Inter­na­cio­nal. Julian Assan­ge, no a la extra­di­ción: podría suicidarse

Por Geral­di­na Colot­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de enero de 2021.

Julian Assan­ge, no a la extra­di­ción: podría sui­ci­dar­se. En las cár­ce­les esta­dou­ni­den­ses, el núme­ro de sui­ci­dios es muy alto

La audien­cia de extra­di­ción del perio­dis­ta aus­tra­liano Julian Assan­ge, fun­da­dor del sitio Wiki­leaks, tuvo un des­en­la­ce ines­pe­ra­do: la jue­za bri­tá­ni­ca recha­zó la soli­ci­tud de EE.UU., des­atan­do la ale­gría de los nume­ro­sos acti­vis­tas que aguar­da­ban fue­ra del tri­bu­nal. Una sen­ten­cia, sin embar­go, angu­lar, por­que reafir­ma los 17 car­gos pre­sen­ta­dos por Esta­dos Uni­dos, equi­va­len­tes a 175 años de prisión.

Se nie­ga la extra­di­ción por moti­vos de salud, en par­ti­cu­lar por­que las con­di­cio­nes car­ce­la­rias en Esta­dos Uni­dos podrían lle­var al sui­ci­dio del perio­dis­ta. Duran­te la audien­cia, varios psi­quia­tras expli­ca­ron lo pos­tra­do que está Assan­ge, tan­to en el físi­co como men­tal­men­te. Por supues­to, las con­di­cio­nes en las cár­ce­les bri­tá­ni­cas no tie­nen nada que envi­diar a las de Amé­ri­ca del Nor­te, espe­cial­men­te cuan­do se tra­ta de ani­qui­lar a los pre­sos polí­ti­cos: recor­de­mos a Bobby Sands y sus com­pa­ñe­ros. Que las con­di­cio­nes car­ce­la­rias en los Esta­dos Uni­dos son tales que con­du­cen al sui­ci­dio es, sin embar­go, un hecho indiscutible.

Una encues­ta de Reuters, publi­ca­da en octu­bre, rela­ti­va al 20 por cien­to de las cár­ce­les de baja y media segu­ri­dad de EE. UU., con­tó 7.500 muer­tes en los últi­mos 12 años. Pro­yec­ta­do sobre toda la estruc­tu­ra peni­ten­cia­ria, y con­si­de­ran­do que en las cár­ce­les de máxi­ma segu­ri­dad las muer­tes deben cal­cu­lar­se al alza, se con­ta­bi­li­za­ría un pro­me­dio de 3.125 muer­tes por año. Los dete­ni­dos murie­ron por fal­ta de aten­ción médi­ca, por lesio­nes o por homi­ci­dios. Los sui­ci­dios cal­cu­la­dos por el estu­dio fue­ron 2.075: 34 de los reclui­dos se cobra­ron la vida antes del jui­cio o antes de la acusación.

El ex-sol­da­do Brad­ley Man­ning, que se con­vir­tió en Chel­sea tras una ope­ra­ción de cam­bio de sexo, tam­bién inten­tó sui­ci­dar­se el pasa­do mes de mar­zo, debi­do a la fuer­te pre­sión a la que está cons­tan­te­men­te some­ti­da por los órga­nos de segu­ri­dad esta­dou­ni­den­ses, que quie­ren con­ver­tir­lo en tes­ti­go de acu­sa­ción con­tra Assan­ge. Como sol­da­do, el ex ana­lis­ta de inte­li­gen­cia Man­ning, en 2010, entre­gó más de 700.000 docu­men­tos con­fi­den­cia­les rela­cio­na­dos con las gue­rras en Irak y Afga­nis­tán a Wiki­leaks, que tam­bién incluían más de 250.000 docu­men­tos diplomáticos.

Así salie­ron a la luz los crí­me­nes de gue­rra, la corrup­ción y el espio­na­je glo­bal del gobierno de Esta­dos Uni­dos en lo que se ha deno­mi­na­do el «cablo­ga­te». Wiki­leaks había fil­tra­do y publi­ca­do miles de cables con­fi­den­cia­les, que demos­tra­ban crí­me­nes de gue­rra come­ti­dos por sol­da­dos y muchas otras comu­ni­ca­cio­nes sobre el entre­la­za­mien­to de intere­ses que impul­sa las polí­ti­cas imperialistas.

Una Cor­te mar­cial de Esta­dos Uni­dos con­de­nó a Man­ning a 35 años de pri­sión, pero Oba­ma la indul­tó en 2017, des­pués de sie­te años de pri­sión, duran­te los cua­les había comen­za­do ope­ra­cio­nes de cam­bio de sexo. Sin embar­go, sus pro­ce­di­mien­tos lega­les no han ter­mi­na­do, al igual que la pre­sión del gobierno de Esta­dos Uni­dos para lle­var­la a decla­rar en un jui­cio a puer­ta cerra­da con el que atra­par a Assange.

En cuan­to al fun­da­dor de Wiki­leaks, fue dete­ni­do por la poli­cía bri­tá­ni­ca en abril de 2019, lue­go de haber encon­tra­do refu­gio en la emba­ja­da ecua­to­ria­na en Lon­dres duran­te sie­te años. Assan­ge había ingre­sa­do a la sede diplo­má­ti­ca para esca­par de una orden de arres­to sue­ca por car­gos, fal­sos, de vio­la­ción, que lue­go caye­ron. Lue­go fue reci­bi­do por el Ecua­dor de Rafael Correa en una Amé­ri­ca Lati­na que toda­vía era en gran par­te pro­gre­sis­ta, cuyos pre­si­den­tes tam­bién esta­rán dis­pues­tos a reci­bir a Edward Snow­den, el ex ana­lis­ta de la CIA, cuan­do haga esta­llar el escán­da­lo Data­ga­te, en 2013.

Con la trai­ción de Moreno, quien reem­pla­zó a Correa como pre­si­den­te de Ecua­dor, Assan­ge fue entre­ga­do a los bri­tá­ni­cos. A pesar de su mala salud, ha esta­do dete­ni­do en la pri­sión de Bel­marsh de Lon­dres des­de mayo de 2019. El rela­tor de la ONU con­tra la tor­tu­ra, Nils Mel­zer, pidió a las auto­ri­da­des bri­tá­ni­cas que lo libe­ra­ran, dado que 65 de los 160 dete­ni­dos en esa pri­sión die­ron posi­ti­vo por Covid-19, pero sin éxi­to. La soli­ci­tud de indul­to diri­gi­da a Trump por los abo­ga­dos de Assan­ge tam­po­co reci­bió res­pues­ta. Aho­ra, hay una nue­va soli­ci­tud sobre la mesa de John Biden.

Tras la sen­ten­cia de hoy, los abo­ga­dos del perio­dis­ta espe­ran una fian­za por moti­vos de salud. Mien­tras tan­to, la admi­nis­tra­ción esta­dou­ni­den­se ha decla­ra­do que está «extre­ma­da­men­te decep­cio­na­da» por la deci­sión bri­tá­ni­ca y que ape­la­rá en un pla­zo de 14 días. Por tan­to, la cues­tión está más abier­ta que nunca.

Lue­go de la sen­ten­cia, el pre­si­den­te mexi­cano Manuel López Obra­dor, quien ya otor­gó asi­lo a 7 líde­res boli­via­nos que se vie­ron obli­ga­dos a huir tras el gol­pe del 2019, expre­só su dis­po­si­ción a reci­bir tam­bién a Assan­ge. Y, des­de Rusia, don­de espe­ra la ciu­da­da­nía, Snow­den aco­gió con agra­do el des­en­la­ce de la sen­ten­cia, unién­do­se a los men­sa­jes que expre­sa­ban satisfacción.

Sin duda, un dato sig­ni­fi­ca­ti­vo, con­si­de­ran­do la rela­ción pri­vi­le­gia­da entre Esta­dos Uni­dos y Gran Bre­ta­ña, des­en­mas­ca­ra­da aún más por las reve­la­cio­nes de Wiki­leaks. Sin duda, una for­ma de for­ta­le­cer la fe en el carác­ter demo­crá­ti­co de las ins­ti­tu­cio­nes bri­tá­ni­cas en un momen­to de pro­fun­da cri­sis deter­mi­na­da por el Covid-19 y en una deli­ca­da fase polí­ti­ca deter­mi­na­da por la sali­da de la Unión Euro­pea con el Bre­xit. Una mane­ra, tam­bién, de sacar tem­po­ral­men­te las cas­ta­ñas del fue­go de Esta­dos Uni­dos que está a pun­to de cam­biar de presidente.

La pre­sión ejer­ci­da por gran­des agen­cias huma­ni­ta­rias como Amnis­tía Inter­na­cio­nal o Human Right Watch, des­ple­ga­das en defen­sa de la «liber­tad de expre­sión», debe haber pesa­do sobre la deci­sión «huma­ni­ta­ria». Nume­ro­sos juris­tas y aca­dé­mi­cos habían expre­sa­do su preo­cu­pa­ción por la apli­ca­ción de la Ley de Espio­na­je, que data de 1917 en los Esta­dos Uni­dos, por pri­me­ra vez en la his­to­ria, a un periodista.

Para ello, la fis­ca­lía tuvo como obje­ti­vo demos­trar que Assan­ge es un hac­ker que orga­ni­zó a otros hac­kers para robar secre­tos mili­ta­res. Y la jue­za bri­tá­ni­ca tam­bién ava­ló esta tesis. Para la defen­sa, Assan­ge debe­ría haber esta­do pro­te­gi­do por la lla­ma­da Pri­me­ra Enmien­da, ya que su tra­ba­jo ha demos­tra­do crí­me­nes que, en el papel, están fue­ra de esa mis­ma demo­cra­cia. Entre ellos, el video del ata­que aéreo esta­dou­ni­den­se que mató a 11 per­so­nas en Bag­dad en 2007, inclui­dos dos perio­dis­tas de Reuters.

El caso de Assan­ge mues­tra una vez más la hoja de parra de la «demo­cra­cia» nor­te­ame­ri­ca­na. En vís­pe­ras de la sen­ten­cia, un artícu­lo del ana­lis­ta argen­tino Ati­lio Borón, titu­la­do «Mise­ria moral del perio­dis­mo inde­pen­dien­te» tam­bién denun­cia­ba el silen­cio de las aso­cia­cio­nes nacio­na­les de perio­dis­tas lati­no­ame­ri­ca­nos, gru­pos de poder gene­ral­men­te dis­pues­tos a dis­pa­rar a cero sobre pre­sun­tas vio­la­cio­nes a la liber­tad de pren­sa en paí­ses no bien­ve­ni­dos en Washington.

Estas cor­po­ra­cio­nes repli­can infor­ma­ción de los Esta­dos Uni­dos y sus agen­cias y, por lo tan­to, guar­dan silen­cio sobre las vio­la­cio­nes a la liber­tad de pren­sa come­ti­das en Amé­ri­ca del Nor­te. Borón recor­dó que, tras el ase­si­na­to de Geor­ge Floyd y las pro­tes­tas del movi­mien­to Black Lives Mat­ters, 322 perio­dis­tas fue­ron agre­di­dos por la poli­cía, a 76 de los cua­les des­tru­ye­ron sus herra­mien­tas de tra­ba­jo o pues­tos de pren­sa y 13 fue­ron denun­cia­dos y envia­do a jui­cio. Y que, en 2018, 5 perio­dis­tas fue­ron ase­si­na­dos en Esta­dos Unidos.

Pero esto no lle­ga a los titu­la­res de los medios hege­mó­ni­cos, com­pro­me­ti­dos en cam­bio en un alu­vión con­cén­tri­co de fal­se­da­des u omi­sio­nes con­tra la Vene­zue­la boli­va­ria­na, Cuba o Nica­ra­gua. Por otro lado, la gran con­cen­tra­ción mono­po­lís­ti­ca de infor­ma­ción a nivel glo­bal sigue a la eco­nó­mi­ca, y sigue los mis­mos méto­dos de con­trol capi­ta­lis­ta. Los medios de comu­ni­ca­ción son cada vez más pro­ta­go­nis­tas en la cons­truc­ción de agre­sio­nes impe­ria­lis­tas como en las gue­rras de cuar­ta y quin­ta gene­ra­ción. Pero si pue­den per­mi­tir­se con­di­cio­nar así a la lla­ma­da «opi­nión públi­ca» es por­que no hay barre­ra que se con­tra­pon­ga a la hege­mo­nía burguesa.

En el siglo pasa­do, cuan­do el cho­que de con­cep­cio­nes era impla­ca­ble, no habría habi­do nece­si­dad de los Assan­ge y los Snow­den: las calles de todo el mun­do sabían des­en­mas­ca­rar con su lucha la retó­ri­ca del impe­ria­lis­mo, cono­cían su ver­da­de­ra natu­ra­le­za en car­ne propia.

Itu­rria /​Fuen­te

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