Por Sirio López Velasco, Resumen Latinoamericano, 15 de diciembre de 2020.
Se supone que en la Política las opciones que conquistan las mayorías y triunfan (sea por métodos exclusivamente pacíficos o no) son aquellas capaces de convencer a esas mismas mayorías de que sus propuestas las benefician. Esas propuestas son presentadas a través de prácticas discursivas orales (estrictamente orales o audiovisuales) o escritas. Ahora bien, el asunto que nos ocupará en estas breves líneas es el siguiente: ¿por qué ciertos discursos que a través de décadas predican sus beneficios para grandes mayorías no conducen a sus ejecutores al triunfo político? Responder a esa pregunta nos lleva a considerar los factores extradiscursivos que también son decisivos para que ese triunfo se dé o no. Aquí consideraremos tres de ellos.
1. El alcance de la difusión del discurso
Para que un discurso pueda convencer a las mayorías y propiciar el triunfo de quien lo propone, es fundamental que ese discurso llegue a esas mayorías. Ahora bien, es notorio que el “filtro” de los grandes medios de comunicación incide de manera determinante para que eso pueda ocurrir o no. Así, por ejemplo, en EEUU ocurre que las mayorías ni se enteran en detalles de quiénes son los otros candidatos a la Presidencia (además del Republicano y el Demócrata), y muchos menos se entera en detalle de sus propuestas. El advenimiento de la internet a las campañas electorales (que fue de gran peso en aquel país por primera vez en la victoria de Obama) puede que disminuya el peso decisivo de ese filtro interpuesto por los grandes medios (en especial de TV y radio, pues la prensa escrita tradicional cada vez tiene menos seguidores). Aquellos discursos que no cuentan con el respaldo de los grandes medios y que defienden una alternativa poscapitalista (por ejemplo la del socialismo en perspectiva ecomunitarista) deben emplear grandes energías humanas y tiempo en los diversos recursos que les ofrece internet, para intentar compensar esa carencia fundamental; así, su esfuerzo discursivo deberá estar respaldado por una incesante “guerrilla” de youtubers y otr@s influenciador@s que usen internet y que se turnen las 24 horas del día para difundir masivamente el mensaje socialista-ecomunitarista.
2. La percepción de que alguien está dispuesto a “jugarse el pellejo” por lo que propone
Otro aspecto extradiscursivo que parece tener un papel fundamental en las opciones de triunfo o no de una opción política es la percepción que las mayorías tengan de la disposición de quienes dicen defenderlas a “jugarse el pellejo” por sus ideas. Por ejemplo, el abogado Fidel Castro demostró esa disposición cuando con 26 años y unos 160 compañer@s, civiles como él, atacó uno de los cuarteles más poderosos de la dictadura batistiana (el Moncada, mientras una parte del grupo hacía lo propio con el de Bayamo); decenas de los osados atacantes fueron asesinados, y el resto cayó en prisión. Ahora bien, Batista, sintiéndose fuerte, concedió la amnistía a esos presos tan solo dos años después. Y Fidel usó su libertad para montar desde México la expedición de 82 hombres en el “Granma” que organizó la guerrilla en la Sierra Maestra, y entró triunfante a La Habana el 1 de enero de 1959. Hay que recordar que en ninguna de ambas ocasiones el plan fidelista se cumplió, pues en los dos casos Fidel contaba con un levante de la población de Santiago de Cuba, que haría triunfar el intento rebelde casi de inmediato; pero ese levante no ocurrió ni con el asalto al Moncada, ni tras la llegada del “Granma”. Pero de lo que se fue convenciendo la mayoría del pueblo cubano fue de que aquel abogado estaba dispuesto a morir por las ideas en favor de los más pobres, que había expuesto en su autodefensa tras la derrota del Moncada (el alegato “La Historia me absolverá”); y ello fue decisivo para que le diera su confianza, acompañándolo hasta el triunfo y también cuando de manera casi imprevista para ella, aquella Revolución se declaró socialista por boca de Fidel (en 1961, durante la invasión mercenaria de Playa Girón, organizada por EEUU, y que contó con bombardeo aéreo, barcos y 1.500 hombres; fue derrotada en 72 horas).
En una escala mucho menor ese fenómeno se repitió con la victoria presidencial de José Mujica en Uruguay, en 2009. Estamos convencidos de que la mayoría apoyó su candidatura promovida por el Frente Amplio porque vio en él a un seguidor de Raúl Sendic Antonaccio (muerto en 1989), y alguien que como Sendic había pagado con más de una década de prisión en condiciones infrahumanas su opción armada por un Uruguay más justo para con las grandes mayorías. Lo que éstas no podían saber es que Mujica traicionaría todo el programa levantado por Sendic Antonaccio y el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (del que Mujica era miembro y Sendic había sido el principal dirigente); pero eso ya es otra historia.
Gandhi, por su parte, ganó la adhesión de la mayoría de los pobladores de la India cuando en ejercicio de la no-violencia activa que había elegido como método de lucha para lograr la independencia de su país, se expuso a la muerte cada vez que se dejó aprisionar y/o hizo huelgas de hambre que lo llevaron al borde de la muerte.
Ejemplo contrario a los tres que hemos mencionado es el de la actual oposición derechista venezolana que, diciéndose intérprete de los deseos de la mayoría del pueblo de aquel país, propone derrocar al Presidente Maduro por vía armada (incluso con una invasión extranjera liderada por los EEUU); pero la casi totalidad de los dirigentes que eso dicen, hablan desde fuera de Venezuela, y todos no tienen empacho en aclarar que no están dispuestos a arriesgar su piel en esa aventura (a veces cubriéndose con la disculpa de que no son “hombres de armas”). Por eso recogen el descrédito de las mayorías que dicen defender, que no los acompaña en números significativos ni en la “Consulta Popular” pacífica y permitida por el Gobierno promovida por Juan Guaidó el 12 de diciembre de 2020 (el mismo que meses antes había firmado un contrato con mercenarios organizados por un yanqui y que incluía a dos yanquis más, ex-miembros de las Fuerzas Especiales de EEUU, además de a algunos venezolanos, para que invadieran Venezuela y mataran a Maduro y a otros dirigentes bolivarianos; esa aventura terminó con casi todos los expedicionarios presos y algunos muertos).
Y otro caso que debe ser considerado es el del nuevo 26 de Marzo (integrante de la Unidad Popular) que en Uruguay desde 1985 presenta incesantemente sus propuestas y candidaturas (incluyendo la presidencial) en un proyecto que define como siendo el de las grandes mayorías (y orientado hacia el socialismo), y que, a pesar del hecho nada despreciable de contar con una radio que transmite por aire y por internet (alcanzando así a todo el país), nunca ha pasado de un Diputado. Parece faltar allí la percepción de las grandes mayorías de que esa fuerza política no se arriesga, en defensa de sus ideas, más allá de la legalidad vigente (que, no obstante, esa fuerza critica en gran parte).
3. Los “pecados” cometidos
Ahora bien, sucede que a veces, incluso con la demostración duradera de que se está dispuesto a arriesgar el pellejo por las ideas que se defienden a favor de las mayorías, y a pesar de que esas ideas con el tiempo hayan logrado llegar hasta buena parte de la población, otros factores frenan la posibilidad del triunfo. Ello sucedió y sucede, por ejemplo, con una de las dos principales fuerzas guerrilleras colombianas del último medio siglo, las FARC. En este caso pesa el hecho de que las mayorías creen que esa guerrilla ha cometido “pecados” que neutralizan sus eventuales méritos; por ejemplo, resulta turbia su relación con el tráfico de drogas (que las FARC toleran al admitir que le cobra un “impuesto revolucionario” en sus zonas de influencia), y se sabe que cometieron algunos atropellos contra comunidades indígenas y/o campesinas comparables a los innumerables practicados por el Ejército y por los grupos paramilitares que operan al servicio del Gobierno oligárquico y proimperialista.
En el terreno pacífico-electoral y sin ninguna demostración previa de que se está dispuesto a arriesgar la vida para defender las propias ideas, también hay ejemplos de esos “pecados” condenatorios a los ojos de las mayorías, que impiden alcanzar el triunfo. Véase el caso de la supuesta secretaria (quizá algo más que eso) que murió ahogada cuando Ted Kennedy dirigía su auto; ese hecho inevitablemente salía a flote cada vez que ese Kennedy insinuaba su postulación a la Presidencia, y le cortaba de raíz esa aspiración.
De la misma manera, el Lula de hoy (que al terminar 2020 no puede ser candidato a nada en función de las condenas judiciales recibidas) es dado como perdedor ante Bolsonaro por las encuestas relativas a la elección presidencial de 2022; y tal hecho debe ser atribuido en gran parte al megaescándalo de corrupción ocurrido durante sus Gobiernos (y del PT, que prolongó su reinado presidencial con el gobierno y medio de Dilma Roussef), develado por la operación “Lava Jato”.
Estudios futuros deberán afinar la investigación acerca de estos tres factores extradiscursivos, y aclarar otros del mismo tipo, que pueden tener peso decisivo para que la lucha socialista-ecomunitarista (más allá del valor estrictamente discursivo de sus propuestas) pueda tener éxito.