Túnez. La cri­sis eco­nó­mi­ca y la des­afec­ción demo­crá­ti­ca ace­chan una déca­da des­pués de su revolución

Por Yous­sef Has­san Hol­ga­do, Mat­teo Gara­vo­glia, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de diciem­bre de 2020.

Foto: Mani­fes­tan­tes rea­li­zan una sen­ta­da por la jus­ti­cia tran­si­cio­nal fren­te a la Kas­bah el 10 de diciem­bre Mat­teo Garavoglia 

El 17 de diciem­bre de 2010, el ven­de­dor ambu­lan­te Moha­med Boua­zi­zi se que­mó a lo bon­zo des­pués de que la poli­cía con­fis­ca­ra su mer­can­cía. Este deses­pe­ra­do ges­to de pro­tes­ta des­en­ca­dó una revuel­ta civil que aca­bó con el régi­men de Ben Ali, depues­to el 14 de enero de 2011. La cono­ci­da como Revo­lu­ción del Jaz­mín, ins­pi­ra­ba así la pri­ma­ve­ra ára­be. Diez años des­pués, la decep­ción ante unas con­di­cio­nes de vida que no mejo­ran empa­ñan la per­cep­ción de la joven demo­cra­cia tunecina.

En las estre­chas calle­jue­las de la medi­na de Túnez dece­nas de per­so­nas cami­nan a paso ace­le­ra­do. Se diri­gen a la mez­qui­ta de Ham­mou­da Pasha, cons­trui­da en 1655. Tras más de dos meses de blo­queo, el Minis­te­rio de Salud deci­dió el 4 de diciem­bre reabrir los edi­fi­cios reli­gio­sos del Islam en el día san­to del vier­nes. Debi­do a la pan­de­mia de covid-19, el afo­ro se ha redu­ci­do al 30% y hay una dis­tan­cia de un metro entre los fie­les. Casi todos lle­van mas­ca­ri­llas y cada uno está sen­ta­do en su pro­pia alfom­bra traí­da de casa. La ora­ción es rápi­da y en pocos minu­tos la mez­qui­ta vuel­ve a estar vacía. “Es ago­ta­dor, habla­mos con angus­tia por el poco tiem­po dis­po­ni­ble — dice el imán Sei­fed­di­ne antes de dejar el lugar de cul­to— la gen­te esta­ba des­con­ten­ta, hoy agra­de­cí a Dios que nos hizo reabrir”.

No sólo los hom­bres de fe tie­nen pri­sa. La polí­ti­ca tune­ci­na, que se pre­pa­ra para con­cluir uno de los años más difí­ci­les de su cor­ta vida demo­crá­ti­ca, tie­ne poco tiem­po para abor­dar acti­va­men­te los pro­ble­mas más can­den­tes del país: la cri­sis eco­nó­mi­ca y social. Las refor­mas exi­gi­das con vehe­men­cia por los tune­ci­nos hace diez años y que con­du­je­ron a la Revo­lu­ción de los Jaz­mi­nes aún no se han finalizado.

Foto: La pla­za fren­te a la Medi­na está desier­ta des­pués del toque de que­da Mat­teo Garavoglia

Las calles de la Medi­na dan a la pla­za de la Kas­bah, epi­cen­tro de las pro­tes­tas de 2011 que lle­va­ron a la caí­da del régi­men de Zine El-Abi­di­ne Ben Ali. La pla­za está lle­na de gen­te, es un día de fies­ta y en el aire se res­pi­ra una apa­ren­te nor­ma­li­dad. Los res­tau­ran­tes y cafés están lle­nos, espe­ran­do cerrar las puer­tas a par­tir de las 16:00 horas, como exi­gen las nor­mas vigen­tes para com­ba­tir la pan­de­mia. Por aho­ra, el núme­ro de infec­ta­dos es de más de 107.000 y casi 4.000 muer­tos a cau­sa del covid-19. Tam­bién aquí, como en Euro­pa, el sec­tor de la salud es uno de los más afec­ta­dos: 350 médi­cos y para­mé­di­cos han per­di­do la vida. En los últi­mos días, el per­so­nal sani­ta­rio ha sali­do a la calle y miles de ellos han pedi­do al gobierno medi­das para pro­te­ger­los no sólo con­tra la pan­de­mia, sino tam­bién para hacer que los hos­pi­ta­les sean segu­ros y mejo­rar sus con­di­cio­nes de tra­ba­jo. El colap­so de un ascen­sor en el hos­pi­tal de Jen­do­uba el 3 de diciem­bre, que resul­tó en la muer­te del Dr. Badred­di­ne Aloui, es sólo la últi­ma chis­pa que encen­dió la lla­ma de la ira.

Hoy en día, Túnez se enfren­ta a gra­ves pro­ble­mas estruc­tu­ra­les que sus ciu­da­da­nos ya no pue­den tole­rar. Las ins­tan­cias revo­lu­cio­na­rias no sólo pedían la tran­si­ción de la dic­ta­du­ra a la demo­cra­cia, sino sobre todo la mejo­ra de las con­di­cio­nes de la vida coti­dia­na, que ha sido igno­ra­da por los dis­tin­tos gobier­nos que han segui­do des­de la caí­da del ex pre­si­den­te Ben Ali​.La cri­sis polí­ti­ca se refle­ja en el hecho de que des­de 2011 se han for­ma­do sie­te eje­cu­ti­vos dife­ren­tes, cada uno de los cua­les ha sido inca­paz de unir las fuer­zas par­la­men­ta­rias alre­de­dor de un pro­gra­ma a lar­go pla­zo. “Cada gobierno ha teni­do su pro­pia his­to­ria, por la que no ha podi­do esta­bi­li­zar­se”, es el comen­ta­rio de Seif Ben­ti­li de Al Baw­sa­la, un Obser­va­to­rio Demo­crá­ti­co con base en Túnez. “Abir Mous­si está hacien­do un fuer­te regre­so a un cli­ma eco­nó­mi­co y social que favo­re­ce un sal­to atrás”. La abo­ga­da tune­ci­na es la líder del Par­ti des­tou­rien libre (PDL), una fuer­za polí­ti­ca fun­da­da por Hamed Karoui, ex pri­mer minis­tro duran­te el régi­men de Ben Ali. Actual­men­te, las encues­tas ven al par­ti­do de Abir Mous­si —cla­ra­men­te ins­pi­ra­do por las posi­cio­nes del anti­guo régi­men— a la cabe­za, segui­do por el par­ti­do isla­mis­ta Ennahda.

En otra encues­ta rea­li­za­da por Sig­ma Con­seil, el 72% de los encues­ta­dos pre­fie­re tener menos demo­cra­cia y más efi­ca­cia. El escep­ti­cis­mo hacia la demo­cra­cia tam­bién se obser­vó en la par­ti­ci­pa­ción de los votan­tes. En 2011, el 51% de los votan­tes se pre­sen­ta­ron a votar, en 2014 el 41% y en 2019 sólo el 32%. Una cla­ra señal de una gra­dual y cons­tan­te dis­mi­nu­ción de la eufo­ria democrática.

Túnez entre la cri­sis eco­nó­mi­ca y el FMI

La pan­de­mia del Covid-19 no ha agra­va­do la cri­sis eco­nó­mi­ca que afec­ta a Túnez des­de hace diez años. “Las vul­ne­ra­bi­li­da­des del teji­do socio­eco­nó­mi­co tune­cino se remon­tan a dece­nios atrás —dice Cla­ra Cape­lli, eco­no­mis­ta y exper­ta en el Orien­te Medio y el Nor­te de Áfri­ca— el país ha ter­mi­na­do por posi­cio­nar­se en un plano de sumi­sión al capi­tal inter­na­cio­nal”. El pro­ce­so de tran­si­ción demo­crá­ti­ca ha sido acom­pa­ña­do por inyec­cio­nes de dine­ro del Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal, que han tra­ta­do de impul­sar las finan­zas de Túnez. Sin embar­go, los prés­ta­mos inci­ta­ron a los eje­cu­ti­vos a adop­tar medi­das res­tric­ti­vas que die­ron lugar a una fuer­te dis­mi­nu­ción de la inver­sión públi­ca y la pro­tec­ción del pue­blo tunecino.

“La coope­ra­ción inter­na­cio­nal no ha demos­tra­do una gran capa­ci­dad de leer los pro­ce­sos y la estruc­tu­ra de Túnez”, con­ti­núa Cla­ra Cape­lli. “El FMI lle­gó con su habi­tual paque­te pre­cons­ti­tui­do de refor­mas, la más gra­ve en tér­mi­nos abso­lu­tos fue la depre­cia­ción del dinar fren­te al euro, que pro­vo­có un impor­tan­te y muy dolo­ro­so empu­jón infla­cio­na­rio”. La infla­ción ha agra­va­do aún más las ya pre­ca­rias con­di­cio­nes sala­ria­les de las cla­ses bajas de la socie­dad. Según el por­tal de aná­li­sis Sta­tis­ta, el des­em­pleo ha subi­do al 16%, el des­em­pleo juve­nil al 36,6%, cifras nun­ca tan altas des­de 2013.

“Nos enfren­ta­mos a un país pro­fun­da­men­te des­igual. Por mucho que nos gus­te recor­dar las mani­fes­ta­cio­nes de la Ave­ni­da Bourghi­ba, quie­nes real­men­te pusie­ron sus cuer­pos son los habi­tan­tes de Kas­se­ri­ne y Sidi Bou­zid” es el comen­ta­rio de Cla­ra Cape­lli. Las regio­nes inte­rio­res han que­da­do cada vez más aban­do­na­das y las indus­trias que han sur­gi­do a lo lar­go de los años no han dado lugar a una redis­tri­bu­ción de la rique­za. De hecho, no es inusual ver pro­tes­tas en for­ma de sen­ta­das y blo­queos de carre­te­ras, como ocu­rrió en el pasa­do en el-Kamour y en Gabes hoy en día.

“Diez años des­pués de la revo­lu­ción, muchas regio­nes vuel­ven a rebe­lar­se por la jus­ti­cia social, la inte­gra­ción y el desa­rro­llo”, es el aná­li­sis de Al Baw­sa­la. La des­cen­tra­li­za­ción sigue sien­do una cues­tión pen­dien­te. Tras las elec­cio­nes muni­ci­pa­les de 2018 para con­ce­der más poder de deci­sión a los gobier­nos más peri­fé­ri­cos de Túnez, toda­vía no se ven los resul­ta­dos y las medi­das más impor­tan­tes para las zonas del inte­rior se siguen toman­do en Túnez.

Urgen­te nece­si­dad de refor­mas judiciales

Los apa­ra­tos de segu­ri­dad están en aler­ta per­ma­nen­te. “Des­de 2015 vivi­mos prác­ti­ca­men­te en un esta­do de emer­gen­cia con­ti­nuo y esto es una vio­la­ción muy gra­ve de los dere­chos y liber­ta­des”, es la denun­cia de Oumay­ma Meh­di de Avo­cats Sans Fron­tiè­res. Los aten­ta­dos terro­ris­tas de 2015 en Túnez y Susa pro­yec­ta­ron la ima­gen de un país per­mea­do por el terro­ris­mo, en el que miles de ciu­da­da­nos han abra­za­do la cau­sa yiha­dis­ta. Según datos del Minis­te­rio del Inte­rior, hay 3.000 tune­ci­nos que se han uni­do a Daesh, mien­tras la ONU repor­ta 5.000. Los ata­ques “han hecho que los jue­ces adop­ten la mis­ma línea que Ben Ali en la lucha con­tra el terro­ris­mo, uti­li­zan­do a menu­do méto­dos incons­ti­tu­cio­na­les”, con­ti­nuó Mehdi.

“Ben Ali explo­tó la lucha con­tra el terro­ris­mo para encar­ce­lar a la opo­si­ción polí­ti­ca, era el deli­to per­fec­to para encar­ce­lar y tor­tu­rar a los jóve­nes”, con­ti­núa el abo­ga­do. “El Minis­te­rio del Inte­rior no ha sido refor­ma­do. Hay las mis­mas per­so­nas con la mis­ma visión y per­cep­ción que había en el anti­guo sistema”.Hasta hoy, se han pre­sen­ta­do más de 40.000 denun­cias con­tra per­so­nas por deli­tos de terro­ris­mo. Uno pue­de arries­gar­se a pasar de 3 a 5 años en pri­sión por una publi­ca­ción en Facebook.

“Somos el úni­co país ára­be que tuvo éxi­to en su revo­lu­ción, reci­bi­mos mucho dine­ro para hacer fren­te al pro­ce­so de demo­cra­ti­za­ción, lue­go tuvi­mos la nece­si­dad de crear otra ima­gen, en este caso como país víc­ti­ma del terro­ris­mo, para reci­bir más dine­ro”, con­clu­ye Mehdi.

La repre­sión policial

Las rei­vin­di­ca­cio­nes revo­lu­cio­na­rias de los ciu­da­da­nos pedían sobre todo el fin del tota­li­ta­ris­mo de las fuer­zas del orden, pero “diez años des­pués la gen­te sigue murien­do debi­do a las tor­tu­ras —denun­cia Ben­ti­li de Al Baw­sa­la— nada ha cam­bia­do real­men­te”. Según un estu­dio rea­li­za­do por el obser­va­to­rio demo­crá­ti­co Al Baw­sa­la, el 80% de los tune­ci­nos pien­sa que toda­vía hay tor­tu­ra den­tro de las comi­sa­rías de poli­cía. “Des­de el comien­zo de la tran­si­ción en Túnez, hemos abier­to un pro­ce­so de jus­ti­cia de tran­si­ción. El obje­ti­vo es pasar pági­na, pero pri­me­ro tene­mos que acep­tar el pasa­do”, sigue Ben­ti­li. En el pri­mer perío­do de tran­si­ción, los poli­cías pidie­ron per­dón por sus accio­nes y tam­bién con­si­guie­ron la for­ma­ción de un sin­di­ca­to. “Hoy en día ese sin­di­ca­to cons­tru­ye sus pro­pias leyes, cada vez que un poli­cía come­te una vio­la­ción hay una movi­li­za­ción detrás de él que lo pro­te­ge”, dice Ben­ti­li, que cuen­ta cómo en muchos casos el sin­di­ca­to ha prohi­bi­do a los agen­tes com­pa­re­cer ante las Cáma­ras Espe­cia­les crea­das para los jui­cios rela­cio­na­dos con la jus­ti­cia de transición.

La publi­ca­ción del infor­me final de la Ins­tan­cia Ver­dad y Dig­ni­dad, esta­ble­ci­da por la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te en 2013 para inves­ti­gar los crí­me­nes come­ti­dos duran­te los regí­me­nes de Bourghi­ba y Ben Ali, per­mi­tió sacar a la luz 50.775 casos de vio­la­cio­nes de los dere­chos huma­nos. Hoy en día, se ha esta­ble­ci­do un fon­do de dig­ni­dad para repa­rar a las víc­ti­mas de las dictaduras.

Foto: Poli­cías fren­te a la mani­fes­ta­ción de gra­dua­dos des­em­plea­dos delan­te de la Kas­bah. 10 de diciem­bre de 2020 Mat­teo Garavoglia

Yous­sef Arfa es un mari­ne­ro de unos sesen­ta años. Se encuen­tra en la mani­fes­ta­ción cele­bra­da el 10 de diciem­bre para con­me­mo­rar el Día Mun­dial de los Dere­chos Huma­nos. Su cuer­po es dimi­nu­to y sus dedos están mar­ca­dos por años de tra­ba­jo y esfuer­zo. Él y sus cole­gas fue­ron cap­tu­ra­dos y arres­ta­dos cer­ca de la cos­ta de Libia. Fue­ron gol­pea­dos duran­te vein­te días, algu­nos de sus com­pa­ñe­ros murie­ron. Las pali­zas le han cau­sa­do una dis­ca­pa­ci­dad per­ma­nen­te. Mien­tras habla fren­te a la pla­za de la Kas­bah saca un docu­men­to sella­do por la ins­tan­cia de Ver­dad y Dig­ni­dad según la cual debe reci­bir una indem­ni­za­ción eco­nó­mi­ca de 2000 dina­res —poco más de 600 euros— y apo­yo sani­ta­rio y psi­co­ló­gi­co para él y su fami­lia. “Es hora de reci­bir mi indem­ni­za­ción, has­ta hoy no he encon­tra­do tra­ba­jo, al menos deben reco­no­cer que estoy enfer­mo”, dice enfadado.

Como él, hay muchos espe­ran­do que se haga jus­ti­cia, duran­te diez años han escu­cha­do las mis­mas pro­me­sas y las mis­mas pala­bras. “La demo­cra­cia es un farol”, con­clu­ye con pesar Yous­sef, antes de vol­ver a la mul­ti­tud para exi­gir sus derechos.

Con el apo­yo del Cen­tro di Gior­na­lis­mo Independiente.

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