Esta­dos Uni­dos. Disfraces

Por San­dra Rus­so, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 de enero de 2021. 

La ima­gen de Jake Ange­li, con su gorro de piel con cuer­nos, su cara pin­ta­da de rojo, azul y blan­co, y su tor­so tatua­do, no fue casual­men­te la más difun­di­da del inten­to de copa­mien­to del Capi­to­lio por par­te de miem­bros de Qanon, uno de los gru­pos que ali­men­tó y fogo­neó el odio trumpista.

Hubo deba­te sobre a qué remi­tían los sím­bo­los ele­gi­dos por esos des­cen­tra­dos cuya irrup­ción vio­len­ta pro­vo­có cua­tro muer­tos. Este últi­mo núme­ro, cua­tro, es el pri­mer dato a des­ta­car, por­que los asal­tan­tes eran blan­cos supre­ma­cis­tas. Si hubie­ran sido los negros que Trump estu­vo ins­tan­do a aplas­tar en todas las pro­tes­tas que se vinie­ron des­atan­do en los últi­mos años, des­pués de cada ase­si­na­to a man­sal­va de ciu­da­da­nos negros por par­te de la poli­cía, los hubie­ran mata­do a todos.

Mucha gen­te aven­tu­ra­ba si esos supre­ma­cis­tas habían ele­gi­do evo­car a Daniel Boom, si ape­la­ban a dis­fra­ces para ser “neo-ori­gi­na­rios”, si toma­ban sím­bo­los vikin­gos para ade­lan­tar­se inclu­so a la pri­me­ra colo­ni­za­ción. Entre los dis­fra­za­dos, posa­ban tam­bién los que lle­va­ban reme­ras que decían que “6 millo­nes no fue sufi­cien­te”: neo­na­zis­mo explícito.

Rober­to Paga­ni, un his­to­ria­dor ita­liano que se espe­cia­li­za, en una uni­ver­si­dad de Islan­dia, en los estu­dios sobre la Edad Media nór­di­ca, publi­có esta sema­na en un sitio espe­cia­li­za­do en his­to­ria, un artícu­lo en el que des­me­nu­za los sím­bo­los dis­per­sos en las imá­ge­nes del Capi­to­lio. Cuen­ta allí que los estu­dios filo­ló­gi­cos ger­má­ni­cos comen­za­ron a tener auge en el siglo XIX, ya enton­ces moti­va­dos por la bús­que­da ideo­ló­gi­ca en sen­ti­do racial: los pro­pios nazis no ubi­ca­ron su supre­ma­cía aria en el terri­to­rio de lo que enton­ces era Ale­ma­nia, sino pre­ci­sa­men­te en Islan­dia. Ale­ma­nia era ya un entra­ma­do de suce­si­vas migra­cio­nes des­de la Edad Media. El ideal lo colo­ca­ron en una pre­his­to­ria anto­ja­di­za pero como era des­co­no­ci­da, pasi­ble de ima­gi­ne­rías: la supre­ma­cía blan­ca tenía su ori­gen en el supre­ma­cis­mo nór­di­co, espe­cial­men­te el islan­dés. Sólo allí exis­tían vie­jos docu­men­tos sobre la mito­lo­gía paga­na germánica.

De allí saca­ron el bio­ti­po étni­co que pro­pul­sa­ron y que estos nue­vos gru­pos como Qua­non reto­man: hom­bres y muje­res altos, de piel trans­pa­ren­te y ojos celes­tes muy cla­ros, resis­ten­tes a los cli­mas adver­sos y ansio­sos por más con­quis­tas. Ya enton­ces esos ante­ce­den­tes eran vis­co­sos: esos pri­me­ros docu­men­tos sobre los ger­má­ni­cos habían sido escri­tos dos­cien­tos años des­pués por auto­res nór­di­cos con­ver­ti­dos al cris­tia­nis­mo. Pero el rigor his­tó­ri­co nun­ca fue un obs­tácu­lo para los nazis, ni los de antes ni los de ahora.

En esa mito­lo­gía cons­trui­da al ser­vi­cio de una ideo­lo­gía supre­ma­cis­ta, se encuen­tra el cas­co con cuer­nos. Muchos de los tatua­jes de los Qua­non, afir­ma el his­to­ria­dor, como el sím­bo­lo veg­vi­sir y leyen­das en alfa­be­to rúni­co, tam­bién sur­gen de ese pasa­do que no exis­tió tal como lo relatan.

De hecho, seña­la Paga­ni, a fines del año pasa­do la revis­ta Scien­ce publi­có un tra­ba­jo incon­ve­nien­te para estos nue­vos supre­ma­cis­tas que rei­vin­di­can el medie­va­lis­mo nór­di­co: se pro­bó que ni siquie­ra enton­ces había nin­gu­na “pure­za”, y que los habi­tan­tes de las tie­rras hela­das no eran una mayo­ría rubia, sino una mix­tu­ra con muchos habi­tan­tes cas­ta­ños de tez mate.

Vol­vien­do al Capi­to­lio, Ange­li vol­vió lue­go a ser noti­cia: se negó a comer nada que no sea vegano. Pura bana­li­dad. Pura come­dia. Dis­fra­ces. Ese eje es importante.

Las ultra­de­re­chas, como los nazis en su momen­to, no tie­nen argu­men­tos ni pue­den dar los deba­tes para dar a cono­cer un pro­yec­to polí­ti­co. Son pura anti­po­lí­ti­ca y lo dicen con sus dis­fra­ces. Son anti­de­mo­crá­ti­cos, natu­ral­men­te, aun­que su líder se sir­vió de la polí­ti­ca para ayu­dar a des­truir el sis­te­ma polí­ti­co más hipó­cri­ta del mun­do, y gene­rar pseu­do­mi­li­cias arma­das. No con­ci­ben nada que no impli­que la eli­mi­na­ción de otros.

Se dis­fra­zan por­que el dis­fraz es el uni­for­me de estos sol­da­di­tos que el plo­mo no lo lle­van pues­to sino lis­to para dis­pa­rar sobre otros cuer­pos. Se dis­fra­zan como algu­nos que vemos por acá. El dis­fraz de lo pri­me­ro que habla es de neo­li­be­ra­lis­mo, des­de un baño de inmer­sión con pati­tos, o des­de aba­jo de pei­na­dos que labo­rio­sa­men­te son pelu­cas bizarras.

A nin­guno de estos expo­nen­tes en todo el mun­do les impor­tan tres bali­nes las cosas públi­cas, aun­que quie­nes los alen­ta­ron a jun­tar­se y armar­se sí están intere­sa­dos en que­dar­se con todo. El líder ins­pi­ra­dor de estos mama­rra­chos los habi­li­tó como fuer­za de cho­que. Los ubi­có en un bor­de des­de don­de tar­de o tem­prano sal­dría la vio­len­cia, aun­que los demó­cra­tas pon­gan caras de asombro.

¿Y Trump, con su jopo de cana­rio y su mujer bar­bie-flo­re­ro no era un dis­fraz de polí­ti­co que se puso un hom­bre de nego­cios con otras inten­cio­nes? ¿Y Bol­so­na­ro no es él mis­mo un dis­fraz de ener­gú­meno que todos podría­mos imi­tar, impos­tan­do la voz has­ta la dis­fo­nía para decir cosas como que los bra­si­le­ños no sir­ven para nada? ¿Carrió no es un dis­fraz de lo que fue ella mis­ma, cuan­do usa­ba otros dis­fra­ces, como el de la mís­ti­ca de la cruz exa­ge­ra­da? ¿Su repu­bli­qui­ta no es un dis­fraz de la repú­bli­ca que ayu­da a des­truir? ¿Y Macri? ¿No era un dis­fraz de pre­si­den­te ése que des­pre­ció a des­ta­jo a docen­tes y a alum­nos pero aho­ra pide que se vuel­van ya, en un pico pan­dé­mi­co, las cla­ses presenciales?

La ultra­de­re­cha no ven­drá nun­ca a decir­nos que tie­ne pen­sa­do copar el poder para alzar­se con lo poco que que­da, cues­te las vidas que cues­te. Con la ultra­de­re­cha no se pue­de pen­sar en deba­te, diá­lo­go o inter­cam­bios armó­ni­cos. Su fuer­te es el cinis­mo y su capa­ci­dad para atraer hacia su pro­pia are­na toda la luz mediá­ti­ca posi­ble. La tienen.

No quie­ren nada pare­ci­do a la razón, por­que su lógi­ca es la del dis­fraz y no tie­nen idea de cómo con­tes­tar­le a un argu­men­to. Aho­ra mis­mo los vemos escu­pir sobre vacu­nas que la enor­me mayo­ría del mun­do espe­ra ansiosamente.

Es men­ti­ra que des­creen de la vacu­na rusa o de la chi­na. Pue­de que sus acó­li­tos lo hagan pero los ideó­lo­gos de esas corrien­tes se podrían una de Corea del Nor­te si la hubie­ra por­que tam­bién saben que la pan­de­mia exis­te. Lo saben aba­jo del dis­fraz. Tam­po­co creen en lo que dicen. Repi­ten cual­quier cosa que les con­ven­ga, sin pru­ri­tos por la ver­dad. Quie­ren inyec­tar todo el veneno posi­ble, toda la con­fu­sión y el des­equi­li­brio posi­ble, por­que es su lla­ve del éxito.

Las ultra­de­re­chas apues­tan por el dis­fraz, que es foto­gé­ni­co. Muy pron­to Jake Ange­li ten­drá un club de fans. Así fun­cio­na la socie­dad occi­den­tal que bro­tó al calor de la bru­ta­li­dad neo­li­be­ral, como un cir­co en el que a veces pare­ce que hay paya­sos, pero se tra­ta de otro cir­co: casi siem­pre hay escla­vos a los que ellos les suel­tan los leones.

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