Por Pablo Jofre Leal. Resumen Latinoamericano, 8 de diciembre de 2020.
Las elecciones parlamentarias en Venezuela, el evento electoral número 25 en estas dos décadas de gobiernos bolivarianos, se ha desarrollado con plena normalidad y con resultados que avalan el apoyo a las huestes chavistas, en un marco de una emergencia sanitaria y la historia de este tipo de elecciones en Venezuela, que tienen menos convocatoria que las presidenciales y de gobernadores.
El proceso electoral y el lance particular se ha concretado, y esto debe ser una línea de análisis fundamental, en un marco económico de guerra contra el pueblo venezolano, más allá de las cifras exhibidas. Para la oposición extremista, si la participación hubiese sido cercana al 20% hablarían de fracaso chavista y que su llamado a la abstención resultó. Si la asistencia a las urnas hubiese sido mayor a 40% de participación ciudadana, la acusación hubiese sido que el gobierno amañó estas elecciones. Todo sirve, para que los hijos putativos de Washington sigan alentando políticas de máxima presión contra su propio país.
Elecciones en un escenario difícil
Con el 85% de las mesas escrutadas a las 02:33 horas de la mañana, hora de Venezuela, según datos entregados por la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE). Indira Alfonzo, la participación se elevó sobre el 31%. El Chavismo, agrupado en el Gran Polo Patriótico obtuvo 67,6% del total de los votos. Seguido por la Coalición Alianza Democrática, Comité de Organización Política Electoral Independiente, Cambiemos Movimiento Ciudadano, Avanzada Progresista, y El Cambio, con un 17,6% y el PCV con el 2,73 “ha triunfado la paz” afirmó Indira Alfonzo. Durante la jornada electoral, el presidente Maduro había señalado “Nace una nueva Asamblea Nacional, nace una nueva esperanza, un gran cambio, y yo me pongo al servicio de esa nueva Asamblea Nacional, viene mucho trabajo. Fueron cinco años nefastos, de fracaso. Ellos pidieron y trajeron sanciones económicas” en una labor desestabilizadora de luna oposición, que fue mayoría en la Asamblea Nacional durante un lustro.
Las elecciones parlamentarias del día 6 de diciembre se dan en un escenario pandémico, de problemas de distribución de combustible, acceso a bienes, que en cualquier otra parte menos Venezuela hubiese significado desaliento. Y sin embargo, Venezuela se mueve “eppur si muove” y que nos hace exclamar jubilosos, que el muerto que vos matasteis (al que le gustaría haber asesinado al imperio) goza de buena salud. Veinte millones de ciudadanos en condiciones de votar y donde hacerlo es un derecho, pero no una obligación, llamado a las urnas para definir los 277 cargos de la Asamblea Nacional, en elecciones legislativas que renovaron este parlamento que estaba en manos de la derecha y donde 14.400 candidatos de 107 organizaciones políticas postularon candidatos. Cifras que dan muestras del fracaso opositor ultraderechista en su llamado a abstenerse, a pesar de contar con toda la política de máxima presión que Estados Unidos ha desarrollado desde el año 1999 a la fecha.
Una elección que ha dado muestras más que evidentes de la obsecuencia de una oposición ultraderechista, incapaz de pensar con cabeza propia, sujeta a los afanes y planes de Washington, sin programa ni discurso propio y que simplemente ha sido el brazo ejecutor de las políticas desestabilizadoras contra su propio país. Planes fraguados, incluso ataques con mercenarios extranjeros, moldeadas por líderes extremistas al amparo de la alianza y el apoyo tejido con la Organización de Estados Americanos (OEA) y su círculo más extremista como es el Grupo de Lima, gobiernos europeos y en forma principalísima, en el sostén político, económico, militar y diplomático proporcionado por Estados Unidos. Esto ha permitido la creación de un grupo político opositor sin base en Venezuela, que habla y quiere decisiones sobre este país y dotado de cientos de millones de dólares, empujando el carro de la desestabilización en la nación sudamericana. Traición pura y dura.
Es importante dar cuenta, que las elecciones parlamentarias nunca han sido tan atractivas en su convocatoria, como sí lo son las presidenciales y las de gobernadores, que suelen atraer en forma masiva a la población. Además, recordemos, en un sistema con voto voluntario. Esto no como elemento justificante respecto a la cantidad de votantes que asistieron a estas elecciones del 6 de diciembre del año 2020. Opinión que además, interesadamente provienen de los mismo que han gastado energía y millones de dólares, para impedir el desarrollo de esta elección, como es el caso de la Unión Europea, el Grupo de Lima y la OEA, negándose incluso a asistir como observadores. Un juego y una labor de zapa que fracasó.
En Venezuela, tomando en cuenta esta influencia malsana de la OEA, recordemos, que desde el año 1958 cuando ocurre la caída de Pérez Jiménez, la OEA no participó más que un par de ocasiones como observadora en las elecciones venezolanas. Siempre ha existido desconfianza con relación a este organismo. Incluso el año 1962 cuando fue expulsada Cuba, partidos políticos venezolanos llamarón a salirse de este organismo, que marcó un fuerte debate y la posibilidad cierta de haber abandonado este ministerio de colonias estadounidense. Una relación con la OEA marcada por la desconfianza.
La oposición, en estos 21 años, en cada elección ha tomado los discursos del presidente Chávez como parte de los suyos, moldeando sus ideas a lo que no cree, como muestra de sustancia propositiva. Las elecciones en Venezuela se ganan en las calles, no en los escenarios televisivos, sino que allí donde está la gente y eso explica la gran llegada del mensaje chavista, a pesar de sus dificultades. El pueblo chavista resiste el doblegarse ante las ideas y conductas de intromisión extranjera, del entreguismo opositor ultraderechista. El mensaje opositor y sus aliados han vociferado que estas elecciones son ilegitimas, sin dar prueba alguna ni fundamento válido, para desconocer su incapacidad de vencer al chavismo. A pesar de los cientos de millones de dólares puestos al servicio de esa derecha más extrema, que ha recibido incluso los beneficios del expolio de empresas estratégicas venezolanas, depósitos en bancos europeos, los réditos de empresas como Citgo en Estados Unidos. Apoyo político, diplomático, pleno acceso a los medios de información donde sus mensajes desestabilizadores se entregan día a día en todos los horarios. Todo aquello ha sido un fiasco, un daño a la sociedad, por supuesto, es innegable peor un fiasco para sus propósitos políticos.
Los venezolanos saben muy bien que las elecciones no son perfectas pero, y cito en ello la idea expresada por un diplomático de la nación sudamericana, quien sostiene que “en una hipotética perfección igualmente se buscará cualquier excusa para negar a Venezuela su legítimo derecho a la soberanía, a su dignidad, porque este es un problema político, con un modelo al que se quiere destruir como se hizo con Allende, Bishop, Joao Goulart, Arbenz, entre otros. Haga lo que haga Venezuela no se aceptaran estas elecciones. Pero esa conducta tiene su correlato con el profundo sentimiento antiimperialista que existe en el pueblo venezolano”
Estas elecciones mostraron la participación de varios bloques (2) y la consolidación de liderazgos políticos muy claros: tanto de la izquierda menos cercana al chavismo, que en esta ocasión se presenta por primera vez bajo el nombre de la Alianza Popular Revolucionaria (APR) liderada por el Partido Comunista, constituida por otras siete organizaciones políticas ubicadas en la oposición de izquierda, las cuales se reivindican marxistas, socialistas, chavistas y trotskistas. También aparece la democracia cristiana, socialdemócratas que son una clara demostración de la profundización y la visibilidad de la democracia en Venezuela. Nombres como el de Teodoro Petkoff (Movimiento al Socialismo), la reaparición de Eduardo Fernández Jiménez, Claudio Fermín, líder del movimiento Soluciones. En este último nombre sus opiniones van por el lado de combatir la polarización política actual; bajo la premisa de no empeñarse en derrotar al Gobierno, sino en concentrarse en la sociedad, en la gente. Sumamos también a Avance por el Cambio la organización política de mayor tamaño, liderada por Henri Falcón, ex militante chavista hasta el año 2009 y ex gobernador del estado de Lara.
El movimiento Unidad y Cambio, fundado por el veterano dirigente socialcristiano Eduardo Fernández y dirigido por Mercedes Malavé, además de otros pequeños grupos de la democracia cristiana fueron parte también de esta elección. Como también el pastor evangélico Javier Bertucci. Los grupos mencionados han sido calificados, como no, de traidores y desestabilizadores, por parte de la oposición más extrema acusándolos de obstruir la “labor de Guaidó” y de ser demasiado complacientes con el gobierno de Maduro. A pesar de esas críticas, estos dirigentes que han sido parte del proceso electoral, han defendido los espacios institucionales, incluyendo el uso del voto, llegar a acuerdos con el chavismo que permita tomar medidas y encauzar caminos para salir de la crisis. Un grupo opositor centrado, alejado del extremismo con apellidos como López, Guaidó, Borges o Machado. La oposición menos termocéfala desea dinamizar esfuerzos en la emergencia social más que el cambio político inmediato. Una postura pragmática y que permite llegar a acuerdos.
Este aire menos viciado, a pesar que muchos de los nombres llevaban fuera de la política activa varios años, es un viento lozano, necesario. Líderes de esa categoría y reconocimiento al integrarse a la lucha política, le dan ese frescor a la política venezolana, que permitan visualizar los próximos cinco años con una asamblea nacional, que sirva como respiradero de fuertes tensiones pero, sobre todo de un hemiciclo que entregue propuestas, que trabaje por una Venezuela unificada, en torno al rechazo absoluto a la intervención imperial y a su política de máxima presión.
Oposición extremista y fascista
Estas son elecciones fundamentales, un parte agua, entre un estilo de hacer política inclusiva, democrática, de llamar a favorecer la soberanía y la independencia, contra ese otro estilo retrógrado, fascistoide, ejemplificado por los extremistas Leopoldo López, Juan Guaidó, Antonio Ledezma, Julio Borges, María Corina Machado, sin sustrato político popular. Esta oposición que está en una nebulosa ideológica y de conducta, que muestra interrogantes necesarias de resolver. Los 27 partidos opositores que conforman la Mesa de la Unidad Democrática acordaron, unánimemente, no participar, elevando denuncias de irregularidades en la planificación de los comicios y un «fraude electoral”. Esa forma de hacer política no sirve, no genera adhesión y deben optar por terminar con esa vía de conducta belicista destructiva, donde no importa Venezuela, sino los intereses políticos y económicos foráneos.
Una oposición que es conducida cual ciego por un lazarillo imperial, que centra sus críticas contra el gobierno venezolano, signa sus ataques ya sea por el nivel de participación o que no pudieron participar de estas elecciones. Si tanto les preocupaba la abstención y saludan, según ellos, el alto número de personas que no participaron, por qué no lo hicieron, por qué no fueron parte de este proceso, tal vez hubiesen ganado un gran número de asientos parlamentarios. Si señalan, que como oposición no participarían, deben informar con honestidad y decir que sólo una parte de la oposición – la más extrema y corrupta pero que suele acusar de ello a sus rivales – es la que no participó de esta elección.
Esta conducta me recuerda lo que el pensador y filósofo italiano Norberto Bobbio enseñaba respecto a esas mentalidades y hábitos totalitarios y que nos lleva a calificar a esta oposición extremista como una oposición fascista: “el fascista habla todo el tiempo de corrupción. Lo hizo en Italia en 1922, en Alemania en 1933 y en Brasil en 1964. Acusa, insulta, agrede, como si fuera puro y honesto. Pero el fascista es sólo es sólo un criminal, un sociópata que persigue una cerrera política. En el poder, no vacila en torturar, violar, robar sus pertenencias, su libertad y sus derechos. Más que corrupción, el fascista practica la maldad”
La extrema derecha en Venezuela, ese fascismo descrito por Bobbio deseaba que el país se sumiera en un desastre pandémico y les llegó el 6 de diciembre sin que sus deseos se concretaran. Incluso recibieron información y esperanzas del comando Sur que los hizo creer que la crisis por el Covid 19 sería el empujón para sacar a Maduro. Nada de eso sucedió y llegaron a las definiciones políticas sin programas, sin discurso, sin unidad e invocando sus ideas y peroratas, que de crónicas llegan a ser enfermizas: fraude, abstención, Venezuela no es un país democrático, la oposición está sometida a violaciones a sus derechos. No hay libertad de prensa, los cubanos han invadido el país, hemos entregado el oro y ¡¡¡ bla bla bla bla¡!! La oposición extremista se ha jugado por la saturación comunicacional, el ataque político, alimenticio, tecnológico, aumento de medidas sancionatorias, todo un trabajo deseoso de volver a controlar el país y sus riquezas energéticas.
Una oposición desvergonzada, traicionera, no porque se me ocurra mencionarlo en mi indignación ante su conducta. Lo sostengo porque el propio Elliot Abrams deja al descubierto a esta caterva de opositores que actúan como sicarios al reconocer que “estamos retrasados con el pago de los salarios de la derecha en Venezuela”. De acuerdo con información revelada por el periódico británico Financial Times, Abrams confesó que el Gobierno de Donald Trump les paga a algunos sectores de la oposición venezolana, un secreto a voces sobre el dinero que recibe el grupo del autoproclamado Juan Guaidó, para desestabilizar el país con el propósito de derrocar al presidente Nicolás Maduro. Además sumemos a esta Europa desvergonzada, llamando a no reconocer los resultados en la nación sudamericana, con una conducta claramente desequilibrada, patética. ¿Cuál será la decisión final de esta Europa cada día más a la derecha? ¿seguirán sin reconocer a Maduro y ahora no lo harán con la asamblea nacional que salga electa”
Zapatero, quien actuó como observador en estas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre del 2020, solicitó a la Unión Europea, que cambie su postura sobre Venezuela y el gobierno presidido por Nicolás Maduro. “La diplomacia de la UE se basa en la solución pacífica de los conflictos, se basa en el respeto a los procedimientos, y deseo que la UE haga una reflexión después de estas elecciones, que evalúe lo que ha dado de sí la política de sanciones, especialmente la política del presidente Trump o la política de no reconocimiento”. En opinión de Zapatero, un no reconocimiento de los resultados “puede conducir al mayor absurdo que haya conocido la historia del derecho internacional. Porque, si no se reconoce a la Asamblea que hoy se elige y la Asamblea que había, ya no existe, porque cumplió su mandato, y si no se reconoce al presidente Maduro por la hipotética acusación de fraude de mayo de 2018 y el autoproclamado presidente Guaidó era presidente por una Asamblea que ya no existe y por tanto también termina ese hipotético reconocimiento”.
Mike Pompeo, secretario de estado norteamericano, ¡¡ como no ¡! ha catalogado de “fraude electoral” los comicios parlamentarios en Venezuela, señalando que “los resultados de dichas votaciones no reflejarán la voluntad del pueblo venezolano”. ¿Pompeo diciendo esto? Pues sí, el funcionario que sigue avalando el no reconocimiento de la derrota de su jefe en las elecciones del 3 de noviembre afirma lo que en su propio país no es capaz de mostrar como una verdad. Un Pompeo que recibió rápida respuesta del canciller venezolano Jorge Arreaza “¡Habló un zombie! Aunque, según su jefe (Donald Trump) el fraude se cometió en las elecciones en Estados Unidos. Pompeo, asimile con calma y resignación la verdad: en Venezuela su fracaso es absoluto” Ojalá que muy pronto vuelva la diplomacia al Departamento de Estado y a la Casa Blanca”
De las palabras de Zapatero y del proceso efectuado, de la respuesta clara dada por aquellos que viven en Venezuela y soportan esta política de máxima presión, es claro que se abre una nueva etapa en Venezuela, a pesar de aquellos que quieren seguir presionándola. Las sanciones no se corresponden en modo alguno al derecho internacional, hay que trabajar por generar el fin del bloqueo, el término de la política de máxima presión que se ejerce contra Venezuela. Y esa es una labor fundamental de toda Asamblea, cuyo objetivo debe ser el bienestar de su país, de su sociedad.
Fuente: TeleSUR