos humanos y otras Lof que quisieron acompañar y solidarizarse con Isabel y Gregorio no pudieron acceder al lugar.
Documentos consultados:
- Comunicado Lof Pailako.
- Comunicado Lof Resistencia Cushamen Curramapu.
- Audio Sonia Ivanoff, abogada defensora de la familia de Isabel Catiman.
- Puntos centrales de la medida cautelar del 15/05/20.
- Radio Nacional Esquel sobre la medida cautelar dictada el 15 de mayo de 2020:
- Notas periodísticas sobre el tema: Revista Cítrica.
- Las obligaciones del IAC con los pueblos originarios, noticia publicada en El Diario, 27 de febrero del 2020.
- Audio de Isabel Catriman en Radio Nacional Esquel
FUENTE: Gemas Memoria