Por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, 9 de enero de 2021.
¿Cómo va Profesor Neurus, ahora que precisamente te toca cargar una pesada mochila con 94 años de recuerdos, esperanzas, algunas alegrías, bastantes tristezas, innumerables escritos alumbrados y otros que quedaron en el tintero? Veo que todavía ostentas como escudo, una enorme y pesada ANCLA que supiste usar en cada momento para fondear tu cuerpo repleto de luminosidad. Te recuerdo, Profe, cuando nos cruzamos por primera vez, en la la librería y editorial Jorge Alvarez, allá por 1964, yo buscando una nueva edición de «Operación Masacre» para regalarle a un compañero, y vos allí, con tu rostro de detective jovial, revolviendo la mesa de novedades. Por supuesto, que te pedí que me lo firmaras y ya que estaba me compré otro para no quedarme atrás. A ambos nos dedicaste un: “Para….con afecto y el deseo de que les ayude a conocer la verdadera heroicidad de nuestro aguerrido pueblo”. El devenir de «la otra historia», la que escriben los vencedores, nos arrebató al otro compa y a mí esos dos ejemplares que tanto supimos atesorar, releer y cuidar. A Máximo, así se llamaba mi hermano de lucha, lo secuestró y asesinó la Triple A en marzo del 76, al borde mismo del golpe dictatorial. Mi libro, corrió igual suerte ya que se perdió en un allanamiento de la misma organización fascista, el 6 de septiembre de 1974, cuando Montoneros pasó a la clandestinidad después de morir Perón. Cuatro años después, en el 68, nos volvimos a encontrar en medio del bullicio y no pocas tensiones, del lanzamiento de la CGT de los Argentinos. ¿Te acordás? Estaba a punto de empezar su combativo discurso (Raimundo) Ongaro, ya había hablado el ferroviario Lorenzo Pepe y vos ‑uno de los artífices de toda esa movida- me miraste con cara de desesperación preguntándome si mi grabador (un Sony del año de Matusalén) tenía pilas, porque las del tuyo habían capotado. “Lo que se diga ahora va a pasar a la historia” susurraste, y así fue nomás, y al día siguiente te estaba alcanzando la cinta con todos los discursos grabados, que sin duda marcaban un punto de inflexión en la lucha antiburocrática de nuestra clase trabajadora. A partir de esos años, nos fuimos cruzando en numerosas historias de militancia tanto sindical como política. Fuiste co-fundador de la Agrupación 26 de Julio (del Peronismo de Base) en prensa, y también coincidimos en algunas redacciones. Inevitablemente, querido Rodolfo, siempre ponías la guinda de la torta, enseñando, concientizando. Eras didáctico al máximo, ayudando, en lo que hacía a la práctica del periodismo, a investigar en el terreno de los hechos, a contrastar la información y recién cuando todo ese camino hubiera sido recorrido, dar a conocer el texto en cuestión. Los que te tuvimos como compañero de reuniones pero también de algunas cenas inolvidables en algún boliche del Bajo, nos deleitábamos con tus ironías sobre tal o cual personaje de la política de aquel entonces pero también tomábamos cuenta de tu seriedad y rigidez a la hora de hablar y actuar organizativamente (desde abajo y combatiendo) para los más humildes, para aquellos y aquellas a las que la vida no cesó de castigarlos. Con el tiempo desarrollaste y disfrutamos de toda tu capacidad como escritor y periodista, nos acercaste aún más la lucha del pueblo palestino y de la Revolución Cubana, y no dejaste de marcar a fuego a aquellos intelectuales de cartón o “izquierdistas de mesa de café” para los que nunca se daban las condiciones de luchar a fondo contra quienes martirizaban a nuestro pueblo. Por ser así como eras, no dudaste viejo Capitán, en alistarte como voluntario en las milicias del pueblo, cuando llegó el momento de dejar de poner la otra mejilla y empezar a devolverles los golpes que nos venían dando desde que bombardearon la Plaza en el 55. Vos y nuestro recordado Paco Urondo fueron ejemplo de coherencia en ese sentido. La Agencia de Noticias Clandestina es un capítulo aparte en tu infatigable vida. Preparaste la pista de despegue un tiempo antes que Videla se sentara en la Rosada, los viste venir, sabías por donde iban a descargar su odio y cuánto significaría de dolor para nuestra gente. Abrigaste la esperanza de que la información que rompiera con el discurso único se convertiría en un arma fundamental en la lucha montonera y del pueblo todo. No te equivocaste, compañero “Esteban”, bajo tu conducción imposible de imitar, fuimos produciendo día tras día durante un largo año, verdaderos mini manuales de práctica periodística en tiempos difíciles. El mundo pudo enterarse, gracias a ello, que al igual que en la Alemania nazi, aquí también había campos de exterminio y se practicaba la tortura y la desaparición forzada de personas como algo “natural”. Tan natural como la muerte misma. De esas investigaciones pero también del recuento minucioso de las infamias represivas promovidas por marinos, aviadores, militares y policías, surgió ese balance implacable de denuncia que fue tu Carta a la Junta Militar, que diste a conocer pocas horas antes de caer en combate. Ese mediodía nefasto, allí por San Juan y Entre Ríos, les ganaste la última batalla a quienes querían exhibirte como trofeo de guerra. Hoy compañero Rodolfo Walsh festejamos tus 94, los de tu coraje y pensamiento crítico, los de tus códigos y ética revolucionaria. Son tiempos aciagos para este mundo que nos toca vivir, por múltiples razones que se pueden sintetizar en la de siempre: el bicho del capitalismo sigue rondando a nivel global y tiene distintas caras, todas letales para nuestros pueblos, que siguen resistiendo de mil maneras. En algunos paises se insurreccionan (como ese Chile de la revuelta, del que ya tendras noticias), y en otros se convierten en aluviones electorales buscando de esa manera profundizar revoluciones. Algunas de ellas funcionan a pleno y otras se quedan en aprontes, pero que de todas maneras ayudan a pensar nuevas estrategias de desembarco. Por supuesto que siempre está Cuba dándonos ánimo en los momentos más duros y generando oleadas de internacionalismo solidario.
Sin embargo, nos sigue haciendo falta tu lucidez, compañero Walsh, para marcar el camino. Y también, tu coraje montonero para enfrentar a tanto enemigo. Pero debo decirte, para tu satisfacción, que hay mucha gente joven que te sigue leyendo y está dispuesta a recoger tu legado de convertir la vida en una continua acción militante en defensa de los que más sufren. Como vos lo hiciste siempre, querido compañero.