Resumen Medio Oriente, 18 de enero de 2021-.
Después de derrotar al estado sionista en sucesivos conflictos, obtuvo un gran apoyo masivo en la esfera electoral y ahora constituye una fuerza política clave.
Como resultado, al Partido de Dios lo designan organización terrorista en 25 países, incluidos Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y la coalición del Consejo de Cooperación del Golfo, encabezada por Arabia Saudita.
Francia y la Unión Europea (UE) designan terroristas las operaciones militares de Hizbullah, pero no la de sus operaciones políticas.
La mera mención de la Resistencia libanesa o de su secretario general, Hassan Nasrallah, es suficiente para que los usuarios sean excluidos de las plataformas de redes sociales.
Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU nunca la ha incluido entre las terroristas, ni aprobado sanciones contra el grupo.
Cuando la Liga Árabe, liderada por Arabia Saudita, se movió para designarla como grupo terrorista, Argelia, Iraq y Líbano se negaron a respaldar esa posición.
Hizbullah se distingue de otros partidos políticos, porque posee una fuerza militar separada del Ejército libanés.
A través de su televisora por satélite Al-Manar, sitios web de noticias y estaciones de radio, todos prohibidos en Estados Unidos, el Partido de Dios se presenta como «La Resistencia».
Hizbullah surgió en 1982 a raíz de la invasión israelí al Líbano.
Con el objetivo ostensible de atacar a los refugiados palestinos dentro de las fronteras del Líbano, el régimen de Tel Aviv invadió el pequeño país con 60.000 soldados, 800 tanques, helicópteros de ataque, bombarderos y aviones de combate, apoyados por lanchas de misiles y arrasó áreas habitadas por musulmanes.
Más de 15.000 libaneses murieron en la invasión, en su mayoría civiles.
Posteriormente, reclamó partes del territorio libanés y colocó milicias dentro del Líbano.
Por tanto, Hizbullah nació de la necesidad de resistir contra la ocupación israelí y defender las vidas y los recursos de la población libanesa, en particular la población del sur del país en su mayoría musulmanes chiitas, blanco preferido de los ataques israelíes.
Los musulmanes chiitas constituyen alrededor de 40 por ciento de la población de Líbano, el grupo demográfico más grande en términos de afiliación religiosa.
Como consecuencia de un sistema político sectario confesional impuesto en 1943 por Francia a cambio de la independencia, los chiitas estuvueron infrarrepresentados en el campo político del país y, como resultado, económicamente privados.
Hizbullah no se disculpa por su lealtad a Irán liderado por chiitas que, después de la Revolución Islámica de 1979, se convirtió en una inspiración para los musulmanes que luchan contra los dos ejércitos de Estados Unidos e «Israel».
Aunque todos sus miembros son libaneses, Hizbullah afirma que el líder supremo de la revolución iraní, Ayatoláh Ali Khamenei, es su guía espiritual.
En 1996, «Israel» invadió otra vez El Líbano, con más de mil ataques aéreos, en los cuales lanzó 25 mil bombas como parte de la Operación Racimos de la Ira, esta vez con más atención sobre la Resistencia, pero no pudo debilitarla.
En el 2000, Hizbullah obtuvo su primera gran victoria en el campo de batalla cuando el régimen de Tel Aviv se retiró del Líbano de manera unilateral, aunque insistió en ocupar dos áreas en disputa, las Siete Aldeas y las Granjas de Shebaa.
Otra vez en 2006, «Israel» lanzó un ataque mucho mayor contra Líbano, con la justificación de que trataba de neutralizar a Hizbullah y liberar a dos soldados capturados para lo cual el ejército israelí cubrió áreas pobladas con millones de minibombas, lanzando bombas de racimo «en medio de ciudades y pueblos».
La Fuerza Aérea israelí realizó 12.000 vuelos sobre El Líbano, mucho más que los de 1973, 1978, 1982 o 1996 y se concentró en áreas habitadas por musulmanes en el campo, en el sur de Beirut y en las ciudades sureñas libanesas de Tiro y Sidón.
“El gobierno calculó que se destruyeron 125.000 casas y apartamentos en todo el país”, según Nicholas Blanford.
“Hasta 80 por ciento de algunas aldeas del sur quedaron reducidas a escombros. Noventa y un puentes fueron volados, y las carreteras, caminos y carriles fueron destrozados e intransitables desde el sur hasta el remoto distrito de Akkar en el extremo norte del Líbano”, refiere Blanford.
En 2006, Hizbullah disponía de una serie de búnkeres subterráneos secretos, desde los que lanzó un contraataque implacable de misiles en territorio israelí y obligó a los israelíes a refugiarse.
El nivel de represalias hizo insostenible los ataques de los sionistas y la guerra duró solo 33 días antes de que «Israel» acordara un alto el fuego.
En los últimos días de esa guerra, el Ejército israelí multiplicó frenéticamente sus ataques, al lanzar más de cuatro millones de bombas de racimo sobre Líbano en los tres días posteriores a la aprobación del alto el fuego de la ONU el 11 de agosto, pero antes de que entrara en vigor el 14 de agosto.
Las municiones de racimo israelíes contaminaron más de 4,3 millones de metros cuadrados de áreas urbanas y pequeñas bombas sin detonar en todo el país.
El 11 de agosto, el Ejército israelí también lanzó la nefasta Operación Cambio de Dirección 11, una ofensiva final que triplicó la cantidad de sus fuerzas terrestres.
Con una planificación meticulosa, tácticas en el campo de batalla, coraje en el combate y sorprendentes capacidades de inteligencia y comunicaciones, Hizbullah derrotó al ejército sionista y estableció una estatura heroica para la Resistencia, no solo entre los chiitas en Líbano o Irán, sino en todo el mundo árabe y musulmán y más allá.
«Lejos de facilitar los esfuerzos de Washington y sus sgentes árabes para abrir una brecha más profunda entre sunitas y chiitas», escribieron Achchar y Warshawski, «llevó a muchos predicadores sunitas prominentes a proclamar su apoyo abierto a Hizbullah».
El barniz de invencibilidad del Ejército israelí se hizo añicos y, por extensión, el mito del poderío militar de Estados Unidos que contribuyó con 2.300 millones de dólares en ayuda militar a «Israel» solo en 2006, y más de 100.000 millones desde 1967.
“La derrota militar de «Israel» fue decisiva”, concluyeron Crooke y Perry, “pero la derrota política en Estados Unidos que se puso al lado de «Israel» durante el conflicto y se negó a ponerle fin, fue catastrófica con un impacto duradero sobre su prestigio en la región”, apunta CounterPunch.org
La otra cara de la espada de Hizbullah, no menos temible, es su ascenso en el campo político, donde ahora juega un papel decisivo en El Líbano.
Originalmente receloso de entrar en el pantano de la política libanesa, en los años 90 un consejo interno de Hizbullah votó para entrar en política y se formó el Bloque de Lealtad a la Resistencia.
En 1992, ocho representantes de Hizbullah fueron elegidos al Parlamento.
“Nuestra participación en las elecciones y nuestra entrada en el (parlamento) no altera el hecho de que somos un partido de Resistencia”, dijo Nasrallah en 1992.
“De hecho, trabajaremos para convertir a todo Líbano en un país de Resistencia y al Estado en un Estado de Resistencia”.
En 2006, Hizbullah formó una coalición con Michel Aoun, excomandante del ejército libanés y fundador del partido político Corriente Patriótica Libre (CPL).
Aoun renunció a su postura anti-Siria y se unió a la Alianza del 8 de marzo dedicada a preservar la integridad del país frente a los ataques de Estados Unidos, Francia e «Israel».
En 2016, Aoun fue elegido para ocupar el cargo de presidente, un puesto que siempre debe ocupar un cristiano maronita.
Hizbullah tiene actualmente 12 miembros en el Parlamento, solo antecedido por la CPL.
Con sus aliados y alineados con su política, el Partido de Dios ganó al menos 70 por ciento de los escaños del parlamento en las elecciones de 2018.
«La mayoría de los libaneses apoya a Hizbullah y su Resistencia a la ocupación israelí y sus planes de dominar El Líbano», dijo Laith Marouf, analista político de Beirut.
«Hizbullah simboliza la soberanía para la mayoría de los libaneses, sin importar cuál sea su secta», aseguró
Después de la destrucción del Líbano por «Israel» en 2006, Hizbullah donó 300 millones de dólares para restaurar la infraestructura del país, reconstruir escuelas y centros comunitarios, y remitió 10.000 dólares en efectivo a los ciudadanos cuyas casas habían sido arrasadas.
“Los guardias de Hizbullah, llevando discretamente sus rifles AK-47 en fundas de suave piel de oveja, rodearon la escuela secundaria Mahdi en los suburbios del sur de Beirut, donde cientos de demandantes entraron por las puertas para recoger sus dádivas en efectivo”, describe Blanford.
“La alta seguridad no fue sin una buena razón. Debe haber habido millones de dólares apilados en mesas y cajas de cartón. Los carteles en las paredes instaban a los solicitantes a ser pacientes, mantenerse organizados y seguir las instrucciones».
“La velocidad y la organización con la que Hizbullah se dirigió al esfuerzo de ayuda y reconstrucción subrayó cuán poderoso había crecido en el Líbano”, detalla Blanford.
“Su ala de construcción, Jihad al-Binaa, había saltado adelante mientras el gobierno seguía enfrascado en discusiones sobre qué Ministerio o agencia manejaría el proceso y qué compañías, generalmente propiedad de políticos, ganarían los lucrativos contratos para limpiar el desastre”, recuerda CounterPunch.org
Hizbullah también fundó una red de organizaciones comerciales y sociales que la población libanesa necesita desesperadamente.
En muchos casos, Hizbullah proporciona la única red de seguridad para los libaneses abandonados por un Estado asediado que ahora enfrenta sanciones estadounidenses y de la UE, lo que resulta en hiperinflación y desorden económico.
Como explica Marouf: “Una de las cosas más importantes que hizo Hizbullah, más allá de la liberación del Líbano en 2000 de la ocupación israelí y de la ocupación de los wahabíes contras o terroristas de DAESH, lo que ellos llaman la segunda liberación, en 2016, es la red de servicios sociales que proporciona, no solo a las comunidades chiítas, pueblos y aldeas, sino a la mayoría de la clase trabajadora, porque ofrece todos estos servicios a cualquiera sin importar su secta.
Eso es un gran logro. Hizbullah creó una economía paralela fuera del control de los estadounidenses. Recuerde que el banco central del Líbano está básicamente controlado por Estados Unidos”, precisa CounterPounch.
“Algunos de los servicios sociales, más allá de la salud, la educación y la vivienda, que ofrece Hizbullah son la banca, con préstamos sin interés para la clase trabajadora e incluso las gasolineras”, continúa Marouf.
“En los últimos años, los precios del gas subieron, bajo la presión de Estados Unidos y la lira libanesa colapsó. Pero fue la red de gasolineras de Hizbullah la que siguió suministrando gasolina”.
Los éxitos de Hizbullah, tanto en el campo de batalla como en el campo electoral, demuestran que la Resistencia contra el imperialismo no es inútil. En la diminuta nación del Líbano, la Resistencia organizó y derrotó el poderío militar de «Israel» y sus patrocinadores estadounidenses y europeos, y de los terroristas wahabíes y salafistas respaldados por las ricas naciones del Golfo Árabe.
Con gran apoyo popular, la Resistencia logró avances a través del proceso electoral, quizás su éxito más amenazante para los “campeones de la democracia” que desean destruirlos.
Fuente: Al Mayadeen