Por Carola Chávez. Resumen Latinoamericano, 5 de diciembre de 2020.
Ya pasaron los tres meses aquellos que en septiembre me parecían eternos, irremontables, y en un pestañeo nos llevaron aquí, a un par de días de la elección… otra elección crucial, vital, como todas las que hemos hecho en estos 20 años.
Ninguna más difícil que esta, creo, porque salir a votar mientras que un gigante te asfixia para que no lo hagas, para que te entregues, para que le entregues el futuro de tus hijos a quienes con saña, con odio, con desprecio, diseñaron un plan de sufrimiento sistematizado para castigarnos por osados, por irreverentes, por valientes, porque un día dijimos que aquí decidimos nosotros, para nosotros y que los gringos se vayan bien largo al carajo… No es fácil, pero ¿quién dijo miedo?
Ya son más de veinte años de una dura y hermosa pelea; esquivando trancazos, zancadillas, conspiraciones, traiciones. Más de veinte años luchando en paz, por la paz. Apagando la violencia a votos, tantas veces conjurando en una elección todos los males que nos quieren echar encima.
Nos hemos salvado por votos de tantas cosas y si alguien lo duda solo tiene que asomarse en la ventana de la historia reciente: hace unos años, en 2008, cuando perdimos la gobernación de Miranda, no había terminado de anunciar el CNE la victoria de Capriles cuando sus neofachos salieron a quemar Simoncitos, a perseguir a los médicos de Barrio Adentro, allá en los módulos donde atendían al pueblo. Y no solo fue Capriles, fueron todos los opositores que le ganaron una gobernación al chavismo, entre ellos el Salas Feo en Carabobo, Pérez Vivas en Táchira, Pablo Pérez en el Zulia. Volvieron con saña, con sed de venganza y no consiguieron mejor manera de desquitarse que quemando, saqueando y desmantelando instituciones que servían a los más necesitados.
De aquellas victorias en gobernaciones y alcaldías surgieron los territorios violentos de las guarimbas financiadas y amparadas desde esos espacio que una vez perdimos. De ahí se filtró el paramilitarismo y el plan de colombianizar la política venezolana que aún sigue en pie. En cada espacio que dejamos, surge una yaga contra la democracia y la paz de todos. La peor de todas es la que creció en la Asamblea Nacional en 2015, cuando la guerra de Lorenzo, que siempre está en guerra contra el pueblo, nos llevó un descuido que ahora no pesa tanto: la mentira de la última cola.
No votamos y ellos tomaron el poder para usarlo contra nosotros, contra todos nosotros, incluyendo sus votantes que no sabían lo que habían hecho. Usaron el poder contra el país entero. Un pedacito de poder puesto a la orden de La Casa Blanca se convirtió en un arma de destrucción masiva de nuestros logros, de nuestros derechos en ejercicio: el derecho a la alimentación, al trabajo, a la salud, a la vida digna; bombardeados metódicamente, con sadismo… Y aquellos que fueron electos para trabajar por el país era los empleados del mes de un país enemigo. Pagamos todos menos Guaidó, Ramos Allup, Julio Borges, Leopoldo López y sus treinta MMGs de siempre, que no pagaron, sino cobraron millones de dólares nuestros que terminaron en la nevera de Fabi.
Ahora viene la nueva camada de aspirantes a perritos, mientras los perritos amaestrados menean la colita desesperados para que no los manden a la perrera del olvido, para que no los cambien por estos perritos nuevos que le refresquen la imagen al golpismo de siempre.
Entre perritos de entrada y perritos de salida, todos salivantes, todos dispuestos al bajo perreo de la entrega; con un bloqueo brutal que pretende que arruguemos. Con la experiencia ardiendo en carne viva de lo que trae el cansancio, el arrugue, la duda nos lleve a dejar de votar… conscientes –porque nos lo dicen todos sadicones, nos lo recuerdan a diario con sus amenazas, con sus sanciones– de que aún tienen tantísimo más daño para hacernos si los dejamos, si les abrimos más ventanas por donde nos puedan dañar. No hay lugar para el cansancio ni el descuido.
El domingo 6 de diciembre votar será mucho más que votar, será detener la infamia para seguir escribiendo esta historia hermosa –difícil, pero hermosa– de dignidad, conciencia, amor, valentía, y paz.
¡Nosotros venceremos!